Hispanoamérica

12+1 de octubre

Hace ya bastantes años Xavier Rubert de Ventós, en su libro El laberinto de la Hispanidad, señalaba que quizás cinco siglos fueran suficientes para acabar con los mitos y mitologemas positivos y negativos engendrados por lo ocurrido en 1492: la leyenda negra del descubrimiento y colonización de América como un acto caracterizado exclusivamente por su brutalidad infame en la explotación y exterminio de los pueblos indígenas del continente, y la visión idealizada de una gesta admirable por parte de conquistadores heroicos, la abnegación de los misioneros, la expansión de valores morales claramente superiores y de aspiración universal.  Pues bien: medio milenio parece que todavía no es bastante. Quizás porque muchos continúen identificando la fiesta del 12 de octubre con la dictadura franquista – es prodigioso que esta gente sigan hablando del franquismo como una acogotante realidad política e ideológica cuarenta años después de la muerte del Franquísimo – o porque la primera celebración oficial del acontecimiento,  se celebró en 1892 dirigido por Cánovas del Castillo y con Rubén Darío de invitado excepcional , acabó contaminando todos los discursos y actos de un ridículo paternalismo colonial al que solo quedaban Cuba y Filipinas para seguir soñando a España como una potencia internacional.
Mucho más viejuno y legañoso que festejar la comunidad hispanoamericana – una comunión de historia, idioma y corrientes y tradiciones artísticas que se entrecruzan y fecundan en todas direcciones – es la comodidad vulgar y tontorrona de estas nuevas izquierdas y estos viejos independentistas para inventarse enemigos y objetos de burla y desprecio a la medida de sus ignorancias, sus apetencias o su aprovechamiento publicitario (*) Dudo mucho que un individuo como Pablo Iglesias  –que conoce bastante bien muchas realidades latinoamericanas – ignore que deslegitimar la celebración del 12 de octubre por las masacres entre los pueblo indígenas resulta de una puerilidad realmente idiota y sin duda idiotizando. Porque ya nadie celebra un acto de conquista, un modelo de explotación colonial o la destrucción de culturas locales, sino que se intenta recordar un encuentro que, despoblado de descubrimientos y genocidios,  “nos ayude a pasar a comprendernos, unos a otros, como artífices del último y dramático reconocimiento entre culturas que acabó de cerrar nuestro mundo” como expone brillantemente Xavier Rubert de Ventós en su admirable obra. Comprender. Esa gran asignatura políticamente tan devaluada. Tal vez habrá que esperar otros cinco siglos más.

(*) Un ejemplo acabado — aunque en absoluto original — de estupidez energuménica es esa reciente afirmación del coordinador de Izquierda Unida Canaria, Ramón Trujillo, para el cual los conquistadores españoles «fueron los nazis del siglo XVI», una aseveración que demuestra que conoce tan poco la historia dl siglo XVI como la del siglo XX.

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?

La bobada del día

“Nunca descubrimos a América, masacramos y sometimos un continente”. La síntesis de la bobada más repetida ayer en las redes sociales se la debemos al alcalde de Cádiz, un admirable indignado de manual. Se trata de simplificar la historia para sentenciarla moralmente en un ejercicio impostado de autoinculpación. Es bastante deprimente que encuentren eco ahora las tonterías militantes y las miserias intelectuales de una izquierda ágrafa que, por supuesto, tiene toda la razón y nada más que la razón, sin contar con que sale gratis solidarizarse con indígenas americanos muertos hace 300 años. Esas enormidades las encontraba uno en cartelitos colgados en la Universidad hace treinta años. Cuchufletas como la González Santos son, en realidad, apelaciones emotivistas: actúa como si el mejor respaldo de una afirmación no fuera su correspondencia con los hechos, sino más bien el grado de satisfacción y autocomplacencia que infunde a quien la ha formulado, gratificado por haber dado expresión a tan elevados sentimientos. Primero está esa curiosa transferencia espaciotemporal de responsabilidad: al parecer somos responsables – los que hemos rechazado la violencia política, los que votamos una Constitución democrática y pluralista como la de 1978, los que estamos a favor de una política migratoria de la UE para acoger de manera estable a millones de asilados que huyen del hambre y la guerra, los españoles que vivimos en el siglo XXI, por ejemplo – de lo que hicieron en América conquistadores y soldados andaluces y extremeños hace tres, cuatro, cinco siglos. Hace décadas – lo pueden comprobar en documentos, en tratados, en convenios de colaboración, en actas de congresos y simposios – que en el 12 de octubre no se festeja ni una invasión, ni un régimen colonial, ni la imposición de una religión. ¿Un continente? Jamás pudo la Corona española someter un continente – no formaba parte de sus posesiones Canadá ni la inmensa mayoría de los futuros Estados Unidos – ni su modelo de organización política y territorial en las colonias americanas respondía a un centralismo capaz de enfrentarse a todo y resolverlo todo bajo la batuta de un rey malévolo. La autonomía de los virreinatos era amplísima y dotada de una organización interna muy flexible (y a menudo caótica). Sin embargo, lo más pertinente en este asunto es conocer y comprender el marco del proceso de colonización español, sus criminales miserias, desde luego, pero también sus grandezas jurídicas, religiosas y culturales, un modelo tan diferente al inglés. El encuentro entre los españoles y las civilizaciones indígenas fue tan brutal y traumático que solo se ha podido apalabrar desde el mito: el mito del prodigioso descubrimiento, civilización y evangelización de millones de personas frente al mito de una maravillosa cultura del buen salvaje cruelmente destruida por los colonizadores. Y viceversa.
Con todo, lo más despreciable de tonterías como las segregadas por González Santos o Colau es su antihistoricismo de pacotilla. Cualquier acontecimiento histórico, cualquier fecha en el calendario, está cargado de connotaciones positivas y negativas. Cualquier jornada memorable recuerda sangre vertida o prefigura sangre, traiciones, o crueldades por aparecer. Que haya quienes en el año 2015 perseveren en regalar el concepto de hispanidad al doctor Menéndez Pelayo o al general Francisco Franco solo es un síntoma de una pobreza política e ideológica lamentable, gandula y narcisista.

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