PSC-PSOE

Pacto zombi

El nonato acuerdo entre Coalición Canaria y el PSC-PSOE es ahora mismo un pacto zombi que camina dejándose cachos y haciendo muecas poco tranquilizadoras por los salones de hoteles de Gran Canaria y Tenerife. Los llamados pactos en cascada tienen una extensa hoja clínica ya en la crónica autonómica, pero en estos momentos se registra una novedad. En el pasado el problema radicaba en casos aislados de asorocamiento de alcaldes, concejales y consejeros de cabildos que se negaban vehementemente a seguir las directrices de sus direcciones regionales. Esta circunstancia ha sufrido una transformación cualitativa. Ahora mismo lo que ocurre es que un partido concreto (el PSC-PSOE) es absolutamente incapaz de controlar a sus agrupaciones y cargos electos en dos islas como La Palma y Tenerife. En la primera porque Anselmo Pestana y los suyos siguen dilatando los acuerdos – están convencidos de que otros cuatro años en la oposición en el cabildo y los principales ayuntamientos palmeros liquidaría definitivamente a CC – y en Tenerife porque, sencillamente, la gestora insular carece de capacidad política y operativa para mantener prietas las filas. Se los bacilan sin piedad: hasta los compañeros de La Guancha se permiten una interminable guachafita en las mismísimas papadas de Hernández Spínola y Julio Cruz.
Y sin acuerdos mínimos en Tenerife y La Palma cuando restan apenas 48 horas para la constitución de las corporaciones municipales el pacto es imposible. El PSC-PSOE está pagando – y probablemente le saldrá cara – la inverosímil desidia con la que José Miguel Pérez y su equipo de encallecidas mediocridades han gestionado los problemas y conflictos internos de la organización socialista en los últimos años. Ya que se le menciona, José Miguel Pérez es el gran y escandaloso ausente en esta negociación perniquebrada: ni una palabra sobre la orientación estratégica y programática de los socialistas por parte del vicepresidente del Gobierno autonómico. Ni una llamada telefónica a los centros de conflicto en Tenerife o La Palma. Nadie podrá decir que se lo dijo Pérez. Don José Miguel no está ni se le espera, al menos hasta la convocatoria de las elecciones generales, en las que intentará colarse como cabeza de la lista al Congreso de los Diputados. ¿Cómo se pacta con alguien incapacitado para mover sus propias fichas en el tablero municipal? Las fichas se mueven por sí solas y hace días han abandonado el tablero de juego mientras los negociadores socialistas, con sonrisas cada vez más nerviosas, insisten en señalar a los coalicioneros que siguen ahí, y que no verlas, señores, es un acto de mala fé. Mientras tanto José Manuel Soria, por supuesto, cuenta las fichas que se escurren hacia sus propios sumideros, pero Casimiro Curbelo no. Curbelo las silba.

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Resolver el problema

Antes ocurría con periodicidad semanal; dudo que las costumbres hayan cambiado ahora. Una vez a la semana el presidente del Cabildo de La Gomera, Casimiro Curbelo, recibía en su despacho oficial a todo aquel vecino que le solicitara una entrevista. Sin excepciones. A partir de las ocho de la mañana, y hasta avanzada la caída de la tarde, decenas y decenas de personas desfilaban por el despacho del presidente, que generalmente – aunque no siempre – les aguardaba solo con un bolígrafo y una libreta para apuntar sus demandas: búsqueda de un empleo, problemas de escolarización, tratamientos médicos, asistencia a un anciano impedido que no puede salir de su vivienda, broncas con lindes de fincas, enmarañados líos burocráticos. Ese día, por supuesto, Curbelo no almorzaba, y atendía a los peticionarios con una combinación paternal de seriedad institucional y campechanía hipnótica y servicial. A muchos los conocía por su nombre, apellidos, circunstancias familiares y sociales. Es difícil tener un Estado en la cabeza, pero más arduo y complejo resulta tener en la cabeza una isla como La Gomera. Simplemente porque el Estado no está lleno de gomeros, y La Gomera, sí.
El modelo curbelista — un clientelismo socialdemócrata, un poscaciquismo astutamente adherido a las estructuras democráticas – proporcionó más de veinte años de éxitos electorales ininterrumpidos al PSOE de La Gomera. Pero está inexorablemente unido a quien fue su promotor y diseñador, es decir, al propio Curbelo. En La Gomera ocurre con el curbelismo lo mismo que con el culto cargo en Nueva Guinea: los bienes y los servicios son gestionados por un hombre elegido y para obtenerlos basta con participar en ciertos ritos, entre los cuales el más importante consiste en votar a Casimiro Curbelo para el Cabildo, el Senado o el Parlamento regional cada cuatro años. Curbelo ha arrasado en La Gomera en las elecciones del pasado día 24 –mayoría absoluta en el Cabildo Insular — y obtenido tres diputados. Aquellos que suponen que Casimiro Curbelo – cuyos problemas judiciales no son precisamente insignificantes – actuará en un futuro próximo por muy sentidas razones ideológicas van dados. De nuevo se sentará en su despacho y recibirá, por supuesto, en carne o en espíritu, a Fernando Clavijo, y Patricia Hernández, y a José Manuel Soria para preguntarles qué problema tienen, misijos. Y resolverá el problema que le sea más rentable. ¿Un puñado de directores generales, un compromiso presupuestario golosón, un calendario público y transparente para su reingreso en el PSOE antes de las elecciones generales? Dime lo que te pasa que yo – como Casimiro que me llamo — te lo resuelvo.

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Pacto canario e ingobernabilidad española

Siempre sostuvo uno que Anselmo Pestana y sus compañeros no debieron ser expulsados nunca – como ocurrió de facto en su día – del PSC-PSOE. Obviando otras circunstancias, porque un partido serio debe gestionar exquisitamente sus gestos de autoridad y, sobre todo, sus potestades disciplinarias y punitivas. A los pocos meses de abierto el conflicto quedó más o menos claro que los socialistas palmeros – porque un 90% de la militancia compartía las tesis y actitudes de Pestana – regresarían al PSC antes de las siguientes elecciones autonómicas y municipales, aunque el regreso no fue, precisamente, un camino de rosas y marquesotes. La dirección federal – pese a los refunfuños y aspavientos de José Miguel Pérez –terminó comprendiendo que si no admitía el retorno mosaico de los díscolos a la tierra prometida el PSC-PSOE desaparecía en La Palma.
Sin embargo, estos caminos de ida y vuelta, esa generosidad calculada y asustadiza, termina produciendo efectos indeseables. Si ha ocurrido una vez, ¿por qué no habría de ocurrir en el futuro? Si la dirección federal y/o la regional deciden disculpar las indisciplinas de Anselmo Pestana o de Alpidio Armas, ¿por qué no habría de comprender y en último término exculpar las deslealtades de pasado mañana? Una reflexión similar están llevando a cabo algunos alcaldes o concejales socialistas –electos o en funciones – en La Palma y no cabe excluir que atraviese el encefalograma generalmente plano de los consejeros socialistas en el Cabildo de El Hierro, aunque los resultados impidan un nuevo pacto entre el PSC y el PP. Tanto en Coalición Canaria como en el PSC – tradicionales adversarios en los municipios de las islas occidentales – las tensiones son muy intensas, pero mientras los coalicioneros parecen capaces de reprimirlas, a los dirigentes socialistas les está costando sangre, sudor y lágrimas intentar apaciguarlas en un contexto interno de cierta bicefalia: José Miguel Pérez sigue sesteando más o menos en la Secretaría General mientras el liderazgo naciente de Patricia Hernández, resultado de sus buenos resultados electorales, no tiene aun ninguna traducción en las estructuras de poder de la organización socialista. El pacto regional entre CC y PSC no está ni mucho menos cerrado y alicatado y mientras tanto resulta difícil precisar si José Manuel Soria y Casimiro Curbelo se han telefoneado mutuamente treinta o cuarenta veces en los últimos días para presentar a Fernando Clavijo una oferta supuestamente irrechazable.
En el horizonte inmediato se dibujan unas elecciones generales que, según todas las encuestas, conducirían a unas Cortes incapacitadas para articular una mayoría parlamentaria suficiente para gobernar a las izquierdas y a las derechas. Una crisis de gobernabilidad que llevaría a nuevas elecciones tres meses más tarde. Sí, apenas en tres meses, España puede ser ingobernable, y esa preocupante pero verosímil hipótesis debería llevar a los partidos canarios a la responsabilidad de que este Comunidad autonómica cuente con un Gobierno sólido cuanto antes. Eso, y la situación de emergencia social en la que vive instalado el país, como un alpinista con magníficas vistas al borde del precipicio.

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Sumas y restas

Los tres grandes partidos del sistema político canario han perdido apoyos electorales el pasado domingo. Incluso el PSC-PSOE, que celebró convertirse en la fuerza más votada con la retórica delirante de un acontecimiento histórico, pierde unos 10.000 votos aproximadamente respecto a los comicios autonómicos de 2011. Más o menos los que hubiera conservado sin la anomalía del curbelismo desatada en La Gomera por los propios socialistas. El PP pierde cerca de 120.00 votos en lo que seguramente es el mayor castigo electoral que registra nuestra breve crónica parlamentaria, pero no esperen dimisiones, es que la gente no ha pillado el mensaje. Les ha faltado piel, que diría Floriano viendo el poster de María Australia Navarro. Gracias al régimen electoral y su implantación en cinco de las siete islas, Coalición Canaria es el partido con mayor número de diputados, pero por primera vez sufre un golpe fulminante en su espina dorsal municipal, especialmente en Tenerife. Es Antonio Morales (y no Román Rodríguez y su disparatada política de pactos) el que consigue grupo parlamentario para Nueva Canarias. Podemos suma nada menos que 130.000 sufragios, pero paga obviamente su escaso desarrollo organizativo y su presencia prácticamente testimonial en la mayoría de las islas no capitalinas. Incluso con siete diputados en la mochila es precipitado afirmar que Podemos llega para quedarse. Dependerá de  gestionen semejante capital en la oposición y de su capacidad para construir partido dentro y fuera de las grandes ciudades de la región. Pero anoche algún que otro dirigente podemista, además de feliz, se le veía súbitamente tranquilizado. Podrán oponerse hasta el frenesí frente a todos los malignos matices de la casta (clavijos, patricias, romanes) sin arriesgarse a pagar ningún coste de imagen. Ciudadanos se queda a un puñado de votos para entrar en la Cámara regional.

Aunque la suma aritmética resulta evidente, el pacto de gobierno entre CC y PSOE no será precisamente sencillo porque, según es tradición en nuestras ínsulas baratarias, se interferirán los acuerdos y desacuerdos en cabildos y ayuntamientos (entre los primeros el de La Palma y entre los segundos el de La Laguna son dos buenos y espinosos ejemplos). Pero sobre todo corresponde a Fernando Clavijo y a Patricia Hernández consensuar un conjunto de reformas políticas, económicas y sociales que los anteriores gobiernos no quisieron ni pusieron poner en marcha, y al mismo tiempo, reformar estructuralmente sus respectivas organizaciones políticas, para cuyos máximos puestos de responsabilidad (en CC y el PSC-PSOE) están legitimados por sus resultados electorales.

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No, no puede pasar cualquier cosa

¿Pasado mañana puede ocurrir cualquier cosa en las urnas, como exudan algunos periodistas histriónicos? No exactamente. No ocurrirá, por ejemplo, que alguno de los tres grandes partidos de Canarias (CC, PSOE y PP) obtenga la mayoría absoluta. Tampoco sucederá que Podemos se convierta en la primera fuerza parlamentaria. Ni en la segunda, ni en la tercera tampoco. No pasará que la Nueva Canarias de Román Rodríguez se transforme  — gracias a pactitos residuales con organizaciones diminutas y con expulsados o prófugos de otros partidos – en una alternativa nacionalista a los coalicioneros. Más bien es más probable lo contrario: que el ascenso de Podemos ahogue las expectativas de crecimiento de NC. Rodríguez está nervioso: si se produce una hecatombe el responsable deberá asumirla él, si su partido resiste, será gracias a la capacidad de tracción de la candidatura al Cabildo de Gran Canaria que encabeza Antonio Morales, y el liderazgo del expresidente del Gobierno empezará a estar amortizado. También resulta probable que Ciudadanos obtenga grupo parlamentario propio, pero en contra de lo que ocurre en otras comunidades autónomas (Valencia, Madrid) resulta muy difícil que se convierta en llave para garantizar la gobernabilidad.

Tal y como explica Dámaso Luis en un reciente artículo publicado en politikon.es  el sistema electoral canario favorece a los partidos cuyos apoyos se distribuyen más homogéneamente en todas las islas. Esa es la clave del reiterado éxito electoral de Coalición Canaria, y no tanto los (desde luego) abusivos topes electorales establecidos para la isla (30%) y la región (6%). Esta circunstancia explica (por solo poner un ejemplo cuantificable) que en 2011, con 60.000 votos menos que el PP, Coalición obtuviera los mismos escaños que los conservadores, 21, porque salvo en La Gomera y Gran Canaria el proyecto coalicionero ha echado raíces en municipios y cabildos. El PP está fuertemente implantado en Gran Canaria, pero en ninguna otra isla dispone del mismo apoyo electoral. Y lo mismo ocurre con las fuerzas políticas emergentes. Tanto Podemos como Ciudadanos pueden contar hipotéticamente con un respaldo significativo en las urnas de las grandes conurbaciones del Archipiélago (Las Palmas-Telde y Santa Cruz de Tenerife-La Laguna) pero mucho más reducido en el resto de las islas, lo que convierte en ridícula cualquier ilusión de sorprasso.

Entre lo improbable y lo posible se dibuja el horizonte poslectoral: un pacto entre las dos fuerzas políticas mayoritarias para conseguir una muy ajustada mayoría absoluta que se complicará por la nueva situación política de varias de las capitales de Canarias, y una amplia oposición, inicialmente errática y sin duda particularmente crítica y fiscalizadora, en un parlamento más fragmentado y batallador. Hace unos días un candidato al Parlamento vaticinaba que llegarían para limpiar y desinfectar la Cámara. Pues ya puede ir cogiendo el mocho, porque el Boletín Oficial de Canarias no lo va a tener. Qué simpática es esta gente que cree que subiéndose a la coleta ajena le va a crecer de nuevo el pelo.

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