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Pacto canario e ingobernabilidad española

Siempre sostuvo uno que Anselmo Pestana y sus compañeros no debieron ser expulsados nunca – como ocurrió de facto en su día – del PSC-PSOE. Obviando otras circunstancias, porque un partido serio debe gestionar exquisitamente sus gestos de autoridad y, sobre todo, sus potestades disciplinarias y punitivas. A los pocos meses de abierto el conflicto quedó más o menos claro que los socialistas palmeros – porque un 90% de la militancia compartía las tesis y actitudes de Pestana – regresarían al PSC antes de las siguientes elecciones autonómicas y municipales, aunque el regreso no fue, precisamente, un camino de rosas y marquesotes. La dirección federal – pese a los refunfuños y aspavientos de José Miguel Pérez –terminó comprendiendo que si no admitía el retorno mosaico de los díscolos a la tierra prometida el PSC-PSOE desaparecía en La Palma.
Sin embargo, estos caminos de ida y vuelta, esa generosidad calculada y asustadiza, termina produciendo efectos indeseables. Si ha ocurrido una vez, ¿por qué no habría de ocurrir en el futuro? Si la dirección federal y/o la regional deciden disculpar las indisciplinas de Anselmo Pestana o de Alpidio Armas, ¿por qué no habría de comprender y en último término exculpar las deslealtades de pasado mañana? Una reflexión similar están llevando a cabo algunos alcaldes o concejales socialistas –electos o en funciones – en La Palma y no cabe excluir que atraviese el encefalograma generalmente plano de los consejeros socialistas en el Cabildo de El Hierro, aunque los resultados impidan un nuevo pacto entre el PSC y el PP. Tanto en Coalición Canaria como en el PSC – tradicionales adversarios en los municipios de las islas occidentales – las tensiones son muy intensas, pero mientras los coalicioneros parecen capaces de reprimirlas, a los dirigentes socialistas les está costando sangre, sudor y lágrimas intentar apaciguarlas en un contexto interno de cierta bicefalia: José Miguel Pérez sigue sesteando más o menos en la Secretaría General mientras el liderazgo naciente de Patricia Hernández, resultado de sus buenos resultados electorales, no tiene aun ninguna traducción en las estructuras de poder de la organización socialista. El pacto regional entre CC y PSC no está ni mucho menos cerrado y alicatado y mientras tanto resulta difícil precisar si José Manuel Soria y Casimiro Curbelo se han telefoneado mutuamente treinta o cuarenta veces en los últimos días para presentar a Fernando Clavijo una oferta supuestamente irrechazable.
En el horizonte inmediato se dibujan unas elecciones generales que, según todas las encuestas, conducirían a unas Cortes incapacitadas para articular una mayoría parlamentaria suficiente para gobernar a las izquierdas y a las derechas. Una crisis de gobernabilidad que llevaría a nuevas elecciones tres meses más tarde. Sí, apenas en tres meses, España puede ser ingobernable, y esa preocupante pero verosímil hipótesis debería llevar a los partidos canarios a la responsabilidad de que este Comunidad autonómica cuente con un Gobierno sólido cuanto antes. Eso, y la situación de emergencia social en la que vive instalado el país, como un alpinista con magníficas vistas al borde del precipicio.

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Sumas y restas

Los tres grandes partidos del sistema político canario han perdido apoyos electorales el pasado domingo. Incluso el PSC-PSOE, que celebró convertirse en la fuerza más votada con la retórica delirante de un acontecimiento histórico, pierde unos 10.000 votos aproximadamente respecto a los comicios autonómicos de 2011. Más o menos los que hubiera conservado sin la anomalía del curbelismo desatada en La Gomera por los propios socialistas. El PP pierde cerca de 120.00 votos en lo que seguramente es el mayor castigo electoral que registra nuestra breve crónica parlamentaria, pero no esperen dimisiones, es que la gente no ha pillado el mensaje. Les ha faltado piel, que diría Floriano viendo el poster de María Australia Navarro. Gracias al régimen electoral y su implantación en cinco de las siete islas, Coalición Canaria es el partido con mayor número de diputados, pero por primera vez sufre un golpe fulminante en su espina dorsal municipal, especialmente en Tenerife. Es Antonio Morales (y no Román Rodríguez y su disparatada política de pactos) el que consigue grupo parlamentario para Nueva Canarias. Podemos suma nada menos que 130.000 sufragios, pero paga obviamente su escaso desarrollo organizativo y su presencia prácticamente testimonial en la mayoría de las islas no capitalinas. Incluso con siete diputados en la mochila es precipitado afirmar que Podemos llega para quedarse. Dependerá de  gestionen semejante capital en la oposición y de su capacidad para construir partido dentro y fuera de las grandes ciudades de la región. Pero anoche algún que otro dirigente podemista, además de feliz, se le veía súbitamente tranquilizado. Podrán oponerse hasta el frenesí frente a todos los malignos matices de la casta (clavijos, patricias, romanes) sin arriesgarse a pagar ningún coste de imagen. Ciudadanos se queda a un puñado de votos para entrar en la Cámara regional.

Aunque la suma aritmética resulta evidente, el pacto de gobierno entre CC y PSOE no será precisamente sencillo porque, según es tradición en nuestras ínsulas baratarias, se interferirán los acuerdos y desacuerdos en cabildos y ayuntamientos (entre los primeros el de La Palma y entre los segundos el de La Laguna son dos buenos y espinosos ejemplos). Pero sobre todo corresponde a Fernando Clavijo y a Patricia Hernández consensuar un conjunto de reformas políticas, económicas y sociales que los anteriores gobiernos no quisieron ni pusieron poner en marcha, y al mismo tiempo, reformar estructuralmente sus respectivas organizaciones políticas, para cuyos máximos puestos de responsabilidad (en CC y el PSC-PSOE) están legitimados por sus resultados electorales.

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No, no puede pasar cualquier cosa

¿Pasado mañana puede ocurrir cualquier cosa en las urnas, como exudan algunos periodistas histriónicos? No exactamente. No ocurrirá, por ejemplo, que alguno de los tres grandes partidos de Canarias (CC, PSOE y PP) obtenga la mayoría absoluta. Tampoco sucederá que Podemos se convierta en la primera fuerza parlamentaria. Ni en la segunda, ni en la tercera tampoco. No pasará que la Nueva Canarias de Román Rodríguez se transforme  — gracias a pactitos residuales con organizaciones diminutas y con expulsados o prófugos de otros partidos – en una alternativa nacionalista a los coalicioneros. Más bien es más probable lo contrario: que el ascenso de Podemos ahogue las expectativas de crecimiento de NC. Rodríguez está nervioso: si se produce una hecatombe el responsable deberá asumirla él, si su partido resiste, será gracias a la capacidad de tracción de la candidatura al Cabildo de Gran Canaria que encabeza Antonio Morales, y el liderazgo del expresidente del Gobierno empezará a estar amortizado. También resulta probable que Ciudadanos obtenga grupo parlamentario propio, pero en contra de lo que ocurre en otras comunidades autónomas (Valencia, Madrid) resulta muy difícil que se convierta en llave para garantizar la gobernabilidad.

Tal y como explica Dámaso Luis en un reciente artículo publicado en politikon.es  el sistema electoral canario favorece a los partidos cuyos apoyos se distribuyen más homogéneamente en todas las islas. Esa es la clave del reiterado éxito electoral de Coalición Canaria, y no tanto los (desde luego) abusivos topes electorales establecidos para la isla (30%) y la región (6%). Esta circunstancia explica (por solo poner un ejemplo cuantificable) que en 2011, con 60.000 votos menos que el PP, Coalición obtuviera los mismos escaños que los conservadores, 21, porque salvo en La Gomera y Gran Canaria el proyecto coalicionero ha echado raíces en municipios y cabildos. El PP está fuertemente implantado en Gran Canaria, pero en ninguna otra isla dispone del mismo apoyo electoral. Y lo mismo ocurre con las fuerzas políticas emergentes. Tanto Podemos como Ciudadanos pueden contar hipotéticamente con un respaldo significativo en las urnas de las grandes conurbaciones del Archipiélago (Las Palmas-Telde y Santa Cruz de Tenerife-La Laguna) pero mucho más reducido en el resto de las islas, lo que convierte en ridícula cualquier ilusión de sorprasso.

Entre lo improbable y lo posible se dibuja el horizonte poslectoral: un pacto entre las dos fuerzas políticas mayoritarias para conseguir una muy ajustada mayoría absoluta que se complicará por la nueva situación política de varias de las capitales de Canarias, y una amplia oposición, inicialmente errática y sin duda particularmente crítica y fiscalizadora, en un parlamento más fragmentado y batallador. Hace unos días un candidato al Parlamento vaticinaba que llegarían para limpiar y desinfectar la Cámara. Pues ya puede ir cogiendo el mocho, porque el Boletín Oficial de Canarias no lo va a tener. Qué simpática es esta gente que cree que subiéndose a la coleta ajena le va a crecer de nuevo el pelo.

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Regalo fin de carrera

A menos de una semana de las elecciones autonómicas Paulino Rivero ha marchado a California, no se sabe si acompañando o siendo acompañado por el embajador de Estados Unidos en España, para ofrecer a grandes empresas de producción audiovisual norteamericana los magníficos paisajes, el luminoso clima y las ventajas fiscales que brinda Canarias para hacer películas. Cabe suponer que el embajador le servirá de intérprete. Rivero asume el papel de Rivero hasta el final: grandes golpes de efecto — ¿recuerdan su reunión en el Hotel Palace, en torno a una mesa de caoba maciza, con representantes de la banca española, ese acuerdo que lograría portentoso maná crediticio sobre la rehabilitación turística? – y una epidemia de titulares que dura, como máximo, algunas semanas, y de los cuales el propio presidente se desprende con un ligero ademán.
Don Paulino en la fábrica de los sueños, donde con toda seguridad se ha alojado en una modesta pensión y comisquea la ensalada del día en un chiringuito de playa entre nínfulas doradas y gigantes esculpidos por la halterofilia, por qué no un biopic sobre el genio de El Sauzal que corrija la historia de la traición o la traición de la Historia y brille una presidencia vitalicia ejercida como un sacrificio por el único hombre capaz de gobernar esta ilusión óptica, a ratos meramente olfativa, como es Canarias. Si supiera cantar y asesinar (dos actividades relativamente sencillas de aprender) Rivero podría sustituir sin muchas dificultades a  Frank Underwood porque con los naipes igual se hace un envido que un castillo.  Un breve descanso de las ingratitudes habituales: es improbable que Arnold Schwarzenegger le pregunte por qué no hace campaña a favor de Fernando Clavijo el Usurpador. También es cierto que nadie se lo pregunta ya en Canarias: se guarda un respetuoso silencio. Somos muy piadosos con el que firma decretos y subvenciones en el boletín oficial hasta el mismo día de la última rúbrica. Después practicamos el olvido porque, como dijo Borges, el olvido es la única venganza y el único perdón.
Por supuesto, un país no se promociona así, ni aplica una metodología tan chusca como las intervenciones (en español) de un presidente regional en cuatro reuniones y alguna fiestuqui con piscina adosada, zumo de piña y barbacoas bajo las estrellas. Para atraer inversiones extranjeras se opera, por ejemplo, con consorcios público-privados que desarrollan una actividad de años en organizaciones empresariales, cámaras de comercio, centros universitarios, entornos bolsísticos y fondos de inversiones. Pero quién con un fisco de corazón le iba a negar Hollywood a Paulino Rivero como regalo de fin de carrera. Una fábrica de sueños engastada en la carne viva de una pesadilla. Algo tan parecido, al fin y al cabo,  a su propia presidencia.

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Un relato roto

Atragantados por las incesantes encuestas electorales, cada vez es más frecuente escuchar, casi como una súplica, que los sondeos metroscópicos no sirven absolutamente para nada. Es una bobada, por supuesto. Nadie se gasta los cuartos para abonar inutilidades cochambrosas. No hay que confundir una encuesta electoral rigurosa y técnicamente solvente con los sucedáneos que partidos y dirigentes emplean como menesterosos instrumentos propagandísticos. Un penúltimo ejemplo de estas patéticas seudoencuestas es el ligero eructo del CCN según la cual Ignacio González Santiago decidirá quien será el próximo alcalde de Santa Cruz de Tenerife, y puestos a elegir, seguro que optará por él mismo. Todas estas bromas, sin embargo, no deben distraer de los cambios que se perfilan en los sucesivos sondeos, según los cuales se avanza (o retrocede) desde un bipartidismo imperfecto a tetrapartidismo inestable, con Podemos y Ciudadanos disputándose la centralidad de la izquierda y la derecha respectivamente mientras el PP y el PSOE apenas se sobreviven a sí mismos. De confirmarse este nuevo mapa político las consecuencias obligarían, desde luego, a coaliciones parlamentarias capaces de sostener un Gobierno estable, pero habría otras, entre las cuales no sería la menor la pérdida de peso en ecosistema político español de los nacionalismos y sus marcas electorales: CiU, el PNV y Coalición Canaria.
Durante décadas, cuando los dos grandes partidos no alcanzaban la mayoría absoluta, los votos de los nacionalismos catalán, vasco y canario eran un precioso tesoro. Lo fue para los últimos gobiernos de Felipe González y en el primer mandado – y relativamente en el segundo – de José María Aznar. José Luís Rodríguez Zapatero prefirió no cerrar acuerdos de legislatura con fuerzas nacionalistas, pero debería contar con ellas en la praxis legislativa cotidiana. Para Coalición Canaria el nuevo escenario político-electoral que se avizora resulta particularmente dramático. Para CC el grupo (o semigrupo) parlamentario en las Cortes fue siempre su principal instrumento político. En realidad ha sido la seña distintiva de su relato : solo controlando el Gobierno autonómico y al mismo tiempo contando con una relevante presencia en el Congreso de los Diputados y el Senado era posible conseguir normativa legal y, sobre todo, recursos presupuestarios con los que converger económica y socialmente (infraestructuras, empleo, políticas asistenciales) con la media española y europea. En los últimos años la representación coalicionera en las Cortes se redujo al mínimo, pero siempre se podría pensar (y proclamar) que se trataba de una desdichada coyuntura superable en el futuro. El problema para CC – como para el PNV o CiU – es que a partir del próximo año podría ser tan irrelevante contar con un diputado como disponer de cuatro. El relato puede quedar roto durante un amplísimo periodo de tiempo y la legitimación estratégica del nacionalismo canario como gestor político hundirse – sigan o no al frente del Gobierno canario– en una vertiginosa insignificancia.

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