PSOE

Otro error del PSOE

1) El terrorismo yihadista es una amenaza real. Que haya que insistir en esta obviedad representa un indicio más de la buena salud de la tibetanización idiota de la sociedad española en general y de la izquierda en particular, pese a padecer a ETA durante cuarenta años y haber sufrido el mayor atentado islamista cometido en Europa hasta el momento. Una cosa es exigir que la lucha contra el terrorismo no termine deslizándose hacia la legitimación de un autoritarismo que socave las libertades civiles, abriendo un estado de excepción sistemático y permanente, y otra emitir sandeces como las que se pudieron escuchar o leer con motivo de la reciente matanza de París: desde que la solución consiste en más democracia y no menos hasta esa extraña tranquilidad de conciencia – solo de conciencia, claro, ni la caja craneana ni las piernas quedan a salvo –que se alcanza al responsabilizar del terrorismo no a los que asesinan con tiros en la nuca o bombas, sino al imperialismo norteamericano o su cómplice, el barrigudo y cínico egoísmo europeo. Ya explicó Arcadi Espada que el énfasis en las causas del terrorismo es directamente proporcional a la distancia entre el lugar de las bombas y el enfático: a mayor distancia de las bombas, mayor insistencia en las causas. En todo caso el combate contra el terrorismo yihadista es arduo y complejo y no puede no notarse.
2) La unidad, por supuesto. Es imprescindible la unidad política, social, cultural frente a la agresión terrorista. No debe ser una reacción militaroide de prietas las filas, sino la plasmación de una verdad elemental: la unidad es pragmática, la unidad es más sólida, la unidad es el mejor cemento para rearfirmar valores y no únicamente avalar estrategias. Se entiende perfectamente que los grandes partidos del país (PP y PSOE) negocien un acuerdo básico que muestre su unidad frente a las amenazas del terrorismo yihadista, como lo hicieron en el pasado con ETA. Lo que yo no entiendo, precisamente, es que los socialistas no hayan negociado ese acuerdo. Solo han suprimido algunos detalles léxicos y modificado algunos giros sintácticos del texto inicial del Gobierno para rubricarlo con la fugaz pompa de focos y televisiones.
3) Si la lucha contra cualquier terrorismo debe basarse en la legalidad estricta el Código Penal  y en especial –aunque la evidencia sea sonrojante – las referencias al terrorismo en el mismo deben constituir un acuerdo previo entre los firmantes. No ha sido así y el inminente Código Penal que aprobará el PP gracias a su mayoría absoluta en las Cortes fragiliza el garantismo judicial, afecta negativamente a derechos básicos e  introduce de contrabando un Derecho penal del enemigo. El PSOE ha actuado al revés: primero me adhiero a una unidad política precocinada por el Gobierno de Rajoy y luego me comprometo a acudir al Tribunal Constitucional para neutralizar los instrumentos operativos con los que se pretende eliminar la amenaza que les ha convocado. Es un nuevo error  estratégico del PSOE que contribuye a su desindentificación política e incluso existen motivos para una sospecha razonable:  Pedro Sánchez no ha aparecido junto a Mariano Rajoy por sentido de la responsabilidad, sino por sentido del share.

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La amenaza (fantasma) del señor Pérez

Don José Miguel Pérez amenaza con dimitir si la dirección federal del PSOE readmite en su seno – o archiva el expediente correspondiente – de los consejeros socialistas en el Cabildo palmero encabezados por Anselmo Pestana. Seguramente debe recordarse que José Miguel Pérez es secretario general del PSC-PSOE y que lo de la dimisión va por ahí. Por supuesto que no se notaría nada. El señor Pérez nunca ha encontrado tiempo para liderar el partido del que es secretario general por un apretado 54% de los votos. Al señor Pérez el PSC siempre le ha antojado un engorro. Sin duda ese liderazgo abstencionista explica que la identidad del PSC-PSOE se haya diluido prácticamente en el Gobierno que comparte con Coalición Canaria. El señor Pérez jamás hace ningún tipo de declaraciones, ni marca la agenda, ni recuerda con mejor o peor pedagogía las exigencias programáticas de los socialistas en el pacto por el que Paulino Rivero consiguió la investidura presidencial. Si por ejemplo uno debe olvidarse de la renovación de la Radiotelevisión Canaria, pues uno se olvida y ya está. Incluso vota a favor de un aumento presupuestario para la RTVC con la granizada de paro, desigualdad y miseria que está cayendo sobre los ciudadanos canarios. El señor Pérez es una boa profesoral capaz de tragarse cualquier cosa. Quizás si en esta amenaza sumara a su dimisión como secretario general su dimisión como vicepresidente y consejero de  Educación resultaría un fisco más creíble. Pero, por supuesto, no es el caso.
Lo que por fin ha comprendido la dirección federal – y la responsable no es únicamente la candidata presidencial socialista para las elecciones autonómicas de mayo, Patricia Hernández – es que expulsar definitivamente a Pestana y sus compañeros supone destruir el PSOE en La Palma durante muchos años, porque el presidente del Cabildo Insular tiene el apoyo del 90% de la organización. Si se pasa la apisonadora reglamentaria el PSC podría perder o ver reducida al mínimo su representación palmera en el próximo Parlamento de Canarias, y si a semejante estropicio se le suma una cada vez menos hipotética candidatura independiente de Casimiro Curbelo en La Gomera Patricia Hernández podría quedarse sargentoneando una triste decena de diputados. Los seis o siete diputados que todas las encuestas conceden ahora mismo a Podemos en la Cámara regional proceden mayoritariamente de votantes de Izquierda Unida y del PSC, amén de abstencionistas dispuestos a apoyar a los compañeros isleños de Pablo Iglesias. Y en medio de estos oscuros augurios y sangrantes heridas internas al señor Pérez no se le ocurre otra cosa más responsable y pinturera que amagar con una dimisión. Algo que para la delicadísima salud del exhausto socialismo canario sería una noticia demasiado buena para ser verdad.

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Los enemigos de la regeneración del PSC

Vamos a ver. Que empiece la regeneración del PSOE. Que empiece de una vez. A mí me encanta este entusiasmo sandunguero. ¿Se limpia, higieniza y perfuma el PSC-PSOE o no se perfuma, limpia e higieniza así sucumba por hiperventilación Julio Cruz? Por supuesto, siempre hay problemas. Los aparatos de dirección suelen apostar por un candidato e influir con toda la fuerza de su poder político y sus instrumentos burocráticos para que tal candidato sea apoyado por la militancia. Como desde hace lustros las militancias están exhaustas o indiferentes la mayoría de los que votan son, precisamente, los cargos públicos y orgánicos y sus claqués y compañeros más próximos. Para que en Canarias hubiera ganado Eduardo Madina para la Secretaría General del PSOE, por ejemplo, hubiera bastado con que la mitad de los que no votaron le hubieran prestado su voto. Las direcciones y aparatos que se comportan así esperan, en justa reciprocidad, que el candidato elegido – en este caso Pedro Sánchez – valore su esfuerzo y respete la autonomía de la organización regional, es decir, no interfiera en el status quo. Pero lo que ocurrirá en el futuro con Pedro Sánchez no es particularmente seguro. Sobre todo porque si Sánchez admite todas las tutelas e interferencias que se le suponen su destino será breve y melancólico. ¿Se presenta uno a la Secretaría General del PSOE para yacer hermosamente como el doncel de don Enrique el Doliente? Se me antoja harto dudoso.
La regeneración del PSC es altamente improbable porque solo podría venir desde el interior de la organización de los socialistas canarios. Únicamente los militantes, a través de una rebelión inteligente, podrían romper la oligarquía mezquina y suicida que ha controlado de facto el partido, con ligeras modificaciones y reajustes, desde finales del largo reinado de Juan Carlos Alemán y aun antes. La inaudita actitud liquidacionista de la dirección contra los disidentes de Tenerife (primero) y La Palma (después) no son un indicio de fuerza, sino una prueba de la debilidad de un autoritarismo pancista e idiotizado. Un partido que ya apenas puede denominarse un partido, incapaz de reflexionar sobre sí mismo y su propio entorno social, brutalmente desinteresado por la sociedad civil de su entorno, desconectado tanto de los barrios colmatados de paro, pobreza y marginación como de los profesionales más insatisfechos de las clases medias, cuyo suelo electoral resiste gracias a un puñado de alcaldes y (hasta anteayer) a una marca del mercado electoral que ha caído en picado. Un partido zombi dedicado a la perfumería en medio centanar de despachos cerrados a cal y canto a cualquier cambio estratégico, organizativo, intelectual. Viejos y nuevos aparatistas, o mejor nuevos aparatistas para ocultar los manejos de los aparatistas de siempre – José Miguel Pérez no es más que el grisáceo mascarón de proa del navío de los corsarios de toda la vida y ahí está Sebastián Franquis, parche al ristre, para demostrarlo – son el principal enemigo del PSOE y bajo su yugo jamás podrá reconstruirse un proyecto socialdemócrata para Canarias.

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Último round

Apasionados por las apuestas se ha obviado generalmente que el pasado domingo el PSOE ya desarrolló un capítulo importante de regeneración interna: por primera vez su secretario general fue elegido democráticamente por los militantes con plenas garantías procedimentales. Sería interesante contemplar en un brete semejante al PP, a Coalición Canaria o a Izquierda Unida, pero tardaremos en verlo o lo harán nuestros nietos. El PSOE ha hecho un favor al sistema político español con un magnífico ejercicio de democracia interna que no queda deslucido por surgir en el seno de una crisis formidable de la socialdemocracia española. Pero el garantismo del procedimiento –el voto directo y secreto de todo militante al corriente de sus cuotas —  no impide las influencias de líderes y aparatos burocráticos y resulta muy cómico que esto se denuncie como una impureza intolerable, porque se me antoja muy difícil de imaginar cualquier circunstancia en la que una organización política carezca de aparato burocrático ni de dirigentes connaturalmente intervencionistas.
Quizás Pedro Sánchez era el candidato menos abiertamente reformista de los presentados, cuyo programa electoral se mostraba menos comprometido (o más vaporoso) con un giro a la izquierda del PSOE. Lo que ocurre es que tal giro a la izquierda es, básicamente, una entelequia. Es curioso: mientras Podemos y (en menor grado y de forma un tanto mimética) Izquierda Unida se esfuerzan en aumentan su base socioelectoral apelando no solo a votantes y exvotantes socialistas, sino hasta a “la gente decente que ha votado al PP” (Juan Carlos Monedero dixit), desde los mismos rincones se exige perentoriamente al PSOE que se izquierdice. El PSOE – como simulan hacer los dirigentes de Podemos e IU – no tiene otra izquierda a la que acercarse que su malherida identidad socialdemócrata, es decir, la defensa y corrección del Estado de Bienestar, de las libertades públicas y privadas consagradas por la Constitución, de la reforma del modelo político-territorial del Estado, del combate contra la corrupción política y a favor de la reconstrucción de su autonomía frente a los poderes financieros y empresariales. Así se consigue una mayoría social y electoral y no agitando banderas que ya otros ondean. Ya es bastante complejo y duro el trabajo para pensar en otra cosa. Pedro Sánchez – le guste poco o mucho – está condenado a hacerlo. Una nueva decepción, un nuevo fracaso, otra renuncia mentirosa y agorafóbica le costaría al PSOE su ya fragilizada posición como partido con opciones reales para materializar una alternativa política y parlamentaria de gobierno.

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Nueva politiquería

Desde el Gobierno del PP se impulsan campañas en todos los frentes (económico, fiscal, jurídico) que pretenden, y si se mantienen en el tiempo conseguirán, la cristalización de un modelo social y una placenta ideológica que jamás figuraron en ningún programa electoral. Desde la ultramontana ley del aborto al proyecto legislativo de Seguridad Ciudadana, pasando por la estéril reforma laboral y los cínicos retoques al sistema de imposición fiscal, Mariano Rajoy y sus ministros no paran y la degradación democrática  avanza como una tarde de domingo angustiosamente ineltuctble. Ante esta situación disponemos de un partido socialdemócrata huérfano de sí mismo y unas izquierdas alucinadas con ensueños de procesos constituyentes, nacionalizaciones a batiburrillo, referéndum para la abolición de la monarquía y otros camafeos de retórica adolescente. En todas las encuestas electorales queda demostrado que el suelo de votantes del PP resiste y que el voto de izquierda y centroizquierda no crece apreciablemente, sino que se fragmenta.
Escucho a las izquierdas (a Podemos, a la CUP,  a la IU que Alberto Garzón quiere ahora matrimoniar con quien tenga el progresismo más grande) y me siento trasladado a los pocos segundos a la calle Heraclio Sánchez en los años ochenta. Entre otras cosas porque estas izquierdas – como el propio PSOE – carece de auténtico programa político, está instalada en la fantasía de representar a la mayoría por ser quienes son (y punto) y participan únicamente de una ética de la convicción y jamás de una ética de la responsabilidad. Debatir no es exponer ardientemente lo que uno cree, sino admitir y metabolizar el diálogo con aquellos que no comparten tus creencias. Así que el refugio predilecto consiste en la denuncia y a menudo la denuncia no toma en cuenta la evidencia, los datos, el conocimiento acumulado. Uno de sus objetivos predilectos es consolidar la imagen de un sistema en el que conservadurismo y socialdemocracia son vasos comunicantes y que cualquier reformismo significa hipócrita pecado mortal. Una vez más lo escucho cuando se acusa a los socialdemócratas de votar a Jean-Claude Juncker presidente de la Comisión Europea. Miren, miren, votando a un conservador, los muy fementidos. Se olvida que se pactó que para la designación del sucesor de Joao Durao Barroso se atendería a los resultados electorales y que el 25 de marzó ganó la derecha. Se olvidan que sin pactos continuos entre conservadores, liberales y socialdemócratas – en los que, como en cualquier otra cámara, se negocian partidas, programas y cargos – la Unión Europea no hubiera prosperado política, económica y parlamentariamente. Más aun: sin ese consenso, necesariamente criticable, la Unión Europea no  existiría. Pero lo importante es el titular, la foto y el engaño. No sé a que me suena eso. Ah, sí. No es a política. Es a politiquería.

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