Podemos

Fumarse un drago

El mayor déficit informativo en la rueda de prensa que ofreció ayer Alberto Rodríguez para presentar su flamante proyecto político –Drago lo han bautizado – es la razón del invento. ¿Por qué es necesario un nuevo proyecto político – el enésimo – a la izquierda del PSOE? Rodríguez y sus compañeros no lo explicaron en ningún momento. Cuando se le mencionó a Podemos el exdiputado Rodríguez – que fue secretario de Organización federal – optó por un amable mutismo: ni una palabra contra Podemos ni una a favor, por supuesto, de un acercamiento. ¿Cómo se van a acercar si han salido huyendo? Todo es proceloso, esponjoso y pasteloso en esta nueva oferta y los equívocos y ambigüedades de su principal impulsor no consiguen esconder que, objetivamente, dañará, si tiene algún éxito, las expectativas electorales de los podemitas. Si Rodríguez hubiera mantenido su escaño en el Congreso de los Diputados, ¿seguiría en la organización que ahora dirige Ioane Belarra? Si lo recuperara por vía judicial, ¿se convertiría en diputado no adscrito? Son realmente curiosas las tragaderas de la izquierda y sus corifeos. Si un diputado o diputada de derechas abandona su partido o es expulsado reglamentaria o antirreglamentariamente es un tránsfuga que no merece perdón democrático; si como Alberto Rodríguez abandona la fuerza política que lo soldó a una candidatura, puede seguir reclamando el escaño y si lo recupera hacer lo que desee con el mismo. Pero es que Alberto es chachi y los diputados de derechas tienen el pelo chungo.

Lo que repitió varias veces el señor del Drago es que la suya sería una organización “de obediencia canaria”. El subtexto, más que nacionalista, apunta a una determinación: a mí no me vuelven a sacrificar en Madrid. Rodríguez necesitó ejercer de secretario de Organización federal durante casi dos años para darse cuenta del centralismo brutal y embrutecedor de Podemos que cabe suponer que él mismo aplicó en el desempeño de sus responsabilidades orgánicas. Al parecer existen un montón de organizaciones profundamente enraizadas en la sociedad canaria y personalidades que se han batido el cobre en innúmeras luchas sociales y sindicales que forman parte de Drago, pero ayer lunes no se mencionó ninguna. Ni documentos, ni estructura organizativa definida, ni debates abiertos de carácter fundacional, ni un esbozo de programa político para el futuro de Canarias. Rodríguez casi se limitó, después de amontonar generalidades y monsergas irrelevantes, a facilitar la dirección de un sitio web, pero si se toma el interés de visitarlo se descubre que no está operativo.

Lo que quedó claro, en cambio, es que los draguistas piensan presentar candidaturas en las elecciones autonómicas y locales del próximo mayo. Simplemente porque ese es la única razón de ser del tinglado. Para ser más preciso, de lo que se trata es de entrar en la puja. Si Podemos, IU y Sí se Puede no cuentan con Alberto Rodríguez, Alberto Rodríguez les hará un estropicio fragmentando todavía más el voto de izquierdas. Pero el pibe es enrollado y puede ser total. Rodríguez está dispuesto a una amplia confluencia en candidaturas unitarias. Porque contra lo que se repite falsariamente no existe ninguna  reanimación de la izquierdas en las calles, no se están multiplicando las protestas ciudadanas “por atentados contra el territorio y el medio ambiente de Canarias”. Las manifestaciones contra proyectos como Cuna del Alma o la central de Chira-Soria han reunido apenas a algunas centenares de personas en Las Palmas de Gran Canaria y Santa Cruz de Tenerife. No hay nada peor que creerse las propias fantasías. Rodríguez se sueña como cabeza de lista al Parlamento y candidato al ayuntamiento de Santa Cruz con el apoyo de todos aquellos a los que ha abandonado durante la última década. Hace falta fumarse un drago entero para tomárselo en serio.

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Yolanda pasaba por ahí

La presentación de ayer de Sumar (calificado por sus organizadores como instrumento, espacio, proceso o plataforma indistintamente) se me antojó un acto ligeramente alucinatorio. Se seleccionaron (¿por quién?) una decena de intervenciones que supuestamente representaban (o encarnaban) distintas situaciones socioprofesionales, pero que en realidad eran gente bregada en movimientos políticos, sindicales o vecinales. Después de escucharlos con cierta resignación y un entusiasmo perfectamente descriptible,  tomó la palabra Yolanda Díaz que, por supuesto, ofreció una pieza embadurnadamente yolandista: una secuencia de ñoñerías abstractas repetidas con una cadencia más inclinada a Laura Pausini que a Rosa Luxemburgo. Lo que ocurre es que sonaba más raro que lo habitual. Díaz actuaba como si toda la movida – intervinientes, público, logotipo, pantallas gigantes de televisión — fuera un fenómeno surgido por generación espontánea y no una operación política auspiciada por ella misma, que tiene su principal referente en ella misma y que si tiene algún recorrido electoral será por ella misma. Es rarísimo simular –como si los ciudadanos fueran idiotas babeantes – que Díaz poco menos que pasaba por ahí para escuchar y tomar nota. De hecho apenas se refirió a los que la habían presidido en el escenario.

Y la cosa, por supuesto, fue empeorando, hasta llegar a la vergüencita de escuchar a la ministra de Trabajo la frase más grotesca del día: “Si vosotros queréis, yo me sumo”. Es decir, que está dispuesta a sumarse – en un gesto de valentía y desprendimiento – a la plataforma que ella misma está montando desde hace meses con un grupo de entusiastas (en su mayoría, cargos públicos, asesores, antiguos compañeros de Comisiones Obreras y exdirigentes descabalgados voluntariamente o no de Izquierda Unida). Me recuerda a un muy colgado compañero de bachillerato que organizó su propio cumpleaños sorpresa y nos invitó a todos con la condición de que no se lo dijéramos a nadie. Aunque su locución fue la propia de un mitin tradicional se diferenció por dos elementos, además del cinismo pinturero ya señalado: un perfume apenas de populismo y una dosis de cursilería. Tal vez sea lo mismo. Díaz aseguró que en la calle – la buena señora al parecer se pasa los días en la calle – solo detecta desafección hacia la política. La política ha desconectado con la gente y todo eso te lo explica una política profesionalizada que es vicepresidenta del Gobierno y dirige el Ministerio de Trabajo.  “Ya está bien de que hablen los de siempre”. ¿Qué hablen los de siempre dónde? ¿En los mítines? ¿En los comités de dirección de los partidos? ¿En la sala de espera del dentista? En fin. Y la advocación final: hay que saber qué país queremos. Tú tienes que decirme lo que debo hacer. Como si un proyecto político fuera un sumatorio de solicitudes y anhelos. Como si esa simplonería de la escucha activa – un lema publicitario, no una metodología política — tuviera algún contacto con las complejidades de una democracia representativa avanzado el siglo XXI.

“Os pido ternura”. La ternura como condición imprescindible para incorporarse a Sumar. Hay que quererse en política como se quiere en la vida cotidiana. Es necesario hacer política tiernamente. Si quieren que les diga la verdad, la cursilería es lo único que encuentro realmente preocupante en el discurso postizo, débil, ergonómico y vacuo de Yolanda Díaz. Los políticos pueden proponer proyectos y ofertas racionalmente emocionantes para sus electores. Pero la acción política debe basarse en la austeridad emocional, no en la exaltación de emociones que incluso pretenden baremarse. Los políticos (en el mejor de los casos) son un mal necesario. Y lo que se les debe exigir – y lo que deben ofrecer como un compromiso – no es ternura, no es cariño, no es una sonrisa de mermelada, sino respeto. Respeto democrático. Respeto, honestidad, transparencia y coherencia. No metan sus zarpas ni sus hociquitos en nuestros amores, afectos y cariños. Es lo que faltaba.   

 

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De la mentira a la charlatanería

A lo largo de dos años y medio al frente de la Consejería de Derechos Sociales Noemí Santana no consensuó con el tercer sector el catálogo de servicios y prestaciones del sistema público de servicios públicos, pero ha consensuado consigo mismo el catálogo de excusas que ha empleado para apantallar una gestión entre mediocre y desastrosa. En diversos ámbitos de actuación de su departamento ha acusado explícita o implícitamente a otras administraciones, a los sindicatos, a las rémoras del funcionariado, a la escasez de plantilla o de recursos económico-financieros, a un déficit de información sobre el que jamás reconoce responsabilidad alguna y, muy especialmente, a la siempre elástica herencia recibida, es decir, a los gobiernos de CC. Sobre esta última monserga Santana podría continuar peroratando durante toda la legislatura y lo más probable es que lo siga haciendo. Durante algún tiempo se rumoreó que la consejera sería candidata de Podemos – o lo que quede de la marca – al Cabildo o al ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria en el 2023. Pero tal vez tenga que resignarse a presentarse de nuevo como el rostro más conocido de su partido a  la Cámara regional el próximo año. Si consigue el escaño, esté en el poder o en la oposición, insistirá en el mantra de la herencia., porque además de una excusa, supone un pequeño consuelo personal.

Es obvio que la gestión de un gobierno (o de varios) condiciona la situación que deberá afrontar un nuevo equipo después de unas elecciones. Uno puede, en efecto, recibir una herencia gerencial mala, irregular o manifiestamente mejorable. Pero la inocencia la pierdes definitivamente al designar a tu equipo y diseñar tus primeros presupuestos. A partir de entonces no eres una víctima, sino un responsable. La herencia es un contexto sobre el que operar no un pretexto de tus errores o incapacidades. Es algo similar a llegar a la edad adulta. Un humorista comentó en una ocasión que a los cuarenta años uno ya es responsable de la cara que tiene. Cuando has atravesado la mitad de la legislatura eres responsable de las chirlas de tu rostro político y de las arrugas de tu gestión pero Noemí Santana se niegan a asumirlo. Se niegan a asumir la pérdida de la inocencia y el mandato de la responsabilidad propia, porque pertenece a esa izquierda que siempre se concede a sí misma un plus valorativo por sus buenas intenciones: exactamente el mismo que le niegan despectivamente al adversario político.

Lo que no había hecho nunca la consejera de Derechos Sociales es negar una realidad palmaria o mentir brutalmente. Pero decidió cruzar esa línea en el último pleno del Parlamento de Canarias, cuando repitió una y otra vez, con una sonrisa triunfal aunque algo crispada, que no existe el Plan de Infraestructuras Sociosanitarias que Fernando Clavijo y Cristina Valido “se sacaron de la manga” y “estuvieron presentando varias veces”. Aunque la mayoría de los diputados disfrutan de una envidiable memoria de pez, algunos de los más veteranos se quedaron ligeramente estupefactos. En ese instante la consejera dejó de ser una mentirosa y se convirtió en una charlatana.   Wittgenstein lo dejó clara la distinción. El mentiroso trata (mal) a la verdad. Al charlatán le es indiferente. «El charlatán no está al lado de lo verdadero ni al lado de lo falso. Sus ojos no se fijan para nada en los hechos, como sí lo hacen, en cambio, los ojos del hombre sincero y del mentiroso. No le importa si las cosas que dice describen correctamente la realidad. Simplemente las extrae de aquí y de allá o las manipula para que se adapten a sus fines».  Así queda definido el tránsito de Noemí Santana de la mentira a la charlatanería.                       

Como era de esperar la diputada y exconsejera Valido le relató a Santana los proyectos y obras que en el contexto del Plan de Estructuras Sociosanitarias han desarrollado cabildos como los de La Gomera o Lanzarote, cuyos presidentes estaban presentes en el pleno. Santana siguió riendo y negando con la cabeza, muy divertida. En realidad el Plan sigue actualmente en ejecución y Antonio Morales, presidente del Cabildo de Gran Canaria, ha mostrado su satisfacción por “una acción ambiciosa consensuada con el Gobierno de Canarias”.  Todo esto es irrelevante, mejor dicho, no existe. El Plan de Infraestructuras Sociosanitarias no ha existido ni existirá jamás. Santana parte de la nada, Santana en la partera de las políticas sociales en Canarias, Santana decide lo que ha ocurrido y no solo lo que ocurrirá, Santana es la consejera demiurga que partiendo de la nada dentro de un año y medio dejará una Canarias mejor dentro de su caja craneana.    

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De la nada a la miseria

Me persigno al revés cuando escucho o leo a gente que siempre puso a parir –metafóricamente: hoy hay que aclararlo todo – a Mery Pita entendiendo sus razones para marcharse de Podemos sin marcharse del Congreso de los Diputados.  Uno más bien cree que la señora Pita se ha largado –en compañía de una ristra de cargos públicos de la organización morada – porque no encontraba manera de que la echaran. Y lo intentó seriamente. Muy seriamente. Su intento más feroz ocurrió, por supuesto, a finales de abril de 2019, cuando todos los indicios apuntan a que intentó reventar las listas al Parlamento de Canarias en las elecciones autonómicas de mayo de 2019. A última hora quince candidatos abandonaron las listas, entre ellos, Natividad Arnaiz, pitista de estricta observancia. Solo la fulminante reacción de Noemí Santana –  su sucesora como secretaria general de Podemos – recomponiendo las listas en un agónico fin de semana pudo impedir que Podemos se quedara fuera de los comicios.

Lo más extraordinario es que Mery Pita salió incólume de un episodio tan mezquino, ruin y sórdido como ese: una operación de derribo fulminante, con aliento de venganza, contra Santana y sus fieles. Supuestamente se abrió una investigación interna, pero fue directamente enterrada por decisión del Gran Hermano en persona. Pablo Iglesias no quería ningún escándalo, ningún conflicto, ninguna disonancia después de la ruptura con Íñigo Errejón y sus acólitos,  que integraron la lista Más Madrid en la primavera de 2019.  Según la portentosa lucidez de Iglesias la compañera Pita representaba una sensibilidad social y sindical que a Podemos le hacía mucha falta en Canarias. Pero Iglesias –aunque todavía influyente – ya no está en Podemos. Mery Pita no tiene relación con sus sucesoras. Tampoco con la izquierda camisa blanca de mi esperanza, doña Yolanda Díaz.  Así que ha preferido –con un grupo significativo pero no abrumador de militantes y cargos públicos – abandonar Podemos y montar una chalupa propia. Más les vale a sus excompañeros no descalificarla brutalmente. A saber si el año próximo – bajo el yolandismo convertido en la penúltima plataforma de salvación de las izquierdas patrias – no se verán abocados a negociar con Pita.

Podemos ha reaccionado transformando de repente a la diputada grancanaria en una bruja que pretende seguir pagando su escoba con las dietas del Congreso de los Diputados. Como no fueron capaces de expulsarla en su día la convierten en un monstruo nocturno que solo busca garantizarse un par de años con 4.000 euros mensuales. Pero algunas de las aseveraciones de Mery Pita en su rueda de prensa se ajustan a la verdad. Podemos es un proyecto político esclerotizado, agotado y declinante. En Canarias es una comparsa cuya capacidad de gestión ha resultado un fiasco y que no ha avanzado un ápice en implantación socioelectoral; al contrario, ha retrocedido. Lo peor no es adaptarse a la realidad política e institucional – asignatura obligatoria para alcanzar el poder, aplicar políticas públicas y manejar presupuestos — sino simular seguir siendo otra cosa: una izquierda revolucionaria, unos activistas inmaculados y liberados de la coherencia, una reserva moral de inagotable superioridad. La praxis en el poder socialdemocratiza a Podemos inevitablemente, y ya existe un partido socialdemócrata más grande, más instalado y más votado que se llama PSOE. Los podemitas tampoco supieron consensuar una organización auténticamente federal y Canarias siempre contó entre poco y nada en debates políticos y propuestas programáticas, como ha reconocido igualmente Alberto Rodríguez, cuyo escaño, en una exhibición de estúpida irresponsabilidad, sigue sin estar ocupado. Después de su larga travesía hacia la decepción el único marxismo detectable en Podemos está en esa frase de Groucho: “Fíjense en mí, que de la nada he llegado a las más altas cumbres de la miseria”.

 

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Camarada vuélvete loco

Muchos pueden recordar (y todavía puede verse en youtube) una intervención de  Íñigo Errejón – por entonces número dos de Podemos – en el que advertía que había que aprovechar la estancia en el poder –se refería concretamente al ayuntamiento de Madrid – para crear redes de entidades y organizaciones, potenciar así tejido asociativo a fin de extender el proyecto y disponer de un lugar donde guarecerse cuando las urnas vengan mal dadas. No se trataba –según el doctor Errejón – de llegar a acuerdos con organizaciones ajenas y autónomas, sino, mucho mejor, de crearlas, o en el caso de que existieran, colonizarlas con militantes o simpatizantes de Podemos. Sus palabras no eran un exceso retórico, sino una propuesta muy formal, y de hecho tuvieron una materialización – si bien fragmentaria y torpe – en los meses siguientes. Después se derrumbó el gobierno de izquierdas en Madrid y la derecha chulapona recuperó el poder municipal. No dio tiempo para crear La Cámpora. Una pena.

Rebeldía Canaria es una entidad que se define como “una comunidad política (sic) que pretende ser una herramienta de cambio en todo aquello que afecta a la población joven en el archipiélago canario”. El pasado febrero organizó (on line) unas jornadas sobre municipalismo y juventud, “unas charlas de formación que consistieron en la concentración de diferentes personalidades públicas en el ámbito de la educación y de la sociedad”. Curiosamente todos los cargos públicos invitados eran de Podemos, con la participación estelar de Laura Fuentes, directora general de Juventud del Gobierno autonómico y coordinadora de Podemos en Canarias, porque no hay rebeldía juvenaloide que valga la pena si no incluye el vibrante discurso de un director general.

Fuentes aprovechó para difundir entre los desinformados – juraría que no demasiados –algunos programas desarrollados por su dirección general, uno de los cuales se me antoja fascinante: el Proyecto Camarada.  El Proyecto Camarada cuenta con “jóvenes profesionales de la psicología que ayudan al reto de las personas que acudían”, es decir, no se ayudaban a sí mismos, “generando un vínculo de cercanía por la similitud entre edades”. Vaya usted a saber qué significa eso en español. Evidentemente su rebeldía es también morfosintáctica. El lema del Proyecto Camarada es una cariñosa paradoja: “Está bien no estar bien”.  La puede encontrar en los muchos tomos de autoayuda que infectan las librerías o en las letrinas de la antipsiquiatría de los años setenta (R.D. Laing, David Cooper y demás pirados).  Los trastornos mentales – la locura misma — eran nobles síntomas de la lucha de individuos sensibles contra el sistema de dominación del capitalismo avanzado. Así que si no estás bien, camarada, es que eres lúcido, es que eres sensible, es que estás en el buen camino. Sin duda un discurso eficaz para tratar a un esquizofrénico paranoico que pase por ahí.

¿Y lo de camarada? Bueno, son las libertades que se toman en Podemos: introducir su cultura política interna en los programas que se dirigen a los ciudadanos, sobre los que ni recuerdan ni quieren recordar que, en su mayoría, no comparten ni la ideología ni la retórica política podemita. Son tan críos (y crías) que ignora que camarada era un apelativo que utilizaban igualmente fascistas y nazis, sus abominables primos hermanos. Recuerdo esa copla anónima que circuló entre los falangistas tinerfeños cuando destituyeron al brutal y desorejado Orbaneja, años cuarenta, como gobernador civil, sustituido por un tal Saldaña. “Si el camarada Saldaña/viene a repetir la hazaña/del camarada Orbaneja/que la virgen nos proteja./¡Viva Franco! ¡Arriba España!”. El proyecto camarada, dicen. Qué insuperable combinación de puerilidad, ignorancia y mamoneo al frente de la gestión de millones de euros.

 

 

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