PP

Un Gobierno maltusiano

Siempre sospeché que el Gobierno de Mariano Rajoy no era liberal – a esta pandilla de  funcionarios apesebrados, primos de sus primos y rentistas el liberalismo les debe parecer una herejía modernoide – y ahora está claro que su inspiración filosófica no proviene de Milton Friedman, sino de Thomas Malthus. Este es un gobierno malhtusiano que entiende que debe preservarse al Estado de los ciudadanos y en ningún caso a los ciudadanos del Estado, no se diga de las injusticias, el pauperismo, el desempleo o las desigualdades de renta. El Estado se debe preservar para que pueda pagarse la deuda pública y José Ignacio Wert disponga de policías suficientes para abrir cursos académicos o inaugurar catedrales.
El verdadero corazón maltusiano del programa del Gobierno conservador ha quedado patente por una distracción cometida en el informe redactado a propósito de la nueva ley del aborto diseñada por Alberto Ruiz Gallardón entre lectura y lectura del Malleus Maleficarum, el gran tratado sobre la cacería de brujas publicado en el siglo XV. El informe apunta que las restricciones al aborto supondrán un positivo impacto para la salud económica del país porque, entre otros bienhechores efectos, ayudará a un aumento de los índices de natalidad. De acuerdo, solo un oligofrénico incurable puede imaginar que si prohíbes abortar, las mujeres no abortarán, porque la experiencia histórica, social y clínica acumulada demuestra que, simplemente, abortarán en peores condiciones, salvo las ricas, que podrán hacerlo en otros países de la impía Europa. Pero lo que cuenta es la inspiración, el horizonte, el sello intelectual de semejante reflexión. ¿Para cuándo la reforma –sesuda, equilibrada, prudente, gallardoniana en fin  — de la ley del divorcio? ¿No es evidente su impacto en el mercado de alquiler de vivienda, en el consumo en el ocio nocturno, en la prolongación voluntaria de la jornada de trabajo para no llegar al piso vacío y destartalado? ¿Cuándo se producirá la introducción de una normativa que permita –con las consecuentes desgravaciones fiscales – pagar por trabajar como una vía óptima para el reflotamiento de las empresas y el aumento de la recaudación tributaria? Abandonado como un traje ya sin remiendo la socialdemocracia, arrinconada la izquierda comunista, sepultadas las fantasías liberales como máscara ajada del capitalismo de cortijo, ese que mantiene a un diputado sentado y encausado en el Tribunal Superior de Justicia de Canarias sin que nadie le pida la dimisión, ha llegado el turno de Malthus, que además era sacerdote, aunque escribía peor que Santa Teresa.

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El lémur faltón

Cuando acabaron sus días como ministro en el último Gobierno de José María Aznar, Cristóbal Montoro, catedrático de Hacienda en la Universidad de Cantabria  — aunque en sus aulas jamás se le ha visto el poco pelo — montó una empresa de asesoría fiscal que primero se llamó Montoro y Asociados y después, más sobriamente, Equipo Económico. En la dirección de esta consultoría fulgieron a principios de siglo el exsecretario de Estado de Presupuestos y el exdirector de la Agencia Tributaria durante su etapa ministerial. Montoro y Asociados se dedicaba a asesorar a grandes fortunas para pagar menos al fisco y, en eficaz coordinación con algunos importantes bufetes, emitía informes para diseñar expedientes de regulación de empleo buenos, bonitos y baratos. Después de ser designado ministro de Hacienda y Administraciones Públicas por Mariano Rajoy, Montoro ha rescatado a varios técnicos de su consultoría y los ha colocado en su departamento. Entre sus nombramientos brilla uno muy hermoso, el de Pilar Valiente, que debió dimitir como presidenta de la Comisión Nacional del Mercado de Valores por sus relaciones con malolientes protagonistas del caso Gescartera. Es hermoso porque permite recordar, igualmente, que la presidenta de la sociedad de valores Gescartera era la hermana del por entonces secretario de Estado de Hacienda, Enrique Jiménez Reyna, monterista de primera hora. La hermana fue procesada y condenada y Jiménez Reyna abandonó la poltrona para evitar que el escándalo se propagase todavía más. Ah, la señora Pilar Valiente fue ascendida en 2012 y ejerce actualmente como subdirectora de la Oficina Nacional de Investigación del Fraude de la Agencia Tributaria.
Este sujeto, Montoro, es quien ahora se ocupa de salvar a la patria bancarroteada con la prioridad puesta, por supuesto, en los intereses generales. Los intereses generales, que son muy suyos, exigían una purga feroz en la Agencia Tributaria, y a ello se aplicó Montoro desde sus primeras semanas en el cargo. Las destituciones y dimisiones inducidas en loss últimos días en la Agencia Tributaria son el último capítulo de este saneamiento, porque ya en el primer semestre de 2012 el ministro removió a los técnicos que se ocupaban del caso Gürtel o el caso Urdangarín; en estas jornadas prenavideñas se ha dedicado a ultimar la tarea o a castigar a los que ascendió hace año y medio y no habían entendido que ya no eran funcionarios técnicos de una agencia, sino escribas del señor ministro. En cualquier lugar del mundo democráticamente civilizado Montoro debería dimitir, pero el ministro sonríe como un lemur desafiante y faltón mientras la Agencia Tributaria tintinea en su bolsillo.

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El prudente Rajoy

El Gobierno español sigue inflexible para conseguir sus objetivos. Ayer Mariano Rajoy les dio las gracias a los ciudadanos, pero como el presidente sabe que la paciencia del populacho no es infinita, prepara cariñosamente una nueva Ley de Seguridad Ciudadana, que no es otra cosa que la principal agresión que han sufrido las libertades públicas en el país  desde la Santa Transición. El mismo Rajoy ha advertido, como si de un gesto heroico se tratara, que no va a levantar el pie al acelerador de lo que llama reformas, que muy poco o nada tiene que ver con las reformas políticas y legislativas que le urgen al país (desde una regulación eficaz del mercado laboral hasta la remodelación de la estructura institucional y administrativa del Estado pasando por ) sino con un conjunto de medidas con las que se conseguirán dos grupos de objetivos fundamentales: que las clases medias y populares soporten todo el peso del ajuste fiscal y que se abra la vía para los negocios que supone la privatización del cada vez más raquítico y acosado Estado de Bienestar.

Para entrar en lo que se denomina ya “segunda fase de las reformas”,  con medidas como acortar los plazos y las cuantías de las prestaciones en el seguro de desempleo con el que malviven cientos de miles de familias en toda España, Rajoy y su equipo intentarán aguantar hasta las elecciones europeas: les basta con ganar por un par de diputados al PSOE para proclamar a los cuatro vientos de la catástrofe sonriente que los electores han legitimido sus políticas y se resisten en confiar en la alternativa de los socialdemócratas españoles que, como bien ha indicado el politólogo Jorge Galindo, no han optado, en su reciente Conferencia Política, ni por la izquierda ni por la derecha, sino por el pasado, por las fanfarrias, poquedades, eslóganes y artefactos analíticos de su pasado. En el segundo semestre de 2014 comenzará una nuevo capítulo de Jack el Destripador al frente del Consejo de Ministro: nuevos recortes presupuestarios, comienzo de la implantación del flamante modelo educativo del señor Wert, reforma de las prestaciones por desempleo. La calle se va a poner caliente, muy caliente, y por eso Rajoy, que es un concentrado de mediocridad apabullante y se ha apañado un liderazgo basado en la ausencia y la omisión, pero al que le asisten siempre la prudencia y la cautela, prepara una ley destinada a la protección de la élite política y a la criminalización de la protesta y la disidencia.

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Animalario

Anteayer un grupo de guiris con aspecto hiperbóreo sacaban fotos del jardincillo del Parlamento de Canarias, por donde deambulaban varios diputados y alguna exconsejera del Gobierno autonómico, todos con el móvil incrustado en la oreja y gesticulando con histrionismo democrático, es decir, sin grandes aspavientos. Los turistas se marcharían luego al Loro Parque, pero actuaban en ese momento exactamente igual que ante la acristalada jaula de los gorilas. Si no le tiraron cacahuetes para comer es porque en la excursión no figuraba ningún niño o porque sus señorías lucían una nutrición más que aceptable. La exconsejera fue la favorita de las cámaras. Siempre fue fotogénica, sobre todo cuando no sonreía y nos libraba de su dentadura caballuna. Y en ese momento no lo estaba haciendo.
Muchos apuestan ya porque el pacto regional entre CC y el PSOE no llegará a las elecciones europeas. Ahora mismo toca apretar los glúteos marcialmente y aprobar el proyecto de presupuestos generales de la Comunidad autonómica. Después amanecerán las vacaciones navideñas que se utilizarán como una trinchera repleta de turrones y mazapanes y luego enero dirá, o quizás febrero, el mes que se han regalado nuestros diputados de vacaciones parlamentarias. Hace tiempo – reinaba sin gobernar, como a él le gustaba, Juan Carlos Alemán – que el PSC-PSOE ya no era un partido sólido y cohesionado. Bastaba con un poco más de degradación y, sobre todo, con desembarcar en el poder autonómico, para activar las contradicciones y tribalismos y ese taifismo se convirtiera en material explosivo. Desde siempre CC ha demostrado su incapacidad para construirse como una fuerza única que superara los menceyatos insulares. CC como una fuerza unitaria es una contradicción en sí misma. A un partido que ha dejado de serlo y a otro que nunca lo ha sido llegaron, en el peor momento, dos dirigentes alérgicos a los equipos, al debate interno, a lucidez programática, a todo lo que no sea cálculo electoral alicorto y avestrucista. Lo que quiere ahora mismo la mayoría del PSC es pactar con el PP en todas las corporaciones donde pueda arrebatarle el poder a Coalición y dejar en una minoría diariamente lapidada al último Gobierno de Paulino Rivero. El PP está encantado.
Creemos estar ahí fuera. Viendo a través de la verja a este grotesco y repugnante animalario y a sus luchas por la comida y el apareamiento, pero es al revés, turistas de nosotros mismos: son ellos los que nos tiran cacahuetes y nos observan con extrañeza. ¿Electores dices? ¿Y son ciudadanos? Qué bichos más raros.

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Idiotas

El diputado conservador Manuel Fernández – ceniciento dirigente al alba y ubicuo empresario al atardecer sin el cual la historia interna del PP canario del último cuarto de siglo resulta incomprensible  — ha llamado directa y explícitamente idiotas a todos aquellos que se oponen a las prospecciones de Repsol al este de Lanzarote y Fuerteventura. Idiotas. Es interesante. En general el señor Fernández es más interesante de lo que su apariencia promete, aunque por desgracia despierta menos interés de lo que merece. Recordemos que, en la pasada legislatura, se pudo saber –casi milagrosamente – que el señor Fernández cobraba como diputado con dedicación exclusiva, pero había solicitado y obtenido de la correspondiente comisión parlamentaria autorización para desarrollar otras actividades, entre las cuales figuraba labores de intermediación de una relevante empresa con las administraciones públicas. En un país con menos idiotas que este, ciertamente, el señor Fernández hubiera debido dimitir, con grave riesgo para la continuidad de su largísimo y neblinosa carrera política, pero aquí no pasó nada, es decir, sí pasó: el señor Fernández siguió amarrado a su escaño, y desde ahí ha llamado idiotas a bastantes miles de ciudadanos.
En la antigua Grecia se denominaba idiotikós a aquellos miembros de la polis que se desinteresaban de la política, que mostraban un desinterés supino por los problemas de la vida común, que se negaban a participar en los asuntos públicos. Los ciudadanos canarios que se han manifestado contra las prospecciones petrolíferas quizás estén equivocados, pero desde un punto de vista político no son idiotas precisamente. El señor Fernández tiene, en cambio, sus idiotas preferidos: son los que no se manifiestan, los que no participan ni se interesan en el debate, los que se ausentan de aquello que, para bien o para mal, influirá en sus vidas cotidianas. Los idiotas a los que ama el señor Fernández son aquellos que admiten su exclusión de la política, los que dejan hacer, los que creen o quieren creer que la democracia consiste en votar cada cuatro años – a figuras de la altura intelectual de Manuel Fernández, por ejemplo – y desentenderse de lo que ocurra, aceptarlo con resignación ejemplar, hasta la próxima vez que les toque acercarse a una urna. Son numerosos y son calladitos y por eso el partido del señor Fernández los ha llamado la mayoría silenciosa. Todo lo contrario a una ciudadanía que merezca ese nombre, informada y vigilante, porque si la mayoría estuviera constituida por ciudadanos informados y vigilantes el señor Fernández no tendría ni una puñetera posibilidad de insultarlos desde un escaño.

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