Alfonso González Jerez

La contradicción

Las autoridades y hasta las personas razonables insisten en que no caigamos en el alarmismo por el ciclón tropical que ahora mismo se cierne sobre Canarias. Lo razonable es informarse directamente en los comunicados de oficiales de las administraciones y organismos públicos, de la Agencia Estatal de Meteorología o si lo prefieren en la seriedad y rigor científico de  cuentas como @tenerife_meteo en Twitter. Eso, sin duda, basta con este episodio de lluvias y vientos y tormentas que se prolongará muy probablemente hasta el martes. Para el resto de preocupaciones e incertidumbres no lo tenemos tan sencillo.

Hemos encallado en una esquizofrenia cada día más incomprensible. A medida que crecen las incertidumbres políticas y económicas sobre el futuro inmediato se nos repite que no hay motivos por los que preocuparse. Ayer escuché, estupefacto, como un dirigente empresarial explicaba que como no existe una sola predicción económica en la que se pueda confiar lo que debe hacerse en mantener la tranquilidad. El Gobierno autonómico, por su parte, anuncia a diario la llegada de más y más millones para Canarias procedentes de Bruselas y Madrid. Cientos y cientos de millones ha conseguido el heroico Ángel Víctor Torres con la renovación del convenio de carreteras. Su vicepresidente y consejero de Hacienda afirma impudorosamente que los canarios viven mejor que nunca. La Consejería de Transición Ecológica tiene instalado un botafumeiro presupuestario que inciensa con pasta gansa proyectos invisibles, pero luego ejecuta un 28% de esa montaña de dinero.  Todo es así: un chorro inmisericorde de pasta donde se bañan los consejeros y los directores generales como los senadores romanos se bañaban en las termas. Mientras tanto el empleo del sector privado sigue siendo porcentualmente inferior al de finales de 2019, ha aumentado la brecha social y las organizaciones no gubernamentales –con Cáritas a la cabeza – están sobrecargadas por la presión asistencial de los pobres de siempre y los nuevos pobres, muchos de ellos con sueldos miserables. Esta contradicción, la de un Gobierno embutido en cientos de millones de euros y una población empobrecida, pauperizada incluso disfrutando del lujo de un empleo, y que ahora soporta una inflación rampante:  se vive cotidianamente con pasmo, pero también con un creciente hartazgo. El Gobierno de Canarias y los partidos que los sustentan lo fían todo a la mayoría que acude a los colegios electorales —  funcionarios y  jubilados con pensión contributiva — dos colectivos que, hasta que a la inflación no le han salido garras y colmillos, gozaban de una ventaja situacional casi envidiable. Todo está por decidir, señalan los sondeos, pero yo me atreveré a vaticinar la mayor abstención de la historia de la autonomía en los comicios del próximo mayo. Si es que estamos aquí.

Este es un Gobierno (y también una oposición) que ha pretendido gestionar y criticar una situación excepcional con los modos y reglas de las situaciones normales. Canarias necesitaba como el comer un conjunto de reformas, reajustes e impulsos (administrativos, institucionales, territoriales, económicos) que se han obliterado con una estupidez manifiesta. Al parecer basta ahora con conseguir perras – unas perras que luego no existe capacidad para gestionar eficaz y eficientemente – para presumir de buen gobierno. ¿No era acaso esa la mayor acusación del PSOE contra los gobiernos de Coalición Canaria? Gobernar no es una labor cuantitativa y acumulativa. Gobernar es también emprender reformas estratégicas y adaptarse con inteligencia táctica a nuevas situaciones. Una intuye que ya es tarde y que esa contradicción estructural y estructurante entre una élite política y empresarial encantada de conocerse y una mayoría social condenada a la precariedad y a la inseguridad como estilo de supervivencia no podrá sostenerse indefinidamente. ¿Quién defenderá una democracia que ordena resignarse al mal vivir?  Lo más probable no es una revolución de los abajo contra los de arriba, sino la revuelta de los de arriba contra los de abajo. Y no habrá cuartel.        

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Clientes, no ciudadanos

En la Cuba castrista (y poscastrista) casi todo funciona mal. Incluso muy mal. Pero hay algo que sigue funcionando bien, incluso espléndidamente: el sistema de protección civil frente a huracanes, tormentas y tornados. Funciona bien porque no consiste en que los cubanos se queden en sus casas mientras equipos de especialistas se encargan de librarles de todo mal. Esos equipos técnicos existen, por supuesto, pero la columna vertebral del sistema son los propios ciudadanos. Cada miembro de la comunidad se encarga de lo que le ha sido asignado. Una vez que los meteorólogos difunde su predicción y el Gobierno dicta la alerta se pone en marcha el proceso. Los ancianos y los niños se dirigen inmediatamente a los refugios habilitados y se cuidan mutuamente. Un grupo se dedica a limpiar las rejillas de alcantarillas, imbornales, tuberías de desagüe; otro a reforzar puertas y ventanas; otro a recoger enseres y basuras de las calles y plazas del barrio o a inspeccionar y despejar rápidamente las azoteas, otros, en fin, a certificar que en todo edificio se centraliza el agua potable, los alimentos y otros insumos disponibles. En cada barrio de las grandes y medianas ciudades cubanas funcionan pequeños equipos de radio de onda corta y también alguien se ocupa de eso, porque el funcionamiento de la radio sobrevive a cualquier corte de suministro eléctrico, a la caída de cualquier sistema informático. Cuba ha conseguido así minimizar los daños materiales y –sobre todo – el número de muertos y heridos cuando un huracán cae sobre la isla y la utiliza como plataforma de despegue. La autoprotección de la población es la clave.

Aquí ocurre potencialmente lo contrario. Durante las últimas horas han aumentado las probabilidades de que se origine una tormenta tropical en las costas senegalesas y que el fenómeno atmosférico puede afectar indirectamente a Canarias. En tal caso se producirían fuentes lluvias fuertes y persistentes en las islas y soplarían vientos muy intensos en cumbres y en algunas medianías. La Aemet ya adelantó este escenario, cada vez más probable, en un comunicado emitido ayer. Algunos ayuntamientos –como el de La Laguna – han obrado en consecuencia. Pero en lo que respecta a lo demás todo el mundo se limita a esperar que la Dirección General de Emergencia y Seguridad  active las alertas y avisos de rigor según marca el protocolo. No he visto a nadie interesarse por los imbornales o los desagües. Ningún vecino o grupo de vecinos visitando las azoteas para prepararlas para una lluvia intensa durante tres o cuatro días. Me gustaría saber si en algún bloque de viviendas de Santa Cruz, Las Palmas, Telde o Los Llanos de Aridane se ha convocado una junta de propietarios para –al menos –hablar de los pronósticos y sobre lo que cada uno podría aportar en caso de una emergencia grave. Tampoco ocurre nada parecido en los centros escolares o en los clubes deportivos y recreativos. Todos esperamos instrucciones meciéndonos entre el miedo y el escepticismo. Todos asumimos cómodamente nuestro papel pasivo, nuestra renuncia a las responsabilidades colectivas, nuestra fantasía de una puerta cerrada que nos salva del mundo.

No creo que sea una actitud ideológicamente neutral. Por el contrario es un estilo de vida y una cultura urbana o seudourbana que alimenta y se alimenta de un descrédito cargado de desdén hacia el concepto de comunidad y de responsabilidad compartida e inaplazable. Renunciar a la ciudadanía – y a la política: lo que hacemos entre todos a favor del bien común – para resignarse a ser un cliente. Pero los clientes, como el patio de mi casa, se moja como los demás.  Al cliente, aquí y ahora, le venden un paraguas como la solución para el diluvio universal.

 

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Primarias ficticias

Ya estaba tardando la primera perla de Augusto Hidalgo, alcalde en retirada de Las Palmas de Gran Canaria y candidato del PSOE a la presidencia del Cabildo Insular. Las posibilidades de Hidalgo de no estrellarse electoralmente están en relación directa a su silencio. Lo mejor sería que el elector no se enterase de su candidatura y que pasara con una bolsa de churros en la cabeza –si el nudo Windsor lo permite – hasta el día siguiente a las elecciones. Pero no puede.  La discreción va contra su naturaleza sonriente y largona. Así que  el todavía alcalde –lleva desde el 2015 en la poltrona muñendo pactos  y naderías sin terminar un solo proyecto relevante – se apresuró el mismo día de presentación de su candidatura a proclamar que se esforzaría desde el Cabildo para que Gran Canaria recupere el protagonismo regional que ha perdido. Toda vez que el PSOE cogobierna el Cabildo grancanario y ha mantenido sin pestañear a Antonio Morales en el poder lo que está haciendo Hidalgo es una autocrítica bastante demoledora. Pero él vive en su pequeño y burbujeante universo.

Hidalgo, por supuesto, se ha presentado formalmente como candidato a ser candidato, es decir, ha inscrito su nombre en las elecciones primarias que celebrará el PSOE grancanario el próximo mes. Porque las primarias socialistas, son, en efecto, un breve sainete que en ningún momento sirvió para activar la participación de la militancia en la toma de decisiones político-electorales. El PSOE es hoy –como todos – una organización fuertemente cartelizada en la que los militantes cuentan muy poco. Un candidato como Hildalgo, que llega a inscribirse en compañía del secretario general regional, Ángel Víctor Torres, y del secretario general de Gran Canaria, Sebastián Franquis, no debe temer la aparición de ningún espontáneo. Supuestamente tanto Torres como Franquis, en virtud de sus altas responsabilidades en el partido, deberían guardar una cierta neutralidad en cualquier proceso de primarias. Pero todo eso ha saltado por los aires porque las primarias, en el PSOE, ya solo son una ficción administrativa. El ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife es otro ejemplo: Patricia Hernández será la candidata con la bendición y protección de la cúpula socialista. No se ha celebrado numerito de presentación porque tanto Torres como Pedro Martín no la tragan.

Sin embargo existe una semiexcepción, aunque parece poco probable que sobreviva como tal: el ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria. Desde el pasado agosto Inmaculada Medina, concejal de Servicios Públicos, habla, se reúne y ha anunciado venturosamente a la mayoría de sus compañeros del consistorio y a numerosos militantes que está dispuesta a presentarse a las primarias siempre y cuando (atención) Pedro Sánchez no imponga a Carolina Darias como candidata a la Alcaldía. Y lo dicen así, tan tranquilos, como si fuera una evidencia geológica. Yo estoy dispuesta a luchar por la candidatura, pero si el secretario general quiere otra candidata, me aparto disciplinadamente. Llámelo seguidismo, llámelo servilismo. Hace años se decía maliciosamente que el PSOE canario era una delegación de Ferraz. Visto lo visto hoy puede afirmarse, al menos en términos partidistas, que el PSOE canario es una delegación de Pedro Sánchez. Qué magnífica ocurrencia: colocar como aspirante a la Alcaldía a la ministra de un Gobierno que detesta medio país y que, además, cuenta con el magnético carisma de una medusa. Un día, cuando Pedro Sánchez se haya marchado, los socialistas no dispondrán de otra cosa que no sea un inmenso desierto de decepciones, melancolías, descréditos e impotencias que tardará lustros en ser habitable de nuevo.

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Degradación democrática

Ayer, en una entrevista en la COPE, Anselmo Pestana ha pretendido desacreditar a los manifestantes de Puerto Naos y La Bombilla acusándolos de ser marionetas de Coalición Canaria. Se me antoja fascinante. Pestana es el delegado del Gobierno central en Canarias y es socialista. No es que sea militante del PSOE. Es que ejerce como secretario general del PSOE de La Palma, siendo reelegido como tal recientemente después de verse obligado a forzar el reglamento para repetir las primarias. Y, sin embargo, estoy seguro de que el señor Pestana se sentiría ofendido si alguien cuestionara su neutralidad institucional por dirigir una organización política que cogobierna en su isla, en su comunidad autónoma y en España. Más que ofenderse, probablemente, el señor Pestana se encochinaría mucho. Y, sin embargo, estas declaraciones del delegado demuestran inequívocamente que ha perdido, si es que la tuvo algún día, esa neutralidad institucional que exige su cargo y que debiera definir sus actitudes en la esfera pública.

Si la manifestación la hubieran integrado militantes socialistas con el propósito de jalear alabanzas a Pedro Sánchez y a Ángel Víctor Torres el señor Pestana, a buen seguro, no mencionaría la militancia de los manifestantes. Quiere decirse que aunque todos y cada uno de los manifestantes de hace un par de días  fueran afiliados de CC no estarían desautorizados para expresar su crítica y su protesta por la inacción de las autoridades. El  señor Pestana actúa y habla no como un delegado del Gobierno, sino como un gobernador civil en los tiempos que tu bordaste en rojo ayer, cuando desde el cuarentañismo se definía siempre a los pocos que se atrevían a protestar como comunistas, rojos, masones y demás ralea. El señor Pestana es un síntoma bastante patético de la degradación democrática de las instituciones públicas. En la manifestación del pasado domingo, en Puerto Naos, quien leyó el manifiesto demandando mayor celeridad en las ayudas y soluciones más realistas fue la campeona mundial de Taewondo, Rosana Simón, vecina de Puerto Naos precisamente. ¿En la señora Simón una peligrosa coalicionera? ¿La tiene fichada el señor  Pestana en su libretita con el puño y la rosa? ¿Por qué intentó el señor Pestana impedir la manifestación – no pudo hacerlo – y cómo lanza afirmaciones sin la más mínima prueba para sustentar lo que dice y repite goebbelesianamente? ¿Realmente piensa que está en condiciones de apabullar a los damnificados con su insultante bravuconería?

La sociedad civil de La Palma no es precisamente fuerte, no está particularmente cohesionada y su autonomía frente a los poderes públicos es harto limitada. Presenta pues todos los déficits democráticos de una sociedad extremadamente dependiente de los presupuestos públicos. Efectivamente el plátano representaba hasta hace un año más del 11% del PIB palmero; indirectamente su participación en el mismo podría ascender hasta un 26 o 27%. Pero cabe recordar que el plátano sin ayudas y subvenciones hace años que no sería un cultivo rentable pese a la excepcional calidad de la fruta. Casi un 21% de los palmeros tiene más de 65 años y solo un 26% tienen menos de 29.  Todos estos datos (economía casi estructuralmente dependiente de fondos públicos, envejecimiento de una  población estancada donde una de cada cinco personas es pensionista, nivel asociativo relativamente bajo) dibujan precisamente un organismo social con dificultades objetivas para practicar la crítica, la disidencia, la distancia higiénica del poder público. Y en eso confía el señor Pestana y sus superiores políticos. En eso confía para seguir combinando las promesas de ríos de leche y miel con los empujones, las descalificaciones y las prohibiciones. Para ser palmero conoce muy mal a los palmeros. 

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60.000 votos

En Arona se juegan unos 60.000 votos. Es una de las bolsas electorales más importantes de Tenerife, junto con Santa Cruz, La Laguna y Granadilla. Mucho se habló de la sorprendente mayoría absoluta obtenida por el socialista José Julián Mena, que ya había gobernado entre 2015 y 2919. Pero aquí ocurre lo mismo como con las arrolladoras victorias de José Miguel Rodríguez Fraga en Adeje. El PSOE no ha sido mayoritariamente votado en Arona, solo que entre la minoría que  votó en 2019 los votos socialistas fueron los mayoritarios. Cuando digo minoría no exagero. En Arona, en las elecciones locales de 2019, solo votó el 37,91% del censo, es decir, se produjo una abstención superior al 62%.  Mena jamás ha sido un alcalde popular, aunque a veces sea muy populachero. Vanidosa y churriguerescamente populachero. A veces me recuerda a los personajes jactanciosos y tontuelos que suele interpretar Jonah Hill. Tampoco es un gestor particularmente hábil y, en cambio, ha sido un alcalde muy permeable a empresarios de tonelaje, abogaduchos chanchulleros –y que brillaron en su día como defensores del pueblo unido jamás será vencido – y asesores con causas abiertas en los juzgados relacionadas –lo que es el colmo –con su gestión en otro ayuntamiento del sur tinerfeño.

Ya se sabe lo ocurrido. Mena terminó siendo expulsado del PSOE. Pero recurrió en los juzgados y su expulsión sigue suspendida. Una prueba de la ineptitud orgánica e inorgánica de los actuales dirigentes del socialismo canario es que ni Ángel Víctor Torres ni mucho menos Pedro Martín – al que en Arona llamaron ocasional y cariñosamente el Cachetudo – consiguieron reconducir la situación. Lloriquearon un rato a la federal y vino Santos Cerdán –por entonces secretario de Coordinación Territorial nada menos – para tratar de poner orden como un superhéroe de Marvel. Lo que se le ocurrió al astuto Cerdán fue pedir a Mena y a Luis José García – líder de la mitad de los concejales socialistas expulsados del gobierno municipal por el alcalde: pueden ustedes escuchar sus gemidos en el blog Arona al rojo  — que dimitieran al unísono. Una solución excepcionalmente brillante en su voluntad salomónica, pero a la que Mena, para sorpresa de nadie, no hizo ningún caso. Lo más rastrero y vergonzoso de todo este quilombo es que ahora el PSOE ha invitado a Mena a presentarse de nuevo bajo  sus siglas. Quieren que el alcalde al que abrieron expediente de expulsión, al que consideraban parasitado por corruptos y mafiosos y arrebatacapas, al que pidieron una y otra vez su renuncia sea su candidato el próximo año. Básicamente lo piden porque no tienen a nadie más. A nadie, al menos, que lleve siete años manejando los presupuestos públicos, fotografiándose ante obras inauguradas o por inaugurar y relacionándose intensamente con el empresariado local y los inversores de afuera. Porque así se ganan unas elecciones con un abstención superior al 63%. Cuatro de los ediles socialistas expulsados por Mena del gobierno municipal, ante esta nauseabunda desvergüenza, han abandonado la militancia en el PSOE, probablemente los sigan pronto otros tres. Ya se rumorea que se pudieran presentar como una asociación de electores. Claro que  también se chismorrea respecto a Mena: quiere ser candidato a alcalde y figurar asimismo en la lista al Cabildo y se trata –afirman los susurradores — de exigencias innegociables. Quiere regresar, en resumen, con deslumbradora corona de laurel, y que Ángel Víctor Torres lo abrace públicamente como solo él sabe hacerlo.

A Arona le urge una alternativa. Cualquier alternativa a un alcalde que lleva más de dos años dedicándose a sobrevivir a su propio partido y trabajando para su pueblo apenas una fracción de tiempo que dedica a las conspiraciones intestinas y escuchar hipnotizado al cuervo negro que se ha domiciliado en su hombro.

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