Marruecos

Torpeza y cobardía

El otro día, en una playa cerca de Tarfaya, un agente de la gendarmería marroquí mató de un balazo a una mujer que estaba a punto de embarcar en una patera con rumbo a Canarias. No sé si esta es la eficacia de Marruecos como gestor fronterizo que reclaman algunos. En todo caso es una prueba indirecta y atroz de que el gobierno de Rabat se está esforzando de verdad por cumplir con sus compromisos según la alianza negociada entre Pedro Sánchez y Mohamed VI, sin molestos gobiernos o parlamentos por  medio. No es sencillo.  En las mafias que organizan los ataúdes flotantes o que les conceden paso franco están implicadas – sin duda – unas autoridades y fuerzas del orden que en Marruecos prosperan instaladas en una corrupción sistémica. Las policías que se vigilan a sí mismas no suelen resultar eficaces, aunque maten mucho. Sin duda los gendarmes marroquíes matarán más en los próximos meses y años, pero no significan que sean más eficaces en los términos que espera el Gobierno español a cambio de admitir (y aplaudir) la soberanía de Mohamed VI sobre el Sáhara.

Ahora se adecúa para su próxima apertura el centro de Las Canteras, en el término municipal de La Laguna. Lo llenarán de migrantes como en otras ocasiones: bocadillos, botellines de agua, camastros como lápidas y un par de duchas. Algo perfectamente previsible. Se me antoja asombroso que todavía se escuche la exigencia de una política migratoria en España. Ya existe y ha sido reforzada por el giro promarroquí de Sánchez y sus palmeros. Canarias es frontera sur de España y su destino es servir de contención, de centro logístico y de plataforma para la repatriación –en frío o en caliente – de los africanos desesperados. Para que en ningún caso lleguen a la Península.  Entre los diversos centros e instalaciones disponibles el Ministerio del Interior estima que dispone de capacidad para mantener unas 5.000 migrantes de origen irregular en las islas. Sobre esa cifra máxima trabaja la delegación del Gobierno central: deben agilizarse las expulsiones para no llegar a ella. Mientras tanto el Gobierno de Canarias mira hacia otro lado y silba alguna melodía cargada de melancolía y solidaridad.

Cada vez que en el Parlamento se critica esta terrible situación – miles de ahogados todos los años intentando llegar a nuestras costas, miles de repatriados, incluidas mujeres, niños y adolescentes que son devueltos al hambre, a la inseguridad o a la guerra – el consejero de Administraciones Públicas, Julio Pérez, pregunta melodramáticamente a la oposición: “¿Cree usted que el Gobierno canario es responsable del fenómeno migratorio, cree usted que si yo dimitiera no saldría de África ninguna patera?”. Es una forma perversa de desactivar el debate. No, el Gobierno autonómico no es el responsable del fenómeno migratorio – que se intensará en los próximos años y lustros por las plagas, las devastadoras sequías y otros horrores propiciados por el cambio climático y la desintegración de Estados fallidos. Pero es corresponsable de la atención decente a las necesidades básicas de los migrantes y también de exigir al Gobierno español que modifique su política y no opte por la feroz bunkerización que seduce a toda Europa y que está destinada al fracaso. Es una obligación moral que repercute en la estabilidad y cohesión de nuestra sociedad insular: que se abra una vía de acceso a España y su mercado laboral a un amplio cupo anual de migrantes, regularizar su situación, firmar o renovar acuerdos de cooperación con los gobiernos subsaharianos. Es tan necesaria y urgente esta reclamación como las relacionadas con la aplicación del Estatuto de Autonomía o el cumplimiento puntillloso del REF. Mantener esta pasividad es una crueldad miserable para con los migrantes y una torpeza política, miope y cobarde, de la que nos lamentaremos amargamente.

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Sin prisas ni vergüenza

Como sin duda soy un irresponsable  creo que la presencia físico-química del consejo Julio Pérez y la telemática del letrado José Miguel Ruano en las reuniones técnicas preparatorias de las cumbrecitas entre España y Marruecos con el objetivo de delimitar las aguas territoriales dentro de un par de siglos no sirve absolutamente para nada. Y esa patente insignificancia pone en solfa una aseveración repetida incesantemente desde la aprobación del Estatuto de Autonomía de 2018: un salto cualitativo  de autogobierno que supone la nueva norma y que el profesor (y eurodiputado) Juan Fernando López Aguilar definió en un artículo académico como “un enérgico avance en materia de cantidad e intensidad para el autogobierno canario”. Lo cierto es que esta legislatura se ha decidido ignorar prácticamente todas las nuevas oportunidades competenciales que ofrece el EAC del 2018. Contra la insistente y ya cansina propaganda de los psocialistas isleños, la coincidencia de un mismo partido en los gabinetes de España y Canarias no garantiza en absoluto un mejor entendimiento político, ni siquiera cierto respeto institucional como demuestra el eterno atasco del convenio de carreteras, el retraso burlesco de la transferencia de las competencias en costas o la decisión del Parlamento de llevar al Tribunal Constitucional mezquinas y estúpidas agresiones al Régimen Económico y Fiscal.

Todo esto es un pantomima indigesta en la que resulta penoso ver participar a  Julio Pérez por sentido de partido y a José Miguel Ruano por sentido del deber. Canarias no participa en las negociaciones – como desvergonzadamente ha llegado afirmar Ángel Víctor Torres – sino que asiste como oyente en una reunión de preparación de las mismas. Por supuesto, cabe añadir que reuniones como en la que ha participado Pérez se han celebrado otras, pero ahí estaba el consejero de Administraciones Públicas, que sirve para una portavocía, para un barrido de oposiciones o para un fregado de hipocresía supurante. Es que resulta imposible no imaginarse la situación con Pérez tomando asiento en la mesa y sonriendo  todo el mundo.

–¿Y ese?

–Es canario.

–Coño. Igual nos consigue un apartamento en Fuerteventura para agosto, que ya no encuentro nada. Hola, hola. Encantado.  A mí me gusta el mojo. Mojo picón. La rica salsa canaria se llama mo-jo pi-cón…

–Buenos días, Julio, Julio.

–El apartamento no lo quiero para julio, sino para agosto…

–Déjalo ya. No te escucha. El ministro le pidió que se pusiera tapones en los oídos.

–¿Y se los puso?

–Antes de que el ministro terminara de pedírselo.

–Que listo es la mosquita muerta. El apartamento en Fuerteventura, para él…

Para terminar de sincerarnos, es altamente improbable que Marruecos tenga una voluntad negociadora clara, pero si dispone de un objetivo cristalino: sacar todo lo posible, alternados putadas infectas con gestos amistosos, mientras se desarrolla una negociación sempiterna, inconclusa, palabrera. Ahora que el Gobierno socialista ha externalizado la vigilancia de las fronteras de Ceuta y Melilla en manos de una gendarmería implicada, como varios ministerios marroquíes, en el tráfico de seres humanos hambrientos y aterrorizados, una gendarmería que resuelve bien las cosas matando, hiriendo y torturando, Rabat no tiene ninguna prisa por negociar nada. Ni Julio Pérez en dejar de sonreír. Ni Pedro Sánchez o Ángel Víctor Torres en condenar una matanza.     

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Sin prisas ni vergüenza

Como sin duda soy un irresponsable  creo que la presencia físico-química del consejo Julio Pérez y la telemática del letrado José Miguel Ruano en las reuniones técnicas preparatorias de las cumbrecitas entre España y Marruecos con el objetivo de delimitar las aguas territoriales dentro de un par de siglos no sirve absolutamente para nada. Y esa patente insignificancia pone en solfa una aseveración repetida incesantemente desde la aprobación del Estatuto de Autonomía de 2018: un salto cualitativo  de autogobierno que supone la nueva norma y que el profesor (y eurodiputado) Juan Fernando López Aguilar definió en un artículo académico como “un enérgico avance en materia de cantidad e intensidad para el autogobierno canario”. Lo cierto es que esta legislatura se ha decidido ignorar prácticamente todas las nuevas oportunidades competenciales que ofrece el EAC del 2018. Contra la insistente y ya cansina propaganda de los psocialistas isleños, la coincidencia de un mismo partido en los gabinetes de España y Canarias no garantiza en absoluto un mejor entendimiento político, ni siquiera cierto respeto institucional como demuestra el eterno atasco del convenio de carreteras, el retraso burlesco de la transferencia de las competencias en costas o la decisión del Parlamento de llevar al Tribunal Constitucional mezquinas y estúpidas agresiones al Régimen Económico y Fiscal.

Todo esto es un pantomima indigesta en la que resulta penoso ver participar a  Julio Pérez por sentido de partido y a José Miguel Ruano por sentido del deber. Canarias no participa en las negociaciones – como desvergonzadamente ha llegado afirmar Ángel Víctor Torres – sino que asiste como oyente en una reunión de preparación de las mismas. Por supuesto, cabe añadir que reuniones como en la que ha participado Pérez se han celebrado otras, pero ahí estaba el consejero de Administraciones Públicas, que sirve para una portavocía, para un barrido de oposiciones o para un fregado de hipocresía supurante. Es que resulta imposible no imaginarse la situación con Pérez tomando asiento en la mesa y sonriendo  todo el mundo.

–¿Y ese?

–Es canario.

–Coño. Igual nos consigue un apartamento en Fuerteventura para agosto, que ya no encuentro nada. Hola, hola. Encantado.  A mí me gusta el mojo. Mojo picón. La rica salsa canaria se llama mo-jo pi-cón…

–Buenos días, Julio, Julio.

–El apartamento no lo quiero para julio, sino para agosto…

–Déjalo ya. No te escucha. El ministro le pidió que se pusiera tapones en los oídos.

–¿Y se los puso?

–Antes de que el ministro terminara de pedírselo.

–Que listo es la mosquita muerta. El apartamento en Fuerteventura, para él…

Para terminar de sincerarnos, es altamente improbable que Marruecos tenga una voluntad negociadora clara, pero si dispone de un objetivo cristalino: sacar todo lo posible, alternados putadas infectas con gestos amistosos, mientras se desarrolla una negociación sempiterna, inconclusa, palabrera. Ahora que el Gobierno socialista ha externalizado la vigilancia de las fronteras de Ceuta y Melilla en manos de una gendarmería implicada, como varios ministerios marroquíes, en el tráfico de seres humanos hambrientos y aterrorizados, una gendarmería que resuelve bien las cosas matando, hiriendo y torturando, Rabat no tiene ninguna prisa por negociar nada. Ni Julio Pérez en dejar de sonreír. Ni Pedro Sánchez o Ángel Víctor Torres en condenar una matanza.     

 

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El miedo de un presidente

Pedro Sánchez ha asegurado que a algunos poderes económicos no les gusta nada su Gobierno. No entró el presidente en mayores precisiones. Y eso le resta verosimilitud y fuerza política a la declaración. A mi juicio Sánchez está obligado a precisar a quién se refiere exactamente. ¿Quiénes forman parte de la conjura de los necios multimillonarios que anhelan asfixiar al heroico gobierno progresista? ¿Podría hablarnos el señor presidente con mayor detalle de esas conexiones entre los poderes económicos y sus terminales mediáticas? Por poner un ejemplo al azar, el principal accionista de El País es Liberty Acquisition Holding, uno de los mayores fondos de inversión de Estados Unidos, que controlan dos multimilllonarios, Nicolas Berggruen y Martin Franklin.  Y a pesar de que el diario fundado por Polanco en 1976 esté en manos de un fondo de riqueza insondable y con fuertes conexiones con el capital norteamericano y europeo ahí está El País, apoyando indesmayablemente al Gobierno del PSOE y Unidas Podemos. Quizás, como solía decir  Salvador Novo, existen multimillonarios de izquierdas y multimillonarios de derechas, “que son muy distintos y solo comparten el amor reverencial por el dinero”, señalaba irónicamente el escritor mexicano. ¿No dijo el propio Berggruen una vez que no estaba interesado en las cosas materiales y que era capaz de prescindir de todo, salvo de su jet privado?

Es difícil localizar alguna zona financiera o empresarial que haya manifestado, siquiera tenuamente, un antisanchismo militante. Pero si la CEOE incluso le firmó su pequeña y pinturera reforma laboral sin mayores fricciones. La élite financiera y empresarial española tiene motivos suficientes para criticar al Gobierno, pero no por modificar estructuras de poder, sino por abusar casi hasta el infinito del gasto público como solución ante cualquier coyuntura crítica. Pero el  poder de la oligarquía empresarial –obviamente –permanece intacto, y las rentas que derivan de sus conexiones con gobiernos y partidos son más sólidas que nunca. Quien sufre y sufrirá más intensa e inevitablemente la disparatada política económica y fiscal de Sánchez serán las clases medias, los pequeños empresarios y comerciantes, los trabajadores sin cualificación, los desdichados autónomos. Esos experimentan ya un empobrecimiento alarmante que solo se agravará en los próximos meses, quizás en los próximos años. ¿Qué diablos le importa a Patricia Botín que la barra de pan sea un 20% más cara o que la gasolina o el fuel no dejen de subir de precio? Un poco de inflación durante un par de años no supone ni un arañazo para los más pudientes, y en ciertos espacios de la actividad económica y comercial, incluso puede ser momentáneamente beneficiosa. No, las élites económicas de España no tienen nada que temer del Gobierno, que es tan cariñoso que – volviendo a la rueda de prensa del señor Sánchez del pasado sábado – aprobará el nuevo impuesto que gravará los beneficios extraordinarios del oligopolio eléctrico para que entre en vigor el próximo 1 de enero. Los extraordinarios de este 2022 no se verán afectados. No, no hay nada que temer.

Ni los poderosos españoles ni los extranjeros, en fin, deben albergar miedos o suspicacias.  El presidente Sánchez brindó también una de las afirmaciones más aterradoras jamás dictadas por un presidente del Gobierno español en los últimos cuarenta años. En efecto, su agradecimiento y elogio a la gendarmería de Marruecos por su trabajo a la hora de contener a aquellos que pretendieron la pasada semana saltar las vallas de la ciudad de Melilla. Ciertamente se emplearon a fondo: unos cuarenta muertos y alrededor de un centenar de heridos. Lo repetiré: Pedro Sánchez felicita a las fuerzas del orden de Marruecos por una acción criminal en la que fueron asesinadas cuarenta personas. Sus cadáveres se han podido ver en periódicos y televisiones. Marruecos los permitió llegar hasta ahí, para hacer un happening sangriento, y Marruecos los ha matado, y el presidente Sánchez los felicita por su carnicería vil y calculada. No, presidente. A ningún magnate español le da miedo su gobierno. El que da miedo a cualquier alma democrática – un miedo hirviente de náuseas –es usted.

 

 

 

 

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El petróleo marroquí

Cuánto sabe la gente que sabe. Cuando el Gobierno presidido por el coalicionero Paulino Rivero (y vicepresidido por el socialdemócrata José Miguel Pérez) se enfrentó a las prospecciones de Repsol en aguas próximas a Canarias no faltaron los que ridiculizaron este rechazo – que contó con un amplio respaldo popular – como un ejemplo de catetismo aldeano y manipulación. ¿Por qué negarle a Canarias la oportunidad de disfrutar de las ventajas de la explotación de importantes yacimientos submarinos de petróleo?  Ahora que las prospecciones apoyadas por el gobierno de Rabat y desarrolladas por la empresa británica Europa Oil & Gas han encontrado un yacimiento de crudo que podría llegar a los 1.000 millones de barriles a unos 200 kilómetros de la Graciosa, casi al borde de la zona económica exclusiva de España, esta gente tan lista vuelve a dar la murga, y te cuentan que Marruecos nos va a chupar (sic) todo el crudo que exista por esos andurriales. Qué listos los marroquíes y que bobos somos los que rechazamos las pesquisas de Repsol y no asistimos (por ejemplo) a los almuerzos y merendolas que ofreció la multinacional española a los periodistas isleños.

Canarias no se hubiera beneficiado ni con un barrilito de queroseno si Repsol hubiera insistido en su exploración submarina y encontrado un yacimiento explotable. No somos un Estado, sino una comunidad autónoma, y no estamos en condiciones de imponer condiciones a una compañía de la potencia empresarial, económica y tecnológica como es Repsol, cuyos permisos de perforación concedió en su día el Gobierno español. Yo ignoro de dónde sacan sus petulantes ensoñaciones los que sostienen que nos podríamos haber llevado un solo céntimo si las prospecciones hubieran concluido con éxito. El señor José Manuel Soria, ministro de Industria y Energía, insistió mucho al respecto, pero jamás concretó nada sobre el fantasmagórico modelo de explotación que permitiría a Canarias participar en los beneficios de la extracción y la venta de crudo. Por una razón obvia: no existe tal modelo y una comunidad autónoma no tiene absolutamente nada que decir, proponer o exigir, desde un punto de vista jurídico, sobre una explotación petrolera a 100 kilómetros de sus costas. Nada.

El futuro energético de Canarias apunta irreversiblemente a las energías limpias aunque el petróleo – y el gas – sigan manteniendo un alto porcentaje en el mix energético durante los próximos lustros. La energía fotovoltaica y la energía eólica aumentaron su velocidad de implantación en la pasada legislatura, y después de pasar lo más duro de la pandemia, han cobrado de nuevo fuerza. Y sin embargo persisten agónicos cuellos de botella reglamentarios y administrativos que deben ser resueltos o suprimidos para que se cumplan las predicciones del Plan de Transición Energética de Canarias,  y en el 2030 el 60% de la demanda eléctrica del archipiélago se cubra con fuentes renovables. El Plan de Transición está muy bien, pero curiosamente no cuenta con las inercias e ineficacias que la selva de informes, permisos, autorizaciones y contratos que empresas y particulares deben superar. En ese encrespado desbrozamiento administrativo, que coarta todavía la implantación de renovables en las islas, y en la colaboración sistemática de la administración autonómica con cabildos y ayuntamientos con el objetivo de acelerar la transición energética es donde debe centrarse la exigencia crítica, no el lloriquear por un petróleo que, en ningún caso, sería nuestro, ni directa ni indirectamente, y que en Marruecos tampoco bendecirá a la población, sino a la familia real y a la camarilla corrupta y criminal del Majzén.

 

 

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