Juan Carlos Monedero

Monedero sin chaleco

Si Pablo Iglesias es el líder carismático e Iñigo Errejón el cerebro estratégico y organizativo de Podemos  — el primero dueño de una olímpica simpatía, el segundo tan sobrado de empatía como un ficus cubierto de matrículas de honor — Juan Carlos Monedero es el verso suelto aunque desagradablemente consonante, la narcisista voluntad de moderada extravagancia, el dicharachero disfrute de un personaje inventado pero que no deja de ser un mediocre profesor de Ciencias Políticas al que la realidad –horror de los horrores – le ha venido a comer de la mano. Hay algo ligeramente espantoso en un intelectual que cree realmente que puede transformar el mundo, porque siempre intentará que le quede tan ajustado como el chaleco. Ah, el chaleco de Monedero. Te cubre las espaldas mientras te deja mover libremente las manos. Como la empresa fantasma que creó y gracias a la cual pudo pagar menos impuestos a Hacienda. Pero Monedero – que por supuesto no ha cumplido con su promesa pública entregar documentos y datos concretos de sus suculentos contratos de asesoramiento — es importante en la fratría universitaria que constituye el núcleo fundacional de Podemos. Como aglutinante inicial y surtidor de contactos en las universidades españolas y ante gobiernos izquierdistas en el extranjero. Iglesias y Errejón tienen una deuda con el profesor Monedero simbólicamente tan importante como la que ha tenido Monedero con la Agencia Tributaria y que le ha obligado, como acción preventiva, a presentar una declaración fiscal complementaria. Ese, por supuesto, es uno de los motivos del vergonzoso comunicado difundido ayer por Podemos, que constituye la primera prueba verificable y contrafáctica de que están dispuestos a tomarnos a todos – y en primer lugar a sus potenciales votantes – por imbéciles irremediables. El otro es el ritual y mefítico cierre de filas que todo partido realiza cuando trincan  a uno de sus dirigentes en un comportamiento cívicamente deplorable. Los que se esperaban la dimisión de Monedero como miembro de la dirección o su expulsión fulminante de Podemos no son de este mundo porque no han entendido que Podemos – y sus máximos dirigentes – tienen como objetivo incondicional gobernar este reino (hasta que se transforme en una república).
Será conveniente no olvidar este día. Ahora mismo es inútil zambullirse en la galerna de adhesiones inquebrantables, argumentos conspiranoicos, apoyos demenciales empapados de furor, exculpaciones meticulosamente grotescas. Pero recuerden este día cuando, en un futuro impredecible, se arrepientan de haber votado a Podemos, porque podrán decir: yo estuve allí. Yo leí ese comunicado. Yo pude presenciar el momento en el que Monedero se le escurrió el chaleco hasta el suelo.

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Miedo

He escuchado una charla de Juan Carlos Monedero titulada algo así como El miedo tiene que cambiar de bando y he encontrado lo de siempre: marxismo escolástico, relato moralizante y medias mentiras que no hay que desnudar porque los trapos sucios no se lavan ni en casa ni en ninguna parte. Los trapos sucios son una tradición que debe respetarse y si a alguien le apestan tus calzoncillos ideológicos es porque carga con una odiosa pituitaria burguesa. Eso de que el miedo cambie de bando empezó a escucharse (o a leerse en algunas pancartas) en las concentraciones del 15 de marzo de 2011 y no es, precisamente, de lo más afortunado de esas jornadas que ahora mismo –y me parece lamentable –se antojan irrepetibles. Que el miedo cambie de bando  no es un eslogan que recoja un anhelo de libertad y de justicia, sino  una expresión quintaesenciada de resentimiento y rencor. Pero esta peña es así, capaz de ofrecernos espectáculos como su apoyo enaltecido a la ley habilitante que Nicolás Maduro ha obtenido de un parlamento en el que su fuerza política cuenta con las tres quintas partes de los escaños. Uno de los botarates de esta izquierda, Agapito se debería llamar y se llama, ha argumentado que el régimen venezolano es más democrático que el español, porque la ley habilitante solo permite a Maduro gobernar por decreto durante seis meses, mientras que en España Rajoy gobernará por decreto durante cuatro años. Sí, es una soberana estupidez, pero una estupidez que se rescata a sí misma por ser de izquierda, es decir, genéticamente incuestionable.
Izquierda Unida llevaba en su programa electoral la reforma del Consejo General del Poder Judicial, incluido la fórmula de designación de los magistrados que lo componen, esa inmunda subasta con la que los partidos mayoritarios se han asegurado la cooptación prostibularia de una institución constitucional. Pues bien, IU ha entrado en el reparto, y podrá proponer un magistrado en la inminente renovación del CGPJ. Desde su fundación en IU siempre han deambulado dos almas entrecruzadas: la socialdemócrata y posibilista y la comunista, rupturista y dizque revolucionaria. Francamente no sé cual es la más pavorosa y la que colabora más activamente al desarme real de la izquierda política española. Entre un Valcárcel y un Monedero es difícil elegir, como es muy duro optar entre la melancolía o el asco.

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