Alfonso González Jerez

Tocamientos

En una de sus pizpiretas reuniones, un club matinal que se denomina Consejo Asesor de la Presidencia del Gobierno se ha entretenido un rato hablando con el jefe del Gobierno quien, como siempre, les atendió con el interés de un metereólogo de vacaciones. Mientras los sindicatos pedían que no se siguiera desangrando los servicios públicos básicos los empresarios aclararon que subir determinados impuestos moderadamente no serviría para nada. No sé por qué se preocupan los empresarios en repetirlo, porque el Gobierno regional está absolutamente de acuerdo, y el expediente para incrementar la tasa fiscal sobre el tabaco lleva trimestres avanzado a paso de oruga entre los pasillos de la administración pública, si no es que algún interventor lo ha aplastado, sin darse cuenta, al acercarse a la máquina del café (*). Otra cosa es que los empresarios isleños tengan razón, que no la tienen. Gracias a la tímida subida del IVA ha aumentado en apenas tres meses un 44,8% de lo recaudado con este impuesto, lo que ha tenido un papel relevante en la apreciable reducción del déficit público entre julio y octubres pasados.
Son debates que ya viven de prestado. Debates anacrónicos que la realidad económica se llevará aceleradamente por delante. Verán ustedes, el Gobierno central tiene como objetivo básico – compromiso adquirido con Bruselas y sobre el que afilan sus guadañas los mercados de deuda – una reducción del déficit público equivalente a un 6% del PIB para diciembre de 2011. Pero sus previsiones – bastante optimistas—establecen que tal déficit se situará en el 9,3% a finales de este año. Nadie cree que puedan eliminarse nada menos que tres puntos porcentuales del PIB en el plazo de un año. Nos esperan nuevos recortes – en los presupuestos que aprueben las Cortes y en los que se diseñen para 2012 – más amplios y estructurales todavía, con su inevitable correlato en las comunidades autonómicas. ¿Cuánto deberá extirpar de nuevo Canarias en las cuentas públicas de 2012? ¿Doscientos, trescientos, quinientos millones de euros más? Y eso si contar que Portugal entre en quiebra – le debe 110.000 millones de euros a administraciones públicas y bancos y empresas españolas – o que España – más improbablemente –sucumba a sus estrangulamientos, mentiras y debilidades financieras. ¿Alguien, desde los poderes públicos canarios, está previendo escenarios, estrategias, impactos como estos? Los empresarios canarios creen que los impuestos no se les debe tocar, porque es como tocarles las partes íntimas. Muy bien. ¿Alguna otra idea antes de la siguiente ronda de imbecilidades?

* El Consejo de Gobierno aprobó hoy, me dicen, el aumento de la tasa del tabaco. Un incremento muy chiquitín y restringido al tabaco rubio. ¿Será que la mayoría de los concejales de Coalición fuman negro?

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Así no, belillos

Una petición previa. Que levante la mano aquel que pueda sostener haber sido más crítico que el arribafirmante sobre (contra) la política cultural del actual Gobierno autonómico y, más en particular, contra (sobre) el programa Septenio. No veo ningún dedito en lontananza. Siquiera una uña roñosa. Cuando se celebraron los grandes, ridículos, inútiles fastos de Septenio – la galana presentación en Fuerteventura y esa efervescente reunión de inteligencias en La Palma – no recuerdo haber leído una sola línea de reserva, sospecha y no digamos crítica al respecto. Quizás porque, previsoramente, a ambos ágapes fueron invitados varios periodistas, alguno que otro con galones y todo. Sin embargo, ha bastado con que un diputado socialista, sin el más tenue y puñetero conocimiento del asunto, haya metido sus ardientes manos en Septenio, para que estalle el escándalo de los gastos, el oprobio del despilfarro, el horror por el pecado presupuestario hecho carne de canapé, agencia de viajes o junior suite.  Y los heroicos amanuenses del despropósito nos sorprenden todos los días con titulares adacadabrantes y aniquiladores.

Lo más estremecedor de estas informaciones no es la ominosa figura del viceconsejero Alberto Delgado repartiendo dádivas con una gigantesca cornucopia sobre la chepa,  sino la palmaria incapacidad de los periodistas a la hora de leer un presupuesto, su tenaz ignorancia administrativa, su evidente desconocimiento del programa Septenio y su desarrollo en los últimos tres años, su impotencia al articular un análisis de lo ocurrido. Regurgitar las sobras que te pone en el plato una oposición parlamentaria que no se entera siempre es peligroso o, por lo menos, pringoso. Por poner un solo ejemplo, la sociedad pública Canarias Cultura el Red – la que en su día sustituyó a Socaem – no ha gestionado Septenio en solitario. Pero en las desinformaciones publicadas en los últimos días se entremezclan alegremente fondos de la Viceconsejería con fondos de la empresa pública, contratos vinculados con Septenio con otros que poco o nada tienen que ver con el programa cultural estrella del Ejecutivo regional.

Al fracaso de Septenio como estrategia básica de política cultural se corresponde así el fracaso del periodismo como instrumento crítico de la gestión pública. Con este Gobierno dedicado a la épica, esta oposición sonetista y esta prensa prosaica nos pueden asestar sin conmiseración una docena de septenios antes de que acabe el siglo o el siglo acabe, justicieramente, con nosotros.

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El tal Sostres

Qué asunto, el de Salvador Sostres. Pese a lo insignificante del individuo –y sobre todo del periodista- tiene cierto interés. Señala como la vida privada –cada vez menos privada– se ha convertido paradójicamente en la excusa perfecta para legitimar cualquier comportamiento público. Ya sabrán ustedes que el tal Sostres, durante una pausa publicitaria en un programa de tertulianos de Telemadrid, comenzó a expandir groserías machistas como un aspersor. Algunas eran especialmente repugnantes. En el estadio estaba presente un grupo de niños extranjeros entre el público. La moderadora le pidió reiteradamente que no continuara con su vómito, le señaló incluso que había niños delante, pero este zascandil continuó con sus rijosas arcadas. Los defensores de Sostres explican que no hay motivo para el escándalo, porque era una conversación privada. Las autoridades del Gobierno de Madrid, por su parte, han explicado que las opiniones de Sostres son exclusivamente suyas, no de la cadena televisiva, e implícitamente han dejado claro que continuará asistiendo a las tertulias.

Entre los apologetas de Sostres se ha pronunciado, lamentablemente, Arcadi Espada. Como el argumento de defender que una charla entre varios periodistas, con cámaras y maquilladores pululando a su alrededor, y frente a más de medio centenar de personas, sea un acto privado, resulta impracticable, Espada ha optado por la vía de ridiculizar a los escandalizados. “Ahora es noticia que a un señor le gustan las mujeres jóvenes”. Bueno. Sostres no se limitó a enfatizar que le gustaran las mujeres jóvenes  -algo que, pese a los machistas bienpensantes, no le ocurre a cualquiera- sino que acompañó sus palabras con simpáticas referencias a vaginas, ácidos úricos, pubis depilados y sin depilar, ese temblor cachondo y tenso de la carne inocente. Casi se le escuchaba el crepitar de las babas. Nos escandalizamos por el pestilente vertedero rosa que inunda las televisiones, sin reparar en que la basura llega a todas partes y que los periodistas no somos inocentes. Basura, cada vez más basura, se encuentra en las páginas de opinión de los periódicos de este país. Sostres es un pequeño provocador, con una prosa que es su espejo, una prosa bajita, grasienta, alopésica y con una boquita de piñón encendido. Escribe insultos, dicterios y abominaciones más que con metáforas, con su arrabalero ácido úrico. Quiere focos. Quiere pasta. Quiere ser debatido, insultado, piropeado. Y entiende que escribir con los pies no supone un demérito. Aquí y ahora no le falta razón.

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Esencialidades

Empezamos a entender el significado de una curiosa expresión que han enfatizado, en los últimos meses, responsables gubernamentales de CC y el PP: pese a los frankestenianos recortes presupuestarios “se mantendrán los servicios públicos esenciales”. En materia sanitaria significa, esencialmente, que el Ejecutivo se ha comprometido en no derribar con una pala mecánica ningún hospital ni centro de salud a lo largo del próximo año. Todo lo demás es, digamos, negociable. ¿Negociable con organizaciones colegiales, los sindicatos o la oposición parlamentaria? No, claro que no, no sea usted tan pusilánime. Negociable por el Gobierno regional consigo mismo. Empezarán con el gasto farmacéutico durante la hospitalización de los enfermos y continuarán con la paralización de nuevas contratación de médicos y enfermeros por el Servicio Canario de Salud, pese a que Canarias es la comunidad autónoma con la ratio más baja de enfermeros por habitante del Estado español y sufre un déficit aterrador tanto de médicos de familia como de especialistas. Entre medias, pues se le echa menos de comer a los enfermos: menos verdura en los potajes, que aguachentos entran mejor, y pollo, mucho pollo, que la ternera es un vicio de mileruistas que viven por encima de sus posibilidades, y los yogures, un antojo infantil. Yo le recomendaría al consejero Bañolas -¿no necesitaría un posoperatorio para perder doce o catorce kilos?- que leyese o releyese El Buscón de Quevedo y tomase nota de los métodos culinarios del dómine Cabra. El maestro Cabra metía un trocito de tocino en una cajita metálica agujereada que depositaba en el fondo de una olla de agua durante unos diez minutos. Así preparaba la sopa para sus pupilos, Meses le duraba el fisco de tocino hasta su desintegración. Un auténtico visionario.

Los médicos ya han empezado a señalar las obvias consecuencias: mayor deterioro de la calidad médica y asistencial, máxima sobrecarga de las plantillas, estampida generalizada hacia los servicios de urgencia, riesgos inminentes de colapso en el sistema. Tonterías. No entienden que el Servicio Canario de Salud está implantando una versión autóctona del copago: el ciudadano para con sus impuestos por lo que le dan y paga con su salud lo que le retiran a fin de no destruir el Estado de Bienestar. Es una forma de pedagogía social que ni siquiera excluye el papel higiénico, porque a corto plazo tendrás que traértelo de casa, con una sábana y el pijama. Ellos no pondrán nada, excepto la mierda.

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Tres perlas

«Coalición Canaria ha querido pactar con dios y con el diablo». Supongo que para el teólogo en cuestión, Miguel Cabrera Pérez-Camacho, dios es el Partido Popular y el diablo, por supuesto, el PSOE, encarnado en las enjutas carnes de José Luis Rodríguez Zapatero, ah mísero, ah infelice. Inseminar la política con relatos o metáforas religiosas suele tener ingratos resultados. La religión no admite el diálogo. Una vez constatado el lugar donde se sitúa a cada uno -entre los justos o entre los pecadores- se acaba con cualquier reducto de debate. Por otra parte la declaración del señor Cabrera Pérez-Camacho desvela una dimensión espiritual en el pacto entre coalicioneros y conservadores que permanecía inédita hasta este pleno. Porque en el dichoso o desdichado pacto no existía ninguna estipulación que condicionara la posición política en las Cortes de los firmantes. La pedestre y a la vez angelical metáfora del ex portavoz parlamentario del PP, expulsado en su día de las proximidades del Trono de Soria Padre, Hijo y Espíritu Santo, tiene, sin embargo, su utilidad: eludir una explicación adulta de los motivos del PP de romper el acuerdo con CC en vísperas de la aprobación de los presupuestos de la Comunidad para 2011.

“Este es un gobierno de mini minoría y a usted le espera el futuro de Robespierre”. Francisco Hernández Spínola.  La acuñación del concepto de mini minoría es una aportación a la ciencia política que ya hubiera querido para sí Norberto Bobbio.  El señor Hernández-Spínola sabe perfectamente que CC dispondrá de un tortuoso o cantinflesco apoyo del PP, tanto en la aprobación del proyecto presupuestario como en los próximos seis meses. Frente a los gobiernos microminoritarios se suelen emplear un mecanismo que se llama moción de censura. Y eso de comparar a Paulino Rivero con Roberpierre. Me imagino que es una forma de llamarle incorruptible, aunque Robespierre solo hizo footing camino de la guillotina. La derecha mezcla la religión con la política. La izquierda combina y legitima la política con imaginarias sanciones históricas.

“Les pido que no quemen las naves ni destruyan los puentes de entendimiento recordando la cita del próximo mayo”. José Miguel Ruano. A la Religión y la Historia se le une el tercer agente que obstruye la acción política democrática, que  no es otro que el Mercado. En este caso, concretamente, el mercado electoral. Y Ruano se lo recuerda amablemente a los dos socios.  Les recuerda, por si hace falta, que son necesario dos para mantener la compañía Nosotros, S. A.

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