Candidatos

Que no se diga que la campaña electoral no va mejorando. Ahora toca lucirse en bikini saliendo de la playa como Venus Victrix. O sentada en el paseo de Las Canteras con un objeto raro, llamado libro, en la mano. O paseando en bicicleta, motocicleta o patinete. Soy incapaz de entender lo que pretende con exactitud esta gente. Las razones obvias, lo que señala cualquier manualito al uso de psicología electoral, es que los candidatos quieren mostrarse tan obvios e inmediatos como nosotros mismos pero, ¿qué cabe pensar de alguien que escenifica su supuesta cotidianidad o intenta elevarla a nivel de icono fugaz? A los electores estas exhibiciones más o menos impúdicas o pueriles les traen absolutamente sin cuidado. Pero es uno de los instrumentos de campaña más socorridos al que nadie parece dispuesto a renunciar. Ya Quinto Tulio Cicerón le recomendaba a su hermano que se mezclara con la plebe hasta ganar su aprecio, pero sin confundirse del todo con ella.
En este mecanismo tradicional hay algo ligeramente insultante, porque presupone que los ciudadanos no han advertido que los candidatos son seres humanos, corrientes y molientes, tan sencillos que compran en los supermercados, utilizan la bicicleta o incluso se pasean por la calle poniendo una patita y después otra y así sucesivamente. Es una expresión de condescendencia narcisista. Bajo su apariencia ligera, simpática y anodina oculta una altanería un pizco insoportable. Le contaré un pequeño secreto, si por azar algún candidato lee esta columna: somos perfectamente conscientes de su calidad de personas del montón. Y por lo general hemos dispuesto de cuatro años para corroborar que, en demasiados casos, no proceden del montón más airado o airoso, precisamente.
Las administraciones públicas cuentan en Canarias con unos 130.000 funcionarios y ahora, gracias a estadísticas oficiales, sabemos que más de 80.000 isleños trabajan en la economía informal, habitualmente dedicados a los cáncamos de pura supervivencia. El gigantismo funcionarial de las administraciones públicas, las añagazas de la economía sumergida, la deficiente articulación de la sociedad civil y la debilidad de los espacios públicos de información y debate son las razones que explican, precisamente, que aquí estemos instalados en una resignación milenarista y los candidatos sigan paseándose, remojándose y mandándose una papa en palcolor sin dejar de sonreír.

Publicado el por Alfonso González Jerez en General 1 comentario

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