Magia potagia

Mientras escribía la columna publicada ayer los dirigentes políticos  y los eurócratas suscribían por fin un acuerdo que transformaba mis misérrimos renglones, ay mísero, ay infelice, en instantáneo anacronismo. Lo más llamativo, desde luego, es el tamaño. Quizás lo más importante. Un billón de euros para el flamante plan de estabilidad financiera de la UE, acompañado de una quita del 50% de la deuda pública griega, que antes era una fantasía monstruosa y ahora, aligerada, resulta simplemente impagable. Sin embargo, persiste una pregunta embarazosa, y es dónde está la pasta. Para responderla los mandamases han creado un artilugio financiero para cuya comprensión son imprescindibles conocimientos insondables de economía, finanzas, teología y kung fu. Se venderán bonos para llenar tan formidable buchaca y si no llega lo suficientes, los estados miembros se comprometen a poner la pasta restante. Para estupefacción de los legos (como yo mismo) el Banco Central Europeo no tiene inicialmente ni arte ni parte en este asunto. Mientras tanto, y con el objeto de que el megafondo no se utilice nunca jamás, y quede como una portentosa metáfora para tranquilizar a los mercados, los estados miembros debe seguir la misma miserable receta que les condena a un crecimiento económico estrangulado: recortes, recortes y luego, por si no son bastantes, más recortes. Como si el problema central dela Unión Europea – y en particular de los países más afectados por la crisis – fuera el riesgo de inflación y la imposición de una austeridad presupuestaria perpetua y sistemática, y no, precisamente, un crecimiento económico ridículo que condena a las empresas, frena el consumo y es incapaz de crear empleo.

Bajo una llovizna semitropical corren por la calle los quejumbrosos fantasmas de las empresas culturales canarias. Sus portavoces sostienen que con 15 millones de euros más podrían “mantenerse las políticas” dela Viceconsejeríade Cultura y Deportes en el año2012. Amí no me salen esas cuentas. Pero ese no es el fondo de la cuestión. Solo faltaría que el señor Alberto Delgado anunciara que se le perdonan seis o siete millones de euros y que, arrimando el hombro del pragmatismo, se puede hacer más con menos y etcétera etcétera: otro caso de chafarmeja magia potagia. Acoger este recado limosnero con resignación e insistir en este modelo de dependencia estructural a los presupuestos públicos del Gobierno regional, sería la peor opción de las empresas canarias. Sería elegir, en definitiva, un suicidio inducido a cambio de no ser aniquilados.

 

 

 

 

 

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Desintegración

Como pollos sin cabeza corretean por los pasillos de Bruselas los presidentes, ministros de Economía y asimilados al apocalipsis para evitar un pánico bancario que vuele por los aires no solo el sistema financiero del continente, sino la propia UE. Desde hace tiempo me acongoja una pregunta frívola, como todas a estas alturas: ¿de qué mecanismos informativos dispone el Gobierno de Canarias para conocer lo que se cuece – o mejor dicho, lo que se pudre – en la malaventurada Unión? Uno espera que no se limite a la prensa salmón y a los telediarios, pero vaya usted a saber.  Lo que ocurre básicamente en el infartado corazón burocrático de Europa es que nadie se fía de que nadie pague finalmente nada. Por muy ordenada que sea la quiebra de Grecia – por muy art decó que se amueble el hundimiento – lo cierto es que hay bancos alemanes, austriacos y, sobre todo, franceses, a los que los bonos griegos le salen por las orejas. Huum. ¿Cuántos miles de millones de euros deberá inyectar el Gobierno francés a sus grandes bancos para evitar su bancarrota? ¿Y si no dispone de la pasta suficiente, acudirán Sarkozy y sus mariachis al fondo de rescate? Es una buena idea, si no fuera porque Francia realiza una de las principales aportaciones al fondo del rescate ese. ¿Y qué ocurre con Italia, con una deuda pública en relación al PIB que supera en un más de un 50% a la de España y una deuda privada que casi la duplica? Si el fallido rescate a Grecia ha sido un transitar interminable por el gólgota de ministerios, gobiernos y parlamentos, un hipotético rescate de Italia es, en realidad, más que una pesadilla, un escenario impensable. La ampliación del fondo de rescate hasta un billón de euros, adelantada por la señora Merkel, no es necesariamente una noticia insignificante, pero persisten las dudas y no llama al entusiasmo de los inversores privados que, para complementarlo, deberían comprar bonos buenos, bonitos y baratos…

En este contexto el Gobierno autonómico saca a subasta una emisión de deuda pública por valor de 200 millones: los bonos se podrán comprar con dinero dela RIC.Esuna broma fiscal formidable: gracias ala RICte ahorro el impuesto de sociedades y ahora, en estos momentos de desolación, te invito a que emplees las perras exoneradas por el fisco a permitirme que me endeude contigo. El consejero de Economía y Hacienda, Javier González Ortiz, ha indicado que el resto de la deuda pública autorizada a Canarias se emitirá a lo largo de 2012 “según los problemas de tesorería” que presentela Comunidad.Loveo excesivamente confiado. No es impensable, sino todo lo contrario, que un Gobierno del PP no revoque tal autorización en la próxima primavera.

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El torpedo

El propio viceconsejero de Cultura y Deportes del Gobierno autonómico, Alberto Delgado, es el que se ha encargado, en virtud de una estrategia a la que aludiré más adelante, de anunciar a los agentes del sector que su departamento sufre un recorte presupuestario superior al 60% en el proyecto de cuentas públicas para 2012 que ha diseñadola Consejeríade Economía y Hacienda. Un tijeretazo semejante supondrá un golpe brutal, con efectos potencialmente aniquiladores, en la todavía débil y escasamente vertebrada industria cultural en el Archipiélago. Todos los agentes del sector se han quedado frigorificados por el espanto. Es como si se hubiera anunciado el fin del mundo para dentro de tres minutos –o lo que es lo mismo, tres meses – y no supieras en qué emplearlos para evitar una catástrofe ineluctable.

Porque la catástrofe llegará. Muchos agentes de la industria cultural – promotores, editores, galeristas, productores cinematográficos – no terminan de entender la calamitosa situación económica y presupuestaria que estamos viviendo y la angustiosa situación, muy cercana a la quiebra técnica, de las administraciones públicas canarias. No entienden o ignoran, sencillamente, y por limitarnos a un ejemplo, que el incremento del 1% del presupuesto en materia sanitaria está destinado a abonar parte de la descomunal deuda que acumula el Servicio Canario de Salud. No parecen advertir que la mayoría de los sectores y subsectores de la economía canaria se encuentran ya a la intemperie presupuestaria y registran cientos de cierres empresariales y decenas de miles de desempleados. El roce subvencionista hace el cariño y ese cariño quizás explique el anomia crítica respecto a la políticas y programas de la Viceconsejeríade Cultura: un silencio sepulcral que solo se rompe cuando el presupuesto público mengüa o cuando se manipulan campañas a favor del 2%. Después de tres años de crisis Alberto Delgado no se replanteó en ningún momento cambios en políticas y programas culturales que – al margen del juicio crítico que merezcan y del mefítico despilfarro que caracterizó a algunas iniciativas – eran propios de la grandeur  institucional de épocas de vacas gordas y muy tetudas. La solución, amigos, no es Alberto Delgado, que juega ahora, siguiendo pasadas experiencias, a estar en el Gobierno y a no estar con el Gobierno. La solución no pasa por los presupuestos generales para 2012. Pasa por recabar apoyo político y técnico del Ejecutivo para buscar perras, sea en programas europeos, sea en una modificación normativa que permita materializar RIC en actividades culturales, sea donde sea. Con inteligencia, tesón, lucidez y sentido del riesgo. Piensen y actúen por su cuenta o ya nunca les saldrán las cuentas. 

 

 

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De cabeza

Los próximos presupuestos generales dela Comunidadautonómica no estarán inspirados en Keynes ni el Schumpeter, sino en Lovercraft. Supondrán un duro golpe para los servicios sociales y asistenciales, pero sacrificarían departamentos y partidas enteras para evitar el hundimiento insalvable de los sistemas públicos de educación y sanidad. Se sospecha que la inversión productiva descenderá hasta las alcantarillas. Eso no es lo peor, sin embargo. Lo peor llegará, a buen seguro, en la próxima primavera. En los ingresos el Gobierno regional está basándose, entre otros escenarios, en los actuales presupuestos generales del Estado, que en virtud del adelanto de las elecciones generales, se prorrogarán automáticamente. Pero una vez que el nuevo gobierno tome posesión (un nuevo gobierno que, sin duda, presidirá Mariano Rajoy) el Partido Popular diseñará los verdaderos presupuestos generales para 2012, que disminuirán o suprimirán transferencias financieras y fondos para los programas y planes concertados con el Ejecutivo canario. Todo apunta, por lo tanto, a que el presupuesto que apruebe el Parlamento de Canarias deberá sufrir todavía más agónicos reajustes antes de mediados del próximo año. En una excepcional situación de emergencia social, con un 28% de la población activa en paro, miles de isleños desprovistos de cualquier subsidio y la actividad económica con un encefalograma plano, nos dirigimos inexorablemente a unos presupuestos públicos propios de una coyuntura bélica. Con un detalle característico, sin embargo: el enemigo no es exterior. El enemigo es la mayoría social, la integridad de la estructura económica de Canarias y el propio autogobierno de las islas.

Los más agoreros afirman que este es el prognosis más favorable. La peor es que todo el maldito sistema bancario se vaya al infierno, por méritos propios, desde luego, pero también, y muy particularmente, por la oligofrénica incapacidad de las élites políticas europeas en llegar a una solución consensuada sobre la crisis de la deuda soberana que tiene uno de sus epicentros, pero no el único, en Grecia. La banca española se verá obligada a pedir más pasta para cumplir con los estándares de solvencia establecidos por Bruselas en una cuantía que superará, probablemente, los 150.000 millones de euros.  O acude al mercado interbancario, o acude al FROB o aligera sustancialmente sus balances. Y eso, como es obvio, es un nuevo y magnífico estímulo para mantener en el frigorífico la congelación de los créditos a familias y pequeñas y medianas empresas. Ustedes disculpen. Elegí malos tiempos para leer diariamente la prensa económica.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Después de ETA

El fin de ETA. La violencia terrorista etarra muy probablemente ha acabado, ETA misma, todavía no, y su placenta ideológica y cultural, aun menos. La actividad de la organización ETA ha acabado como resultado de la inviabilidad del asesinato y la coacción como metodología de acción política sedicentemente revolucionaria enla Europa del siglo XXI. Ha terminado por el acorralamiento, cada vez más sistemático, diligente y coordinado, de las fuerzas policiales y de los servicios de inteligencia españoles y franceses. ETA ha cerrado la tienda porque, en esta situación de debilidad estratégica, táctica y económica, cada día más agudizada, la mayoría de sus matarifes se inclinaron a admitir que la opción de participar en las elecciones y defender los postulados de un independentismo de izquierdas – adobado aun con todos los perifollos retóricos del comunismo y el asamblearismo – resultaba políticamente más rentable que seguir asesinando, secuestrando, amedrentando a la gente. ETA contó durante muchos años con un apoyo social amplio, que por supuesto no se limitó a la izquierda abertzale. Era un apoyo de variado y repulsivo registro semántico: los que apoyaban el asesinato político como vía insurreccional o estrategia de tensión, los que no lo apoyaban, pero lo consideraban un factor ventajoso; los que sentían asquitos, pero decían comprenderlo, entre cabezadas quejumbrosas, por la terrible opresión que sufría el País Vasco. Para la derecha peneuvista eran hijos descarriados y atrabilarios, pero, por supuesto, eran antes hijos que delincuentes: sangre de su sangre que a otros hacía sangrar. Siempre a otros. La dictadura franquista fue la mecha del independentismo etarra,  pero este variopinto apoyo se mantuvo intacto, más o menos, hasta mediados de los años noventa, y solo a partir del atroz asesinato de Miguel Ángel Blanco comenzó a erosionarse seriamente: para pasmo de los terroristas, Ermua se puso en pié, y la reacción cívica se convirtió en legión de manifestantes hartos de sangre, miedo y necedades. En ese momento (1997) Euzkadi llevaba ya 17 años de gobierno autonómico ininterrumpidamente presidido por el PNV, 17 años de concierto económico, 17 años de diputaciones y ayuntamientos libremente elegidos, 17 años de desarrollo legal y normativos propios, 17 años con su propia política educativa, cultural y lingüïstica. Y había transcurrido más de una década desde que el Estado había abandonado toda tentación de violencia extralegal y extrajudicial: lo mismo que otras organizaciones e iniciativas estatales y paraestatales anteriores, el GAL, además de matar y torturar, significó un daño profundo, y no precisamente una solución, en el intento de desterrar la violencia etarra y desacreditar a sus apologetas. “España no sigue matando”. No era España, por supuesto. Y las instituciones democráticas españolas juzgaron en tribunales, sentaron en el banquillo y sentenciaron a prisión a un exministro, un exsecretario de Estado, un teniente coronel dela Guardia Civil y varios agentes y colaboradores necesarios. Parala España constitucional el GAL era una anomalía criminal y por el sistema legal español fueron juzgados y sentenciados como delincuentes. En cambio los asesinos etarras, para el sector mayoritario de la izquierda independentista, no eran vulgares matones, sino valientes gudaris cuyo nombre y gestas deberían honrarse, y así se hacía, y se sigue haciendo, en mítines, asambleas y manifestaciones. Son víctimas, también, y que nadie lo olvide, pero se les homenajea como a honestos verdugos.

2. Conflicto de legitimidades y doble programa. ETA deja de matar. No anuncia su disolución y tal vez no lo hará nunca: queda latiendo como una calavera sonriente suspendida en hibernación, como una amenaza fantasmal que custodia su propia historia. Queda un problema, claro: la convivencia democrática. La reconstituida izquierda independentista – y no solo Bildu, sino organizaciones como Aralar, que comparten análisis básico – tiene un programa de máximos y otro de mínimos y se moverá ágilmente entre ambos. El programa de máximos consiste en exigir que el Gobierno español negocie un proceso para una consulta sobre la independencia cuyos resultados se comprometa a respetar ante autoridades y observadores internacionales. “Ya no se mata, se secuestra ni se extorsiona. Hemos elegido la vía democrática y legalista. ¿No cabe todo en esta democracia de ustedes? Pues queremos y tendremos la independencia”. Bildu y sus aliados fácticos saben, por supuesto, que este programa es inasumible actualmente por el Estado español, pero dedicarán el próximo año y medio, hasta las elecciones autonómicas, para articular un frente soberanista con el PNV – ya se le ofreció a los peneuvistas una coalición electoral de cara a las elecciones del 20 de noviembre, rápidamente rechazada — y con el respaldo activo de su muy ampliada base municipal y provincial. El programa de mínimos se fundamenta en una negociación sobre “los resultados del conflicto”, según la estilística etarra y batasunera más tradicional: amnistía, liberación de presos, acercamiento de los mismos, modificaciones legales o hasta estatutarias. Son dos programas sobre los que Bildu y sus colegas pedalearán simultáneamente y sin riesgo aparente de caídas estruendosas. Básicamente los dirigentes de Bildu son brillantes estrategas políticos y magníficos propagandistas, como ha demostrado la llamada Conferencia de San Sebastián. La gestión de los recursos públicos les interesa – por el momento — mucho menos, salvo en lo que toca, precisamente, a las necesidades de adoctrinamiento, agitación y propaganda. Un sketch  del programa Vaya semanita lo explica muy bien: en un ayuntamiento vasco unos concejales de Bildu con mayoría absoluta son advertidos por el interventor municipal sobre los problemas con el servicio de basuras. Los concejales se indignan y gritan al unísono: “¡Vamos a manifestarnos inmediatamente!”. Persiste, por supuesto, la proyección sistemática de un conflicto de legitimidades, que se mantiene al rojo vivo mientras se utiliza la legalidad vigente para denunciarlo desde el poder político y presupuestario que otorga el control de diputaciones y ayuntamientos.

3. La mística de la violencia revolucionaria y un totalitarismo de rostro humano. El sustrato de la mística de la violencia revolucionaria no ha desaparecido, aunque se renuncie a matar por objetivos políticos. La democracia, para Bildo y sus congéneres, es únicamente un conjunto de reglas que pueden y deben utilizarse para imponer un proyecto político irreversible desde una mayoría social al que le bastaría el 51% de los votos para sentirse legitimada per secula seculorum. El socialismo, el otro elemento del binomio programático, es un apéndice sin importancia. Es el suyo un socialismo cuyos principios y métodos no van más allá de enunciados abstractos y que entran en contradicción directa (por ejemplo) con los intereses sociales que defiende el PNV. Así que, en realidad, la independencia lo es todo, y la euskadización a machamartillo de Euskadi el objetivo prioritario. Sí, eso es todo: la independencia como cura de todos los males sociales, bálsamo de un dolor secular, apósito para la melancolía de una patria imaginaria, pago de la sangre derramada, llave de oro que abrirá la única puerta que conduce a la feliz dignidad del pueblo. Los que no compartan esta radiante necedad siguen siendo traidores al pueblo vasco y no tendrán sitio en el sagrado recinto de la libertad.      

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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