Alfonso González Jerez

Mecer la cuna

No creo que sea superfluo hablar claro. Ha sido una torpeza inaudita lo que hizo la empresa promotora del proyecto Cuna del Alma el otro día: entrar en un piso piloto okupado por los activista que se oponen a la construcción en las inmediaciones del puertito de Adeje de una urbanización de lujo y sacarlos –intentar sacarlos – con admoniciones, amenazas, empujones y alguna hostia. Es un proceder tan estúpido – mandar a practicar un desalojo a un equipo de seguridad privada bajo el mando guerrillero y chulesco del director del proyecto, Andrés Muñoz – que solo cabe explicarlo por la ignorancia de lo que está ocurriendo fuera de su jardín edénico o por la sensación de impunidad que brindan muchos millones de euros y muchas complicidades políticas. Por supuesto, los activistas no tienen derecho a estar ahí. Invaden una propiedad privada. Pero son activistas, no abogados, y están ahí exactamente por eso. Cualquier experto en conflictos de esta naturaleza  –intereses económicos y empresariales por un lado y elementos de la sociedad civil por otro – sabe que utilizando la violencia la parte más poderosa de la ecuación conflictual está alimentando y hasta legitimando la postura de la parte más débil. Asombra que gente con tanta pasta, tantos masters y tanta seguridad privada no conozca algo tan obvio y elemental. Y que no reconozcan que tienen un problema y no precisamente un problema de orden público.

Pero los activistas que se manifiestan contra el proyecto Cuna del Alma también tienen un problema, y no precisamente un problema de orden moral. Compartir la mayoría sustancial de sus argumentos para rechazar una intervención en el territorio que privatiza estrictamente espacios y paisajes (yo lo hago) no debería servir como excusa para no mencionarlo. Y el problema es que no existe ninguna razón jurídica que pueda frenar el proyecto. Absolutamente ninguna. Es cierto que los promotores han sido multados por la destrucción de algunos vestigios arqueológicos y que la acción sobre el terreno ha  perjudicado varias plantas protegidas reglamentariamente. En el peor de los casos pagarán la multa y en paz. Pero, ¿cómo detener legalmente la construcción? ¿Revirtiendo o suspendiendo las licencias municipales? ¿Y sobre qué sustento normativo?  Si se produjera cualquier paralización infundada legalmente los inversores correrían a los juzgados en brazos de los abogados más y mejor alicatados del país y no solo ganarían cualquier acción legal, sino que exigirían un muy oneroso lucro cesante. Sin duda los activistas del puertito de Adeje disfrutan de una amplia simpatía y apoyo entre los ciudadanos tinerfeños, pero están en la obligación de informar si cuentan con una estrategia legal viable para la paralización del proyecto y no únicamente del loable recurso de la manifestación y la protesta.

Hace años que Cuna del alma navega sigilosamente por las aguas de las administraciones local, insular y autonómica y consiguió sin problemas todas las autorizaciones pertinentes. Lo que urge es una reforma normativa que –por ejemplo – la información  no se limite a la exposición pública de los proyectos, sino que, en el caso de aquellos que supongan un consumo importante del territorio o signifiquen una inversión particularmente elevada, sea puesto a disposición de un consejo asesor a nivel insular con representación de empresarios, sindicatos, asociaciones vecinales, profesores universitarios y organizaciones ecologistas y medioambientalistas. Un consejo sin competencias decisorias pero al que llegara toda la información antes de que se proceda a estampar las autorizaciones definitivas. Simplemente para empezar. Está bien que los activistas sigan en Adeje, pero ya es hora de que manden una delegación a la calle Teobaldo Power.  

(A las pocas horas de publicarse este artículo un grupo de activistas y manifestantes vinculados con la protesta irrumpieron en el pleno del Cabildo de Tenerife).  

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Gracias por venir

Tendría gracia que el CD Tenerife terminara dirigido empresarialmente por un millonario peninsular y presidido sentimentalmente por un expolítico nacionalista. Aunque Paulino Rivero no es estrictamente un expolítico. Ningún político –como le ocurre a los curas – deja de serlo nunca. Rivero menos que nadie. Es un caso fascinante el suyo. Hubo un instante, un instante loco y asirocado, en el que Paulino Rivero, uno de los políticos más inteligentes, astutos e intuitivos de la política canaria del último medio siglo, imitó sin saberlo a Frank Underwood, el archicanalla presidencial interpretado por Kevin Spacey: “Paulino Rivero 2015, Paulino Rivero 2019, Paulino Rivero 2023, Paulino Rivero 2027…” Tuvo una doble mala suerte: la crisis financiera y económica de 2008 y el soberbio desbordamiento de una desconfianza obsesiva en la que basaba su mecanismo de control y cooptación en Coalición Canaria y, muy especialmente, de la organización de Tenerife. Fueron las propias pulsiones cesaristas de Rivero –decidido a cualquier cosa para continuar gobernando en Canarias y mandando en CC — las que propiciaron su caída. Nunca lo entendió del todo, porque se consideraba un sujeto correoso y despiadado –y le gustaba – pero férreamente leal con los suyos, y es más o menos cierto. Todavía en la tribuna del Parlamento te encuentras con algún exalto cargo de Rivero dejando pasar las horas muertas mientras cobra una pasta. No de Coalición, desde luego. Hace años CC no quiere saber nada de Rivero ni Rivero quiere saber nada de CC. Hay quien dice, incluso, que hace mucho que no paga las cuotas como militante., quizás como acto de provocación, a ver si le abren expediente. Ah, la gente es a veces tan chismosa.

Por supuesto Miguel Concepción es una de las lealtades de Paulino Rivero. Durante algún tiempo, después de la llegada al liderazgo de  Fernando Clavijo, varias plumillas (y propietarios de productoras) gastaron horas y adjetivos abocetando un Rivero progresista, algo así como un ecosocialista cabal que había sido eliminado por los hediondos sectores ultraderechistas de CC. Es muy cómico. A Rivero la socialdemocracia se la traer al pairo. La gente abonada a la queja y a la denuncia le desagrada profundamente, pero tiene la máxima simpatía por aquellos que, desde una posición muy humilde, supieron triunfar en la vida, como es su propio caso. Eso lo hermana con Miguel Concepción. Eso y la tendencia del líder político ambicioso a disponer de su propio empresario de cámara. Desde sus tiempos de consejero de Obras Públicas en el Cabildo de Tenerife, entre finales de los ochenta y mediados de los noventa, fue su empresario, y después fue su empresario en el CD Tenerife, y luego su empresario para romper el cuasimonopolio de Binter en el tráfico aéreo interinsular, lo que salió muy mal porque, tal y como ha reconocido Concepción en los tribunales, estafó millones con las subvenciones a la residencia. Por eso, porque está a punto de ser inhabilitado, se marcha Concepción del CD Tenerife, no por el agotamiento de un proyecto ni por chafarmejadas por el estilo. Y antes de irse quiere asegurar una mayoría accionarial estable –si es posible evitando que el señor Garrido controle nada — y poner a su colega Rivero en la presidencia. Ya lo intentó hace unos años, pero no pudo ser.

Paulino Rivero, de nuevo presidente. Se equivocan los que sostienen que todavía tendría la tentación de utilizar al equipo blanquiazul como plataforma para su relanzamiento político. Es un terreno más bien frágil y ya no tiene edad para semejante aventura. Más bien deberá incluso cerrar su blog y  no hablar de política jamás,. Pero está mandar, la interlocución con el poder político y empresarial, las luces y las cámaras, las declaraciones y el calor del público y cantar en cada derby mientras avanza hacia el palco presidencial del Heliodoro: “Agradecido, emocionado…Gracias por venir”

 

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Movimientos herreños

Algunos indocumentados han escrito por ahí que la Agrupación Herreña Independiente se presentará “en solitario” a las próximas elecciones autonómicas y locales de mayo, lo que interpreta como una ruptura con Coalición Canaria. Realmente es inevitable asombrarse del desconocimiento de la política isleña por parte de gente que se pasa el día hablando de política isleña, pero qué se le va a hacer. La alianza político-electoral entre AHI y CC depende de un protocolo que los herreños analizan cada año y no ha sido denunciado por el momento. Por otra parte, Coalición no dispone en El Hierro ni de organización, ni de sede, ni de militantes que no lo sean de AHI, lo que significa que AHI de facto se presenta siempre en solitario a las elecciones. Lo que ha decidido AHÍ es algo infinitamente más grave para su propia supervivencia y que puede afectar, efectivamente, al proyecto de CC: congelar cualquier aproximación a los responsables de su escisión, la  Agrupación Electoral por El Hierro, liderado por David Cabrera, que hace tres años y pico consiguió superar a AHI en el Cabildo Insular, dar su voto a la investidura de Alpidio Armas y convertirse en vicepresidente. Las relaciones entre el PSOE herreño y la Agrupación Electoral no han sido precisamente fluidas y el Cabildo ha vivido instalado en una suerte de inestabilidad latente; en uno de los lances, Cabrera se vió destituido como vicepresidente, pero conservó la sangre fría y ahí sigue, como consejero de Medio Rural y Marino, junto a sus tres compañeros.  

El problema central para AHI es que no ha sabido ni –lo que es más grave – querido recomponer las relaciones con David Cabrera y sus seguidores. Hace ya un lustro que en la Agrupación Herreña convivían entre desprecios, zancadillas y puñaladitas tres facciones: el grupo oficial que comanda Narvay Quintero, los belenistas, que no son aficionados a los polvorones y figuritas, sino a Belén Allende, y los cabreristas. Lo que estaba en disputa era el liderazgo y, sobre todo, el oscuro objeto de deseo de los tres mandamases, que curiosamente no ha sido la presidencia del Cabildo, sino un escaño en el Parlamento. Y si son las dos cosas a la vez, mejor. Quintero y Allende siempre despreciaron al tercero en discordia. Pero a su favor estaba la capacidad de trabajo y el olfato político en un ecosistema político tan cerrado, tan personalizado  y tan micro como El Hierro. Cabrera supo explotar el hartazgo de cientos de afiliados y simpatizantes por una Agrupación Herreña puesta al servicio de intereses individuales a veces grotescos y a menudo vergonzantes. Todos saben que Cabrera cedería si se le presentase como cabeza de lista de AHÍ a la Cámara regional. Pero eso ya no va a ocurrir.

Los escindidos creen haber alcanzado la mayoría de edad política En las últimas elecciones superaron por seis puntos porcentuales a AHI en el Cabildo. El escaño – obviamente para Cabrera – está al alcance de la mano. ¿Por qué volver a la tan puñetera casa materna? Más inteligente es constituirse como partido, y estableciendo o no una colaboración estable con la Agrupación Socialista Gomera de Casimiro Curbelo, apoyar al PSOE en el Parlamento de Canarias y seguir cogobernando con los socialistas en el Cabildo herreño, ostentando una vicepresidencia que ya no será de quita y pon. Sustituir a medio plazo a AHI no parece una operación singularmente ardua. Y a Cabrera ganas no le faltan. Por el momento AHI tendría graves problemas para revalidar su escaño el próximo mayo. Y eso no significa únicamente un escaño menos para la mayoría alternativa que pretende encabezar CC, sino un escaño más para brindar la continuidad de Ángel Víctor Torres en el poder.

 

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La cosecha italiana

Un tuit de ayer ejemplifica perfectamente la negligencia intelectual y política de la izquierda española y europea frente al florecimiento de la extrema derecha en casi todo el continente. Lo escribió una directora general de Gobierno autónomo, Marta Saavedra, que a mayor abundamiento es nada menos que secretaria de Estudios y Programas del PSOE canario: “Gracias a los italianos e italianas que hoy NO votaron fascismo. Y mañana será el inicio de un nuevo tiempo en donde (sic) volverá a prevalecer la cordura. Ya ocurrió. Y volverá a ocurrir”. Casi se oye la banda sonora de Novecento.  Porque para esa izquierda —casi toda la izquierda — lo fundamental es horrorizarse, exaltar a los que votaron correctamente y expresar píos deseos porque sabe que el bien prevalecerá sobre el mal. Lo de pararse a pensar un par de horas sobre las razones por las que la mayoría de los italianos que votaron lo hicieron a favor de la extrema derecha ni se le ocurre a la secretaria de Estudios y Programas ni a la inmensa mayoría de sus compañeros.

La victoria en Italia de esa repulsiva coalición de conservadores y posfacistas, con Giorgia Meloni de mascarón de proa, es un síntoma del avance de la deslegitimación de la democracia liberal y representativa. El ratón se ha cansado de correr en la rueca de su pequeña caja.  Ya solo los viejos recuerdan los buenos años, desde principio de los cincuenta hasta mediados  de los setenta, los años de crecimiento económico, de consolidación de un estado de bienestar que redistribuía riqueza con mayor o menor eficacia, los tiempos de un ascensor social que funcionaba y de una pequeña empresa y mediana empresa sólida y bollante y prestigiosa. A partir de entonces comenzaron a encadenarse las crisis, los desastres y las quiebras hasta hoy. Los que creen que Italia está viviendo un terremoto desde el pasado domingo simplemente ignoran la historia reciente del país. La corrupción infinita de la Democracia Cristiana y sus acuerdos bajo cuerda con el PCI post Togliatti, el terrorismo de las Brigadas Rojas y su némesis, los grupos terroristas financiados por el propio Gobierno, capaces de atrocidades como la matanza en la estación de Bolonia, la Operación Gladio, una estructura secreta integrada por políticos, militares, empresarios, financieros y académicos vinculada por la OTAN y patrocinada por la CIA, la inestabilidad política transformada en ley, unas administraciones públicas cada vez más pútridas y calamitosas y, apenas anteayer, los tres mandatos presidenciales de Silvio Berlusconi: el monopolista de la televisión privada gobernando contra su competidor principal, el multiimputado manipulando la administración de justicia, el hombre más rico del país con intereses en finanzas, seguros y negocios inmobiliarios legislando en los tres sectores. En este carrusel de horrores, en ese lodazal canalla y purulento lleva chapoteando Italia desde hace medio siglo mientras los italianos se empobrecían, las infraestructuras se caían a pedazos y la presión fiscal – y en especial los tributos municipales – se disparaba enloquecidamente. En la última década son miles los italianos que –por ejemplo — se han avecindado en Canarias. No han venido a hacerse ricos, sino a sobrevivir.

El sistema parlamentario ha fallado. La izquierda ha culminado su estúpido festín caníbal y su descrédito solo puede compararse con su impotencia, su falta de propuestas, sus miedos y soberbias. Los italianos se aferran a su identidad familiar, patriótica o religiosa, lo único que creen que les queda, pero también la consideran en peligro. Estoy puteado, harto, sin un céntimo, y encima desprecias mi identidad, burlada, apartada, ignorada o no reconocida como la hegemónica frente a los que vienen de fuera. Meloni (el nacionalpopulismo que representa) no ha tenido que hacer nada especial. Solo recoger la cosecha que una democracia terminal al servicio del capital y no del ciudadano ha sembrado durante más de medio siglo.

 

 

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La tormenta imperfecta

La gente está cabreada porque la tormenta tropical no ha sido un desastre. Queremos sangre, destrucción, patetismo. La irresistible seducción de la catástrofe. Fue asombroso contemplar a miles de personas asaltando los supermercados el viernes por la tarde y el  sábado por la mañana. No respetaron ni la última bandeja de pechugas de pollo. Curiosamente las botellas de agua mineral permanecían ahí apiladas, tan tranquilas, cuando toda la literatura de catástrofes recomienda un buen stock de las mismas. Pero, por supuesto, los apocalípticos actúan según sus propios gustos –faltaría más — y el chocolate se agota antes que las latas de sardinas. En realidad la concentración humana en el supermercado parecía un casting para una película catastrofista. La gente andaba con el móvil pegado a la oreja e intercambiaban pronósticos espeluznantes con matices tranquilizadores que a nadie le agradaban de verdad. Joder, ¿no ocurrirá lo mismo de siempre, no? Después de todo esto, debe pasar algo realmente importante.

Es curioso este decalaje entre la realidad y la imaginación del deseo. Creo que la novelería que hemos visto estos días pertenece a la sed de la ficcionalización que caracteriza este milenio tremendamente necesitado de problemas fabulados para distraernos de los problemas reales. Necesitamos problemas tiktok de treinta segundos de duración, muy escandalosos y finalmente irrelevantes y sustituibles por otra chorrada de medio minuto y así hasta el infinito. Mientras nos asomamos a la pequeña ventana de nuestras fantasías animadas, de nuestros chismes planetarios, de las motomami y los ositospanda, de las operaciones a corazón abierto a la penúltima cancelación ideológica, afuera siguen pasando cosas. En África, por ejemplo, se prolonga la sequía y se aproximan las mayores oleadas de inmigrantes que ninguna valla – y ninguna policía mafiosa aplaudida por los ministros socialistas — podrá parar. La inflación continúa su ascenso empobrecedor y las grandes cadenas logísticas de distribución vuelven a sufrir tensiones, y se encarecen día a día las materias primas alimenticias, y el país entra en un conflicto fiscal que abre el paso a la fase más delirante y autodestructiva de la polarización política e ideológica: una irresponsabilidad pasmosa que pone en riesgo la coherencia más básicas del Estado.

Necesitamos por lo tanto, urgentemente, que se disparen todas las urgencias y la tormenta tropical ofrezca un gratificante y distraído espectáculo de destrucción. Por supuesto, seguido desde casa gracias a los televisores y toda nuestra cacharrería digital. Una destrucción real, pero indolora para la mayoría. Y eso que se ha hecho un esfuerzo meritorio. Los ayuntamientos han suspendido todos los actos públicos, se ha dado día libre para los estudiantes hoy lunes, los medios de comunicación han preparado cariñosamente el desastre y calentado los ánimos ya no para una tormenta, sino incluso para un huracán. Y al frente del simulacro el presidente Ángel Víctor Torres que, después de casi tres años y medio conjurando catástrofes y desgracias, ya se mueve como por su casa en coyunturas como esta. Hace unas horas que ofreció una rueda de prensa y para que la mayoría encontrase algún consuelo por la tormenta imperfecta señaló los múltiples daños menores que la lluvia y el viendo ocasionaron en zonas urbanas y reales. Torres intentaba sacar todo el material posible, pero, en fin, la cosa no daba para más destrucción, y en el rostro presidencia luchaban el alivio con la contrariedad. En esta ocasión tampoco se nos ha llevado un huracán al infierno. Habrá que resignarse y buscar una película en Netflix.       

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