PSOE

El infierno es el otro

(Un despacho en el ayuntamiento de La Laguna amueblado y decorado con sencillez casi espartana. Una mesa de madera en el centro. Una botella de agua en medio de la mesa. Sillas a cada lado. Una luz tenue ilumina la habitación y crece lentamente en intensidad cuando entra en escena Javier Abreu. Se sienta en la silla del lado derecho).
Javier Abreu: Vaya, todavía no ha llegado el tipo este. ¿Me dejará colgado? No, no se atreverá. Soy el secretario general del PSC-PSOE de La Laguna. Recuérdalo. Oh, ahí viene el pringao. Preparado, Javi. Es tuyo.
(Javier Abreu se levanta, cruza el escenario y se sienta en la silla situada en el lado opuesto. Sonríe encantadoramente con un ojo en el vacío que tiene enfrente y el otro mirando a El Bailadero).
Javier Abreu: Buenos días. Estoy convencido que podemos solucionar este conflicto a satisfacción de ambos. En realidad no creo que existan verdaderas diferencias y si usted…
(Abreu pega un brinco y cruza de nuevo el escenario hacia la otra silla. Toma asiento y gruñe).
JA: Yo no he firmado ningún pacto contigo. Yo no tengo contraído ningún compromiso contigo. La única vez en la que estuvimos de acuerdo fue hace 28 años, cuando juramos que no trabajaríamos en la vida. Nada más.
(Javier Abreu cruza más raudamente aun el escenario hasta el otro extremo)
JA: ¿Y no nos ha ido mal, no? ¿Has trabajado alguna vez por culpa mía? Pero tienes que reconocer que tú y yo estamos en un pacto. Si tú no habías suscrito un pacto, ¿cómo eras concejal de Aguas y como sigues siendo teniente de alcalde? ¿Te lo sacaste en una rifa?
(Javier Abreu cruza de nuevo el escenario con grandes zancadas. Se sienta y mira con odio a la nada de enfrente).
JA: Subimos tres puntos porcentuales respecto a 2011. Sacamos un concejal más. Ahora mismo, en La Laguna, encuentras socialistas hasta en Casa Peter, y todos comen perros calientes. Si me conformo con ser teniente de alcalde es por simple modestia. Sabes perfectamente que podría ser alcalde mañana. Si no lo hago es para no darle la razón a Santiago Pérez y para no romper el pacto en Canarias y Patri, a la que quiero mucho aunque vista como una maniquí de Las Tres Muñecas, se ahorre el ortodoncista y, sobre todo, para que Pedro Sánchez gobierne en España.
(Con las manos en la cabeza Javier Abreu se levanta y regresa a la otra silla a pequeños saltitos).
JA: Tengo que decirte algo doloroso: a Pedro Sánchez le importas un bledo, la mitad de tus concejales no te harán caso y ni siquiera yo estoy de acuerdo contigo. Te has quedado atrás, Javi. No eres Francis Underwood,  ni siquiera eres Olivia Pope. Y por si no lo sabes Las Tres Muñecas ya han cerrado.
JA: No.
JA: Sí.
JA: Te digo que no.
JA: ¿Qué fue lo último que compraste ahí?
JA: La Secretaría General del PSOE de La Laguna. Juan Carlos Alemán me llevó de la mano.
JA: Hay que reconocer que es lo único que te ha quedado bien.
JA: No te creas. No sabes cómo me tira en los sobacos a veces…

(Fundido. En negro)

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La alegría de Pedro Zerolo

Lo fascinante en Pedro Zerolo – porque disponía de un carisma envolvente, un carisma próximo y nada espectacular que se nutría del fuego de una alegría interior– fue siempre, junto a su empeño por ser todo lo libre que se pudiera, un empeño al que se atreven pocos hombres y mujeres, su innegable astucia política. Pedro Zerolo es una de las mejores cosas que le han ocurrido al PSOE en los últimos veinte años, pero hace veinte años el PSOE – como la sociedad española – no era exactamente el de hoy.  Hace veinte años en el PSOE Pedro Zerolo era una relativa rareza ocupada en un espacio con el que el partido se identificaba nominalmente, pero que apenas se atrevía a deletrear en los discursos oficiales y en los programas políticos: la lucha por la igualdad de derechos y por la tolerancia activa de gais, lesbianas, transexuales y bisexuales, de cuya coordinadora estatal fue presidente entre 1998 y 2004.

A finales de los años setenta y principios de los ochenta muchos activistas sociales se incorporaron al PSOE. A mediados de los noventa ese trasvase era ya casi excepcional. Zerolo fue cocinero antes que fraile, activista social antes que político más o menos profesionalizado, y conocía perfectamente no solo el mundo asociativo del que provenía, sino las inercias, parsimonias y bloqueos propios de las estructuras de los grandes partidos políticos. Tuvo ocasión para cabrearse y renunciar a la militancia partidista. Por ejemplo, cuando Miguel Sebastián fue el elegido como candidato a la Alcaldía de Madrid para las elecciones municipales de 2007. Pero no lo hizo, aunque no ignorara que su orientación sexual era un handicap electoral según los sesudos varones (heterosexuales) de su organización. Dudo que fuera por comodidad. No lo hizo porque sabía que podía seguir siendo útil. Solo había que perseverar y seguir luchando. Tenía muy reciente su victoria: la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo en 2005. Una victoria de las libertades civiles que quizás hubiera llegado sin Zerolo y su poder de convicción y hasta engatusamiento frente a José Luis Rodríguez Zapatero. Pero sin duda hubiera llegado mucho más tarde. Supo aprovechar el momento y rentabilizar al máximo una coyuntura saltando por encima de las dudas y vacilaciones de muchos de entre sus propios compañeros. Fue una batalla fulminante y valiente en la que Pedro Zerolo se batió el cobre. Lo que supuso para la visibilización de los derechos de gays y lesbianas, para la recuperación de la dignidad de cientos de miles de personas, para la normalización de miles de parejas, para la ampliación y fortalecimiento de la tolerancia y el civismo en este país, se debe en una parte muy sustancial a Zerolo y a sus compañeros de la FELGTB  y el COGAN.

Pocas personas afortunadas consiguen en su quehacer vocacional fusionar su deseo de libertad y tolerancia personal con el derecho a la libertad y a la tolerancia de millones de sus conciudadanos. Una de las que consiguió resolver esa ecuación prodigiosa fue Pedro Zerolo. Así un hombre dedicado a la felicidad e insobornable en su dignidad consiguió la felicidad y el derecho a la dignidad de muchos otros. Cuando Pedro Zerolo afirmaba, grave y obviamente enfermo, que era profundamente feliz no mentía. Ni siquiera exageraba. Solo era – como siempre fue – irrenunciablemente él mismo.

 

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Estos romanos

Se me antoja muy divertido que el personal progresista se persigne laicamente cuando las encuestas electorales siguen insistiendo en que el Partido Popular pierde una parte muy sustancial de su apoyo, en efecto, pero sigue siendo el más votado, tanto para las Cortes como en numeras comunidades autonómicas (Madrid, Valencia, Castilla La Mancha, Galicia) y ayuntamientos capitalinos. ¿A qué viene tanto asombro? Descontemos por un momento ese porcentaje de indecisos – que en ningún escrutinio conocido es insignificante – que puede modificar esta situación. ¿Cómo va a conseguir la izquierda una victoria amplia e indubitable si está dividida en tres facciones distintas, y dos de ellas (el PSOE y Podemos) optan estratégicamente por ocupar ese espacio de centro político-ideológico donde se acumulan los votos? Es imposible. Si admitimos el discurso habitual de Podemos e Izquierda Unida (el PSOE no es de izquierdas, el PSOE en realidad es una derecha blanqueada, el PSOE es lo mismo que el PP) se comprende perfectamente que el Partido Popular continúe siendo, a pesar de su brutal política económica  y de  esta marea asfixiante de  corrupción y latrocinio, el partido más votado. Porque para Podemos el enemigo a batir es realmente el PSOE a corto plazo para luego, en las elecciones generales, en las inmediatas y quizás en las siguientes, erigirse en el único referente del reformismo de izquierda en este país, algo similar al ensueño de Julio Anguita y la entonces potente IU, el levítico y visionario Anguita que confiaba en el sorprasso y en pisar con los pies desnudos  la Tierra Prometida.
Desde que perdió las elecciones de 2011 el PSOE ha incurrido en todos los errores estratégicos y tácticos concebibles, comenzando por la continuidad de Alfredo Pérez Rubalcaba al frente del partido y terminando con la esclerotizada convicción de que el desgaste del PP terminaría acercando de nuevo a los socialistas al poder. El PSOE se ha negado a cambiar, a reflexionar, a aportar análisis solventes y propuestas sólidas y actualizadas: vive encadenado en las contradicciones y vetusteces de toda la socialdemocracia europea. Pero la izquierda emergente  no solo es un nuevo competidor electoral, sino un enemigo político, ideológico y cultural muy activo. “Solo hay una cosa que odiemos más que los romanos”, comentaban los revolucionarios judíos de ese admirable manual de politología, La vida de Brian – “y es al Frente Popular de Judea”. Es un odio impaciente e irreprimible por la única izquierda (moderada y pactista) que ha introducido transformaciones en este país. La que no hizo, en fin, lo que cualquier izquierda que se precie debe hacer, asaltar el cielo a base de discursos y eslóganes. Y así siguieron los romanos durante siglos. Y lo peor de estos romanos nuestros, que no saben latín, es que han privatizado los acueductos y los baños quedándose un modesto 10% y están a punto de reintroducir la esclavitud.

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Cólicos y vertederos

El asombro no debiera estar en que Manuel Fumero haya dimitido como secretario general del PSOE de Tenerife, sino en que lo haya sido. Es más sintomático de la actual situación de la organización socialista lo primero que lo segundo. Un síntoma, sobre todo, de un proceso de consunción política que se arrastra hace lustros. El señor Fumero – que tiene una causa judicial abierta desde hace meses – no encuentra el mejor momento para dimitir como secretario general del PSOE tinerfeño que un mes antes de las elecciones. El señor Fumero decide abandonar la lista electoral al Parlamento de Canarias diez o doce días antes de que expire el plazo legal para su presentación, porque al parecer antes no había encontrado tiempo para pensar sobre su delicada situación procesal.  Hay quien dice – aaah, lenguas de trapo – que el señor Fumero aspiraba a convertirse en diputado para que su expediente judicial se trasladara al Tribunal Superior de Justicia de Canarias. Los mismos maldicientes señalan que Patricia Hernández estaba dispuesta a tolerar semejante ambición, y que fueron otros compañeros, entre los cuales se encuentra Javier Abreu, quienes se opusieron en redondo. En realidad la candidatura parlamentaria de Fumero se desinfló – y con ella las ganas de batalla del todavía alcalde de Vilaflor – cuando desde la dirección federal fue desplazado del segundo puesto hasta el cuarto, porque todo el mundo sabe en el PSC-PSOE que sería un auténtico milagro que obtuvieran cuatro diputados por la circunscripción tinerfeña.
Los socialistas siguen en lucha final contra sí mismos, pero la dimisión de Fumero no es un detonante de cabreos y quebrantos internos, sino un resultado casi lateral de los mismos. El silvestre Fumero representaba el gestor de los intereses estratégicos y sobre todo tácticos del psocialismo del sur de Tenerife, donde el partido – con la excepción histórica de La Laguna, cada vez más debilitada en los últimos años – tiene su principal granero de votos. Sin la solícita ayuda de los alcaldes socialistas de la zona, y en especial de José Miguel Rodríguez Fraga, Patricia Hernández jamás hubiera conseguido la candidatura presidencial del PSOE al Gobierno regional. Si Rodríguez Fraga ha sido su padre político en la aventura autonómica, Fumero ha actuado cual José Luis López Vázquez como padrino en La gran familia. Nadie lo tomaba demasiado en serio, pero todos se divertían un ratito con él. Mientras tanto el PSOE sigue sin ofrecer un atisbo de sus propuestas políticas para Canarias más allá de eslóganes que podrían pasar por titulares de Ragazza (mi preferido: Un REF que piense en tí) y la lista del Cabildo es tan difícil de cerrar como las desconfianzas de Aurelio Abreu a todo lo que se mueva por tierra, mar, aire y especialmente autopistas. Ya lo dijo el propio Fumero tras anunciar su dimisión: “Me voy con la sensación del deber cumplido”.  No la satisfacción, sino la sensación. Una sensación vaga y molesta, cabe imaginar. Algo así como cuando te asalta un cólico en un vertedero.

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El prisma de la abstención

Como suele ocurrir la abstención no ha merecido una particular atención en los primeros análisis de los resultados de las elecciones autonómicas andaluzas. Pero un 36,06% de los andaluces con derecho a voto decidieron quedarse en sus casas. Más de 2.260.000 personas. Si en la mayoría de los comentarios esta abstención se orilla, por supuesto, es porque ninguna de las fuerzas políticas contendientes queda precisamente embellecida porque cientos de miles de ciudadanos de Andalucía les dieran la espalda. Decidieron no premiar ni castigar a nadie. Ahora la abstención – que apenas ha bajado un 1,6% respecto a 2012 — se escucha menos que nunca porque los nuevos partidos (leáse Podemos y Ciudadanos) ya participan en el juego y reclaman victoriosamente sus resultados con argumentarios que mimetizan los de las fuerzas del establishment. Pero que en esta coyuntura agónica,  en una situación económica y social exasperada, en un territorio estragado por un desempleo espeluznante, una pobreza creciente y una corrupción que atesta los juzgados,  más de dos millones y cuarto de personas decidan no participar en las elecciones, no activar su principal método de participación política, resulta un fracaso en toda regla. Lo es especialmente en el caso de Podemos, cuyo mensaje central llama, precisamente, a la participación política, al empoderamiento de los ciudadanos para participar activa, crítica e indelegablemente en los asuntos públicos. El magnífico resultado de Podemos (quince diputados) se debe sobre todo a la fagocitación del voto de Izquierda Unida ymuy poco a la activación de antiguos abstencionistas, de la misma manera que el éxito de Ciudadanos – Podemos consiguió menos del doble de sus votos después de un año de incandescente protagonismo mediático – se ha alimentado muy mayoritariamente de la caída del PP.
El entusiasmo socialista incluye olvidar que en las elecciones generales el PSOE suele obtener, desde los años noventa, entre siete y ocho puntos porcentuales menos que los que cosecha en Andalucía. La confianza del PP en su capacidad de resistencia en la mayoría de las capitales de provincia consiste en distraerse de que sus gobiernos municipales ofrecen una alta volatilidad (en estas autonómicas el PSOE los ha superado en Sevilla y Podemos en su plaza fuerte de Cádiz) después de más de una década de mayorías absolutas. La dignidad que pregona IU demuestra su incapacidad de entender que Podemos no significa una fortalecimiento de la izquierda y el germen de una unidad popular, sino el competidor que los desintegra. La abstención demuestra los límites de la transformación del mapa político andaluz y español, que son los límites (también) del sistema democrático representativo. Y quien no le entienda está incapacitado para hacer política, no se diga para llegar al poder y gestionarlo democráticamente.

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