puertito de Adeje

Mecer la cuna

No creo que sea superfluo hablar claro. Ha sido una torpeza inaudita lo que hizo la empresa promotora del proyecto Cuna del Alma el otro día: entrar en un piso piloto okupado por los activista que se oponen a la construcción en las inmediaciones del puertito de Adeje de una urbanización de lujo y sacarlos –intentar sacarlos – con admoniciones, amenazas, empujones y alguna hostia. Es un proceder tan estúpido – mandar a practicar un desalojo a un equipo de seguridad privada bajo el mando guerrillero y chulesco del director del proyecto, Andrés Muñoz – que solo cabe explicarlo por la ignorancia de lo que está ocurriendo fuera de su jardín edénico o por la sensación de impunidad que brindan muchos millones de euros y muchas complicidades políticas. Por supuesto, los activistas no tienen derecho a estar ahí. Invaden una propiedad privada. Pero son activistas, no abogados, y están ahí exactamente por eso. Cualquier experto en conflictos de esta naturaleza  –intereses económicos y empresariales por un lado y elementos de la sociedad civil por otro – sabe que utilizando la violencia la parte más poderosa de la ecuación conflictual está alimentando y hasta legitimando la postura de la parte más débil. Asombra que gente con tanta pasta, tantos masters y tanta seguridad privada no conozca algo tan obvio y elemental. Y que no reconozcan que tienen un problema y no precisamente un problema de orden público.

Pero los activistas que se manifiestan contra el proyecto Cuna del Alma también tienen un problema, y no precisamente un problema de orden moral. Compartir la mayoría sustancial de sus argumentos para rechazar una intervención en el territorio que privatiza estrictamente espacios y paisajes (yo lo hago) no debería servir como excusa para no mencionarlo. Y el problema es que no existe ninguna razón jurídica que pueda frenar el proyecto. Absolutamente ninguna. Es cierto que los promotores han sido multados por la destrucción de algunos vestigios arqueológicos y que la acción sobre el terreno ha  perjudicado varias plantas protegidas reglamentariamente. En el peor de los casos pagarán la multa y en paz. Pero, ¿cómo detener legalmente la construcción? ¿Revirtiendo o suspendiendo las licencias municipales? ¿Y sobre qué sustento normativo?  Si se produjera cualquier paralización infundada legalmente los inversores correrían a los juzgados en brazos de los abogados más y mejor alicatados del país y no solo ganarían cualquier acción legal, sino que exigirían un muy oneroso lucro cesante. Sin duda los activistas del puertito de Adeje disfrutan de una amplia simpatía y apoyo entre los ciudadanos tinerfeños, pero están en la obligación de informar si cuentan con una estrategia legal viable para la paralización del proyecto y no únicamente del loable recurso de la manifestación y la protesta.

Hace años que Cuna del alma navega sigilosamente por las aguas de las administraciones local, insular y autonómica y consiguió sin problemas todas las autorizaciones pertinentes. Lo que urge es una reforma normativa que –por ejemplo – la información  no se limite a la exposición pública de los proyectos, sino que, en el caso de aquellos que supongan un consumo importante del territorio o signifiquen una inversión particularmente elevada, sea puesto a disposición de un consejo asesor a nivel insular con representación de empresarios, sindicatos, asociaciones vecinales, profesores universitarios y organizaciones ecologistas y medioambientalistas. Un consejo sin competencias decisorias pero al que llegara toda la información antes de que se proceda a estampar las autorizaciones definitivas. Simplemente para empezar. Está bien que los activistas sigan en Adeje, pero ya es hora de que manden una delegación a la calle Teobaldo Power.  

(A las pocas horas de publicarse este artículo un grupo de activistas y manifestantes vinculados con la protesta irrumpieron en el pleno del Cabildo de Tenerife).  

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?

Las manos que mueven la cuna

Va a ser difícil parar la voraz agresión que para el puertito de Adeje y zonas aledañas supondrá el proyecto de inversores belgas que pretende erigir villas residenciales, un hotel de lujo, piscinas naturales, restaurantes macrobióticos, clubes exclusivos donde te sirven las bebidas con cubitos de hielo tallados con tu nombre y apellidos, babilónicas zonas verdes y un spa como fuente de eterna juventud. Han bautizado este paraíso para ricos y ricachos como Cuna del Alma porque la cursilería y la guarrería siempre están abrazadas. Lo cierto es que todo esto empezó a moverse hace siete u ocho años bajo la complaciente y muy activa tutela del ayuntamiento de Adeje y hace pocas semanas fue presentado en una ceremonia muy chill out, con la patriarcal presencia de José Miguel Rodríguez Fraga, quien con su habitual humildad se negó a poner la primera piedra, traspasando el honor a Berta Pérez, vicepresidenta del Cabildo de Tenerife, política sobrevenida que no se entera absolutamente de nada: ni falta que le hace. Seguro que todo el proceso está basado en expedientes impolutos y en informes técnicos irreprochables, y si existe algún reproche ya se encargará de subsanarlo una legión de abogados de mil euros la hora por corbata a plena satisfacción de las partes.

Esto va a costar mucho pararlo porque Rodríguez Fraga es una pieza singularmente relevante en el ecosistema del PSOE canario, más allá de su actual condición (casi simbólica) de presidente del partido.  En los últimos cuarenta años los alcaldes socialistas, en España y en Canarias, han participado activamente en la feroz explotación turística de las costas, frangollando un urbanismo tramposo, dislocador, gentrificador e invivible, un urbanismo cuatrero y al dictado, consagrando el cemento, los campos de golf y las piscinas como signos de prosperidad, y en no pocos casos, protagonizando o tolerando una corrupción galopante. Que el PSOE ahora proclame un corazón verde que te quiero verde, como si no tuviera responsabilidades directas en la turistificación destructiva de las costas canarias es de un cinismo apabullante. Rodríguez Fraga es la mano que mueve la cuna y va a emplearse a fondo para que no sea interrumpida una inversión de 350 millones de euros sobre 437.000 metros cuadrados. Moverá sus influencias en la dirección del PSOE canario, en la dirección nacional del PSOE, en el propio Gobierno autónomo y en el grupo parlamentario. Y pedirá apoyo de organizaciones empresariales y del comercio local. Por el momento nadie ha escuchado una palabra crítica o simplemente interesada del presidente Ángel Víctor Torres. Evitará pronunciarse todo el tiempo que pueda. Hasta que se le ocurra algo. O no.

Esto va a costar mucho pararlo porque los promotores e inversores de esa dulce salvajada no están dispuestos a perder unas plusvalías previsiblemente fabulosas. Disponen de suficientes recursos y de unas administraciones públicas muy colaboradoras y de dinero contante y sonante para sumarse a los esfuerzos propagandísticos (ya en marcha) del ayuntamiento adejero.

Esto va a costar mucho pararlo porque incluye intereses de gente de tronío. Para empezar los de una decena de arquitectos con sede en Tenerife, algunos muy conocidos, pero también porque entre los socios minoritarios del proyecto figura el grupo Compañía de las Islas Occidentales, compañía de capital canario controlada por la familia Zamorano, una organización solvente y exitosa que goza, igualmente, de excelentes relaciones en todas las esferas políticas, empresariales y administrativas de la isla de Tenerife.

Esto –no sé si lo he dicho antes — va a costar mucho pararlo.

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