Paulino Rivero

La operación

Fernando Ríos Rull ha descubierto, con un malestar espiritual perfectamente comprensible, que CC se convirtió en una fuerza derechista e insularista el pasado 12 de septiembre, cuando fue elegido candidato presidencial Fernando Clavijo. Porque en realidad toda la tartufesca escenografía que Ríos Rull se está marcando – los pucheros y las críticas previas a la votación del candidato, la chismografía tuitera posterior, su abandono de la organización – se derivan simplemente de este modesto hecho: Paulino Rivero – ese adalid del nacionalismo progresista y ecologista en Canarias — no consiguió optar a un tercer mandato presidencial. Desde ese día aciago los partidarios de Rivero han tocado todos los palos de la intoxicación más deleznable y ridícula, sin desdeñar ni las teorías conspirativas – un complot en el que el pobre presidente del Gobierno, a solas con los presupuestos generales de la Comunidad autonómica y el Boletín Oficial de Canarias, se convirtió en víctima de gente tan ambiciosa que estaban dispuestos a que no gobernara durante doce años ininterrumpidos – ni las denuncias sobre un partido sojuzgado y silenciado, sin comparación apenas con ese pujante y transparente vergel de debate y crítica que era la CC tinerfeña bajo la muy democrática guía de Javier González Ortiz. Y, por supuesto, en la gallarda despedida de Fernando Ríos no se encontrará una palabra de reproche por la perversión político-ideológica que padece la organización al secretario general de Coalición Canaria, José Miguel Barragán, ni al presidente de CC, que no es otro que el mismo Paulino Rivero.

La salida de Ríos Rull de CC no es una decisión estrictamente personal, sino que se inserta en una estrategia política del señor Rivero para sobrevivirse políticamente después del próximo mayo. Con un gesto de suprema delicadeza Ríos Rull no ha dimitido como comisionado del Gobierno autonómico –a lo que cualquier ciudadano con un mínimo sentido de la decencia estaría obligado –sino que ha puesto su cargo a disposición del jefe del Ejecutivo. Ya se verá si Rivero lo destituye o no mientras se fragua el siguiente acto de la astracanada, la retirada del PNC, es decir, de Juan Manuel García Ramos y su muy reducida comparsa, entre ajijides y jaculatorias para la refundación de un auténtico nacionalismo canario, mimetizando en lo posible aquella patochada que se llamó la Federación Nacionalista Canaria y que contó en su día con las bendiciones de otro patriota de izquierdas, Dimas Martín. Lo apasionante será comprobar el papel que se reserva Paulino Rivero, pero después de los últimos años no resulta del todo inverosímil  que intente simultáneamente agotar su mandato y liderar (¿a medias?) una nueva (o no tanto) opción política. Cualquier ciudadano convendría en entender esta operación como una estafa sórdida e intolerable. Y se quedaría corto.

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Kilómetro Cero

Kilómetro Solidario Tenerife Sur es una plataforma integrada en la Asociación Española de Lucha Contra el Cáncer que desde hace más de un año trabaja con el objetivo de trasportar pacientes oncológicos desde el Sur de la isla hasta el Hospital Nuestra Señora de Candelaria para someterse a tratamiento. La plataforma ha organizado varios actos (cenas, espectáculos, conciertos) y destinado hasta el último euro de lo recaudado a facilitar el traslado a un centenar y medio (hasta el momento) de enfermos de cáncer. Y si Kilómetro Solidario existe y realiza su benemérita tarea es porque el Gobierno de Canarias suprimió totalmente en el año 2012 las ayudas al transporte público que se asignaban a los enfermos oncológicos que residían fuera del área metropolitana. Ni un céntimo. Nada de nada. Es uno de tantos gestos de lo que el presidente Paulino Rivero definió en su día como “el Gobierno de las personas”. Una frase que, en sí misma, destilaba una idiotez bastante irritante – no se gobierna nunca para las aulagas ni para las termitas – pero que pocos años después revela el vomitivo cinismo presidencial a la hora de elegir titulares de medianías.  Ciudadanos canarios que en medio de una crisis económica y social escalofriante deben elegir a veces comer – o que coman sus hijos y sus nietos – o asistir a la radioterapia de la que depende su vida.
¿Cuánto gastaba el Servicio Canario de Salud – o quien fuera – en transportar a los enfermos de cáncer anualmente? ¿Cien mil euros? ¿Quizás 200.000? ¿Qué cantidad basurienta es esa y qué basura espiritual devuelve como un espejo una roñosería tan despreciable como irrelevante?  Las restricciones presupuestarias – y este deviene un ejemplo insuperable – no solo son un problema cuantitativo, sino también cualitativo. Se ha recortado presupuestariamente demasiado pero, sobre todo, se ha recortado demasiado mal y con una sensibilidad social digna de un orco. Mientras tanto la televisión autonómica ve incrementado sus presupuestos en varios millones de euros, una docena de viceconsejeros continúan palpándose deleitosamente los testículos en despachos superfluos o el fondo de reptiles panzudos florece en un año electoral. Mientras tanto el presidente del Gobierno continúa su malhadada película en el que como un Bruce Willis descangayado arremete contra los malvados poderes de una multinacional y su socio de gobierno, dizque socialdemócrata, espera que termine esta truculenta payasada para saltar al Senado y continuar soñando con un Ministerio de Educación que no pisará en su vida. Y todavía queda medio año. Medio año aguantando todo esto. Medio año soportando el peor presidente en la peor crisis de unas islas que, más que nunca, parecen siete laberintos que convergen en la misma pesadilla.

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Otras menudencias

No digo que cada día no tenga su afán y cada noche su duermevela, pero creo que nos agobian problemas más importantes que el incidente entre el barco de Greenpeace y la Armada Española en las aguas donde ya han comenzado las prospecciones indagatorias de Repsol, más graves incluso, y que caigan sobre mi cabeza todas las maldiciones del averno ecológico, que las prospecciones mismas. Si está claro (y lo está para Juan López de Uralde: leáse la entrada al respecto en el blog www.seguimosinformando.com) que varios tripulantes del Artic Sunrise, a bordo de lanchas rápidas, pretendieron abordar la plataforma, ya sea para plantar ahí una pancarta, ya sea para pintar algún eslogan de protesta, no cabía esperar otra actitud del buque de la Armada que la de una abierta oposición a fin de impedirlo. Algo muy distinto es que la reacción de la Armada haya sido brutalmente desproporcionada, embistiendo ferozmente contra los ecologistas y, al final, hiriendo de cierta gravedad a una de ellos. La guinda del despropósito – y evidencia de una pésima gestión política y operativa de esta crisis – se concentra en la multa impuesta a Greenpeace y la inmovilización de su barco en Arrecife hasta que abonen la sanción.
Uno sabe perfectamente que el atractivo épico de este asunto resulta casi irresistible, trufado de metáforas, imágenes, indignaciones y reclamos, y el Gobierno autonómico lo jalea con una habilidad retórica digna de Sautier Casaseca. El presidente Paulino Rivero ha llegado a afirmar enardecidamente que “esto es la mayor agresión de España a Canarias desde la conquista”, sin precisar luctuosos episodios anteriores. De creer a Rivero los sondeos en las proximidades de Lanzarote y Fuerteventura es lo peor que nos ha ocurrido en los últimos 500 años. Sin duda instalado en la frivolidad, se me ocurren otras cosas, pongamos, el franquismo: una dictadura criminal que asesinó a cientos de canarios, encarceló y torturó a varios miles y nos condenó a una autarquía de hambre, piojos, terror, ignorancia planificada y subdesarrollo.
El presidente Rivero sufre, como es notorio, una disonancia histórico-cognitiva que le ha llevado a asumir que la historia de Canarias comenzó en junio del año 2007. Aun así en estos siete años y medio podemos citar entre otras menudencias un desempleo que ha llegado al 33% de la población activa, unos servicios sociales a punto de colapsar, un empobrecimiento asfixiante de las clases medias, una estructura político-administrativa cuyo mal diseño y deficiente funcionamiento no ha llevado a reformas estructurales imprescindibles, un incremento portentoso de la desigualdad de rentas, problemas de malnutrición infantil, una paralización suicida en el desarrollo de energías alternativas. Igual el señor Rivero tiene razones para obsesionarse febrilmente con los sondeos y utilizar el petróleo como tinta de calamar. Los ciudadanos, no.

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La fanfarria triunfal

Habrá que conservar en formol algunos tuits emitidos ayer por egregios cargos y excargos públicos de Coalición Canaria a propósito de la votación celebrada en Cataluña, mensajes cargados de admiración, arrobamiento e incluso sana envidia por el formidable valor cívico de los descendientes de Gifré el Pilós (en español imperial, Wifredo el Peludo) en una jornada histórica. Habrá que conservarlos, digo, para una historia universal de la estupidez política, porque expresarse casi literalmente embrujado ante la patochada organizada por entidades inequívocamente proindependentistas, una convocatoria que careció de cualquier garantía política, jurídica y administrativa, resulta una insuperable señal de oligofrenia e irresponsabilidad. Toda esa nauseabunda estupidez de un pueblo reclamando su derecho a decidir en una caricatura de referéndum debería repugnar a cualquier ciudadano que se respetara democráticamente — ¿desde cuándo son tolerables un Gobierno y unos partidos que burlan la ley y se dedican a semejantes mascaradas? – pero no pueden resistirse al encantamiento de la épica de metacrilato y subvención de un pueblo en marcha. Por la noche Oriol Junqueras – el caballero más estólido que ha presidido jamás ERC, y tiene su mérito – sonreía, mofletudo y feliz, y repetía por enésima vez esa indecencia de que la ley no podía oponerse a los deseos de toda una sociedad. Estoy harto de esta gemebunda y autosatisfecha histeria. De este fanfarria infantil y victimista, de sus putas banderas –  las banderas y las lenguas son putas por naturaleza – y de la arrasadora sentimentalización de la política. Claro que la ley puede oponerse a los deseos. Las leyes son un mecanismo de mediación gracias al cual no nos matamos. Si en una pequeña ciudad como esta en la que escribo 10.000 sujetos se empecinan en palpar todos los culos femeninos que se encuentren por la calle no cabe respetar sus deseos, sino arrastrarlos a comisaría. Y lo mismo ocurre si son 10 o 100.000. La mayoría de los independentistas catalanes, y en especial los que controlan los presupuestos públicos en su comunidad, viven en un país con unas cotas de autogobierno con poco parangón en el resto de Europa, pero quieren seguir magreando como si no hubiera mañana. El máximo nivel de magreo consiste en tener su propio Estado.
En Canarias Paulino Rivero hará una encuesta. Rivero es otro demócrata incomprendido y hasta sojuzgado por España. Quiere preguntarnos nuestra opinión  y mientras tanto deja a los hospitales del Norte y el Sur de Tenerife sin una perra e incrementa en cuatro millones el presupuesto para la televisión autonómica para 2015. Cuatro millones más. Para la televisión autonómica. En año electoral. Con la que está cayendo por las contrataciones estratosferícas de Willy García. Es que ha perdido la última partícula de vergüenza.

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Escondiendo la perica

Pasmosa me ha parecido la decisión de don Paulino Rivero (presidente del Gobierno regional y presidente de Coalición Canaria) de no participar en el Conferencia Política que su organización celebraba este fin de semana en Las Palmas. Pero más estupefaciente resulta, todavía, que se admita eucarísticamente por todo dios mayor o menor (compañeros de partido, políticos de la oposición, medios de comunicación) que Rivero pretendía así ceder el protagonismo político a Fernando Clavijo, candidato presidencial de los coalicioneros para las elecciones autonómicas del próximo mayo. Cuando uno es presidente de un partido no deserta de una Conferencia Política que el propio Rivero impulsó junto a su secretario general, José Miguel Barragán.  Cuando uno es presidente de un partido asistir a una Conferencia Política del mismo – donde se diseña la estrategia política y programática de tu organización para los próximos años – no es un gracioso derecho, sino un deber formal. Y otra obviedad sustancial: un dirigente político no se ausenta para consolidar un liderazgo distinto al suyo. Se presenta y lo apoya inequívocamente. Y si no es así dimite de sus cargos y se queda en su casa jugando al envite o leyendo a Heidegger.

Gracias a una comodidad hermenéutica tan generosamente compartida, en cambio, Rivero puede posar como un hombre generoso sin haber mostrado un solo rasgo de generosidad política en todo el proceso que culminó con la elección de Clavijo, e incluso en las semanas siguientes. Al presidente del Gobierno le ha importado un higo pico blandir una reforma fiscal inexistente, insistir en lo de su consulta petrolera o lanzar a la estratosfera su concepto de soberanía compartida sin consultar ninguna de estas ocurrencias a la propia dirección de su partido (desde que lo leí en su blog por primera vez he sospechado que el presidente entiende por soberanía compartida algo a repartir entre Felipe VI y su augusta persona). Visto lo ocurrido este fin de semana, esa ausencia de amor que no se cura sino con la presencia y la figura, cabe colegir que Rivero continuará en la misma línea.  Y lo realmente interesante es si mientras la Conferencia Política ratifica la estrategia de CC el señor Rivero terminaba de perfilar la suya, que no pasa por resignarse a la jubilación pero tampoco por admitir el liderazgo emergente de Clavijo y su muy cauta voluntad de reforma del partido. Suenan telefonazos imperativos, se deslizan recados sinuosos, lloviznan de nuevo advertencias y admoniciones. Ahí esta, incansable, haciendo señas, organizando el cañazo, preparando el chico fuera, escondiendo una perica. No, definitivamente Heidegger no sirve para esto.

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