Paulino Rivero

Yo maté a Paulino Rivero

Dormitaba en mi despacho del barrio Duggi – mes y medio sin que ningún cliente asomara la nariz – cuando comenzaron las campanadas. Los tollos de El Puntero y las campanas no se llevan bien a las cinco de la tarde y no tuve más remedio que despertar. El ritmo de las campanas era solemne y al mismo tiempo apático. Tardé poco tiempo en recordarlo: estaban tocando a duelo desde la Iglesia de la Concepción. Eso solo podía significar que la había diñado un pez gordo. Las campanas jamás recuerdan la muerte de un pobre, ni siquiera de un privilegiado mileurista. Recordé, como si fuera Carvalho, los versos de John Donne: “Por eso no preguntes nunca/por quién doblan las campanas./están doblando por ti”. Pero el gilipollas de Donne murió antes de la caída de Lehman Brothers.
Me arrastré hasta el transistor y la voz aguardentosa de una locutora local, flor verbal de medianías, entró como un huracán de mocos en el despacho:
–Desgraciadamente tenemos que confirmar la noticia (gemido) una noticia que ha conmovido a toda Canarias (puchero) e incluso a las siete islas del Archipiélago y más allá (gemido prolongado). Este mediodía ha sido encontrado en su despacho el cuerpo sin vida (profunda inspiración) del presidente de la Comunidad autónoma, don Paulino Rivero Baute…(llanto inconsolable)…
No pude escuchar más, porque en ese instante cayó con estrépito la puerta del despacho y entraron media docena de agentes de la Policía Autonómica, a los que no identifiqué por sus uniformes, sino porque en vez de pistolas portaban amenazantes chácaras en sus manos. El peor encarado me advirtió terminantemente:
–Arriba las manos y quietecito, pibe, o te cantamos un sorondongo de Valentina la de Sabinosa…
–Dudo que eso sea constitucional…
–Ni respires. Yo la Constitución española la acato, pero no la comparto, así que…
Detrás de la muralla de uniformados surgió un viejo conocido, cuyo nombre recordaba perfectamente.
–El señor Barragán… ¿Sigue usted en el Parlamento? ¿Qué tal le va?
–Viendo el estado de su despacho, mejor que a usted. Estoy aquí como secretario general de Coalición Canaria. No sé haga el tonto. Sabe lo que ha ocurrido.
–Estaba escuchándolo por la radio…
–Primero, debemos descartarlo como sospechoso. A ver…¿dónde estaba usted al mediodía?
–Comiendo tollos en El Puntero…
–Que venga el CSI inmediatamente.
Del grupo de policías se adelantó un tipo alto, flaco y semicalvo que llevaba gafas de pasta.
–¿Usted es del CSI de la Policía Autonómica?
–Yo soy el CSI de la Policía Autonómica. A ver. Eche el aliento en este pañuelo.
Lo miré perplejo, pero le lancé un pequeño eructo. El policía acercó la nariz al pañuelo varios segundos, se lo metió en el bolsillo y se ajustó las gafas.
–No ha sido él. Su coartada es válida. Ha tomado tollos y además con mojo cilantro. Un poco ácido tal vez.
Barragán suspiró largamente.
–Bien. Por puro patriotismo, y en nombre del Gobierno de Canarias, le conmino a usted a colaborar en la identificación y detención del responsable del asesinato del presidente Rivero…
–¿Fue un asesinato?
–Usted dirá. Lo encontramos derrumbado en su despacho con un canario incrustado en la garganta en cuyas alas estaban dibujadas dos letras: la P y la L.
–Humm. Empecemos por lo de siempre. Necesitaría una lista de sospechosos. Ya sabe. Gente que pudiera tener algo en contra del presidente del Gobierno.
–Claro. A ver, chicos – Barragán se dirigió a las policías – búsquenle un ejemplar de la guía telefónica a este señor…
Tres días después había reducido a cinco los sospechosos. Los cité en el mismo despacho del presidente finado: Ana Oramas, Ricardo Melchior, Fernando Clavijo, Antonio Castro y Willy Garcia. Le pedí a un jurista, Fernando Ríos Rull, que me acompañara en el interrogatorio.
–Pero yo, precisamente yo – dijo García-. ¿Cómo se le ocurre?
–Si no está el presidente, no puede firmar su cese.
–Ostia, es verdad. Es una idea cojonuda.
–Yo estaba en Madrid  y lo puedo certificar – aseguró Oramas, agitando un billete de Iberia -. Y jamás le haría tal cosa a un pajarito.
— Yo ya soy inmortal, joven – explicó Melchior — aunque me apena de verdad que entre los simples seres humanos todavía menudeen estas prácticas abominables…
–Yo me estaba probando un chaleco antibalas para la votación del Plan General de Ordenación, tengo testigos y mucha prisa – apuntó Clavijo, mirando el reloj.
–La muerte… ¿La muerte es subir o bajar? ¿Usted qué cree? – la voz de Castro era casi inaudible.
–No perdamos más tiempo – le corté -. Fue usted, Ríos.
El mismo aire pareció congelarse. Todos los ojos se centraron en la figura de Fernando Ríos Rull, rigurosamente ataviada de negro.
–Eso es…una monstruosa locura…yo…admiraba al presidente…era el hombre…que Canarias necesitaba…para siempre…
–Por eso mismo acabó con él. Porque le había contado la verdad en un momento de franqueza o distracción. Que Canarias no existe fuera de las novelas de Vázquez Figueroa. Y usted, presa de una ira incontrolable, tomó un canario de su casa y se lo hizo tragar, no sin antes dibujar esas iniciales en las alas del pájaro: P y L.
–¿P y L? – coincidieron todos, estupefactos.
–Patricio Lumumba, líder de la independencia del Congo. Fernando Ríos, queda usted detenido.
— Sí. Es cierto. Lo hice en un rapto de locura por la patria mancillada. Yo maté a Paulino Rivero. Pero al menos no lo he tuiteado….
El comisionado salió entre dos policías con la cabeza gacha. Todavía pude oír a mis espaldas un comentario de Willy García:
–¿Lo mató por un Lumumba? Qué cosas… Y yo que creía que Fernando no bebía…

Publicado el por Alfonso González Jerez en Me pagan por esto 1 comentario

Laca

El optimismo político de los gobernantes es como la laca. Fija los horrores peludos y protege de cualquier amenaza de descontrol escénico. ¿Qué un ventarrón oscuro sigue derribando empresas y establecimientos comerciales y no dejan de llover parados fuera de las oficinas de desempleo? Pues con la laca del optimismo se pueden hacer maravillas. Mariano Rajoy abrió la veda para un uso de la laca furibundo al que Luis Llongueras no se hubiera atrevido en sus más despendolados tiempos. Las cosas van tan bien que igual en 2015 (casualmente año electoral) quizás baje los impuestos y todo, vaya usted a saber. Muchos presidentes autonómicos no han podido resistirse a la tentación. Ayer Paulino Rivero aseguró que el reparto del crédito extraordinario de 200 millones de euros será una versión del reparto de  los panes y los peces tan mejorada — Cristo no tenía todas las claves — que habrá pasta para disminuir las listas de espera, avanzar en autopistas y carreteras, atender a la población que se ahoga en la pobreza, dotar los salarios sociales y los servicios asistenciales, terminar los hospitales del norte y el sur de Tenerife y contratar a más médicos y más profesores. A todo esto se suma el rotundo compromiso de que en 2014 no se producirán nuevos recortes presupuestarios en la Comunidad autonómica ni se experimentarán más incrementos tributarios.
Dan ganas de llamar a Presidencia y pedir un jacuzzi. La tentación de entender este optimismo peluquero como una broma – esas bromas que se intercambian los condenados a muerte o los verdugos — quizás resulte la única forma para no terminar optando por el suicidio o el asesinato. Tal vez los extraordinarios 200 millones de euros sirvan para amortigüar ese 0,2% de déficit público que Canarias, como el resto de las comunidades autonómicas, deberá arañar en 2014. Pero es que en el año 2015 del déficit (ahora mismo, recordémoslo, situado sobre el 1,2%) deberá reducirse al 0,7%  y en el 2016 al 0,2%, y según todos los indicios y prospecciones, este agotador purgatorio se desarrollará con un incremento del PIB inferior siempre al 2%, es decir, sin que crezcan sustancialmente el empleo, los recursos fiscales, la renta disponible de las familias ni la capacidad de consumo.
Y así se va resistiendo, sin necesidad de sofocar una conflictividad laboral inexistente ni un malestar social crítico que en ningún momento ha cuajado organizativamente, mientras la laca nos impregna ya el cerebro y se sigue prefiriendo la peluquería a la política entre gobernantes y gobernados.

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Ya basta

Asombrosamente (o no) la reunión del Consejo de Política Fiscal Económica celebrado la pasada semana bajo la presidencia del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, no ha merecido demasiados comentarios públicos en Canarias. Quizás porque, de la misma manera que no se considera piadoso hablar de enfermedades delante de un desahuciado, no parece conveniente referirse al terrorífico palo recibido por la Comunidad canaria, que junto a Cataluña, Andalucía y Asturias votó negativamente a la propuesta de Montoro. Inútilmente. La relajación del esfuerzo fiscal concedido por Bruselas se la reserva el Estado al 75%, mientras las comunidades autonómicas deberán pasar del 1,7%  del PIB – conseguido en Canarias a cambio de sucesivos serruchazos con un impacto terrible en los servicios públicos y asistenciales – a un 1,3%. Ni un respiro. Estas cuatro décimas porcentuales pueden significar unos 300 millones de euros más de recortes en el gasto público autonómico. Unos 300 millones menos en una coyuntura en el que los servicios públicos sanitarios y educativos han llegado al límite severo de su sostenibilidad financiera y comienzan a emitir señales de implosión operativa y organizativa. Por supuesto han volado por los aires los vagos ensueños de financiar determinadas carreteras, poner en funcionamiento ciertos hospitales o dotar financieramente la llamada Estrategia contra la Pobreza y la Exclusión Social, una fantasía burocrática que Inés Rojas ya puede dejar de tartamudear, porque no hay perras ni para pagar el papel en el que ese estúpido galimatías  está impreso.
Esta catástrofe ha dejado impávido al presidente del Gobierno regional, Paulino Rivero, que apenas tres días más tarde blogueó casi estentóreamente que ya comienza a columbrarse el final de la crisis económica y que – por supuesto – Canarias empezará a recuperarse en los próximos meses y antes incluso que la Península, según reza uno de sus mantras predilectos. Rivero conoce perfectamente lo ocurrido en el Consejo de Política Financiera y Fiscal y sus consecuencias. Lleva años anunciando una milagrosa recuperación económica y la creación de cientos, miles, decenas de miles de puestos de trabajo a través de una pinturera geometría de titulares, reuniones, discursos y planes nigrománticos. Yo creo que ya está bien, que ya es más que suficiente. ¿De veras cree que los sindicatos, las patronales, los grupos parlamentarios, las universidades, los periodistas, las asociaciones de vecinos, las organizaciones no gubernamentales, los funcionarios y, sobre todo, los 300.000 desempleados de este Archipiélago somos idiotas congénitos? ¿Dos millones y pico de tarados irremediables utilizados como un frontón sobre el que rebotar una y otra vez ocurrencias egomaniacas cada vez más grotescas, más groseras, más insultantes? Déjelo ya, presidente. Deje de tomarnos por estúpidos dignos de burla  una y otra vez.

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Hacerse un Soria

Pues no hay ninguna moción de censura en ciernes contra Paulino Rivero, sino apenas un comentario de José Manuel Soria quien, tan sorianamente como siempre,  afirmó en una entrevista televisiva que varios diputados de CC se habían aproximado al PP para brindarle su voto en una censura parlamentaria al presidente. Soriano no precisó cuantas señorías le fueron a llorar con el cuchillo edípico en la mano. Por lo menos serían necesarios diez si pretendieran descabalgar a Rivero. Vamos, una maliciosa tontería del ministro de Industria. Todavía es más tonto relacionar esto con la trifulca intestina de Coalición Canaria en La Palma entre marquesotes de API y rapaduras de Ican, que no es sino el subproducto de la pérdida de poder municipal de los nacionalinsularistas palmeros y el cansancio irritado ante el interminable minué que bailan Antonio Castro y José Luis Perestelo pisándose todo lo que pueden y más. No habrá moción de censura en la segunda parte de la legislatura autonómica. Es mucho más probable – simplemente probable – una situación agónica – es decir, más agónica todavía – de gobierno en minoría.
Una facción minoritaria pero en auge en la dirección regional del PSOE promueve – o intenta promover – el abandono del Gobierno autonómico antes de fin de año, calcando la jugada que realizó Soria durante el anterior mandato. Suponen –acertadamente – que la situación económica y social, en el mejor de los casos, no mejorará sustancialmente hasta la primavera del 2015. Hacerse un Soria  –como lo llaman los graciosos – sería la estrategia más inteligente para usufructuar hasta el penúltimo instante las rentas de su participación en el Ejecutivo y al mismo tiempo no verse arrastrado por el rechazo crítico de una ciudadanía harta, asqueada y entrampada. El PSOE, además, cuenta con un conjunto de alianzas con CC en ayuntamientos y cabildos – al contrario de lo que le ocurría al PP en 2009 – que podría mantener, llegado el caso, o modificar en convivencia con los conservadores. Se trataría en realidad del comienzo del fin de una situación que ha caracterizado el ecosistema político canario desde 1993: esa posición de centralidad de Coalición Canaria que le ha permitido conservar la Presidencia ininterrumpidamente y elegir socio de gobierno. Este privilegio, a partir de 2015, quedará finiquitado, independientemente de que los coalicioneros consigan ser (o no) la primera fuerza parlamentaria de la región.

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Celebración

Luis de Guindos afirma que a mediados del próximo año se creará empleo en España, en contra de las previsiones presentadas por su propio Gobierno hace apenas veinte días, y Paulino Rivero, en su discurso con motivo del Día de Canarias, asegura que el archipiélago “avanza hacia la recuperación”  sin ofrecer un solo argumento que avale tan portentosa revelación. Recuerdo que en los años ochenta y noventa se entendía que el discurso presidencial en el Día de Canarias debería consistir en una pieza retórica en la que el jefe del Ejecutivo evitara cuidadosamente introducir juicios políticos o partidistas a favor o en contra de nadie. Se trataba de insistir en lo común y no de enfatizar las diferencias, en reflexionar sobre el pasado y no en excusarse del presente profetizando un futuro inverosímil. Eso ya acabó. El presidente habla esa noche celebratoria como lo haría en la tribuna del Parlamento: como un hombre de partido, el suyo ¿Para qué hacer puñeteros distingos? El discurso presidencial se reduce, simplemente, a la oportunidad de generar titulares de defensa de la gestión o de ataque (acertadamente o no: eso es irrelevante) a los adversarios políticos. Es una forma de degradación institucional que al parecer ya no molesta a nadie y que me malicio que practicaría cualquiera de los dirigentes políticos en activo en Canarias.
En los últimos días se han repetido y comentado las sucesivas advertencias del presidente Rivero sobre el fin (o el principio del fin) de la crisis económica con un rigor analítico similar al de Nostradamus. Quizás lo haya hecho para inyectar optimismo en la sociedad civil canaria, pero a fuerza de inyecciones lo que ha originado es una dermatitis tan feroz que nadie soporta ya una sola profecía más. Desde “a partir de ahora las cosas van a ser diferentes, pero no necesariamente peores” (Día de Canarias 2010) hasta “hay un mar de razones para la esperanza” (Día de Canarias 2012) pasando por “hace un año apunté  que en 2011 empezaríamos a dejar atrás la crisis económica” (Día de Canarias 2011) el presidente se ha empeñado en ejercer de Casandra acorbatada mientras la muy impertinente realidad lo desmentía. Ahora mismo estas islas están a un paso de ser un país económica y socialmente inviable y, de alguna manera, los discursos institucionales del presidente Paulino Rivero, más que desmentirlo, lo ratifican.

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