El sarcófago

Me lo preguntó un joven compañero grancanario, que por primera vez debía cubrir la información parlamentaria, al que encontré mientras me dirigía cojeando al médico.
–Pues sí, me han mandado a cubrir la constitución de la Cámara, colega. ¿Por dónde queda el Parlamento?
Se me encogió el corazón en un ataque de ternura.
–Sigue los furgones de la Policía Nacional. No tiene pérdida.
En las puertas de la asamblea se había concentrado una veintena de indignados. A este paso los indignados se convertirán en una atracción turística más. A ver si la Sociedad de Desarrollo impone que sus encantadoras guaguas de dos pisos, esas caricaturas londinenses que avanzan por las calles santacruceras como encendidos supositorios torturantes, puedan ofrecer a nuestros visitantes imágenes en vivo y en directo de los indignados indignándose entre bocata deliberativo y pincho de tortilla insurreccional y gritando a los guiris encantados: “¡Ustedes no nos representan!”. Los extranjeros podrían fotografiar la Chicharro Revolution y mostrar en Liverpool que Santa Cruz guarda atractivos insólitos además de las tiendas de hindúes, la plaza de Los Patos y un auditorio de Calatrava erigido en un descampado que linda con un parque marítimo y un Mc Donald. Tocaban a dos diputados por indignado o, si se prefiere, a cuatro policías por indignado. Cuando se aproximó el coche oficial del presidente del Gobierno comenzaron a corear eslóganes. Para empezar, un clásico de la era predigital: “¡Paulino (….) trabaja de peón!”.
Insistieron en la cantaleta durante un buen rato. Lo realmente extraordinario reside en que el único que ha trabajado como peón en sus años mozos es, precisamente, el presidente del Gobierno, porque del aspecto de los indignados ahí presentes podía deducirse, con un margen de error minúsculo, que para todos ellos la pala y la carretilla eran entidades tan mitológicas como la democracia parlamentaria. En el interior, mientras tanto, comenzaba a celebrarse una misa corpore insepulto. Todos, salvo lógicamente él mismo, votaban para introducir en un catafalco de púrpura y oro a Antonio Castro Cordobez, que había luchado denodadamente por evitar presidir el Parlamento de Canarias. Don Antonio quería regresar al Gobierno, pero sus herederos, desde que salieron de La Palma, ya no son los respetuosos pibes de antaño, sino ambiciones hechas y derechas. Desde La Palma Guadalupe González Taño proclamó: “Lo hará muy bien”. Fue el último clavo para cerrar el sarcófago.

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Usted le pide a un movimiento de apenas dos meses de vida que se invente ya un nuevo modelo de participación política

Mi vecina Encarna visita todas las noches el campamento de los activistas del 15-M (conocidos como Democracia Real Ya o, más poéticamente, los indignados) en la plaza de la Candelaria y los fines de semana se planta ahí con una diminuta tienda de campaña. Los primeros días estaba tan exultante que ni me saludaba: claramente yo estaba perdiendo el tren de la Historia mientras ella se había sacado un billete con derecho a sofá frente a la sede de la Cámara de Comercio, Industria y Navegación de Santa Cruz de Tenerife. Sin embargo, últimamente, trasmitía cierto melancólico cansancio. La abordé en la tienda del chino de la esquina:
–¿Qué tal la acampada?
— Bien. ¿Qué tal sus gemidos paternalistas?
— No se ponga usted así, que no soy Escolar.
— Pero podría cantar en una escolanía – dijo fulminantemente-. Cada vez se parece usted más a un amigo que tenía mi madre en Barcelona, don Sixto. Habla y escribe para simular que tiene algo que ver con lo que ocurre.
— Bueno. ¿Un café?
Encarna gruño un poco, pero terminó aceptando un café con leche. Reconoció que estaba cansada.
–El otro día – me dijo – lo vi a usted en la plaza.
–Oooh, sí, he pasado por ahí varias veces, para escuchar a los pibes.
–Sí, sí, estaba usted ahí, por supuesto, sin intervenir en ningún momento. ¿Ha leído por fin el libro de Hessel? Tiene fuerza, aunque aquí solo ha servido para que una panda de periodistas ágrafos nos llamen los indignados…
— Está bien, mujer, está bien…
— Podría ser usted un poco puñeteramente menos condescendiente…
— Pero qué quiere que le diga del libro de Hessel…En fin…Es un folletito…
— También es un folleto El manifiesto comunista.
— No compare usted.
— Lo comprendo. Usted prefiere los manifiestos históricos. Los de ahora mismo le dan grima. Lo suyo es la arqueología revolucionaria.
— Es que lo de Hessel no tiene nivel. El libro de Hessel es a los manifiestos políticos lo que Marcial Lafuente Estefanía a la novela contemporánea…
–¿Marcial qué?
–Un autor de novelas del Oeste. Tenía títulos muy bonitos y extremadamente eficaces. El hombre del dólar de plata, por ejemplo…
–Cada día está usted peor y sospecho que no solo por la lumbalgia…Lo ví sonreír en La Candelaria mientras hablaba una compañera…
— No lo recuerdo…Ah, sí… Habían montado un debate sobre el rescate de Grecia y los mercados financieros…En un momento de inspiración la chica dijo “en Grecia, donde nació la democracia, quieren matar la democracia, ya ven ustedes qué democracia”. Me hizo gracia y, ahora que lo pienso, hablaba un poco como un personaje de Lafuente Estefanía, solo frente al mal que se acerca galopando por la llanura…
–El mal ya está aquí. Pare el carro y un respetito… Este movimiento intenta por primera vez…
–¿Qué intentan por primera vez? Nada de eso. Es un movimiento social o cívico o político, como usted quiera, que responde perfectamente a la tipología estudiada por sociólogos y politólogos desde hace treinta años: el igualitarismo, la informalidad, el asamblearismo, una estética ludista, la alergia a la organización no inmediatamente instrumental, manifestaciones y concentraciones como principal instrumentos de protesta, referencias a actores y agentes de la política institucional articuladas sobre antinomias excluyentes del tipo si/no, nosotros/ellos, lo deseable/lo intolerable, voluntad de prescindir de cualquier partidización y de cualquier gradualismo…Lo único novedoso es la utilización de las redes sociales y de Internet en general como metodología de convocatoria y soporte de transmisión informativa. No es una novedad menor, porque aumenta la capacidad de diálogo y…
–¿Qué? ¿Se ha quedado a gusto?
— Más o menos…
–Lo importante es mantener viva la protesta y que la gente se movilice…
— Ya entiendo. Pero lo tienen ustedes crudo…
–Por supuesto. Y con individuos como usted más… He leído alguno de sus artículos estos días y me recuerda usted lo que decía Ortega y Gasset a los seis meses de instaurarse la República: “No es esto, no es esto”…
–Caramba, eso no me lo esperaba. Leyendo a Ortega y Gasset…
–Y no lo he leído. Me parece un filósofo de almanaque. Pero mi madre tenía en casa un libro, España invertebrada, que cuando chica yo creía que era un tratado de zoología, y me leí el prólogo. Yo soy una gran lectora de prólogos…
— A base de prólogos se puede hacer uno una cultura…
— Usted cree que esto no tiene recorrido…
–¿Sabe lo que ocurre? Que las sociedades contemporáneas son bastante más complejas, están bastante más tupidamente articuladas, que las de hace cincuenta años, no digamos que las de principios del siglo XX. Contra lo que dicen los políticos más despepitadamente populistas, la economía de un país en el contexto del capitalismo globalizado no puede compararse a gestionar una economía doméstica. Hasta el momento el movimiento 15-M está funcionando más que como una plataforma de propuestas, más que como un agente político propositivo, como una alianza de veto, que es, precisamente, lo que le permite cobijar en su interior un abanico muy amplio de subjetividades, legitimaciones y creencias. Bajo el lema Somos personas, no somos mercancías caben muchísimas personas y posicionamientos ideológicos: cristianos, socialdemócratas, comunistas de variada especie y condición, liberales radicales, obreros, universitarios mileuristas y semimileuristas, amas de casa a cargo de la abuela, en fin…
— Esa es nuestra fuerza, precisamente.
— Sí, claro, y también puede convertirse en síntoma de una debilidad…
— Tiene gracia. Es posible que sea cierto eso, que se trate de un movimiento que responde a pautas y características tradicionales y bien descritas por sus encantadores sociólogos, pero no sé que le pide usted. Esto se montó espontáneamente, sin seguir líderes ni consignas. Usted le pide a un movimiento ciudadano que apenas tiene dos meses de vida que se transforme en unas cuantas semanas en una fuerza coherente, pujante y lúcida capaz de inventarse de inmediato un nuevo modelo de participación política. ¿Quién es el tontolculo idealista? Lo asombroso es lo que se ha conseguido ya y usted lo condena disimuladamente por lo que no se ha conseguido todavía. Es como si usted a un niño le reprochara no tener carnet de conducir.
–¿Y a usted no le cansa oír tonterías en las asambleas?
–Mayores idioteces y miserias morales e intelectuales se escuchan en el Parlamento y ustedes, los periodistas, las sirven como pequeños manjares en sus cucuruchos de papel…
— ¿Ve usted? Ahí hay otro problema. Yo creo que, realmente, está creciendo una crisis de legitimación de la democracia parlamentaria. Todavía es muy germinal y se limita a una creciente desafección verbal de un número creciente de ciudadanos. Es germinal y contradictoria: por un lado crecieron los votantes en varios puntos porcentuales en las elecciones autonómicas y locales de mayo, pero por otro los votos blancos y nulos se triplicaron. Pero frente esa crisis de legitimación inicial, que puede ser reversible, el movimiento del 15-M no puede oponer una legitimación inequívoca y suficiente…
— Si quiere usted que nos presentemos a las elecciones…
— No. Yo lo que creo que deben ustedes buscarse aliados fuera de ustedes mismos. Fuera de las adhesiones errátiles o comprometidas con sus propuestas. Tienen ustedes un antipartidismo muy acendrado que les lleva hasta a enchumbar al pobre de Cayo Lara…
— Le está bien empleado…
— Pero me parece que han confundido ustedes a la sociedad civil entera con un partido político, como un cuerpo infeccionado de partidocracia, y si ustedes no son capaces de llegar a acuerdos con agentes de la sociedad civil, se quedarán encerrados en ustedes mismos. Creáme usted, Encarna: a base de manifestaciones y concentraciones más o menos chillonas no se van a impedir los miles de desahucios que se impondrán en este país en los próximos meses… No tienen ustedes fuerza para imponer revoluciones ni organización, colaboración y connivencias para impulsar una auténtica revuelta. Es curioso, porque cuando se analizan las propuestas de Democracia Real Ya te encuentras un recetario – en su mayoría compartible, en otros puntos discutible, en ciertos aspectos, como el reparto del trabajo, claramente ya fracasados – que nada tienen de revolucionarios. Absolutamente nada. Al menos cabe imaginar una estrategia capitalista que los encontraría perfectamente asumibles. Si me apura usted, Encarna, parece un posicionamiento socialdemócrata ligeramente puesto al día, ligeramente distorsionado y, como es obligatorio, salpimentado ecológicamente. Llamar a esto revolución – incluida esa extraña idolatría que ahora nos ha entrado a todos por el Estado – me parece un poquitín exagerado…
— Eso se llamaba antes un documento de mínimos. La situación está tan jodida, es verdad, que el Estado, el maldito Estado, es una trinchera de resistencia frente a la voracidad de un sistema financiero y económico que lo ha mercantilizado todo. El Estado es la última trinchera, llena de fango, basura, serpientes y excrementos, de los intereses generales. ¿No lo entiende usted? Y encima tenemos la amenaza constante de la propaganda mediática. El 95% de los que nos manifestamos y acampamos estamos en contra del uso de la violencia. Es estúpido y contraproducente. Pero ya lo ve usted: algunos descerebrados la tiran pintura, o zarandean, o persiguen a un diputado por la calle, y al día siguiente los medios ya nos están acusando de intentar un golpe de Estado…
— Ya es violencia pretender que los diputados no puedan entrar o salir de un Parlamento…
Encarna me miró fijamente durante algunos segundos. Luego tomó su mochila, que parecía tan cansada como ella, y se puso de pie con más lentitud de lo habitual:
— Que usted lo pase bien con su ordenador, don Alfonso.

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Eres retama

El joven Asier Antona, bajo el padrinazgo de José Manuel Soria, se ha dedicado durante semanas a reescribir las endechas a la muerte de Guillen Peraza, si se admite un rapto de fantasía y se permite uno imaginar a Antonio Castro con el escudo maltrecho y el asta rota. La Palma se le acaba convirtiendo en retama gracias a un amplio grupo de concejales socialistas que nada quieren saber de Coalición Canaria, si no es su aniquilación por hambre y sed en la oposición. Toda vez que CC ha sido la fuerza más votada en los dos principales municipios de la Isla (la capital administrativa, Santa Cruz, y la capital económica, Los Llanos de Aridane) cabe sospechar que, por eso mismo, la dirección de los coalicioneros tiene una responsabilidad directa en su agónica situación. La decisión de enviar al Congreso de los Diputados a José Luis Perestelo y encargar la presidencia del Cabildo a Guadalupe González Taño se ha revelado como un grotesco error. Perestelo no es precisamente vibrante carne de hemiciclo y González Taño, con toda su capacidad de trabajo y su solvencia técnica, carece de la red de amistades e influencias políticas y personales de su predecesor en el escosistema palmero de CC. Nadie entendió jamás que Castro Cordobez se colocara en la Presidencia del Parlamento (donde solo ha cosechado disgustos) y que un veterano valor del partido, Juan Ramón Hernández, que derrotó a Noelia García hace ocho años, no fuera entendido como un magnífico candidato al Cabildo. Resumidamente: los coalicioneros de La Palma han gestionado fatalmente sus principales recursos y referentes político-electorales.
Nadie entre ellos hizo el más mínimo esfuerzo por mantener unos mínimos canales expeditos con el PSC palmero. Convencidos de su potencia electoral suscribían que un pacto con conservadores o socialistas como socios minoritarios caería como fruta madura en la misma noche electoral. La penúltima y muy menguada esperanza consiste en conservar el Cabildo Insular, en la espera de que la trepanación a la que están sometiendo a Anselmo Pestana – “de ti depende que estemos en el Gobierno autonómico o no”, le han dicho los cirujanos de la dirección regional del PSOE –culmine con éxito. Anselmo Pestana, que compartió la Alcaldía de Santa Cruz de La Palma con CC, se resiste como gato panzarriba, y no pueden siquiera amenazarlo con la expulsión del partido: es senador y los socialistas no pueden permitirse precisamente ahora el lujo de perder un senador. Las endechas no son poesía didáctica, pero dejan claro el triste fin de los osados: “Todo lo acaba la malandanza”.

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La manía clerical

El coordinador de Izquierda Unida en Tenerife,  Ramón Trujillo, ha escrito una nota, publicada en este periódico y en varias páginas y foros digitales, en el que replica irritadamente a un artículo de un servidor al respecto de los resultados de la coalición electoral de IU-SXT-Los Verdes al Cabildo de Tenerife y sus frustrantes resultados: obtuvieron poco más del 4,7% de los votos y no consiguieron representación. No creo imprescindible (pero lo haré) exponer aquí no el respeto, sino el aprecio político que me merece el señor Trujillo, al que no tengo el placer de conocer personalmente. Tampoco me parece indispensable (quizás no le interese ni al señor Trujillo) insistir en que a mi juicio el coordinador de IU en Tenerife ha probado durante muchos años su integridad política y el rigor de su compromiso por mantener viva una organización en condiciones sumamente hostiles. Pero todo eso no es obstáculo (supongo yo) para enjuiciar unos resultados electorales y relacionarlos con el análisis inercial y exculpatorio que siempre realizan los principales responsables de los mismos. En este caso, Ramón Trujillo y sus compañeros de coalición. Si se me permite expondré mi disenso con este discurso (un discurso que se repite elección tras elección, con un empecinamiento ora colérico, ora melancólico) en varios puntos:

1. Yo no he pretendido ridiculizar a Trujillo. El miedo malhumorado al ridículo denota cierta inseguridad. Mucho menos he utilizado la técnica de adjudicarle una interpretación chiripitifláutica de los resultados electorales para luego desmontarla jocosamente. Más bien ocurre lo contrario: es usted, Trujillo, quien me adjudica enormidades tales como negar que “la democracia implica reconocer la igual valía de todo ser humano”. Por lo demás se trata de una frase bastante desafortunada. Los seres humanos valen igual, se viva en una democracia o en una dictadura. Es la defensa de la igualdad de derechos entre los seres humanos (instituida en el concepto de ciudadanía) lo que implica el ideal democrático, y no lo contrario. Como usted no se resigna a criticar un argumento, en realidad, lo que practica automáticamente es la desautorización política y moral del supuesto adversario: “Es un usted un antidemócrata”. Y se queda tan tranquilo. Bueno, comprenderá usted que mi tranquilidad no es menor que la suya, pero tomo nota de su afición grafómana a  excomuniones democráticas tan fulminantes como pueriles, que no contribuyen, precisamente,  a estimular el debate entre las izquierdas canarias, y más ampliamente todavía, a apuntalar el debate político, social y mediático cuyo déficit es uno de los principales indicadores de la debilidad de la maltrecha democracia de nuestro país.

2. “En democracia los votos de las personas con iguales derechos deberían tener igual valor. Pero en Canarias no es así”. Centremos la discusión en las elecciones insulares y locales: creo que respecto al monstruoso régimen electoral autonómico no se puede estar demasiado en desacuerdo. De los datos que proporciona el señor Trujillo se deduce que en Canarias la barrera electoral del 5% en las elecciones a ayuntamientos y cabildos conculca los principios de una democracia representativa. Si uno se atiene estrictamente a lo expresado por el señor Trujillo en su nota de respuesta, podría llegar a pensar que se trata de un maligno endemismo político-electoral del Archipiélago. Pero esa barrera electoral existe en toda España. Aun más: la barrera o umbral electoral es un elemento configurador de la inmensa mayoría de los sistemas electorales contemporáneos. En las elecciones parlamentarias alemanas está establecida una barrera del 5%. En Liechtenstein un 8%. En Suecia un 4%. Es en Israel, que yo sepa, donde la barrera es más baja, un 1,5%, lo que brinda ocasión, por cierto, para que varios partidos ultraortodoxos se dediquen sistemáticamente a chantajear y tumbar a gobiernos laboristas y conservadores. No termino de creerme que el señor Trujillo cuestione la vitalidad de las democracias sueca, alemana o francesa. Las barreras electorales – que pueden ser cuestionables y en algunos casos deben ser cuestionadas — no pueden ser el único criterio, ni siquiera el criterio fundamental, para determinar el carácter democrático de un sistema político y electoral. Al socaire de los pactos municipales e insulares surgidos de las elecciones del pasado mayo se producen reacciones de incredulidad, asombro e indignación entre los ciudadanos, pero las reformas electorales que podrían limitar la irresistible afición buhonera de nuestra partidocracia oligopólica tienen menos que ver con la rebaja o desaparición de las barreras que con la introducción de otros mecanismos, como podría ser la elección directa de alcalde y/o presidente del cabildo: así ocurre en Alemania donde, no por casualidad, el transfuguismo es prácticamente desconocido.

3. Cuando cité la frase de Weber (“Es manía clerical de utilizar la ética para tener razón”) lo hice porque describe con admirable economía verbal un tradicional comportamiento retórico, y por desgracia no solo retórico, de las izquierdas en liza electoral, y no solo en liza electoral. La ética (lo que pensamos que debería ser) no puede introducirse de contrabando para contrapesar el resultado de tus acciones (lo que es). Si se participa en unas elecciones en una circunscripción con una barrera del 5%, que no es arbitraria ni coyuntural, sino que está legalmente establecida, es una chiquillada denunciar, una vez comprobada la derrota, que la perversa barrera del 5% te ha robado un consejero. Y más que una chiquillada con un asombroso fondo autocomplaciente, es una metáfora irresponsable, es decir, una metáfora que no contribuye a iluminar y entender mejor la realidad, sino que la oscurece y distrae.  Y la distraer, básicamente, para disolver toda responsabilidad propia en la derrota. Ramón Trujillo ha aplicado esta técnica habitual al dedillo, porque la conoce perfectamente, y estaba obligado a aplicarla con profusión desde el 23 de mayo, porque su apuesta por una coalición electoral con Socialistas X Tenerife y Los Verdes fue arriesgada y levantó suspicacias en el seno de su propia organización, y duras críticas en otras formaciones de izquierda. ¿Cómo admitir palmariamente que se había fracasado en los comicios al Cabildo tinerfeño? Cabe preguntar a Trujillo a partir de qué porcentaje se produce un hurto como el que tan sentidamente ha denunciado. Con un 3%, verbigracia, ¿también estaríamos ante un robo? Solo la subjetividad moralizante de Trujillo y sus socios podría ofrecer una respuesta, aunque, por supuesto, se limitaría a ser una opinión sin base técnica, legal o meramente fáctica. La barrera electoral es el bálsamo de Fierabrás que cura todas las heridas, aunque se emplean, igualmente, otros apósitos. Por ejemplo, señalar campanudamente que tu coalición es la cuarta fuerza electoral de Tenerife: el hecho de que la distancia cuantitativa de las tres primeras sea tan considerable no merece ninguna atención, como ninguna atención reflexiva merece que la derecha y el centroderecha (PP y CC) hayan sumado 25.000 sufragios más en la Isla con respecto a las elecciones de 2007. Por ejemplo, insistir con ojos y corazón enchopados en el maltrato ignorante de medios de comunicación, pese a las entrevistas, el seguimiento de las comparecencias públicas y la publicación de notas de prensa: en la última década, IU ha tenido en los medios de comunicación tinerfeños un reflejo que no es proporcional a su presencia institucional o a sus resultados electorales, sino claramente superior. En realidad la coalición cuya plancha en el Cabildo encabezó Ramón Trujillo tuvo un plus de atención periodística innegable, fruto de su novedad y del efecto informativo acumulado de la evolución de los disidentes del PSC tinerfeño desde su ruptura con el PSOE hasta la noche electoral. Alternativa Sí se puede, en cambio, consiguió mucho menos atención mediática, y si bien tampoco cosechó un consejero en el Cabildo, mejoró muy notablemente sus perspectivas municipales y ese aspecto deviene uno de los más interesantes del proyecto de ASSP: la germinal capacidad para prescindir de periódicos y televisiones como mediadores informativos entre su actividad y sus propuestas y los ciudadanos.  Los militantes de ASSP lo ha  hecho privilegiando el trabajo en la calle y en las zonas agrícolas, pero las izquierdas en general tienen un aliado magnífico en este objetivo, el que supone Internet y las redes sociales.

4. Por último, un apunte sobre la socorrida unidad de las izquierdas. Es grotesco, sencillamente grotesco, que se hable de unidad de las izquierdas cuando lo único pugnaz en esa convocatoria es el mensaje de que unidos en una plataforma electoral podrían conseguir más representación en las instituciones públicas. La unidad de las izquierdas, ¿es un traje planchado para la ocasión cada cuatro años? ¿Una táctica electoral para obtener una voz solitaria en los ayuntamientos cuyo bisbiseo depende  de que no se rompa la coalición entre los socios como es práctica consuetudinaria en las izquierdas? Cualquier proceso de convergencia de las izquierdas tinerfeñas debe tener como objetivo prioritario, precisamente, la colaboración sistemática del trabajo político cotidiano sobre la base de una agenda consensuada y el respeto a las identidades políticas e ideológicas de cada cual. Todo lo demás es una lamentable mímesis del lenguaje político al uso (recuérdese los llamamientos de unidad nacionalista alrededor de CC) que a la inmensa mayoría de los ciudadanos, incluidos los que se reclaman de izquierdas, les trae absolutamente sin cuidado. Y con razón.

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Una fábula

En un país muy sorprendentemente lejano, sobre todo lejano de sí mismo, vivía un rey en un castillo con el que cada cuatro años debía renovarse el contrato de alquiler. El rey era universalmente admirado por su sabiduría, su prudencia y su valor, pero hete aquí, como dirían Marcabrú o Juan José Millás, que un día, muy cercano a la revisión del arrendamiento, los más fieles cortesanos del monarca se acercaron reverentemente al trono y le expusieron un peliagudo problema:
— Majestad…
— ¿Qué tengo hoy en la agenda?
— La clausura de la XXXIV Convención Internacional de Artesanos del Porrón, Majestad…
— ¿Y cómo va la producción de porrones autóctonos?
— No levanta cabeza, Majestad…
— No hay que preocuparse. El turismo tirará de nuestra industria del porrón. Todo consiste en que cada turista se lleve dos o tres porrones a casa y asunto arreglado…Dentro de unos meses no vamos a tener porrones suficientes para tanto turista…Apunta el lema, juglar: “Los turistas, a porrones”. ¿Qué les parece? Que diseñen unas vallas inmediatamente.
–La clarividencia de Su Majestad engrandece al Reino y nos empequeñece a todos… Sin embargo, ha ocurrido algo…
–Reposa la angustia en tu ancho corazón, mi buen Fernando, y confíale tus cuitas a tu Rey y señor…
–Majestad, ¿recordáis el concurso de flautistas?
–Huuum. ¿Pretendes insinuar que me olvido de algo?
–Es una forma retórica que nos enseñan en el Quadrivium, Majestad…Ejem… Tenemos dificultades con el concurso…Ya sabéis, no hay flautas para todos, y es tan difícil ser justo y ecuánime…
–¿Y dónde está el problema? ¿Es menester ser el gran Aristóteles para decidir en materia de flautas? Elegid las que mejor suenen.
–¿Las que mejor suenen? Es asunto de gran variedad de gustos…
–Las que mejor suenen donde han de sonar. La delicada y sutil música de maese Conchito, la transparencia de las melodías de Jaume Écorce, la belleza de los cantos gregorianos de Lacop…¿No está lo bastante claro?
— Por supuesto, Señor. ¿Y los pequeños?
–Que se presenten el año que viene al Concurso de Armónicas…¿Algo más?
— ¿Y el Soso Carlos?
— Entregadle un flautín. En toda orquesta que se precie es menester alguien que desafine.

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?