Coalición Canaria

Vía crucis

Estoy esperando emocionadamente cuál será el próximo paso del vía crucis paulino. Porque de eso se trata. De acompañarlo (obligatoriamente) por el áspero camino a su no-reelección mientras sangra brillantes ocurrencias y patrióticas babiecadas. Durante algunos días ya no se habla de desempleados, de enfermos crónicos que no tienen donde caerse muertos, de servicios hospitalarios colapsados y de establecimientos comerciales clausurados, de las becas universitarias que no se abonan y del REF que guarda en una gaveta el Doctor No. Esperemos el nuevo bandazo que nos mecerá en un deleitoso vaivén. Veamos. Primero fue la estratagema del enfrentamiento con Madrid, oh Madrid, babilonia cruel, frívola y metropolitana. Después se visita a Rajoy y, sobre todo, a Su Majestad el Rey de las Muletas, para alertarle, sin ninguna maldad, sobre los brotes independentistas que pueden aparecer allá abajo, uno de los informes más desopilantes que cabe imaginar de un nacionalista a un monarca constitucional. Y ahora la pretensión de convocar un referéndum que debe autorizar el Estado y que por supuesto no hará, a fin de indignarse mucho luego, agriar el gesto, volver a cantar la dolorida serenata de la desafección. Y todo esto, por supuesto, sin mediar consulta formal con los órganos de dirección de su propio partido, que el presidente Rivero sabe muy bien lo que se hace y ese confuso rebaño de conspiradores aficionados no está en condiciones de comprenderlo. Es difícil imaginar, en cualquier otra organización política, que un presidente del Gobierno tome una decisión de semejante calibre – y cuyos efectos en la relación entre la Comunidad autonómica y el Gobierno central resultan difícilmente pronosticables – sin que medie un debate, sereno y riguroso, en los órganos competentes del mismo. Pero aquí ocurre en vivo y en directo y los dirigentes de Coalición Canaria no tienen absolutamente nada que decir, nada que decidir. Rivero los trata, precisamente, como tratará las autoridades del Estado español a su solicitud. El presidente del Gobierno regional quiere consultar a los canarios sobre las prospecciones de Repsol, pero elude despectivamente consultar y debatir sobre su iniciativa con su propio partido.
Yo aguardo cualquier cosa. Ni siquiera descarto que Paulino Rivero se plante en El Escorial a pedirle audiencia a Felipe II. “Señor, ¿sabe usted que en Canarias hay un loco que promueve un referéndum?”. Y el Rey, pasmado.

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Paulino Rivero y la desafección a CC

La dirección de Coalición Canaria no abrirá formalmente su debate sobre la candidatura presidencial para las elecciones autonómicas de 2015 hasta el próximo junio, pero el jefe del Gobierno regional, Paulino Rivero, ya ha comunicado a sus compañeros – empezando por el secretario general, José Miguel Barragán – su voluntad para optar a un tercer mandato. Cuando los periodistas le han preguntado a Rivero al respecto el presidente ha señalado lacónicamente dos argumentos sorprendentes. Primero, que nada lo impide en los reglamentos de CC; segundo, que se siente con fuerzas. Son razones, como se ve, absolutamente ajenas a los electores, a los que en su inmensa mayoría, los reglamentos coalicioneros les importan un higo pico, pues maldita influencia tienen en su vida cotidiana. Acerca de las fuerzas de Paulino Rivero para ejercer como presidente, corredor de medio fondo o vendimiador ocasional – a veces ha sido difícil distinguir entre estas actividades – su inquebrantable salud es, sin duda, un asunto venturoso, pero que se circunscribe a su ámbito biológico. Cabe intuir que la mayoría de los militantes y cuadros de Coalición están, más o menos, tan sanos como él. Su ritmo cardiorrespiratorio y su nivel de colesterol no parecen ventajas competitivas incontestables.
Frente a sus compañeros, por supuesto, Rivero emplea otros argumentos, sin olvidar los reglamentarios e higiénico-sanitarios. El principal es, por supuesto, su carácter de hombre regional sobre el que no es lícito arrojar ninguna sombra de insularismo, parcialidad localista, intereses terruñeros. Es la herencia que más y mejor gestiona: la que cultivó incansablemente durante sus largos años como presidente de Coalición Canaria (1998- 2006) en los que contribuyó decididamente a consolidar la unificación de las fuerzas nacionalinsularistas y que facilitó su primera candidatura a la Presidencia en 2007. La portavocía del grupo parlamentario en el Congreso de los Diputados le proporcionó conocimiento y proyección pública en todo el Archipiélago, pero fue la presidencia de CC el factor clave de su ascensión a los cielos del poder autonómico, porque le proporcionó un caudal de información interna casi ilimitado y una riqueza de relaciones y contactos muy rentable con los jerifaltes de todas las islas. Rivero sería así –según su imparcial autorretrato – el primer homo regionalis  producto de la evolución en el ecosistema coalionero. Pero esta condición es ligeramente tramposa, porque es el propio Rivero el que se reserva el papel de Darwin. El entorno presidencial se dedica, con cierto esmero, a comentar aquí y allá el escaso pedigrí regionalista de esta o aquel candidato, sin duda excelente, pero demasiado tinerfeño, demasiado palmero o demasiado majorero. De admitirse esta tesis la continuidad de Rivero en la Presidencia del Gobierno, por su canarismo a toda prueba,  supone, de facto,  bloquear el acceso, por su insuficiencia experiencia o fervor regionalista, a cualquier otro postulante porque ¿quién puede estar más obligado a tener a toda Canarias en la cabeza que el presidente del Gobierno de Canarias?
Rivero significa, por tanto, la pacífica prolongación de una vieja confianza, relativamente compartida por todos los mandamases isleños durante más de quince años. Por supuesto, está también en venta su capacidad para perder dos elecciones autonómicas y, sin embargo, conservar la Presidencia del Gobierno y el control de la mayor parte del Ejecutivo;  o la resistencia coriácea al afrontar la peor crisis económica sufrida por Canarias en el último medio siglo; o la brillantez táctica (si bien fugaz) de algunos movimientos políticos. Ocurre, sin embargo, que Coalición Canaria se enfrenta a su peor situación política desde su bizarra fundación en 1993, y una parte no desdeñable de esta crisis larvada corresponde, precisamente, a la respuesta a la crisis estructural que vive el Archipiélago, con una tasa de desempleo del 35%, un tejido empresarial desvastado, los servicios públicos osificados y el motor económico gripado por el hundimiento de la construcción y un consumo interno miserable.
Muchos votantes tradicionales de CC ya no saben lo que es Coalición Canaria, y nadie vota por lo que no sabe lo que es. El proyecto político coalicionero ha quedado desdibujado, si no desintegrado, y sus éxitos económicos y presupuestarios, que derivaban de su más potente instrumento político, los grupos parlamentarios en las Cortes, ha sido desactivado por su progresiva debilidad electoral y la abrumadora mayoría absoluta del PP. El estupefacto simpatizante de CC ha tenido que escuchar casi simultáneamente a José Miguel Barragán afirmar que “el maltrato del Gobierno del PP a Canarias puede llevar a plantearnos que sería mejor estar fuera que dentro de España” y a Paulino Rivero alertando al Rey Juan Carlos sobre “el peligro del aumento de la desafección al Estado español”. Afortunadamente Juan Carlos I no le preguntó a Rivero por Barragán. La dispersión de esfuerzos, la metodología de la ocurrencia incesante, el afán profético en vaticinar año tras año el fin de las penurias, la obsolescencia casi instantánea de campanudos planes estratégicos, la incapacidad palmaria para una auténtica reforma de la administración, la distancia jerárquica que se impone obstinadamente entre el poder político y la sociedad civil ahuyentando los valores deliberativos democráticos, la obsesión permanente por los titulares y el acaparamiento del espacio público por la figura del presidente del Gobierno han desfigurado cualquier orientación programática coherente, cualquier perfil político-ideológico verosímil, cualquier clarificación sobre los objetivos centrales de un proyecto supuestamente nacionalista. Y esto no se arregla con una post en el blog del presidente. Aunque se lo escriban  Fernando Ríos Rull y Pepe Benavente, o viceversa.

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Reinvención

Es curioso que los más sabios del lugar se entretengan con lo menos importante de la encuesta encargada por Coalición Canaria –los hipotéticos resultados de unas elecciones autonómicas que se celebraran ahora mismo – y no en lo que es propiamente la lectura política de las preferencias y juicios recogidos y ordenados, al menos, tal y como han sido publicados en los medios de comunicación. En efecto, en la encuesta CC ganaría ampliamente las elecciones autonómicas, pero no a causa de aumentar sus votos sino, principalmente, por el terrorífico hundimiento del Partido Popular en Gran Canaria y Tenerife y el estancamiento agónico del PSC-PSOE. Este sondeo simplemente refleja la intención de voto en una coyuntura determinada. Bastaría con que el PP recuperase poco más de la mitad de los sufragios perdidos desde los comicios autonómicos de 2011 para que el resultado fuera sustancialmente distinto; los partidos de la izquierda minoritaria también deberían tener cuidado al festejar  — un fisco patéticamente — lo que solo es la fotografía demoscópica de un instante.
No, lo realmente interesante de la encuesta es la crisis de valoración que atraviesa CC como marca electoral y, sobre todo, como proyecto político entre la ciudadanía canaria en general y sus propios votantes tradicionales en particular. La respuesta más obvia e inmediata es que los coalicioneros están purgando sus veinte años al frente del Gobierno autonómico desde aquella moción de censura que desplazó a Jerónimo Saavedra y convirtió a Manuel Hermoso en presidente. Pero es una explicación insuficiente. En ningún caso CC se derrumba: conserva un buen depósito de votos. Tampoco resulta del todo satisfactorio el argumento de la gestión de la crisis considerado aisladamente. Quizás lo que ocurre es que los ciudadanos – y en especial sus votantes en pasadas elecciones – ya no saben qué diablos es CC. Durante lustros, y gracias a su grupo o semigrupo parlamentario en el Congreso de los Diputados, los coalicioneros pudieron ofrecer una labor de intermediación entre el Gobierno central y los intereses isleños y obtener mejoras de financiación presupuestaria, pero eso acabó hace tiempo. Lo que rechazan los antaño votantes y simpatizantes de CC es un caricaturesco nacionalismo basado en una mezcla flatulenta entre el enfrentamiento vocinglero con Madrid y las melífluas voces de alerta a los pies de la Corona que Paulino Rivero ha impuesto por encima de cualquier debate político en el seno de la organización. Necesitan urgentemente debate interno, reinvención programática, renovación de liderazgos y admitir que su base socioelectoral no ha compartido nunca otra cosa que un regionalismo bien temperado.   Y lo necesitan ya no para no ganar las elecciones, sino para no perderse a sí mismos, es decir, para ser un proyecto político vivo y coherente, dentro o fuera del poder.

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Parricidio frustrado

Cuando Gombrowicz, después de treinta años de exilio, abandonó Argentina para regresar a Europa, un pequeño grupo de admiradores –todos los lectores que tenía en Buenos Aires – lo acompañaron hasta el puerto. En el último momento, cuando el barco ya se alejaba, Gombrowicz se asomó por la borda y les gritó a pleno pulmón: “¡Muchachos, maten a Borges!”. No era un mal consejo. Todos los hijos deben matar simbólicamente a su padre si quieren sobrevivirlo y, en último extremo, si quieren quererlo y aprender de él. Cuando eso no ocurre las consecuencias para padres, hijos y espíritus santos suelen ser desastrosas. José Luis Perestelo no se resolvió nunca a asesinar a Antonio Castro Cordobez, como no lo ha hecho Juan Ramón Hernández. Durante lustros Antonio Castro aplicó siempre la misma taimada metodología: uno y otro se echaban a pelear por la primogenitura, y cuando todo parecía saltar por los aires, el fundador de API aparecía sobre una nube, como un arcángel san Miguel con aire acondicionado incorporado a la espada, les afeaba la conducta e imponía el orden jerárquico y la frágil concordia. Ambos agachaban la cabeza hasta la próxima ocasión. Pero Perestelo ya está harto de bajar la cabeza.  Lo que no supo hacer en el interior de CC lo hará ahora desde fuera desdiciendo treinta años de militancia política. Y su objetivo será tirar desde el viaducto de Los Tilos esa matrioska que representa a Guadalupe González Taño, pero que en su interior acoge a Juan Ramón Hernández, que a su vez contiene a Antonio Castro Cordobez.
El tránsito de Perestelo a Nueva Canarias, al que seguirán un buen puñado de cargos y excargos públicos procedentes de Ican y la fanfarria de Impa, no tiene, por supuesto, ninguna justificación político-ideológica. Perestelo no ha sido jamás un nacionalista de izquierdas. Tampoco un gestor precisamente excepcional, sino un político de aguzada inteligencia y de una simpatía popular a prueba de rones y madrugadas. Su pase a Nueva Canarias es, para los coalicioneros, una noticia bastante más escalofriante que un entendimiento ocasional entre el PSOE y el PP en el Cabildo de La Palma. Un Perestelo candidato al Parlamento y a la corporación insular bajo las siglas de Nueva Canarias contribuiría decididamente a reducir los diputados de CC e incluso a perder su carácter de primera fuerza política en la isla en 2015.  Y todo por no haber matado a tiempo al padre. A un padre que, por supuesto, sigue convencido de su generosa, inocente, merecida eternidad.

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La silla

Ana Oramas ha comentado, irónicamente, que en Coalición Canaria nadie tiene la silla segura. Pero quizás lo más preocupante sea la silla. El suponer, en fin, que la silla esté ahí, esperando a quien salga vivo entre los que solo quieren servir a la patria para que tome asiento. Existen buenas razones para suponer que la silla se está desdibujando. Uno de las características que han hecho de CC un gran invento político-electoral es que su mera existencia la convertía en el centro del sistema político regional. Esa posición de centralidad es la que ha permitido a los coalicioneros seguir al frente de la Comunidad autonómica tras ganar o no ganar las elecciones. En el segundo caso Paulino Rivero, cuando ganó ampliamente el PSOE, optó por aliarse con el PP; cuando el PP obtuvo mayor respaldo en votos e igualó en escaños a Coalición,  se inclinó de inmediato por aliarse con los socialistas. Por supuesto, la reforma electoral de 1999 perseguía blindar este tripartidismo (imperfecto) en el Archipiélago, y en su interior, como una valiosa perla en la ostra, la muy rentable situación de CC entre dos partidos enfrentados en el ámbito estatal y que muy difícilmente conseguirían llegar a un pacto de gobierno.
Ocurre, sin embargo, que incluso sin modificar los escandalosos topes electorales, parece racionalmente previsible que el mapa político regional sufra convulsiones notables dentro de dos años. Por no hablar del desgaste coalicionero, cabe aguardar una altísima abstención, pero sobre todo es perfectamente imaginable un desmoronamiento brutal del PSC-PSOE que, entre otras variables, prácticamente está desintegrado en Gran Canaria y apenas renquea penosamente en Tenerife. Sus votos pueden quedarse en casa o traspasarse a una amplia coalición de izquierdas, si las izquierdas isleñas ahora extraparlamentarias practican un ejercicio mínimamente inteligente de pragmatismo y oportunidad. Curiosamente CC necesita, para mantener su privilegiada condición, que ninguno de sus dos socios alternativos padezcan una derrota estruendosa que los reduzca, por ejemplo, a una docena de escaños. Porque el pacto con el perdedor se hace aritméticamente imposible y la Presidencia del Gobierno – y el peso en áreas decisivas del Ejecutivo – se esfuma en el aire turbulento del cataclismo. No se trata de quien vaya a sentarse en la silla: eso es casi un asunto interno que apenas interesa a los electores. Es que la silla está a punto de dejar de existir para trasformarse en un taburete y ni quiera es seguro si podrá utilizarse para sentarse o será más útil para ahorcarse de una soga.

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