Una plácida irrelevancia

Los gerifaltes de las organizaciones empresariales (CEO en la provincia tinerfeña, CEE en la provincia grancanaria) se reunieron después de la renovación de sus respectivas direcciones. Una renovación, ya se sabe, limitada y pactada (más o menos) entre las entidades patronales asociadas. Pedro Alfonso Martín no consiguió ser elegido por  la habitual mayoría aplastante: entre los votos negativos y las abstenciones sumaron un nada desdeñable 30%. José Carlos Francisco, el presidente saliente del que PAM era secretario general, tuvo que emplearse a fondo, después de un susto inicial, para que la directora financiera del Grupo Chafiras, Victoria González, no consiguiera los suficientes avales para presentar una alternativa verosímil. La señora González estaba apoyada por un sector relevante del empresariado de la provincia (Ashotel, Apeca, Femete, Facca) y anunció acciones judiciales de las que nunca más se ha sabido.  En todo caso ha sido un aviso: muchos empresarios estaban (y cabe suponer que siguen estando) hartos del francisquismo, un estilo del que PAM es heredero y beneficiario y que consiste en gestionar la CEOE como una agencia de relaciones públicas entre los negocios y el Gobierno de Canarias. Una agencia relaciones públicas sumamente discreta y siempre a disposición del señor presidente – se llame como se llame –para legitimarse a cambio de legitimar cualquier ocurrencia más o menos pomposa de la autoridad (competente o incompetente). Prescindiendo, por supuesto, de cualquier autonomía crítica y con mucho cuidado de proyectar alternativas y análisis propios en la sociedad civil canaria. En Gran Canaria, desaparecidos últimamente varios capitanes exitosos y feroces, tal vez se ven tentados por un modelo similar, cada vez más similar, y algunos afirman que lo prueba la irresistible ascensión de Pedro Ortega quien, al menos, ha intentado combinar cierto continuismo – ahí sigue el incombustible José Cristóbal García como secretario general – con una apertura a figuras empresariales más jóvenes.

La complacencia tradicional, ya casi pura fisiología, de las patronales canarias con las administraciones públicas y la élite política del país explican bastante de su paulatina pero plácida irrelevancia. Nadie les cree una palabra. Nadie se interesa por sus rezados quejumbrosos  y sus ajijides ocasionales. Es lo mismo que lo que ocurre con los sindicatos: son figuras decorativas –aunque algo caras – de una obra dramática que ya apenas se representa. De facto han devenido agentes paraestatales en los que muy pocos se sienten representados. ¿Cómo podía ser de otra manera ante unas  entidades empresariales y sindicales que orbitan invariable, golosamente alrededor de los recursos públicos?  Y en algunos aspectos con una falta de transparencia intolerable. Nadie conoce la cuantía del sueldo de Pedro Alfonso Martín que, entre otras cosas, debe haber heredado el coche con chófer  que usaba José Carlos Francisco. Como si se tratara de Christine Lagarde o sufriera poliomielitis. Quizás fuera una grosería preguntarlo si la CEOE se financiara gracias a las cuotas de sus afiliados, pero el grueso de sus recursos provienen de las asignaciones públicas que recibe puntualmente. Lo mismo ocurre en la CEE. Y ya puestos, ¿alguien sabe que sueldo recibe José Carlos Francisco como presidente del Consejo Económico y Social de Canarias? Quizás no cobre nada, por supuesto. Por cierto, ¿quién fue el antecesor de Francisco en la presidencia del CES? Pues el señor José Cristóbal García. ¿Y a quién sustituyó García? A Blas Trujillo, que se guareció en tan digno despacho hasta ser designado por Ángel Víctor Torres consejero de Sanidad, con los magníficos resultados que pueden comprobarse día a día en los hospitales canarios. No es necesaria una extraordinaria lucidez para detectar en estas felices y zigzagueantes idas y venidas cierto patrón. Un patrón que cabe en los bolsillos. 

 

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?

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