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Lean a Kraus

Los anuncios sexuales en los periódicos. Un gran tema. Y un tema delicado, por más que esté todo dicho, es decir, todo bastante claro. Pero son inevitables las estupideces. Y más preocupantes que las hipocresías. No hace mucho leí un artículo de un compañero periodista que encontraba la mejor defensa de los anuncios sexuales en el argumento del soberano derecho de cualquiera (aunque, curiosamente, aludía solo a mujeres) a comerciar con su cuerpo. Interesante. Lo que no entendí es la molestia en la limitación de su planteamiento. Tomemos el robo, por ejemplo. Supongamos que no tienes nada, absolutamente nada en las manos, salvo cierta capacidad para ejercer la violencia, una violencia asistemática, esquinada, oportunista. No alcanzo las razones, desde el supuesto argumental comentado arriba, para no entender, y hasta defender moralmente, el derecho del ladrón a practicar hurtos. Transformar una situación miserable de desamparo que te lleva a una violencia contra tu propia dignidad en un límpido y respetable derecho fundamental es una forma de idiotez realmente brillante. Creer implícitamente que cada prostituta es una sociedad anónima o una emprendedora empresarial revela que jamás has conocido una prostituta. ¿Y los periódicos? Los periódicos sobreviven como pueden y cierran los ojos ante una publicidad que reduce a sus verdaderas proporciones su progresismo humanista o su moralismo conservador.
Como tenía por costumbre Karl Kraus dijo la palabra definitiva sobre este asunto hace más de un siglo en su portentosa revista, La Antorcha, que escribió y editó en Viena durante treinta y siete años:
“Así como una mujer pública está moralmente muy por encima del colaborador de la sección de economía, la tercera se halla muy por encima del editor. Contrariamente a este, ella nunca ha utilizado el pretexto de defender ciertos ideales; sin embargo, el transmisor de opinión, que vive de la prostitución espiritual de sus empleados, a menudo se entromete en el oficio de la alcahueta en el campo más propio de ella, No por indignación puritana he apuntado más de una vez a los anuncios sexuales de la prensa diaria vienesa. Resultan inmorales solamente en relación con la supuesta misión ética de la prensa, así como los anuncios de una liga moral serían sumamente escandalosos si aparecieran en periódicos que luchan por la libertad sexual…” El resto es más interesante todavía pero no estoy seguro de que hoy, un siglo más tarde, sea demasiado publicable.

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El New Deal de la utopía neoliberal

Caramba, qué cosas. Eduardo Serra pidiendo elecciones. Para ser más precisos planteando una disyuntiva al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero: o más reformas, oiga, o convoque elecciones. Por supuesto, uno entiende que cualquier ciudadano de este país tiene derecho a pedir que se convoquen elecciones. Pero, Serra. Viene aquí, a Canarias, para presentar un informe, Transforma España, elaborado por la fundación que preside, Everis. He leído el informe: una colección de recetas neoliberales, precisamente las que en parte se están aplicando, expuestas en un lenguaje entre semiempresarial y semipublicitario (oh, la marca España). Serra y sus santos patrones (bancos, grandes cajas de ahorro, conglomerados empresariales españoles) llaman reformas. Y lo son: reformas contrarreformistas: introducir el copago en el sistema sanitario público, es decir, pagar dos veces, aumentar la edad de jubilación si es posible hasta que la biología ayude significativamente a las cuentas de la Seguridad Social, bajar los impuestos, mercantilizar más desaforadamente la investigación universitaria, anular plazas funcionariales, abrogar los convenios colectivos, ligar los salarios a la productividad, pero no demasiado, no sea que por despedir trabajadores y aumentar la producción, a los que se salven del holocausto haya que pagarles mucho más. Por supuesto, se trata de un apresurado y, sin duda, injusto resumen, que ustedes no verán reflejado en el informe en términos tan groseros, pero bajo los afeites cosméticos de un lenguaje edulcoradamente tecnocrático, lo que se aboceta como objetivo en el informe Transforma España es una hermosa utopía neoliberal al que España deberá acceder tras superar viejos prejuicios y convenciones insostenibles, que se identifican astutamente con el pasado: algo así como establecer una línea de continuidad entre los legañosos covachuelistas de Felipe II y los voraces y superfluos funcionarios del Estado de las Autonomías. La modernización de España se confunde, en la utopía neoliberal ya en construcción, con la modernización de Europa siguiendo un modelo de productividad, relaciones laborales y servicios sociales que reclama inspirarse, nunca demasiado explícitamente, en los Estados Unidos, pero que realmente cabría denominar, en expresión del sociólogo Ulrich Beck, como una brasileñización de las estructuras económico-laborales europeas. En el centro conceptual del nuevo terreno de juego, una economía política de la inseguridad, en la que cuanto más se desrrergularizan y flexibilizan las relaciones laborales, más se acentúa la precarización de los puestos de trabajo, el hundimiento del Estado de Bienestar y los servicios públicos, el empobrecimiento de la vejez, la propia crisis financiera y fiscal de las administraciones públicas, entendidas como enemigas per se de las fuerzas del desarrollo económico, y la indefensión de los ciudadanos, entre los cuales, no más de un 50% dispondrán de un puesto de trabajo estable.
Este es el único paraíso viable según el señor Serra y sus socios, que afirman testarudamente hablar en nombre de la sociedad civil. O, al menos, desde la sociedad civil. Está a punto de triunfar – y el informe de Everis es un síntoma — el New Deal del neoliberalismo en el escenario de un capitalismo triunfalmente globalizado al que molestan las convenciones democráticas y democratistas de los Estados, a los que hace tambalear y somete si es necesario a través de la tortura de la deuda pública y privada que él propio sistema financiero internacional estimuló como exigencia ineludible de su extensión y fortalecimiento. Pero este nuevo trato se realiza entre las élites del capitalismo español y el sistema del capitalismo globalizado y excluye, precisamente, cualquier consenso social de carácter democrático. No creo que sea exagerado decir que están ganando y que, probablemente, suyo sea todo el futuro del poder y la gloria. Las estructuras de poder político y las estructuras jurídicas de los agentes estatales están siendo desactivadas y resintonizadas por los intereses del capitalismo financiero globalizado y sus fuerzas y rostros en cada ámbito nacional. Sinceramente, ¿es exagerado hablar de una democracia secuestrada en una situación como la que se vislumbra en un futuro muy próximo? ¿De un sistema democrático reducido a una estrategia de legitimación, a una complaciente caricatura de sí mismo, a una gárrula agencia de publicidad, sin ninguna oportunidad para que sirva de placenta a alternativas reales y cuya principal labor es construir consensos políticos y simbólicos que paralicen y amuermen cualquier iniciativa de cambio? En realidad este asalto a la razón democrática se ha visto facilitado por un sistema de partidos oligarquizados, por patologías de corrupción política cada vez más amplias, por la patrimonialización de lo público, por el desprecio sistemático de los representantes hacia sus representados, por la rendición de la autonomía de la acción política frente a otros poderes en el exterior de las instituciones representativas.
Pero no es suficiente con eso. También se opta por usurpar el nombre de la sociedad civil. Es que lo quieren todo, absolutamente todo, y si los dejan, y a ver quien no los va a dejar, un poquito más. Así que además de ejercer ferozmente su magnífica, impagable hipoteca sobre los sistemas y subsistemas de la democracia representativa, sobre los agónicos poderes públicos estatales, también se arrogan el derecho de representación de la sociedad civil, esa sociedad civil que, precisamente, se pretende desarticular y reorganizar para ponerla a silenciosa disposición del New Deal neoliberal. Es grotesco contemplar a las élites financieras y empresariales españolas constituirse, a través de una fundación de elevado presupuesto, como representantes de una sociedad civil cuya narcolepsia es imprescindible para la plena e incondicional inserción del país en las nuevas condiciones draconianas del capitalismo global y su inamovible lógica interna. La sociedad civil no cabe en el IBEX 35. La sociedad civil son las universidades, las asociaciones de vecinos, los colegios profesionales, las entidades culturales, deportivas o recreativas, las organizaciones no gubernamentales, los sindicatos grandes y pequeños, no los individuos que han tenido cargos ministeriales con la UCD, el PSOE y el Partido Popular, ni los think tanks que nunca, pero nunca, se los aseguro ustedes, trabajan gratis. Ni económica ni ideológicamente.

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Coleridge

Coleridge, en su biografía, estableció que la fé poética se basaba en “la voluntaria suspensión de la incredulidad”. Se trata de una convicción de raíces aristotélicas: el escritor debe seducir al lector para que reprima su desconfianza ante la lógica defectuosa de un argumento, la inverosimilitud de una trama o un personaje, a fin de disfrutar del poema, el cuento o la obra teatral. En la actual tesitura política, social y económica la ideología que pretende legitimar los recortes sociales y el desmantelamiento del Estado de Bienestar y, complementariamente, responsabilizar de la presente catástrofe a la mayoría social, a los que osaron firmar una hipoteca, permitirse unas vacaciones o almorzar un par de domingos fuera de casa, en fin, acude a la poética de Coleridge con entusiasmo. Cuando el presidente del Gobierno autonómico, Paulino Rivero, afirma que el sistema escolar canario está entre los mejores de Europa, por ejemplo, nos pide una suspensión más o menos voluntaria de nuestra estupefacta incredulidad sobre las ruinas del fracaso escolar, el absentismo galopante y las miserias presupuestarias de la Consejería de Educación. Cuando la directora del Servicio Canario de Salud, Juana María Reyes, proclama que “la lista de espera quirúrgica no es un problema importante”, no solo es evidente que conoce a Coleridge, sino que no cabe descartar que conozca el opio.
Lo mismo ocurre con los democratizadores bombardeos sobre Libia, las recetas de Bruselas y el FMI o la proclamación de Camps como candidato a la Presidencia de la Generalitat de Valencia. ¿Qué el señor Camps está a punto de sentarse en el banquillo por un delito de cohecho? Suspenda un rato su incredulidad y encontrará que este santo varón, oscura longaniza rociada de agua bendita, es lo que merecen todos los valencianos. ¿Y la estruendosa negativa de los eurodiputados a bajarse un solo euro el salario? Ahí tiene usted para suspender su incredulidad a Juan Fernando López Aguilar, y si lo escucha más de cinco minutos, saldrá usted a manifestarse, indignado, para exigir que les aumenten las dietas en Estrasburgo. Por último, y como ejercicio definitivamente coleridgeniano, enfréntese usted a las proclamas electorales de Moisés Plasencia, manumitido a cargo del Gobierno coalicionero durante largos y gandules años en diversos cargos inútiles y ahora compañero de izquierdistas tan conspicuos y antirregimentales como Román Rodríguez y Santiago Pérez. Claro que, frente a Plasencia, al mismo Coleridge le reventaría la cabeza. Plasencia es más de Camela.

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Alcalde divino

Las páginas de los diarios se pueblan cansinamente de candidaturas electorales. Despejadas ya las apasionadas dudas sobre los cabezas de lista (?) toca ahora presentar a todos los colegas con los que pretende encaramarse en la gloria democrática o seguir apoltronado en la misma. Algunos optan por un posado ligeramente bucólico, como los candidatos del PP en Lanzarote, grácilmente dispuestos entre los restos de un campo de maíz, con una Rita Martín con cara de inocente, como advirtiendo que ella no se ha comido lo que falta. Otros, como Macario Benítez, cuyo advenimiento, según el carbono 14, fue anterior a la invención de la carne fiesta, optan por recorrer las calles de El Rosario entre sonrisas de inmortalidad. Los tres grandes partidos presumen simultáneamente de ofrecer abogados e informáticos, viejos y jóvenes, emprendedores y funcionarios, novatos y experimentados. Incluso alguna ilustre candidata ha asegurado que todos sus compañeros saben inglés, aunque sin aportar ningún certificado acreditativo de la London School.
–Sincerely, you punchases your panties?
— Yes, yes, I buy my panties, dear voter.
Sin embargo, un partido, un dirigente político, ha superado a todos sus adversarios, e incluso a sus compañeros de otras circunscripciones. Hermógenes Pérez, alcalde de Tacoronte, ha estado a punto de fichar a Jesucristo como alcalde honorario. Nadie ignora que don Hermógenes es un hombre pío y temeroso de Dios. Una de sus costumbres más arraigadas, durante los interminables 16 años de un mandato que están a punto de concluir, era mantener un sentido diálogo con el Cristo de Tacoronte como aldabonazo de las fiestas locales. No solo le pedía para él y a los buenos vecinos hermogenistas, sino también para los malvados de corazón oscuro y lengua viperina. “Ilumínalos, Señor, porque como dijiste un día, no saben lo que hacen, y si no es así, desenfunda tu espada”. Glup. Don Hermógenes siempre supo lo que hacía hasta que presentó un nuevo PGO y los vecinos repararon en lo que quería hacer. Antes de marcharse ordenó a uno de sus concejales presentar una moción para convertir al Cristo, “que debe guiarnos a todos en el futuro”, en alcalde honorario, por encima de la Constitución, el reglamento de honores y distinciones y el respeto a los vecinos que no comparten tales machangadas. Lo ha impedido, por el momento, el único concejal de Sí se puede, hasta que sobre él caiga un rayo divino o el Cristo presente su propia lista, con Judas Iscariote como concejal de Urbanismo.

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El Deseado

El candidato que espera las encuestas electorales como argumento definitivo para presentarse o no a unos comicios es un candidato muy particular, como el patio de su casa, porque bajo la lluvia de las papeletas adversas no quiere mojarse como los demás. En las elecciones de 1999 Santiago Pérez encabezó la candidatura socialista al ayuntamiento lagunero con magníficas expectativas electorales, pero sabiendo que no contaba con la mayoría absoluta en el bolsillo. Y así fue: logro una victoria rotunda, pero no pudo gobernar. Ahora es distinto: ancló su decisión final a unos garabatos transmitidos desde Telde, donde Miguel Guerra lee en las entrañas de patas de cochino asadas el triunfo inapelable de Román Rodríguez y los siete magníficos. Una cosa es fallar un objetivo político y electoral acompañado por todo un partido; otra, bien distinta, arruinar un prestigio personal adornado de afeites martirológicos en tu ciudad natal.
En la previsible puesta de escena de Santiago Pérez, el Deseado, la historia de un héroe que no se resigna a ser tal hasta que se lo piden mucho entre grandes suspiros, ajijides y temblores, descuella un rasgo chocante: haber aceptado primero la candidatura al Parlamento y solo al cabo de un par de semanas la candidatura al ayuntamiento lagunero. Si se admite muy hipotéticamente que el machihembrado entre Nueva Canarias y SxT puede cosechar un diputado en la circunscripción tinerfeña será gracias a los votos que capitalice en Santa Cruz y La Laguna, únicos municipios en los que los seguidores de Ignacio Viciana y José Manuel Corrales cuentan con alguna presencia activa. Y en La Laguna su única figura referencial es, precisamente, Santiago Pérez. De manera que Santiago Pérez ha estado reflexionando varios días sobre si apoyarse a sí mismo. Como se me antoja una actitud demasiado chocante, incluso en esta disparatada sombra de proyecto político, solo cabe entenderla como una reclamación, y como tal se señalaba ayer por la rumorología metropolitana: Santiago Pérez había exigido que la lista al Ayuntamiento de La Laguna fuera suya y solo suya, sin interferencias vicianistas ni antojos sin la debida supervisión por parte de Izquierda Unida. Y si la flauta dulce suena dulcemente por casualidad y aflora un escaño, desde La Laguna se reclama firmemente la portavocía del grupo. Porque puede que queda excluido cualquier programa electoral entre NC, SxT e IU, pero las cuotas, por supuesto, no.

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