PSOE

Oh, Andalucía

 

Un grupo de parlamentarios socialistas de nuestra Cámara regional se trasladó hace unos días a Andalucía para empaparse de las políticas de izquierda que desarrollan José Griñán y su Gobierno. Se desconoce todavía si esta comitiva, capitaneada por el portavoz parlamentario del PSC-PSOE, Manuel Fajardo, se desplazó, alojó y manducó apoquinando sus cuartos o recibieron una ayuda económica oficial: sería estupendo que lo aclararan. Que en el siglo XXI sus señorías tengan que trasladarse con sus respectivos equipajes a Andalucía para templarse en una pedagogía política progresista – billetes de avión, reservas hoteleras, comidas y meriendas – resulta un tanto asombroso. Es como aquel discípulo de Cristo que necesitó tocar con sus propios dedos las heridas de su maestro para creer en su resurrección.
–Encantados de tenerlos aquí, chiquiyos…
— Nosotros venimos a aprender, Pepe, solo a aprender… Porque tú tendrás muchos parados aquí en Andalucía, pero se nota que los quieres…
— Hombre, y hablando de eso, miren, aquí, en este cuartito de al lado, tengo un parado de larga duración…
–¿Aquí mismo?
–Como les digo. Sal, sal, Juanillo, que estos señores quieren verte…No seas tímido…Verán que solo asoma la cabeza, un brazo y media pierna, pero es que todavía no lo hemos sacao totalmente de la exclusión social…Tóquenlo, tóquenlo, que ha ganado dos kilos desde que sacamos el decreto ley…Tócalo, Luis, que no pasa nada…
A partir de ese viaje, el señor Fajardo ha pedido al Gobierno de Canarias –del que forma parte del PSC-PSOE – que de un “volantazo” a su política y oriente su estrategia hacia los problemas sociales. Para colaborar en tan noble como ardua tarea, Luis Fajardo y sus compañeros presentarán en breve un conjunto de iniciativas parlamentarias que, al parecer, no se les habían ocurrido en los dos últimos años, pero que a buen seguro han sido estimuladas por la prodigiosa luz y el aire mágico de Andalucía, un país que gracias a Manuel Chaves y a José Griñán se ha convertido, después de treinta años de gobierno ininterrumpido, en la Finlandia del Sur de Europa.

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Mayorías

Las encuestas y sondeos electorales (recientemente se ha publicado uno de ámbito nacional y otro en las Baleares) registran una pérdida sustancial de apoyos al Partido Popular, pero en ningún caso una catástrofe que hunda a los conservadores en las tinieblas demoscópicas. Tanto en unas hipotéticas elecciones generales como en unas supuestas elecciones autonómicas en Baleares, el PP perdería la mayoría absoluta, pero seguiría siendo, con diferencia, la opción política más votada. El respaldo al PSOE sube o baja muy ligeramente respecto a los comicios de noviembre de 2011, crecen Izquierda Unida y UPD y aparecen fuerzas regionalistas o nacionalistas de izquierda y de derecha. El dato más asombroso, sin embargo, es la resistencia correosa del Partido Popular después de un año de gobierno caracterizado por la destrucción de derechos sociales, la planificación del desmantelamiento del Estado de Bienestar, la regresiva reforma laboral y la onerosa improvisación en las reformas del sistema financiero español.

El moderado precio electoral que podrían estar pagando Mariano Rajoy y su tropa tiene sus razones sociales e ideológicas. La primera afecta a su base electoral tradicional, consolidada en las ultimas convocatorias: las clases medias urbanas – proclives al PSOE hasta mediados de los noventa – los jubilados y los sectores de trabajadores no cualificados. Su principal reacción ante la crisis es el miedo. Pánico a caer en la clase media baja o a un descenso acusado de las pensiones y una creciente insolidaridad que rompe el pacto interclasista e intergeneracional del Estado de Bienestar: yo no tengo por qué pagar todo aquello que consumen los desempleados (sanidad, educación, prestaciones) ni quiero saber nada de eso. Apoyo resignado o convencido a un autoritarismo imperturbable que garantice un orden que ya no existe. La segunda, la ausencia de una alternativa verosímil para esas clases medias y jubilados que constituyen más del 70% de los que votan en España. La recia sospecha de que el PSOE haría algo muy parecido. El vago convencimiento de que la partida se gana y sobre todo se pierde en Europa y la comprensión de Europa como un azar inmanejable. Esta tozuda realidad (ese 70% que no apuesta  a que  otro mundo sea posible, sino que anhela que no le destrocen el que imaginan suyo) es un dato que ni el PSOE ni menos aun Izquierda Unidad están dispuestos a diagnosticar ni a entender

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Nervios

Si hay una cosa que me pone realmente nervioso, lo admito, no es la evolución de la prima de riesgo, ni los oscuros precipicios de la bolsa, ni la penúltima idiotez o canallada del Gobierno, ni siquiera el desempleo galopante y las nuevas formas de explotación laboral. Todas esas situaciones generan cabreo, malestar, agitación, pero no la desazón que siente uno al contemplar la reacción de las izquierdas frente a todo este desastre demoledor, este cambio de paradigma político y social que avanza pisoteando triunfalmente principios democráticos y derechos ciudadanos. Para empezar, el centroizquierda que representa (¿representa aun?) el PSOE. El PSOE que gobernaba apenas hace medio año y que en la actualidad ya no es ni el eco de un eco de un partido, no digamos ya de una alternativa de poder. Deben haberse creído realmente que vivimos en una situación política normal y que les bastaba con esperar el desgaste de Rajoy para crecer y burbujear en las encuestas. Ni se olieron una crisis del bipartidismo cada vez más amplia y evidente, ni sospecharon que han perdido todo depósito de credibilidad, porque el votante socialista está convencido (y no le faltan razones) que Pérez Rubalcaba haría exactamente lo mismo que está haciendo Rajoy, aunque con una prosa más ordenada. A ver si se enteran: no son ustedes creíbles. Y colocando al frente del partido a un caballero que lleva treinta años incrustado en el coche oficial, acompañado por una turbamulta de mediocres y pelafustanes por alfabetizar, cuyo mejor exponente es una grotesca charlatana como Elena Valenciano, peor aun.

Los lajas, cuando hablan de un buen pibe del barrio, suelen decir que es un pibe verdadero. ¿Y la izquierda verdadera? Bueno, pues engolosinada en sus chucherías de siempre, desde el conspiracionismo universal hasta las automáticas soluciones redentoras, pasando por ese milenarismo progresista que lleva siempre implícito, como coartada sadomasoquista, que cuanto peor mejor: las contradicciones del capitalismo se agudizan y de su crisis saldrá una nueva sociedad de hombres y mujeres iguales, libres y etcétera. Son los que cotorrean incesantemente que, aflorando solo un 10% de la economía sumergida, se acabó la crisis fiscal del Estado, los que piden rodear el Congreso de los Diputados y proclamar la República y el impago de la deuda, los que construyen y expanden viralmente un miserable collage, expresión de una impotencia intelectual formidable, con los rostros y las firmas caóticamente entremezclados de Navarro Vicens, Noam Chomsky, Paul Krugman, Alberto Garzón, un exdirectivo del FMI,  el alcalde de Marinaleda y (agregado de la versión local) un miembro de la Plataforma contra el puerto de Granadilla.  No, no creo que la derecha en el poder, ni el Banco Central Europeo ni el capitalismo financiero globalizado tengan nada que temer.

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Cunero

La degradación del PSC-PSOE – en especial el desgaste de su cohesión interna y el vertiginoso declive de su autonomía política y organizativa frente a la dirección federal — no comenzó anteayer. Es el fruto de un proceso de empobrecimiento político, estratégico e ideológico que tiene como responsables máximos al Jerónimo Saavedra ministerial y al Juan Carlos Alemán que, a cambio de que se le votara y apoyara como secretario general, estaba dispuesto a no entrometerse en los reinos taifescos de los alcaldes socialistas y en las cortes ergonómicas de los líderes insulares. El síntoma definitivo llegó en 2007, cuando Ferraz impuso draconianamente a Juan Fernando López Aguilar como candidato presidencial del PSC. Creo que costaría mucho encontrar otra federación del PSOE al que se le empaquetara desde Madrid al candidato a la Presidencia de un Gobierno autonómico. La organización socialista canaria era tan esclerótica, el partido se encontraba tan débil y disgregado, que la candidatura de López Aguilar no encontró ninguna oposición apreciable. Luego se consiguieron 27 diputados y ese triunfo – una victoria amarga a la que sucedió una derrota que no se supo gestionar – terminó opacándolo todo. Pero ni López Aguilar ni su sucesor, José Miguel Pérez, se enfrentaron a la inexcusable reconstrucción del PSC, a la articulación de una cultura política socialdemócrata, a una mínima reflexión sobre las relaciones entre el PSC-PSOE y una sociedad civil que ha cambiado sustancialmente en los últimos treinta años.
Los movimientos para situar a Pedro Zerolo al frente de la lista socialista al Congreso de los Diputados por Santa Cruz de Tenerife, después de lo que ha llovido, no deberían sorprender a nadie. Un diputado descaradamente cunero, que lo sería por necesidades de la dirección federal y apetencias del propio Zerolo: las previsiones más optimistas solo conceden 13 o 14 diputados al PSOE en la circunscripción de Madrid. Las lenguas más viperinas (las del partido, por supuesto) señalan que entre los muñidores de la operación estaría la todavía senadora Patricia Hernández, que optaría por ocupar el número dos de la plancha. Esta burla a los electores – y a los militantes socialistas – se presentaría como una valiente innovación dotada de un discurso verdaderamente progresista. Pedro Zerolo es un político inteligente y valioso, pero vive y trabaja en Madrid hace casi un cuarto de siglo. Jamás ha militado en ninguna agrupación local del PSC y lo ignora todo de la política o la economía canaria. Su candidatura digital terminaría perjudicando aun más a un partido hundido en dos décadas de torpezas, negligencias, pachorras y errores.

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Consecuencias

La dimisión de Casimiro Curbelo como senador les sabe a poco a algunos conspicuos dirigentes del PSOE, como Elena Valenciano, cuyo poder e influencia se han engrandecido desde que Alfredo Pérez Rubalcaba la designó directora de la más o menos inminente campaña electoral. Para Valenciano el señor Curbelo no debería continuar un día más en las filas del PSOE. La dirección regional de los socialistas canarios había llegado, hace cuarenta y ocho horas, a un acuerdo con Curbelo: renuncia a tu acta en la Cámara Alta y nosotros tranquilizaremos a Valenciano y a otros prebostes del comité ejecutivo federal: a José Blanco, por ejemplo, le parece bastante con eso. El vicesecretario general, sin embargo, no se ha movido un ápice ni ha descolgado un teléfono, y no lo ha hecho, es obvio, porque entiende que el crepitante tormento de Curbelo forma parte, precisamente, de la precampaña electoral, y eso es predio de la compañera Valenciano. Casimiro Curbelo, en esta encantadora lógica, sería la contrafigura de Francisco Camps: observa, oh pueblo, como nuestros impresentables dimiten, y no como otros; repara, oh indignada muchedumbre, como le zurramos la badana a los peores de nuestra misma sangre. José Miguel Pérez se ha puesto nervioso, si es que esté hombre tiene mayor densidad nerviosa que una coliflor, y ha ahondado en naderías, que es su especialidad retórica, mientras insiste en llamadas telefónicas perfectamente inútiles. Nadie sale a defender a Casimiro Curbelo. Nadie imparte una orden para detener el incendio.
Hace veinte años las elecciones las ganaba en La Gomera el socialismo. Pero desde hace mucho tiempo las gana el curbelismo, como demuestra que la pérdida de concejales y diputados no influye en absoluto ni en las sucesivas mayorías absolutas en el Cabildo ni un escaño ampliamente renovado en el Senado. El curbelismo: la arquitectura de un sistema de clientelismo político impresionantemente ramificado y de una eficacia estremecedora cuyo astuto e incansable artífice dedica quince horas diarias a supervisar, engrasar, perfeccionar. Un keynesianismo precolombino. Casimiro Curbelo no se dejará arrasar: ni admite dejar el poder, después de ganar las elecciones hace apenas dos meses, ni puede consentir que su defenestración le impida seguir desactivando graves denuncias contra su gestión que dormitan en los juzgados. El PSOE puede encontrarse, en pocos meses, desarticulado en La Gomera y con Curbelo, cual guirre fénix, al frente de su propio partido.

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