PP

Cáscaras

Si lo he entendido bien, Mariano Rajoy sostiene que la canariedad consiste en que tus hijos coman plátanos diariamente. A mí esta observación, formulada por el apóstol del sentido común con su habitual mesura dadaísta y ceceante, me ha desasosegado mucho. Nunca he sabido lo que es la canariedad, y vistos y leídos los teóricos de la cosa, se me antoja que la canariedad es como la caspa: nadie se da cuenta de que la tiene encima hasta que alguien se lo señala y, a partir de ese momento, quedan inaugurados los cimientos (y picores) de una identidad. Cabe suponer que como no seas casposo estás condenado a no destacar como un auténtico patriota. En todo caso hay que reconocer la profunda coherencia neoliberal de Mariano Rajoy al establecer una relación inequívoca entre el convencimiento ideológico y la ingestión de proteínas y vitaminas. “Que nadie me dé lecciones de canariedad”, viene a decir el líder del PP, “porque mis hijos meriendan plátanos todos los días”. ¿Será un criterio universal en sus visitas electorales? “Que nadie me dé lecciones de catalanismo, porque en mi casa tomamos butifarra para cenar todos los jueves” o tal vez “que nadie me dé lecciones de andalucismo, porque a mi señora le vuelve loca el pescaíto frito y se lo come to”.

Mariano Rajoy no ha deslizado el más modesto compromiso en su visita a Canarias. Ni uno solo. Fue tan cruel que ni siquiera aclaró si José Manuel Soria podría ser ministro o no, un asunto que tiene en vilo a cientos de miles de isleños. El apóstol le dijo a su discípulo que vaya a votar, vayan todos a votar al PP, hijos míos, que ya se hablaría de ministerios y Dios proveerá. Sobre el resto de la agenda política canaria Rajoy, fiel a su inigualable estilo de mudo vocacional, no musitó una palabra. Ni sobre el 30% de desempleados, ni sobre la crisis agónica de los servicios públicos, ni sobre las ayudas al transporte, ni sobre la reforma del Régimen Económico y Fiscal, ni sobre la negativa de Benito Cabrera a que se siga utilizando su villancico en las fiestas navideñas. Rajoy se limitó a pasear bucólicamente acorbatado por una hermosa platanera, en compañía de Soria, Cristina Tavío y un personaje que, a cierta distancia, podría confundirse con Don Pimpón, pero que era en realidad el eurodiputado Gustavo Mato. No dudo que Rajoy se coma los plátanos con fruición, pero por su actitud abstraída y sus silencios extáticos podría haber estado paseando perfectamente por los Monegros. Cuando tomó el avión de regreso sus palmeros, arrobados, corearon unánimemente las acrisoladas virtudes de su líder. A Rajoy lo que le queda de Canarias, en su proyecto político y en su casa, son las cáscaras.

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Declaración de intenciones

El supuesto programa electoral del Partido Popular, supuestamente aprobado en una supuesta reunión de trabajo celebrada en Santiago de Compostela (sí: Santiago de Compostela era lo único real) es, alegremente, tal y como lo han definido algunos gerifaltes de la dulce marianista, un documento de intenciones. El país ha llegado a cinco millones de desempleados – en Canarias la tasa no baja del 29% de la población activa — y una nueva recesión toca a las puertas del infierno español, pero en la situación económica y social más grave vivida desde la posguerra la fuerza política que, según todas las encuestas, alcanzará una amplia mayoría absoluta el próximo día 20, solo presenta un documento de intenciones, grandes líneas programáticas, lo que usted quiera escuchar, estimado cliente de medio minuto, que es lo que usted tarda en tomar las papeletas en su colegio electoral e introducir la gaviota en la urna, y darnos el mayor poder político y territorial del que ha dispuesto un partido en España desde la aprobación dela Constitución.

Desde luego se trata de no asustar y de simular algún mohín ideológico. Menos impuestos para todos y al mismo tiempo apoyo presupuestario, créditos y subvenciones en el que no falte nadie. Leyendo con cierto detenimiento el documento de óptimas intenciones del PP uno sería incapaz de deducir la catastrófica situación del país y la amenaza de una crisis económica internacional que puede dinamitar todo un sistema financiero y derrumbar a la propia Unión Europea. Al parecer todo se reduce a la pésima gestión de un equipo ministerial conducido por un inútil. Un poco de trabajo, buena voluntad y constancia pondrán las cosas en orden bajo esa benemérita encarnación del sentido común que es Mariano Rajoy. Esa miserable imagen de una crisis tan aguda y compleja como la actual, es decir, la comparación de España con la casa limpia y recoleta de un registrador de la propiedad que gestionará con tino y prudencia su salario, con tres comidas sanas al día pero excluyendo sanamente las meriendas con grasas polisaturadas, resulta, política e intelectualmente, una estafa grotesca.

Al fondo de todas las precauciones para no ahuyentar ni un solo voto, al margen de la oscura defensa de un modelo social básicamente insolidario en una democracia cada día más hueca, sorda y ciega, se encuentra un hecho todavía más sencillo, elemental, obvio: la dirección del PP no tiene ni la más puñetera idea de cómo salir de esta.

 

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Mentiras

“La realidad vivida es materialmente invadida por la contemplación del espectáculo hasta el punto de que no hay más realidad que la que surge en el espectáculo, y como la realidad surge en el espectáculo, el espectáculo se torna real hasta el punto que todo lo real se torna entonces en un momento de lo falso”. Francisco Camps anuncia que dimite por el bien de España y de Mariano Rajoy. Esta penúltima y grandilocuente cuchufleta es la pincelada final de su autorretrato: un hombre obsesionado por el poder, por sus grotescos delirios de grandeza, por el dolor torturante de dejar de ocupar el trono instalado en su fantasía. Camps se marcha porque no tiene otro remedio: o reconocía en una declaración ante el juez que había cometido un delito o estaba abocado a ser procesado, juzgado y muy probablemente condenado. Carecía de cualquier alternativa y así se lo explicó Federico Trillo, enviado plenipotenciario de Mariano Rajoy. Lo grave del asunto de Camps no son los trajes (por muy interesante que resulte observar la psicología de un pobre hombre fascinado por los trajes a medida gratis) sino sus reiteradas mentiras en la misma sede parlamentaria. Ayer, en el momento de su supremo sacrificio, volvió a mentir de nuevo. Incluso se permitió afirmar, en el colmo de la más delirante insensatez, que los cuatro cargos públicos del PP imputados por el juicio que le espera “son inocentes”, cuando varias horas antes dos de ellos habían reconocido su culpabilidad. Lo hicieron, por cierto, porque Camps y sus más allegados les habían insistido en que el presidente actuaría de igual manera. No lo hizo. Esos dos panolis ya están perdidos.
Mentiras. Y sobre la mentira de un gesto de nobleza y desprendimiento – el mismo desprendimiento y grandeza del que sale de una habitación al ver a entrar a un león – se edifica una grotesca, imbécil, pringosa exaltación del caído a cargo de Rajoy, González Pons y compañía. Dimitir como presidente de la Comunidad Valenciana porque estás a punto de ser juzgado por un delito de cohecho se transforma en un prodigioso ejemplo de nobleza, generosidad, prístina honradez. Están convencidos de que esto les saldrá política y electoralmente gratis, y tienen razón, y tienen razón porque esto ya no es política: la política está muerta, asfixiada por sus trajes a medidas. Esto es puro espectáculo. Nadie ignora que en Sálvame todos, invitados y seudoperiodistas, ejercen un papel, mienten, distorsionan la realidad, se enmascaran unos a otros. Y la gente se lo sigue tragando. Fascinadas por la sórdida mascarada. Por la estupidez del contexto. Por la ambigüa sinceridad de la mentira proliferante. Y la gente los sigue votando.

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Eres retama

El joven Asier Antona, bajo el padrinazgo de José Manuel Soria, se ha dedicado durante semanas a reescribir las endechas a la muerte de Guillen Peraza, si se admite un rapto de fantasía y se permite uno imaginar a Antonio Castro con el escudo maltrecho y el asta rota. La Palma se le acaba convirtiendo en retama gracias a un amplio grupo de concejales socialistas que nada quieren saber de Coalición Canaria, si no es su aniquilación por hambre y sed en la oposición. Toda vez que CC ha sido la fuerza más votada en los dos principales municipios de la Isla (la capital administrativa, Santa Cruz, y la capital económica, Los Llanos de Aridane) cabe sospechar que, por eso mismo, la dirección de los coalicioneros tiene una responsabilidad directa en su agónica situación. La decisión de enviar al Congreso de los Diputados a José Luis Perestelo y encargar la presidencia del Cabildo a Guadalupe González Taño se ha revelado como un grotesco error. Perestelo no es precisamente vibrante carne de hemiciclo y González Taño, con toda su capacidad de trabajo y su solvencia técnica, carece de la red de amistades e influencias políticas y personales de su predecesor en el escosistema palmero de CC. Nadie entendió jamás que Castro Cordobez se colocara en la Presidencia del Parlamento (donde solo ha cosechado disgustos) y que un veterano valor del partido, Juan Ramón Hernández, que derrotó a Noelia García hace ocho años, no fuera entendido como un magnífico candidato al Cabildo. Resumidamente: los coalicioneros de La Palma han gestionado fatalmente sus principales recursos y referentes político-electorales.
Nadie entre ellos hizo el más mínimo esfuerzo por mantener unos mínimos canales expeditos con el PSC palmero. Convencidos de su potencia electoral suscribían que un pacto con conservadores o socialistas como socios minoritarios caería como fruta madura en la misma noche electoral. La penúltima y muy menguada esperanza consiste en conservar el Cabildo Insular, en la espera de que la trepanación a la que están sometiendo a Anselmo Pestana – “de ti depende que estemos en el Gobierno autonómico o no”, le han dicho los cirujanos de la dirección regional del PSOE –culmine con éxito. Anselmo Pestana, que compartió la Alcaldía de Santa Cruz de La Palma con CC, se resiste como gato panzarriba, y no pueden siquiera amenazarlo con la expulsión del partido: es senador y los socialistas no pueden permitirse precisamente ahora el lujo de perder un senador. Las endechas no son poesía didáctica, pero dejan claro el triste fin de los osados: “Todo lo acaba la malandanza”.

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Tan campantes

CC de Tenerife debería levantarle un monumento a Santiago Pérez. Una de las sorpresas más tronantes de los resultados electorales es que CC mantenga los siete diputados al Parlamento por la circunscripción insular. Si CC perdió casi un tercio de sus votos en Santa Cruz, vió evaporarse la mayoría absoluta en La Laguna, no la alcanzó en Arona y sufrió golpes como los de Tacoronte o Santiago del Teide, ¿cómo se explican sus siete diputados? La razón está, exclusivamente, en el hundimiento del PSC-PSOE de Tenerife. Porque los coalicioneros perdieron muchos votos a la Cámara (unos 13.000 aproximadamente) pero los socialistas muchísimos más (nada menos que 48.000). Es en Tenerife, precisamente, donde Coalición obtiene sus peores resultados autonómicos con diferencia, pero gracias a la participación de la alianza entre Nueva Canarias y Socialistas por Tenerife, y a la puñetera regla de Hont, el hundimiento de los socialistas, antaño segunda fuerza política isleña, los coalicioneros mantienen sus siete diputados y empatan así en escaños con el Partido Popular. Paulino Rivero y Javier González Ortiz podrían tallar, como acto de sincero agradecimientos, los rostros de Pérez, Corrales y Viciana en las laderas del Teide, emulando el tributo de los estadounidenses a los padres de la patria en el Monte Rushmore. Se lo deben.
Desde 1993 han gobernado esta comunidad autonómica CC y PP. Durante la mayor parte de estos dieciocho años han compartido Gobierno. El líder de la fuerza política que ha ganado las elecciones, José Manuel Soria, fue vicepresidente del Gobierno y consejero de Economía y Hacienda durante casi tres años y medio de la pasada legislatura y es directamente corresponsable, por tanto, de los frutos políticos y administrativos de la misma. Pues bien, el electorado ha decidido que los eternos socios de Gobierno acumulen más de los dos tercios de los escaños de la Cámara. Dieciocho años, por tanto, y en lo que afecta a la representación parlamentaria, siguen tan campantes. La izquierda ha sufrido una derrota sin paliativos, y no me refiero únicamente al PSC-PSOE, que solo podría conjurar una implosión destructiva si entra a formar parte del Gobierno y de corporaciones insulares y locales: pan para hoy y hambre para mañana. La política canaria se va a poner todavía más irrespirable, navajera, centrada en sí misma y no en una realidad socialmente aterradora. A lo lejos se divisa la única organización de izquierda que ha demostrado tener un proyecto político con creciente implantación socioelectoral: Sí se puede.

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