PP

Adoctrinamiento y BOE

Los denuestos y las gracias sobre la publicación en el Boletín Oficial del Estado de los contenidos de la asignatura de religión  religión empiezan produciendo asentimiento y terminan generando cefaleas. Una de los rasgos que ha desvelado la actual crisis política y económica es el vuelo gallináceo del progresismo convencional español. Así que repentinamente se encuentra uno en las redes sociales a miles y miles de furibundas cluecas picoteando en el BOE contra el grano de su indignación. ¡Qué se publique en el Boletín Oficial del Estado que Dios creo el Universo en menos que tarda Jorge Javier Vázquez en insultar a Belén Esteban (o viceversa)! ¡O que el tal Jesucristo resucitó a los tres días, sin duda sin pestañear! Al parecer en el BOE solo se publica aquello que es puntillosamente la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Cabe deducir que imprimir en esos sagrados folios que el cosmos tiene un origen divino supone una suerte de monstruosa profanación y un síntoma de la degradación aterradora del país, cuando no en un motivo añadido para votar, por ejemplo, a Podemos.
Lo cierto es que no hay más remedio – desde un punto de vista técnico-administrativo – que publicar en el Boletín Oficial del Estado los contenidos establecidos para la asignatura de religión (católica, apostólica y romana, por supuesto).  Solo faltaría que tales contenidos fueran secretos y se los guardase solícitamente el Nuncio Apostólico en el braguero. Lo realmente inadmisible en un Estado aconfesional (y en este punto las diferencias afiligranadas entre laicismo y aconfesionalismo resultan insignificantes) es que se imparta la religión como asignatura en las escuelas sostenidas con fondos públicos. Es decir, que el Estado financie total o parcialmente el adoctrinamiento religioso de los ciudadanos. El hecho de que en este programa de adoctrinamiento se entrecrucen milagros, creacionismos, vírgenes, santos y papadioses es secundario, porque no sería menos intolerable (y constitucionalmente discutible) la inculcación en los centros escolares de contenidos propios del judaísmo, del islamismo o del culto del Espagueti Volador. En una sociedad democrática las religiones son un asunto meramente privado. Adherirse a creencias y prácticas religiosas representa  un derecho del ciudadano pero en ningún caso puede establecerse desde los poderes públicos como un deber reglado escolarmente. La crítica debe dirigirse a un Gobierno derechista y catolicorro, cuyo liberalismo político es tan verosímil como los Reyes Magos, que abre puertas y ventanas de las escuelas públicas a la religión, mientras considera absolutamente irrelevante (cuando no sospechosa) la enseñanza de los principios y valores constitucionales que fundamenta un Estado democrático.

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Soria se acerca

José Manuel Soria lleva bastantes meses esforzándose en convencer a Mariano Rajoy para que no se le designe candidato presidencial del PP en las próximas elecciones autonómicas. Inicialmente Soria contaba en el Gobierno central a un antigüo y gran amigo, Luis de Guindos, pero pronto maniobró con habilidad serpenteante para situarse en las proximidades y ganarse la estimación de Soraya Saénz de Santamaría, poderosísima vicepresidenta y sin duda la persona con mayor influencia sobre Rajoy en el equipo ministerial. Porque evidentemente a Soria – como en sus tiempos le ocurrió a Juan Fernando López Aguilar – le repugnaba bastante la tesitura de abandonar el Ministerio de Industria, Turismo y Energía para regresar al infierno de glamour pueblerino que significa la política canaria. Resistir hasta el final de la legislatura, participar en la campaña electoral más compleja y arriscada que vieron los siglos y, si los astros son propicios, continuar olímpicamente en el Gobierno, y si todo se va al traste,  reposar en el escaño y meditar si no ha llegado la hora de dedicarse a otra cosa. A un par de consejos de administración, por ejemplo. Dentro o fuera de España.
Sin embargo se detectan signos de que Soria está fatalmente abocado a regresar a Canarias. El más evidente es su soberana decisión de apartar a José Miguel Bravo de Laguna de la candidatura a la Presidencia del Cabildo de Gran Canaria. Por razones que se me escapan, Bravo de Laguna, en su día enfrentado al ministro de Industria y sorprendentemente repescado por Soria hace apenas un lustro de entre los zombis mejor enchalecados, ha conseguido convertirse en el político grancanario más valorado en su isla. Las encuestas no pueden prometerle una mayoría absoluta que no consiguió en 2011, pero sí indicaban que, bajo su candidatura, el PP ganaba con cierta holgura las elecciones al Cabildo Insular. Y después de cuatro años se le vuelve a enterrar sin contemplaciones – quizás con el premio de consolación de un puesto en la lista parlamentaria y el gesto funerario de reservarle una cripta en el Senado –para ser sustituido por María Australia Navarro, sorianismo puro y duro de irrestricta lealtad al César Legionario. Si José Manuel Soria toma semejante determinación – asumiendo incluso cierto riesgo electoral – es porque le urge una candidata – y eventual presidenta – sobre cuya fidelidad no quepa un resquicio de duda razonable y que metabolice instantáneamente cualquier instrucción relativa a las relaciones de poder político e institucional que se fragüen a partir del próximo junio en Canarias. Soria se acerca. Lentamente. Como palpando los bordes próximo a un barranco demasiado profundo y que exhala un hedor tal vez profético.

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Otro error del PSOE

1) El terrorismo yihadista es una amenaza real. Que haya que insistir en esta obviedad representa un indicio más de la buena salud de la tibetanización idiota de la sociedad española en general y de la izquierda en particular, pese a padecer a ETA durante cuarenta años y haber sufrido el mayor atentado islamista cometido en Europa hasta el momento. Una cosa es exigir que la lucha contra el terrorismo no termine deslizándose hacia la legitimación de un autoritarismo que socave las libertades civiles, abriendo un estado de excepción sistemático y permanente, y otra emitir sandeces como las que se pudieron escuchar o leer con motivo de la reciente matanza de París: desde que la solución consiste en más democracia y no menos hasta esa extraña tranquilidad de conciencia – solo de conciencia, claro, ni la caja craneana ni las piernas quedan a salvo –que se alcanza al responsabilizar del terrorismo no a los que asesinan con tiros en la nuca o bombas, sino al imperialismo norteamericano o su cómplice, el barrigudo y cínico egoísmo europeo. Ya explicó Arcadi Espada que el énfasis en las causas del terrorismo es directamente proporcional a la distancia entre el lugar de las bombas y el enfático: a mayor distancia de las bombas, mayor insistencia en las causas. En todo caso el combate contra el terrorismo yihadista es arduo y complejo y no puede no notarse.
2) La unidad, por supuesto. Es imprescindible la unidad política, social, cultural frente a la agresión terrorista. No debe ser una reacción militaroide de prietas las filas, sino la plasmación de una verdad elemental: la unidad es pragmática, la unidad es más sólida, la unidad es el mejor cemento para rearfirmar valores y no únicamente avalar estrategias. Se entiende perfectamente que los grandes partidos del país (PP y PSOE) negocien un acuerdo básico que muestre su unidad frente a las amenazas del terrorismo yihadista, como lo hicieron en el pasado con ETA. Lo que yo no entiendo, precisamente, es que los socialistas no hayan negociado ese acuerdo. Solo han suprimido algunos detalles léxicos y modificado algunos giros sintácticos del texto inicial del Gobierno para rubricarlo con la fugaz pompa de focos y televisiones.
3) Si la lucha contra cualquier terrorismo debe basarse en la legalidad estricta el Código Penal  y en especial –aunque la evidencia sea sonrojante – las referencias al terrorismo en el mismo deben constituir un acuerdo previo entre los firmantes. No ha sido así y el inminente Código Penal que aprobará el PP gracias a su mayoría absoluta en las Cortes fragiliza el garantismo judicial, afecta negativamente a derechos básicos e  introduce de contrabando un Derecho penal del enemigo. El PSOE ha actuado al revés: primero me adhiero a una unidad política precocinada por el Gobierno de Rajoy y luego me comprometo a acudir al Tribunal Constitucional para neutralizar los instrumentos operativos con los que se pretende eliminar la amenaza que les ha convocado. Es un nuevo error  estratégico del PSOE que contribuye a su desindentificación política e incluso existen motivos para una sospecha razonable:  Pedro Sánchez no ha aparecido junto a Mariano Rajoy por sentido de la responsabilidad, sino por sentido del share.

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Ese señor

Recuerdo a Rodríguez Zapatero (ustedes disculpen) pronunciándose sobre Rajoy en una entrevista cualquiera: “Es que parece un señor muy mayor, ¿no? Un señor de los que te encuentras leyendo el periódico del día anterior en el casino del pueblo”. Pues sí. Rajoy era una reliquia, pero lo ha sido siempre. Rajoy sintetiza el espíritu vintage de la política española. El señor Rajoy, nos dicen, es un superviviente, pero eso es una tontería escasamente interesante. Todo político que cubra más de dos ciclos electorales es un superviviente. Lo interesante es el contexto que le ha permitido sobrevivir tan estupendamente que ha llegado a ser presidente del Gobierno. Un Rajoy triunfal es inconcebible entre los republicanos estadounidenses, los conservadores británicos postatcheristas o la derecha francesa. Un Rajoy triunfal exige casinos de cafeconleche, intrincadas maquinarias burocráticas que articulan partidos fieramente verticales, largos pasillos iluminados y despachos en la sombra, un cursus honorum que premia la lealtad perruna,  la mediocridad quintaesenciada y su interminable sordidez, la carencia de ideas propias, consideradas siempre como una actitud antihigiénica. No se fabrica un Rajoy así como así, pero un Rajoy así solo puede pasar por la Presidencia del Gobierno y salir incólume, ya que no enmedallado, en épocas de gestión pancista y prosperidad en los parterres. Ahora mismo don Mariano Rajoy es el hombre equivocado en el lugar incorrecto y en el peor momento.
Todo esto le viene grande, muy grande, a este individuo afásico, condotiero oficinesco, remedo ministerial de los tiempos de don Antonio Cánovas del Castillo. Y la crisis de su partido, agusanado por una corrupción enlaberintada, ya lo aplasta. Este festival diario de detenciones, imputaciones, declaraciones en los juzgados, autos y procesamientos no puede ser obviado con cuatro frases tartamudeantes, ni siquiera en el altar intocable de una televisión de plasma. Desde el primer minuto de su gobierno renunció a cualquier programa de reformas políticas y jurídicas que necesitaba el país hace más de una década. Creyó que estrangulando el gasto y la inversión – a las comunidades autónomas y los ayuntamientos –  podría continuar este machihembrado de capitalismo de amiguetes y administraciones públicas colonizadas por los partidos políticos, y sobre todo por el suyo, hasta la exasperación, hasta la infamia, hasta Suiza y Luxemburgo. Y ya no le queda tiempo en el muy improbable caso de que se decidiera a hacerla. Ocurre con el PP que es irreformable. El mismo Rajoy es uno de los responsables de su arquitectura organizativa, sus criterios de selección de personal político, su cultural funcional. El PP no puede ser purificado sin destrucción.  El suicidio no suele ser un nuen incentivo. La  tempestad va a arreciar, pero lo negarán todo numantinamente, y un día no lejano Rajoy terminará refiriéndose a sí mismo como a ese señor por el que le están preguntando.

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Aena, hacia el monopolio privado

Hace algunos meses alguien señaló que el diseño de la entrada de capital privado en Aena era un inquietante ejemplo de privatización sin liberalización. Parece que tenía razón. Como prioridad absoluta al Gobierno (perdón, al Estado, en qué estaría yo pensando) le urge liquidez. Perras. Después de las grandes privatizaciones de los años noventa la única empresa estatal que queda por ordeñar es Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea, entidad pública empresarial adscrita al Ministerio de Fomento. Sacando a subasta el 49% de las acciones de Aena se piensa recaudar unos 3.500 millones de euros, lo que estimula hasta el paroxismo los jugos gástricos del Ministerio de Hacienda. Un 21% lo constituirán tres accionistas de referencia (los señores March, Ferrovial y el Fondo TPI) y el 28% se reserva para inversores institucionales, colocadores y particulares y empleados, que también tiene su corazoncito, aunque encogido después de sucesivos eres y congelaciones salariales de los trabajadores. Pero nada de competencia. La competencia, la innovación y la autonomía empresarial les levantan ronchas a un partido cuyo liberalismo no es otra cosa que el after shave con que se perfuman para que su capitalismo de rufianes y cómplices no hieda demasiado a cloaca. El capitalismo del palco del Santiago Bernabeu, como lo caracteriza un rojo tan peligroso como Luis Garicano. Ni monopolio público ni competencia privada, sostenía el profesor Xavier Fageda: Aena será un monopolio privado que se atendrá a los criterios de rentabilidad más ferozmente carpetovetónicos.
Como, sinceramente,  no cabe depositar mucha confianza en que el capital público y el capital privado consensuen esfuerzos en potenciar Aena como un gran operador de alta eficiencia con capacidad de internacionalización, lo más predecible deriva hacia una situación en el que se maximizará la rentabilidad a corto plazo como criterio de gestión incuestionable sin un regulador claro en todo el proceso, porque reservarse el 51% de las acciones no te convierte automáticamente en una entidad reguladora con las potestades imprescindibles. Probablemente será un buen negocio para los accionistas mayoritarios, pero es muy dudoso que lo sea para el conjunto de los aeropuertos españoles y, en el caso de Canarias, significa una nueva amenaza en el horizonte. Transformar los aeropuertos del Archipiélago, que en el sistema económico isleño tienen un valor estratégico, en un monopolio privado y al mismo tiempo ajeno a cualquier liberalización supone otra hipoteca terrible para el futuro de este país, que depende de su conectividad aérea interna y externa para sobrevivir.

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