izquierdas alternativas

La casta de Podemos

A la pregunta de si Podemos tiene futuro como fuerza política la única respuesta que no se me antoja pura nigromancia es sencilla: Podemos durará lo que la gente quiera. Y la gente (muchos cientos de miles de ciudadanos) quiere marcha. El equipo fundador del invento, encabezado por Pablo Iglesias, ha tenido el pasado fin de semana en Vista Alegre un paseo militar (con perdón) entre aplausos enfervorizados y un conato de oposición interna ha quedado sumergido –aunque no asfixiado — en el entusiasmo general. No creo que Iglesias, Monedero y Errejón tengan mayores dificultades en implantar como modelo político- organizativo ese centralismo democrático, de matriz indisimulablemente leninista, que supuestamente sacrifica la participación en la toma de decisiones a favor de la eficacia. Un leninismo 3.0 que, como es obvio, no se extiende a la oferta programática de Podemos, que se mantiene en un nivel de abstracción lo suficientemente vago para no espantar a ningún elector potencial céntrico, centrista o centrado. Los círculos, por sí mismos, no pueden acceder a una lúcida conciencia democrático-revolucionaria, que solo se articula y cristaliza estratégicamente en el seno de la dirección del partido. Slavoj  Zizek defendió el argumento de Matrix como una acertada metáfora de la civilización del capitalismo tardío; pues bien, la selva de círculos de Podemos podría considerarse un matrix de asambleas, reuniones, propuestas y críticas que transcurren en una realidad esencialmente simbólica, ficcional, desiderativa. Lo real, es decir, las verdaderas decisiones políticas, como no presentarse a las próximas elecciones municipales, quedarán en manos de un reducido grupo de dirigentes más o menos profesionalizados.
Más vale no concretar demasiado en asuntos como el aborto, o la reforma de la estructura del Estado o las relaciones con la UE – aunque tengas cinco eurodiputados – para no intranquilizar a nadie. Más vale no citar demasiado la palabra izquierda y en cambio referirse más de una vez a la patria (mancillada). Más vale no decirle a los círculos que sus propuestas son respetables, pero que no pueden ser aprobadas e incorporadas a ningún acervo en virtud de su propia convicción. Más vale insistir en que el liderazgo es una pesada carga que se asume por razones de eficiencia política y no por un pecaminoso exceso de testosterona. La incongruencia de eludir concreciones programáticas y simultáneamente estigmatizar cualquier tentación de pacto y consenso se disuelve en la retórica del asalto al cielo, una pedantería pueril de profesor asociado que se aplaude y jalea desde una minoría de edad que se concede el público para disfrutar de diez minutos de catarsis peatonal.
Más vale, en definitiva, que los seguidores, afiliados y simpatizantes de Podemos no se den demasiada cuenta de que se está constituyendo un partido político. Uno de esos odiosos partidos que representan el más sórdido obstáculo para que la gente no se empodere hasta independizarse de su propio subconsciente, donde también habita el Estado y las complejas trampas del deseo urdidas por el capital.
El triunvirato que dirige y controla la más reciente experiencia política española quedará ungido como la verdadera casta de Podemos durante esta semana. Su principal objetivo es mantener la ficción de un movimiento político plural, autónomo y autogestionado hasta alcanzar el poder.

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?

El Régimen

El Régimen. Qué expresión tan afortunada. Coloca entorchados de rigurosa denuncia sobre los hombros de una fraseología imbécil, repetitiva, inimaginativa, justicieramente falaz. Los partidos políticos del Régimen. Los políticos del Régimen. El Parlamento del Régimen. Los periódicos, radios y televisiones del Régimen. Los podridos periodistas del Régimen, por supuesto. Y los empresarios y las cámaras de comercio y los sindicatos del Régimen. Y los intelectuales del Régimen, y los juntaletras del Régimen, y los presentadores de telediarios del Régimen. Sin olvidar (lo he leído, lo juro) los restaurantes y hoteles del Régimen, lujosos catafalcos donde la gusanera del Régimen decide sobre vida y la muerte de todo un pueblo sacrificado y tan idiota, tan sañudamente idiota, que no se da cuenta que vive oprimido y estafado por el Régimen omnipresente, omnisciente, omnívoro e inapelable. El chiflado de Lacan, brillante retórico y pensador impensable, garrapateó en una ocasión que el inconsciente es el Estado. Aquí, por lo visto, el inconsciente es el Régimen. Usted no se da cuenta pero vive como una triste y confusa cucaracha bajo las botas lottusse del Régimen.
En un discurso político mínimamente solvente el Régimen es o debería una metáfora que solo resulta útil — como cualquier metáfora – cuando no pretende representar la realidad tout court. Cuando no se toma la metáfora, en definitiva, como la realidad misma. Pero por estos andurriales un amplio sector de las llamadas izquierdas alternativas, manifestantes y plataformeras, han encontrado en un fetiche verbal la excusa para no analizar la realidad, su complejidad y sus contradicciones. Por supuesto el fetiche que convierte en una chuchería polisémica para armar ruido y enardecer a los afectos, en un estigma universalizable y, al final, en un grumo insignificante. Si el Régimen es la degradada democracia parlamentaria, el poder del dinero y su constelación de oligopolios, el pactismo político elevado a arte de buhoneros mefíticos, la debilitación de los derechos sociales o las impías relaciones entre élites políticas y empresariales, la situación de Canarias no es sustancialmente distinta a la de Madrid, Francia o el Reino Unido. Ninguna de esas graves patologías sociopolíticas es un endemismo canario y ninguna se resolverá desde el maniqueísmo ideológico, el talibanismo estratégico, la simplificación demagógica de los hechos y las retóricas guerrilleras. Para contribuir a la transformación de una realidad política, social o económica no hay nada más contradictorio que caricaturizarla a causa del doctrinarismo sectario, la santa indignación o el resentimiento. Por eso (aunque no solo por eso, desde luego) esas izquierdas no dejarán de ser fraccionales y marginales y se consumirán en su propia inanidad.
Pero no hagan caso. Esto, obviamente, es un mensaje del Régimen.

Publicado el por Alfonso González Jerez en General 3 comentarios