Ángel Víctor Torres

Permítame el cansancio

Permítanme el cansancio. No, no creo que la obra que han bautizado como Salto de Chira sea, como ha aseverado el presidente Ángel Víctor Torres, “un punto de inflexión para  el futuro de Gran Canaria y de Canarias en su conjunto, una instalación esencial para lograr la soberanía energética de Canarias y para aminorar los efectos del cambio climático”. Canarias no logrará la “soberanía energética” en 2040, porque durante décadas el petróleo y el gas (ojalá fuera el gas) seguirá siendo un elemento irremplazable en su mix de consumo energético. En cuanto a aminorar los efectos del cambio climático, se han elegido en este proyecto unas herramientas realmente curiosas. Primero, arrasar la mayor cuenca de Gran Canaria, el barranco de Arguineguín, el más rico reservorio de biodiversidad de toda la isla; segundo, garantizar el suministro de agua con una estación desaladora, que como nadie debe ignorar, puede producir un agua de excepcional calidad para el consumo humano, pero que genera un subproducto, la salmuera, con efectos aniquilantes en la biomasa del medio marino de las costas. Y desde un punto de vista jurídico, ¿de veras que Red Eléctrica Española va a ser la garante de la soberanía energética de Gran Canaria? ¿No es eso un chiste demasiado obsceno?

Permítanme el cansancio, pero un periodista, que digo, un ciudadano no puede dejarse avasallar por una puesta de largo cursi y modernoide, un cegador verde fosforito que no es una casualidad, una convocatoria de ringorrangos trufada de ministras y directoras generales, presidentes, consejeros, diputados, alcaldes y concejales, una concentración de discursos, ambiciones, prejuicios e ignorancias, una cacofonía de felicitaciones a sí mismos y de profecías invariablemente trascendentales. Se cantan a sí mismos, se felicitan a sí mismos, se ensalzan a sí mismos, se publicitan a sí mismos, y no conviene olvidar, por hondo y resabiado que sea el cansancio que se arrastra, que lo hacen con nuestras perras. Ese escenario, esa pantalla gigante de televisión donde fulge la calva mesiánica, esos efectos de luz y sonido los hemos pagado a través de nuestros impuestos, como se han pagado con nuestros impuestos los millones arbitrados para difundir evangélicamente las bondades incuestionables y el efecto milagroso de una infraestructura que más que con la vulgar tecnología linda con la magia libre y descarbonizada.

Discúlpenme, sinceramente, por el cansancio acumulado que ya te horada el alma, pero ese rutilante universo marquetinero, ese exhibicionismo impúdico de estar llevándonos – a rastras sin no queda más remedio – a una nueva era de comunión con la madre Naturaleza, a una ecoisla (sic) recuperada de una contaminación infernal,  prefiere ignorar ya apenas un 30% de nuestra superficie está más o menos protegida jurídicamente – hasta que llegan técnicos complacientes y reducen de facto el porcentaje – y que precisamente el proyecto que inspiran e impulsan, paradójicamente, provocará un daño que insisten que quieren evitar. Por muy agotado que estés, en efecto, cada vez que te presenten uno de estos onerosos proyectos transformadores recuerda lo que decía Salvador Pániquer: la palabra es lo único que oculta lo que la palabra dice. Ellos quieren decir ecología y en realidad aluden a su ideología, ellos dicen sostenibilidad y otros se llevan la rentabilidad, ellos dicen cambio climático y se refieren a que nadie les pueda cambiar en sus despachos.

Pero, sobre todo, el cansancio no debería confundirlos. Cuando sea evidente el destrozo medioambital, la débil rentabilidad social, el abandono de un concepto obsoleto de generación y almacenamiento de energía, no les servirá de nada ser abuelitos jubilados con una calle con su nombre en su pueblo. Se les pedirá responsabilidades. Y deberán afrontarlas.

 

 

 

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La transición valbuenística

Según afirmó ayer el presidente del Gobierno de Canarias, Ángel Víctor Torres, en un foro organizado por una emisora radiofónica, en menos de tres meses se ha cuadruplicado la potencia fotovoltaica en Canarias para el autoconsumo: en 2019 había menos de 200 edificaciones que disponían de energía fotovoltaica y ahora son más de 2.000. Imagino que el presidente habrá tenido un lapsus y que quiso decir tres años, aunque tampoco cuadra. Es algo que le ocurre de vez en cuando a Torres: en su afán de demostrar que lleva Canarias en la cabeza a veces se le derrama la cabeza sobre Canarias. También se congratuló de la presentación en Tenerife de la Estrategia de Energía Sostenible para Canarias con la participación de la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, quien endosará — ¿de una tacada? -466 millones de euros para el invento.

Es difícil orientarse en la selva selvaggia de propuestas, estrategias, marcos, proyectos legislativos, programas, soflamas y riquirracas en materia de energías renovables y sostenibilidad con la que el Ejecutivo se ha engalanado en los últimos años. Hay un proyecto de ley de Cambio Climático, se prepara una estrategia de Transición Justa y una estrategia de Justicia Climática, se ha redactado otra Estrategia Canaria de Acción Climática, está operativo un Plan de Transición Energética de Canarias (llamado casi cariñosamente el PTCan) y un Observatorio Energético de Canarias (bautizado OECan) y unas nonatas Agencias Insulares de Energía. Es como si los archivos de Napoleón, Petra Kelly y Maxwell Smart hubieran sido volcados en un contenedor (por supuesto, reciclable) y removidos con un palo. A lo largo de dos años y medio se han garrapateado estrategias y planes que es un primor, pero ahí fuera, sinceramente, la realidad no se ha dado por aludida por esta virtuosa grafomanía.

Fuera de las verdes praderas del Gobierno y de los retretes de los  habituales paniagüados la sensación más extendida es la intranquilidad. En una de las grandes apuestas (y denuncias) del consejero José Antonio Valbuena, el saneamiento de aguas, no se ha hecho prácticamente nada.  Tan poco se ha hecho, en efecto, que Valbuena no ha podido llevar a Teresa Ribera a otro sitio que a la Estación Depuradora de Buenos Aires, en Santa Cruz de Tenerife, una infraestructura en marcha desde finales de los años setenta y que ha sido sometida a una ampliación para alcanzar los 55.000 metros cúbicos de agua depurada al día. Es una lástima que el Gobierno de Torres no tenga nada que ver con esta obra, cuyo contrato fue firmado en diciembre de 2018, y que había sido licitada por el Gobierno de Mariano Rajoy.  La pasada semana los empresarios del sector de las energías renovables manifestaban su hartazgo ante los retrasos que acumulan las autorizaciones administrativas que debe resolver la Consejería de Transición Ecológica, especialmente para proyectos que cuentan con financiación de fondos europeos, perdidos irremisiblemente si no se ejecutan antes de fin de año.

En un horizonte más lejano el estupor y el nerviosismo son incluso más intensos.  Con la pachorra valbuenista,  torturando folios y folios con mandangas estratégicas y fritangas normativas,  se está perdiendo el tiempo para definir un modelo energético de transición – necesariamente un mix — y disponer de las infraestructuras de almacenamiento y distribución que garanticen el suministro eléctricos a ciudadanos y empresas. La testaruda negativa de considerar al gas como ingrediente básico del mix energético define muy bien a un Gobierno que se mueve (es un decir) entre el utopismo y el burocratismo mientras vende postales de unas islas descarbonizadas, si se excluyen, naturalmente, los muchos miles  de aviones que atraviesan nuestros cielos y aterrizan y despegan de nuestros aeropuertos. Valbuena lo dejará todo preparado – cada programa, cada medida, cada reglamento – para resolver la situación un minuto antes del fin del mundo.

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?

Circo de pulgas

La élite política del país solo es rápida y ágil para una cosa: borrar sus propias huellas. Como era previsible que el PP hablara de tongo en la votación para convalidar el decreto de la reforma laboral  — el papel de  Meritxell Batet ha sido, como mínimo, cuestionable – el PSOE, a los cinco minutos de acabar el pleno, acusó directamente a los conservadores de haber comprado a los diputados de Unión del Pueblo Navarro: como si Adriana Lastra hubiera escuchado el sonido de las monedas cayendo en los bolsillos de los navarricos. En realidad el PP intentaba ocultar que entre sus diputados hay un oligofrénico que no sabe votar y que estaba en su casa tocándose las meninges y PSOE/UP lanzan humo para enmascarar la ruptura del bloque de investidura y su torpeza negociadora como diálogo transversal y apertura al centro. Aquí no hay estrategia, coherencia, respeto ni dignidad,: solo un circo de pulgas ansiosas.

Abajo, en los subtrópicos de tormenta y calima, de covid y preposiciones, de manueldominguez y nirafierros, la degradación político-institucional no es tan estruendosa, pero sin duda avanza. Se la puede escuchar como tenue música de fondo en los tuits gubernamentales. Hace algunas semanas un dirigente del PSOE me comentó satisfecho, arrastrando fruitivamente las palabras: “Va a llegar dinero para todo”. El dinero no es una preocupación. El de Ángel Víctor Torres es el primer gobierno de la crónica autonómica que no está preocupado por la pasta, al contrario, su única preocupación es poder  gestionar semejante dineral  sin morir de indigestión. Por lo demás es conveniente estar atentos a lo que incluye el para todo. El PSOE como organización política mercantilizada sufrió una tormentosa y apurada situación financiera hace más de una década, pero ahora es, valga la metáfora, un partido saneado y rico: sus terminales territoriales recibirán un caudaloso río de euros para la campaña y la precampaña electoral. Asignar los mayores fondos que jamás haya manejado la administración autonómica y contar con una generosa cobertura federal para la campaña electoral son las razones principales del optimismo del PSOE.  Están convencidos que por primera vez una crisis económica relevante no impedirá, sino al contrario, puede contribuir – gracias a los programas de reactivación decididos en la UE — a consolidar a la izquierda en el poder. También en Canarias.

El presidente Torres canta las maravillas de la evolución del empleo en las islas. Bueno. Una empresa española abrió recientemente una nueva y amplia sede en el sur de Tenerife. La media del salario de los trabajadores se mueve entre los 700 y los 800 euros. Por supuesto, por debajo del salario mínimo, pero es que contratan por un par de horas menos de la jornada laboral. Convertirán los contratos en indefinidos, pero con jornada de cinco horas y media. Todo esto le importa un rábano al señor Torres y sus corifeos. Es lo mismo que los decenas de millones de ayudas del Gobierno central que “ya están en La Palma”. ¿Qué significa eso? ¿Los tiene enterrados bajo un tonique Anselmo Pestana?  ¿Los escondió en una bolsita impermeable bajos del Chorros de Epina Miguel Ángel Pulido? ¿O los lleva a la isla en un falso volumen de El capital monopolista  de Baran y Sweezy Antonio Olivera? Porque salvo para un puñado de afortunados la situación de los damnificados por la larga y dañina erupción volcánica no ha cambiado sustancialmente. ¿Y la sorpresa del Plan Reactiva Canaria? ¿No le lleva a ninguna reflexión al presidente que la oposición (CC y PP) se quejen formalmente de ausencia de datos y transparencia? Pues no. Torres afirma que se ejecutaron 3.130 millones de euros en 2023, solapando iniciativas del PRC con gasto corriente consignado en los presupuestos generales de la Comunidad. Esta exhibición casi obscena de manipulación y charlatanería también socava la legitimidad del sistema democrático. Tranquilamente. Con una sonrisa en la boca, una palmadita en la espalda, una pulga levantando en peso el futuro de Canarias.

 

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Jugar con palabras y muertos

El presidente Ángel Víctor Torres siempre está pidiendo algo. Es lo que toca en estos tiempos de zozobra e incertidumbre. Me imagino que todavía puede hablarse de tiempos de zozobra e incertidumbre a pesar de las maravillosas noticias con las que el Gobierno canario – mimetizando al Gobierno central – se celebra y se canta. Fíjese que abren hoteles, restaurantes, bares y comercios y baja el desempleo: qué excepcional labor hace el Gobierno.  También se excitan mucho cuando entregan dinero   –pasta fácil que se inyecta desde Madrid —  y evitan así que la estructura social se desmorone; una cosa complejísima soltar pasta a empresas y pymes, un dolor muy grande, corre el rumor de que había días en los que Elena Máñez no salía de la cama de puro agotamiento, y a media noche flotaba sobre las sábanas, los ojos desorbitados, temblando ligeramente y con el bolso Gucci entre las manos.  

Ocurre, sin embargo, que últimamente cierto asunto salpica con impertinentes manchitas negras el espacio público. Como quizás no ignoren, desde hace dos años nos afecta una pademia vírica que se ha cobrado unos 100.000 muertos en España, y a pesar de estar derrotada una y otra vez, según nuestros responsables políticos, pues está matando a más gente que nunca en Canarias. La pasada semana, 78 fallecidos. Exactamente 273 hasta el día de ayer. Es ligeramente incómodo que ahora, cuando falta ya año y medio para las elecciones, se siga muriendo gente. Esto tiene que acabar de una vez, porque de repente la gente no se fija más en la cara de frutero honrado sin hojas de afeitar que gasta el presidente y se empieza a fijarse más en lo que hace, y el PSOE puede tener un disgusto.

Ya el pasado año los socialistas ensayaron un cambio verbal. En realidad toda la estrategia anticovid del Gobierno socialista ha sido, predominantemente, una estrategia de comunicación (política y no médica).  La muerte y el sufrimiento demandan, para ser gestionadas sin peligro, una retórica propia, ajustada, muy fina. Quédese usted con la economía o la medicina y déjeme a mí el control de las palabras. La cuquería consistía en distinguir entre los pacientes que morían con covid de los que morían a causa del covid. Es de una astucia admirable. Hace unos días la recordó una responsable hospitalaria, como antes lo hizo Blas Trujillo, cuya imagen de chico listo ha evolucionado hacia el perfil de Luca Brasi, guardaespaldas presidencial grandote y brutal si se tercia, pero siempre fiel y discreto. Así que Ángel Víctor Torres ha pedido (como no) homogeneizar entre todas las comunidades los criterios para decidir si un enfermo ha sido víctima del letal virus o de cualquier otra cosa. Igual en Canarias somos demasiado quisquillosos. Igual por pura novelería estamos contando muertos en vez de contar fallecidos por covid. No es popular decirlo, pero a los canarios les gusta más un velatorio que comer con los dedos y son, esencialmente, un pueblo sentimental. El canario – ha pensado tal vez Torres, que es de la generación de Natura y cultura de las Islas Canarias – le gusta mucho emocionarse con las desgracias ajenas para así solidarizarse sin problemas de conciencia con las únicas que le interesan, que son las propias. Puede que sea de esa manera, vete a saber, pero, ¿por qué tiene que pagarlo el primer gobierno progresista que disfruta el país desde hace más de un cuarto de siglo? ¿Por qué tiene que afectar a su presidente?

Es muy difícil en la mayor parte de los casos decidir si a un infectado lo mató el covid o una enfermedad previa, aunque el juicio más corriente es que el covid aceleró el fallecimiento del enfermó. Para un enfermo oncológico el covid no es una minucia porque lo esté matando un cáncer de pulmón, sino una infección que puede restarle varias semanas o meses de vida. Las miserables acrobacias verbales, el juego mezquino entre preposiciones, es otra expresión del rechazo de rendir cuentas o sufrir desgaste político por la pandemia.

 

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La salida canaria de la crisis

El coronavirus mata al turismo en Canarias: “Nos han cancelado el 100% de  las reservas. Todos al paro” - NIUS

Espero que el presidente Ángel Víctor Torres se haya recuperado del covid. De lo que muy  evidentemente no se recuperará nunca es del crepitante optimismo dadaísta que es marca de fábrica del líder aruquense. En realidad no cabe reprocharle eso: un presidente es siempre un optimista ocupacional. Como decía el personaje de Meryl Strepp en Don’t Look Up, “no vas a anunciar a la gente que va a morir, con toda seguridad, por la caída de un meteorito”. Torres cree –aquí todo el mundo puede creer lo que quiera –que a finales de año Canarias habrá recuperado el 90% de su cuota turística.  Esta es la cuarta fecha que el presidente ofrece para tranquilizar al respetable. Supongo que algún día acabará acertando. Como argumento nigromántico, Torres recordó que en 2021 se cerró con un porcentaje de desempleados inferior al de antes de la pandemia. Esa cifra – alrededor de un 19% de la población activa – se obtiene haciendo alguna que otra trampa estadística como, por ejemplo, registrar como empleados a los acogidos a los ERTE, pero el aumento de puestos de trabajo y de afiliados a la Seguridad Social es incontestable y está asociado a la débil y muy incompleta reactivación turística y al comercio. Sería interesante conocer detalles –cuesta un poco encontrarnos – sobre las características de las contrataciones. Por lo que he podido comprobar son en su inmensa mayoría contratos temporales, muchos a media jornada, en los que se cobra el salario mínimo o la cuota parte correspondiente. Lo de casi siempre. Trabajos que, en definitiva, fortalecen al precariado en todos los tramos de edad. Porque Canarias jamás ha tenido proletariado pero desde finales de los años setenta cuenta con un creciente precariado que, en realidad, ha devenido la clase social predominante en el país. En los últimos cuarenta años ya son tres las generaciones de isleños que han vivido encadenando trabajos basurientos, pero se sobrevive y no entra en crisis  la estabilidad social gracias a una sanidad y una educación pública, a algunos servicios sociales y a la red de apoyo de la familia.  Con la excepción de las élites políticas y económicas, el funcionariado y algunos sectores profesionales la mayoría de los canarios viven entre el desempleo y la precariedad. Y lo seguirán haciendo.

Tal vez el rasgo más definitorio de la gestión de la crisis covid en Canarias es la clara renuncia de Torres y sus compañeros a dos condiciones parcialmente conectadas: la cooperación y complicidad entre el Gobierno y la oposición y el diseño de una alternativa de tratamiento de la crisis fuertemente autónoma, propia, centrada en las características de la catástrofe económica en el archipiélago. Los socialistas canarios han diagnosticado la crisis como una oportunidad excepcional no para transformar Canarias – eso es un desideratum que solo sirve de estímulo a la moral y a la propaganda– sino para recuperar un papel política y electoralmente hegemónico en las islas. Es el diagnóstico sanchista aplicado a nuestras ínsulas baratarias: solo el Gobierno dispone de recursos en esta espantosa situación; aprovechémoslo y que quede claro quien concede el mínimo vital, mantiene los ERTE, aumenta y distribuye las subvenciones, elige compañeros de baile en proyectos de capital público-privados, financia propuestas de inversión, firma cheques para abaratar el alquiler. Lo segundo es más penoso aun. El 30 mayo de 2020 se firmó pomposamente el Plan Reactiva Canarias apoyado por todas las fuerzas parlamentarias, salvo el PP, y por las organizaciones empresariales y sindicales. Un año y medio después es un documento prácticamente amortizado cuyo papel como directriz básica del proceso de recuperación económica ha desaparecido. Jamás se han reunido sus firmantes para evaluar su desarrollo y  fiscalizar sus resultados. El Gobierno canario discreta gestiona o adjudica las perras que vienen de Madrid y Bruselas sin atender a su propios criterios estratégicos y programáticos definidos en el Plan Reactiva Canarias. Se ha optado por una gestión sucursalista de la crisis. Desde luego que es más descansado. Pero el menos eficaz y eficiente para las reformas que necesita el país.

 

 

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