Tenerife

Cólicos y vertederos

El asombro no debiera estar en que Manuel Fumero haya dimitido como secretario general del PSOE de Tenerife, sino en que lo haya sido. Es más sintomático de la actual situación de la organización socialista lo primero que lo segundo. Un síntoma, sobre todo, de un proceso de consunción política que se arrastra hace lustros. El señor Fumero – que tiene una causa judicial abierta desde hace meses – no encuentra el mejor momento para dimitir como secretario general del PSOE tinerfeño que un mes antes de las elecciones. El señor Fumero decide abandonar la lista electoral al Parlamento de Canarias diez o doce días antes de que expire el plazo legal para su presentación, porque al parecer antes no había encontrado tiempo para pensar sobre su delicada situación procesal.  Hay quien dice – aaah, lenguas de trapo – que el señor Fumero aspiraba a convertirse en diputado para que su expediente judicial se trasladara al Tribunal Superior de Justicia de Canarias. Los mismos maldicientes señalan que Patricia Hernández estaba dispuesta a tolerar semejante ambición, y que fueron otros compañeros, entre los cuales se encuentra Javier Abreu, quienes se opusieron en redondo. En realidad la candidatura parlamentaria de Fumero se desinfló – y con ella las ganas de batalla del todavía alcalde de Vilaflor – cuando desde la dirección federal fue desplazado del segundo puesto hasta el cuarto, porque todo el mundo sabe en el PSC-PSOE que sería un auténtico milagro que obtuvieran cuatro diputados por la circunscripción tinerfeña.
Los socialistas siguen en lucha final contra sí mismos, pero la dimisión de Fumero no es un detonante de cabreos y quebrantos internos, sino un resultado casi lateral de los mismos. El silvestre Fumero representaba el gestor de los intereses estratégicos y sobre todo tácticos del psocialismo del sur de Tenerife, donde el partido – con la excepción histórica de La Laguna, cada vez más debilitada en los últimos años – tiene su principal granero de votos. Sin la solícita ayuda de los alcaldes socialistas de la zona, y en especial de José Miguel Rodríguez Fraga, Patricia Hernández jamás hubiera conseguido la candidatura presidencial del PSOE al Gobierno regional. Si Rodríguez Fraga ha sido su padre político en la aventura autonómica, Fumero ha actuado cual José Luis López Vázquez como padrino en La gran familia. Nadie lo tomaba demasiado en serio, pero todos se divertían un ratito con él. Mientras tanto el PSOE sigue sin ofrecer un atisbo de sus propuestas políticas para Canarias más allá de eslóganes que podrían pasar por titulares de Ragazza (mi preferido: Un REF que piense en tí) y la lista del Cabildo es tan difícil de cerrar como las desconfianzas de Aurelio Abreu a todo lo que se mueva por tierra, mar, aire y especialmente autopistas. Ya lo dijo el propio Fumero tras anunciar su dimisión: “Me voy con la sensación del deber cumplido”.  No la satisfacción, sino la sensación. Una sensación vaga y molesta, cabe imaginar. Algo así como cuando te asalta un cólico en un vertedero.

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?

Isla sin cabeza

Un hombre pasea en Los Cristianos con una cabeza en la mano. La cabeza de una mujer que acaba de asesinar y decapitar en una tienda. Nos enteramos ahora, leyendo o escuchando el relato periodístico de los hechos, porque si los viandantes hubieran identificado la cabeza no se le habrían acercado para intentar, y al cabo conseguir, reducirle en la calle. Para zafarse de quienes lo acosaban el asesino dejó la cabeza sobre el pavimento, y solo después de paralizarlo, el despojo de la asesinada cobró plena visibilidad. Sí, era una cabeza. Y de inmediato otro dato decisivo: el asesino era un búlgaro. Al cabo de un par de horas ya hervían los debates de los todólogos en las radios y crepitaban las redes sociales. La cabeza y el búlgaro se conformaron de inmediato como los datos fundamentales de debates, declaraciones y susurros alterados. La cabeza es lo que concede al relato todo su irresistible horror y sus potentes virtudes narratológicas. Y la condición legal de búlgaro resulta, por supuesto, la resolución de la ecuación incomprensible que impone el horror. Ah, búlgaro. Por supuesto.
En el Sur de Tenerife se han cometido, en la última década, asesinatos espeluznantes. Recuerdo uno casi al azar: una pareja de nacionalidad británica que apareció calcinada dentro de su vehículo en un cantizal de las medianías. Se murmuró acerca de un ajuste de cuentas en el seno de una organización mafiosa, pero después de algunas semanas la noticia entró suavemente en el limbo de la insignificancia. En realidad, entre finales de los años noventa y principios de siglo comenzó a tomar cuerpo en diversos medios de comunicación la convicción, sustentada en numerosos indicios, de actividades propias del crimen organizado en el Sur de Tenerife: lavado de dinero, prostitución, extorsión, tráfico de drogas. Asuntos que desaparecieron de la agenda informativa sin apenas dejar rastros inerciales. Ni siquiera viejas obviedades, como la contradicción entre una isla colmada de millares los farloperos y la rotunda negativa oficial a admitir siquiera una logística industrial para introducir y distribuir la cocaína, aviva ya nuestro interés. Como en tantos otros aspectos, por las calles de la delincuencia y crimen organizado Tenerife camina sin cabeza. La cabeza va y viene delicadamente en manos desconocidas. Y el búlgaro, claro, no solo se explica a sí mismo, sino que explica toda la secuencia: la muerte, la decapitación, el paseo sonámbulo con las manos ensangrentadas bajo el sol. Que alguien suba a la Wikipedia esa vieja tradición cultural búlgara de decapitar a extraños en las tiendas de productos chinos.Ya.

Publicado el por Alfonso González Jerez en General 1 comentario
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