Alfonso González Jerez

Bitácora de un naufragio

Por supuesto, el presente artículo está emborronado antes de que se abran las urnas en este domingo que amenaza lluvia y revolcones electorales y una interminable tarde de grisura melancólica hasta que se escuche el ulular de los vencedores y su alegría inmensa al llegar al gobierno de un país al borde de la quiebra, y conseguirlo con inusitada contundencia, precisamente, porque está al borde de la quiebra. Pero los acontecimientos que se sucederán a partir de mañana lunes son perfectamente predecibles.

a) El mismo lunes, o a más tardar, el martes, el ganador de las elecciones presentará su Gobierno, o al menos, al núcleo duro de su gobierno, es decir, a su vicepresidente y a los ministros del área económica. Existe una dificultad: las disposiciones constitucionales y legales establecen unos plazos insoslayables, en virtud de las cuales el nuevo jefe del Ejecutivo solo podrá jurar o prometer el cargo a partir del 18 o 19 de diciembre aproximadamente. Casi un mes de gobierno en funciones en una situación de emergencia nacional. Y con cinco – nada menos que cinco—subastas del Tesoro Nacional –letras y bonos – por valor de miles de millones de euros y que no pueden suspenderse sin empeorar aun más la credibilidad del país en el cumplimiento de sus compromisos. Se rumorea que el presidente saliente y el entrante han encargado a una comisión de expertos (administrativistas, constitucionalistas, economistas, funcionarios técnicos dela UniónEuropea) una arquitectura específica para la transición entre gobiernos más delicada y peligrosa desde hace treinta años. Sería una suerte de extraño gobierno de concentración que se prolongaría durante tres semanas; un traspaso de poderes que establecerá canales de comunicación permanentes y sistemáticos con reuniones prácticamente diarias entre próximos ministros y futuros exministros. Entretanto el inminente presidente del Gobierno se volcará en tres frentes: las instrucciones a los presidentes de sus comunidades autónomas, la definición de una plan de recortes presupuestarios y reformas particularmente atroces y los contactos conla Comisión Europeay con los gobiernos alemán y francés para formular un compromiso solemne, el compromiso de todos los compromisos

b) En la última semana de 2011, el nuevo presidente presentará en las Cortes  –y probablemente en una intervención televisiva a todo el país – el plan de recortes y reformas, que en buena parte será la base del proyecto de la ley de presupuestos generales del Estado para 2012, aprobado con seguridad en un mes y medio más tarde. La situación es dramática, es peor de lo que se imaginaba, estamos al borde del abismo y etcétera. El recorte oscilará entre los 20.000 y 30.000 millones de euros aproximadamente: es el compromiso solemne del presidente y del nuevo Gobierno antes las autoridades europeas y, desde luego, ante el Gobierno alemán. España transigirá en meterse en el quirófano del doctor Frankestein a cambio únicamente de que el Banco Central Europeo siga comprando bonos españoles en el mercado secundario para evitar el riesgo de default y de que el Banco de Desarrollo Europeo abra una línea de crédito a medio plazo: lo fundamental es abandonar, a base de una disciplina presupuestaria y fiscal espartana, y asumiendo el impacto de la paralización de la economía y el mantenimiento o aumento de la tasa de desempleo, el pelotón de los desahuciados del Sur de Europa: Grecia, Portugal, Italia incluso. Dos años de penurias con un Estado de Bienestar reducido, si es menester, a un trasunto de caridad dickensiana – lo que por otra parte ofrece excelentes oportunidades de negocio a empresas privadas en el ámbito de la educación, la sanidad o los servicios asistenciales– y una lenta pero significativa recuperación del PIB y del empleo en los dos años siguientes gracias a los incentivos fiscales a la contratación, el contrato único y la destrucción de  los convenios colectivos. Un empleo de peor calidad, más inestable y más barato, pero después de un largo lustro de sufrimiento se le puede antojar una bienaventurado maná a cientos de miles de ciudadanos. En sus inicios, en su televisado discurso sobre la sangre, el sudor y las lágrimas que nos esperan, el presidente reclamará el apoyo de todas las fuerzas políticas, eso sí. Pero como es probable que disponga de cerca de 200 diputados tampoco se sentirá muy apurado si el principal partido de la oposición o los nacionalistas no le prestan su respaldo político o parlamentario.

3) En una de sus famosas frases elegantemente destructivas, Óscar Wilde afirmó de un escritor antipático que solo tenía dos problemas: que no tenía nada que decir y que no sabía cómo decirlo. La estrategia del nuevo presidente sobre la que aquí se fantasea solo implica dos problemas: España y Europa. El primero resulta de muy sencilla exposición: se trata saber si el país aguanta sin que su cohesión social y territorial se vaya al infierno. Convertirse en la hija predilecta de la madrastra Merkel, en la oveja negra que se blanquea y que vuelve al rebaño, supone una apuesta muy arriesgada. Al cumplimiento del compromiso sobre el déficit fiscal (un 4,2% del PIB a finales del 2012) se suma la devolución de los intereses de la deuda y la muy probable y estrepitosa morterada que habrá que inyectar en el sistema bancario español (y particularmente en las cajas de ahorro) para cumplir la nueva normativa europea sobre el capital de calidad. La creación de un banco público malo, que absorbiera todos los activos envenenados o inservibles, también costaría unos cuartos, aunque se trate de una opción mucho menos atractiva que hace dos años. Y mientras tanto, y durante largo tiempo, el desempleo se mantendría estancado en un 20% de la población activa y las pymes, los autónomos y los emprendedores seguirían sin  ver un maldito euro de crédito. La segunda dificultad es Europa: la estrategia del nuevo gobierno presupone una mínima estabilidad política, financiera y económica – por ejemplo, que no quiebren Portugal o,  más terriblemente, Italia; que Francia no sufra un infarto financiero al serle retiradala AAApor las agencias de calificación, en fin – que está lejos de ser fiable. Porque, como escribió muy recientemente Xavier Sala-i-Martín, todo el mundo da por hecho, y esa es tal vez el mayor apriorismo de la estrategia del gobierno que saldrá de las urnas dominicales, que Alemania es la garantía irrompible de todas las deudas de Europa. Y la situación económica y fiscal de Alemania bien puede empeorar. Lo indican varios factores: una deuda que alcanza ya el 80% de su PIB, una evidente desaceleración de su actividad económica, un incremento notable, en la próxima década, de sus gastos sociales, especialmente en lo que se refiere a pensiones, un compromiso de decenas de miles de millones de euros de aportación al fondo de estabilidad económica y la certidumbre del empeoramiento de países como Francia, Bélgica y Holanda, que muy probablemente, en los próximos tres años, deberán  priorizar salvajemente sus propios problemas de financiación y poco o nada podrán aportar a las necesidades de los estados de la zona euro en peores condiciones. La apuesta del nuevo gobierno español será muy parecida al todo o nada, salvo que el todo será la casi nada de la supervivencia y la nada amenaza con devastar, de la mano de la ortodoxia fiscal más puritana, toda una cultura democrática: los restos de la autonomía de lo político flotando en este gigantesco, cruel y desquiciado naufragio. Este infernal proceso será calificado pomposamente como una vía para la modernización de las estructuras  financieras, fiscales y laborales de España. Porque esta gente entiende y propaga, jura y perjura, que el mejor momento para aprender a nadar es, precisamente, un naufragio.

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Citas

“Pero con toda mi experiencia, nunca me encontré con un accidente (…) de ningún tipo que sea digno de mención. En todos mis años en el mar sólo he visto un barco en situación difícil. Nunca vi ningún naufragio, nunca he naufragado ni jamás me he encontrado en una situación que amenazara con acabar en algún tipo de desastre”. (Edward .J. Smith, 1907, capitán del Titanic).

“La esencia de la EdadModerna es la conquista el mundo como imagen. La palabra imagen significa ahora: la figura del producir representante”. (Martin Heidegger, Caminos del bosque, 1950)”.

“El horroroso espesamiento de la imaginación debido a la ornamentación de orinales espirituales ha conducido aquí a un estercolamiento completo. El periódico es competencia desleal que atraca al vecino y aplica la violencia contra la clientela. Cuando el antiguo tipo de periodismo iba a la guerra, mentía, No obstante, se conformaba con comunicar hechos falsos, El nuevo periodismo es incapaz de contentarse con ello y, sin moverse, cobra como siempre y roba como nunca estados de ánimo”.  (Karl Krauss, La Antorcha, 1914).

“Si el único afán de los inocentes/es equipararse a los culpables,/ este mundo tiene los días contados” (Antonio Orihuela, Parabólicas en las chozas, 2010).

“Si la izquierda sigue adoptando, una tras otra, las objeciones que los reaccionarios le hemos hecho al mundo moderno, tendremos que volvernos izquierdistas” (Nicolás Gómez Dávila, Escolios a un texto explícito, 1977)

“–¡Corran! Si los encuentran, están perdidos.

–¿Cómo vamos a estar perdidos, si nos encuentran?”

(Groucho Marx, Sopa de ganso, 1933).

“La televisión nacionalista catalana gastó dos mil millones de euros entre 2007 y 2009, que es el equivalente de lo ahora recortado en la sanidad y la educación públicas. Viene a salir más o menos a un quirófano por presentador”. (Félix de Azúa, Diarios, 2011).

“Existen, os lo aseguro, almas sensibles y puras; existe esa pasión tierna, imperiosa e irresistible, tormento y delicia de los corazones magnánimos, ese horror profundo por la tiranía, ese celo que se compadece de los oprimidos, ese amor (…) sin el que una gran revolución no es más que un crimen estruendoso que destruye otro crimen.” (Maximilien Robespierre, último discurso, 8 de termidor de 1794, veinticuatro horas antes de su ejecución en la guillotina).

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El jarrón en la cucaña

La huelga convocada en la sanidad pública ha sido un huelguita. Ni siquiera un aperitivo de lo que nos espera en los próximos meses. Ningún sector dejará de salir a la calle para desgañitarse. Circula por ahí una interpretación sobre la voluntad cumplida del Gobierno autónomo de presentar un proyecto de presupuestos generales para 2012 en lugar de limitarse a prorrogarlos hasta que el PP de Mariano Rajoy elabore y apruebe los suyos. El Ejecutivo presidido por Paulino Rivero, y sostenido por CC y PSOE, presenta un proyecto presupuestario para evidenciar que los recortes que, hablando con rigor, pondrán nuestra supervivencia en la picota serán responsabilidad del Partido Popular y su majestuosa mayoría absoluta. Canarias, efectivamente, presenta unas singularidades muy preocupantes, que confluyen en una fragilidad central. Canarias, si merman sustancialmente los recursos de las transferencias del Estado, entrará en una espiral de colapso económico, porque se ha construido una sociedad en el que la modernización de sectores estratégicos y la articulación de un Estado de Bienestar Social, en los últimos veinticinco años, está enchufada a los fondos del Estado y dela UniónEuropea.Porque se ha hablado hasta la nausea del impulso económico y la generación de plusvalías y puestos de trabajo que representaron la construcción y el turismo y, en cambio, se ha hablado muy poco de la relevancia estructural que en Canarias ha supuesto (y sigue suponiendo) la inversión y el gasto públicos. Sin llegar al extremo de definir Canarias como un país subsidiado, sin renunciar a la crítica y a la corrección del derroche, el aquelarre burocrático y la hipertrofia de las administraciones públicas, está muy claro que, desprovista del sostén de los recursos públicos (bonificaciones, subvenciones, programas) no solo los servicios sociales y asistenciales, sino la agricultura, la industria, los transportes quedarían infartados. Somos como un precioso jarrón chino colocado en lo alto de una cucaña en medio del Atlántico. Las crisis económicas internacionales no se nos han dado históricamente demasiado bien. Somos más ricos y a la vez más quebradizos que hace cincuenta, sesenta, setenta años: un síntoma de fracaso insoslayable. Recortar 35.000 millones de euros – ese es el precio que supone cumplir con un déficit fiscal de un 4,2% a finales de 2012 – va a significar una tormenta espeluznante porque coincidirá con una tasa de desempleo que seguirá incrementándose. Es una abominable falsedad que esta carnicería presupuestaria no impacte brutalmente en la calidad de la vida cotidiana de las personas, en los cimientos del Estado de Bienestar, en la depresión del consumo, en la paralización mortuoria de la actividad económica.  Y en Canarias abre un panorama muy parecido a la condena de un retroceso económico que someterá a estas islas a tensiones sociales y políticas impredecibles.      

 

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Patitas mengüantes

Es fama que las mentiras tienen las patitas muy cortas. Quizás sea un error de apreciación convertido en apotegma. Hay mentiras tan interminables como las piernas de Cyd Charisse y tan robustas como las de Rafa Nadal.  La mentira, sin embargo, disfruta de un especial estatus epistemológico en la actividad política. La mentira, en la actividad política de los regímenes democráticos, es una suerte de ficción hasta cierto punto consensuada entre el político y el ciudadano. El político suele saber que el ciudadano suele saber que lo está embaucando – con una mentira diminuta y ocasional o con una auténtica y envolvente falsedad – pero sigue practicando el embuste porque, en realidad, no tiene otro remedio: es imposible corresponder de otra forma a la visión romántica de la política que alimenta el difuso democratismo ambiental. Porque se supone que el político debe ser simultáneamente capaz, eficiente, inteligente, tolerante, agradable, honesto, diligente y desinteresado. Observen a su alrededor y analicen, entre sus amigos y compañeros de trabajo, cuantos individuos cumplen con tales requisitos, y quizás se comprenda entonces la inevitabilidad de la mentira en el ámbito de la política y la gestión pública.

No obstante, existen momentos críticos en los que la mentira, como instrumento de acción política tolerable, se reduce a un gesto macilento, inútil y potencialmente autodestructivo. Es lo que ocurre ahora en medio de una crisis política, económica y social formidable. La mentira queda desactivada como dispositivo de mediación entre el político y la realidad. La mentira ya no te protege de la realidad, sino que actúa como un imán por el que la realidad acude a ti ensanguinada y te arrolla  sin contemplaciones. Cada día que pasa los gobernantes europeos, españoles y canarios comprueban que las patitas de sus mentiras son más y más cortas. En la actualidad cualquier gobernante europeo se sienta sobre un euro y le cuelgan los pies. Quizás ocurra lo de siempre, que no conocemos la verdad, pero está claro que la mentira ya no vale nada tampoco. Rajoy insiste en que no retirará un céntimo a los servicios públicos y asistenciales y se quedará sin pies para caminar en menos de un trimestre: para entonces reptará sobre su mayoría absoluta. Paulino Rivero proclama que las farmacias canarias están  cobrando puntualmente del Gobierno regional cuando se les adeuda casi tres meses y tal vez suponga que con ese titular podrá evitar la contaminación de la sucia y repelente realidad un par de semanas, tres días, una tardecita, diez minutos. Se equivoca. Ya ha terminado la cuenta atrás. Isabel I de Inglaterra, en su lecho de muerte, ofreció la mitad de su reino por un instante más de vida. Ya no les queda ese recurso. Todos los reinos están embargados. La mentira también.           

 

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Bote, bote, bote

A medida que se aproxima la jornada electoral, y con todos los sondeos abonando la más extraordinaria de sus expectativas, los dirigentes y candidatos del Partido Popular comienzan a sufrir el mal de san vito del ganador borracho con su triunfo, acompañado de una incontinencia verbal irreprimible. Como si después de meses (o mejor: de años) en perpetuo silencio a la hora de concretar propuestas y ofrecer medidas, se dieran cuenta, en los minutos finales de la carrera, que pueden proferir cualquier promesa disparatada sin riesgo de perder ya un solo voto. Es un fenómeno que se ha acelerado en los últimos días. Sobre todo después del debate televisivo entre Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba. Recordarán ustedes que el profeta del Sentido Común aseguró que garantizaba los servicios públicos sanitarios y educativos y que actualizaría las pensiones. Han pasado los días y las encuestas y los señores y señoras del PP ya prometen no solo que no cambiará nada, sino que está todo garantizado, a mandar, oiga. A estas alturas, a tres días de los comicios, y según le escucho a un candidato conservador en la radio, el PP garantiza la sanidad pública, el sistema escolar público, el poder adquisitivo de los funcionarios, la actualización de las pensiones, las dotaciones presupuestarias para cumplir la ley de Dependencia y el subsidio de desempleo. Y por supuesto bajarán los impuestos, y sírvase lo que quiera que el camarero está ahí de adorno.

No es una información de Público, sino de ABC: el Estado español paga cada día casi cien millones de euros en concepto de pago de los intereses y amortización de una deuda pública acumulada que supera el medio billón de euros. Cien millones diarios. Más de veinte millones de euros diarios corresponden a las comunidades autonómicas, entre las cuales la peor situada es Cataluña que, como se ha hartado de decir el señor Durán i Lleida, debe abonar diariamente más de cuatro millones de euros. Canarias se sitúa en la zona medio baja de la tabla – pues resulta falso que sea la comunidad menos estrangulada – con una deuda acumulada de 3.422 millones de euros: los isleños debemos abonar 146 millones de euros anuales, es decir, unos 400.000 euros cada veinticuatro horas. Ayer mismo, para cubrir la emisión de letras prevista, el Tesoro debió incrementar los intereses un 40% sobre los de la  anterior subasta. A finales del inminente 2012, según los analistas menos apocalípticos, el Estado español se encontrará pagando ciento veinticinco millones de euros cada día. Pero Mariano Rajoy ya da botes por los mítines al tiempo que esboza su encantadora sonrisa de gárgola descangallada. Imagino que estos desfachatados embaucadores, tan felices de volver a despachos y palacetes, deberían inspirarme miedo, pero solo me provocan desprecio.

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