Alternativa Sí se puede

Imputaciones y dimisiones

Hace unos días mantuve en las redes sociales una conversación con varios amigos sobre la imputación de Pedro Fernández Arcila por varios delitos, decidida por un juzgado de Granadilla. Lo que más me alarmó, por parte de mis interlocutores de Alternativa Sí Se Puede, fue la combinación entre patriotismo de partido y una ignorancia judicial y procesal que demostraban apasionada, tercamente. Según su relato – el que se ha mantenido en intervenciones y comunicados públicos – la imputación de Fernández Arcila es el podrido fruto de una conspiración grotesca que pretende destruirlo política y electoralmente. Fue inútil advertirles que ningún partido político ha imputado a Fernández Arcila, sino la autoridad judicial. Tan inútil como recordarles que, jurídicamente hablando, no existen imputados verosímiles o inverosímiles, sino imputados sin más. En definitiva, a su compañero le estaba ocurriendo lo que ellos habían decidido y no lo que había decidido un juez.
A Fernández Arcila le avala un comportamiento público de muchos años – en la política y en la abogacía  — caracterizado por la honradez y la honorabilidad, por la generosidad, la bonhomía y la transparencia. Estoy razonablemente convencido de que podrá demostrar en el juzgado de instrucción que su asesoramiento al anterior gobierno municipal de Granadilla de Abona se ajustó en todo momento a la legalidad y que este asunto será archivado. Lo que servidor le pedía en todo caso a Alternativa Sí Se Puede es una reflexión – quizás necesaria para todos – sobre las relaciones entre actitudes políticas y decisiones judiciales. ¿Es razonable elevar a norma universal que un político –o un candidato electoral –imputado por un juez deba dimitir inmediatamente? ¿Debería hacerlo acaso Fernández Arcila? En mi opinión no. Desgraciadamente Alternativa Sí Se Puede, como el resto de los partidos tradicionales o emergentes, no está dispuesta e embarcarse en este debate, y opta, como todos los demás, por los aspavientos dramáticos, la indignación polifónica, la rumurología espesa, las versiones conspiranoicas –tengan o no un poso de verdad – y la defensa numantina de sus cargos y dirigentes. Y la mayor prueba de este porfiado error es la decisión tomada ayer por SSP de recurrir el archivo provisional de las imputaciones del alcalde de La Laguna y candidato presidencial de CC, Fernando Clavijo. En un comunicado de prosa superferolítica y argumentación punto menos que neurótica, Francisco Déniz concluye en que resulta “totalmente inexplicable” el archivo de las imputaciones de Clavijo, quien “no ha demostrado nada”. No es al señor Déniz ni al respetable público al que Clavijo debía demostrar nada. Han sido la fiscal del caso, la Fiscalía Anticorrupción y, finalmente, la juez competente, quienes no han visto indicios de delito en los comportamientos de Clavijo investigados durante varios meses. Claro que esto se le pueden antojar simples tecniquerías al señor Déniz. Tecniquerías que se llaman Estado de Derecho, Derecho Procesal y demás fruslerías diseñadas malignamente para evitar que la justa ira del pueblo caiga sobre los apriorísticamente culpables. No logro deshacerme de la incómoda sensación de que lo que intenta la dirección SSP es  mantener una imputación viva para que la suya no se quede sin compañía en los medios de comunicación.

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Los primores de una marca

De repente un chispazo en twitter descubre que las relaciones entre Alternativa Sí se puede y Podemos no son, contra lo que afirma cierta rumorología cafetera, precisamente idílicas. Lo más simpático del asunto es que algunos militantes destacados de Podemos en Tenerife – aun es pronto para hablar de liderazgos – muestran públicamente su desconfianza ante el entusiasmo unitarista de bastantes militantes de Alternativa Sí se puede, cuando debería ser precisamente lo contrario. Me parece bastante pasmoso que desde Podemos se hagan reproches poco o nada velados hacia la participación de militantes de SSP en algunos círculos. Especialmente porque, en la actualidad, y a reserva de lo que ocurra en un futuro inmediato, Podemos es en esta isla, única y exclusivamente, una marca político-electoral, y eso sí, varios centenares de personas discutiendo entusiásticamente en pequeñas asambleas sobre el sexo (o la casta) de los ángeles.
Alternativa Sí se puede, en cambio, lleva desde 2006 patéandose barrios y caseríos en la inmensa mayoría de los municipios tinerfeños y muestra una progresión electoral inequívoca. SSP nació de la confluencia civilizada de pequeños partidos políticos, plataformas cívicas y ciudadanos vinculados a movimientos ecologistas. Su identidad ideológica resulta bastante nítida (un ecosocialismo teñido de nacionalismo), sus procedimientos organizativos funcionan razonablemente bien (un asamblearismo flexible y adaptativo) y en su acción política las críticas a la gestión siempre van acompañadas de propuestas alternativas concretas. Sobre todo SSP ha sabido, muy astutamente, eludir debates político-ideológicos en su seno, presentándose pragmáticamente como una alternativa transversal a la que podrían apoyar distintos sectores sociales: desde los jóvenes, el precariado y los desempleados a las clases medias urbanas hastiadas de una crisis económica que ha extremado las desigualdades sociales en Tenerife, como en el resto de Canarias, ampliando la pobreza, la miseria y la exclusión social. Los dirigentes y concejales de SSP –con alguna vocinglera excepción- no se pasan el día lanzando proclamas, coreando consignas y extasiándose de su bondad espiritual. Recorren barrios, presentan iniciativas, formulan análisis críticos, enmiendan presupuestos, exigen compromisos específicos: hacen, qué horror, política.
En la izquierda canaria siempre se escucha el fervoroso mantra de la unidad como ungüento curativo de todos los males y único recurso para conseguir una alterativa fáctica al status quo. Pero a menudo esa obsesión unitaria, envuelta en un fervor cuasireligioso, lleva a olvidar que los agregados no siempre suman y a veces incluso restan, aun en el caso de conseguir mejores resultados aritméticos. A algunos militantes de Podemos, una fuerza política aun en su infancia, no les vendría mal una dosis de humildad. No basta con vestir una marca de éxito para dictar lecciones de estrategia política. Me recuerdan a los que se ponen un Carolina Herrera y así envueltos se creen autorizados hasta para disertar sobre el último libro de Piketty o la resurrección sexual de María Teresa Campos.

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La izquierda coalicionable

Equo, esa fundación ecologista transmutada en un partido político, es una entidad un tanto particular. Básicamente Equo es el lícito pero enracimado intento de algunos señores y señoras – y sobre todo del exdirector general de Greenpeace en España, Juan López de Uralde — de unificar las organizaciones y movimientos ecologistas que han brotado como hongos en las Españas desde los años noventa,  y cuya fragmentación y tribalismo siempre han dificultado extraordinariamente su presencia en las instituciones públicas. Su lanzamiento político ha sido más que veloz, fulminante, envuelto en acusaciones de oportunismo fotogénico. Pues bien, Equo está dispuesta a concurrir a las elecciones generales en Canarias con otras fuerzas políticas de izquierda y ecologistas, y tal ofrecimiento ha galvanizado a varias organizaciones isleñas, más recientemente, a Alternativa Sí se puede, cuya asamblea aprobó el pasado fin de semana iniciar contactos para articular una candidatura unificada a las Cortes.

Si uno revisa el programa de Equo encontrará un esmerado intento de evitar la palabra “izquierda” o la expresión “socialismo” en cualquiera de sus puntos. Por supuesto, en sus papeles, Equo insiste en la necesidad de “políticas redistributivas” porque solo a través de las mismas se alcanzará “la equidad y la protección social” propias de una sociedad sostenible. Después viene todo lo demás: desde el rechazo a los cultivos transgénicos y la prohibición de las corridas de toros, pasando por la supresión de los paraísos fiscales, el establecimiento de una tasa a las transacciones financieras y el desarme universal. Con estas propuestas se puede uno pasar entretenido el resto del milenio, efectivamente. Una nota añadida: Equo se ha opuesto rotundamente a cualquier acuerdo electoral con Izquierda Unida; en cambio, curiosamente, está dispuesta a pactar con pequeños partidos y federaciones locales, como Compromís en el País Valenciano. Porque demasiado sabe el señor López de Uralde que solo tiene alguna remota probabilidad de salir elegido diputado por la circunscripción de Madrid mientras puede presumir publicitariamente de contar con aliados y simpatizantes en las comunidades periferias.

No sé para qué diablos necesitan las fuerzas de la izquierda ecosocialista canaria el estímulo de Equo ni pactar un rábano con López de Uralde y sus compinches. Y tampoco sé, sinceramente, si sirve de algo presentar un candidato si el 21 de noviembre cada mochuelo rojo vuelve a su solitario y ensimismado olivo.

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