PSOE

300 propuestas

Las más de 300 propuestas de resolución presentadas al término del debate sobre el estado de Canarias – a ver si aparcamos la estupidez de la nacionalidad de una vez – se votaron una a una: tres horas de agonía verbosa. Discursos, intervenciones, quejas. Tres rasgos notables. Primero: el PP se ha quedado sin discurso. Es imposible – deberían saberlo ya – que nadie tome en serio sus denuncias sobre los escasos recursos y el deficiente funcionamiento de los servicios sociales y asistenciales después de los recortes presupuestarios y la soberbia política con la que ha actuado el Gobierno de Mariano Rajoy durante los últimos cuatro años. Más que inverosímil es grotesco, sencillamente. El PP de Canarias se encamina hacia una crisis gestionable, pero que encierra peligros, y que se abrirá definitivamente cuando José Manuel Soria decida marcharse – y lo hará si los conservadores no siguen en La Moncloa – para ser más alto, más rico y más rubio en la empresa privada. Lo único que garantizaría la continuidad del status quo actual en el PP canario – las jerarquías y entorchados de Asier Antona, María Australia Navarro y compañía – sería, precisamente, entrar en el Ejecutivo regional, y por eso, y no por otra cosa, siempre mantienen la sonrisa abierta hacia Fernando Clavijo, no por simpatías o empatías ideológicas.

–¿Tú no has leído a Cánovas del Castillo, Fernando?

— Desde que era un pibito, Asier, desde que era un pibito.

Una de las cosas más divertidas de esta legislatura es que CC gobierna con el PSC-PSOE, que cuenta con departamentos estratégicos en el equipo de Fernando Clavijo, pero las minorías – Nueva Canarias y Podemos – insisten con testarudez digna de mejor causa que los coalicioneros gobiernan para satisfacer obscenamente  al PP. Quizás los socialistas ignoren que por la noche, cuando duermen en sus casas, Antona y su tropa entran en los despachos y se dedican a gestionar desde el empleo y los servicios sociales hasta las relaciones con el resto de administraciones públicas. Cuando los socialistas llegan por las mañanas ya se encuentran hechas las políticas de derechas que desean Clavijo y Soria y se marchan, desolados, a tomar un barraquito. Cuentan que una madrugada, en la sede de la Presidencia del Gobierno, Patricia Hernández escuchó ruidos raros y bajó en bata roja pasión por las escaleras y ahí se encontró con Asier Antona, siempre Antona, sentado en su despacho y redactando un decreto para legalizar la esclavitud como medida de urgencia para crear puestos de trabajo sin la cuel  necesidad de abaratar los despidos:

–¿Pero qué haces aquí a estas horas, Antona?

–Eeeeh, bueeenooo, vengo a proponerte un conjunto de medidas de regeneración democrática…

— ¿Y ese calcetín que llevas en la cabeza?

–Es la primera medida. Que la gente no nos vea el jocico y así recuperar la legitimidad del sistema democrático.

— Pero ven por la mañana, cristiano, que tengo sueño…

Tampoco ha estado mal lo de Podemos, calificando de insólito “el desprecio” y la “actitud machista” de Clavijo hacia su portavoz, Noemí Santana, cuya integridad moral resulta indignantemente lesionada si la llamas señora, señorita o doña. A partir de ahora solo admitirá como apelativo  ECTHSC (Ente Corpóreo Trufado de Humanidad y Sueños por Cumplir ) Noemí Santana.
La financiación autonómica y el REF muy bien, muy  apoyados, muy respaldados, muy jodidos en definitiva.

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Es brutal

Me ocurre con Patricia Hernández, vicepresidenta y consejera de Empleo y Políticas Sociales del Gobierno autonómico, que cada vez la entiendo menos. No la culpo. Cuando solo era senadora (primero) y diputada (después) de su simpática jerigonza siempre se podía extraer un tono crítico. Uno sabía, siquiera intuitivamente, por donde iba su propósito expresivo: apuntillar la maldad intrínseca de la derecha, fuera sólida, líquida o gaseosa. Ahora, obviamente, no puede criticar al Gobierno del que forma parte, aunque está en perfectas condiciones retóricas para hacerlo.
–Y dice la vicepresidenta y consejera de Empleo y Políticas Sociales que la lista de dependencia en Canarias “es brutal”. ¿No se le ocurre otra cosa, señora consejera?  ¿Y el desempleo? ¿Cómo califica usted un desempleo que sigue sin bajar de un 29% de la población activa? Brutal, verdaderamente brutal, es la impotencia que demuestra usted desde el pináculo de la Vicepresidencia…
Me la imagino sosteniendo un discurso como ese, más o menos. Pero desde el pasado julio no. Desde el pasado julio a Patricia Hernández, en el Gobierno, se la entiende mucho menos, y su voz cabalga angustiada sobre los dubitativos eeeeeeeeeeeehhh… del que no se opone indignada o jacarandosamente, sino que debe gobernar una ingrata realidad. Es muy enojoso. La mayor contribución que hasta la fecha ha aportado la señora Hernández al Ejecutivo es de carácter semántico y consiste en introducir pequeñas dosis cachanchánicas en el discurso público. Por ejemplo, por supuesto, lo de brutal:
— El desempleo desciende muy lentamente en Canarias.
–Es brutal, sigue siendo brutal. Y la calidad no es buena. Me refiero, eeeeeeeeeeeehhh, a la calidad del empleo, que no es buena, es decir, que podría ser mejor y trabajamos porque sea mejor…
–¿Y la vivienda pública?
–Resumidamente: brutal. La situación es brutal, aunque detectamos un cambio de tendencia…
Líbrenme los dioses socialdemócratas de pretender meterme en las complejas sutilezas del buen gobierno, pero, simplemente, y como mera sugerencia, expongo aquí algunas locuciones que estimo que se adaptan a las necesidades de la Vicepresidencia y pueden servir como recursos para una comprensión más cabal de lo que se está haciendo en beneficio de la ciudadanía:
–La política social que desarrollamos está guay, aunque puede mejorarse a tope.
–Mi equipo de técnicos es del copón parriba.
–Nuestros programas asistenciales molan mazo.
–El parque de vivienda pública será de alucine en 2017.
–Soy una vicepresidenta responsable, pero molona.
–La situación de la dependencia en Canarias será flipante o no será.
–Los presupuestos de mi área son siempre insuficientes, pero están debuten.
–Yo sería una secretaria general de lujo, pero que decidan los militantes…
— Dentro de tres años las ayudas a la reinserción social no serán cojonudas, sino lo siguiente.

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La chocolatera

Y se levantó Pablo Iglesias, la camisa blanca ligeramente arrugada y los hombros estrechos subrayando dramáticamente sus frases, y a los tres minutos, quizás antes, ya estaba servidor en la chocolatera de la Universidad de La Laguna, principios de los ochenta y finales de una izquierda intramuros agónica pero irredenta, porque me descubrí escuchando, por boca de un diputado de 2016, toda esa estúpida y degradada retórica perfectamente vacua, grandilocuente, bocachancla. El capital,  la oligarquía, la banca, la lucha de clases, los traidores a los trabajadores. Se puso hablar del franquismo. Explicar la realidad política de la España actual a través del régimen franquista es incurrir en un miserable fracaso intelectual, pero  Iglesias jugó a hacerlo. El PP, por ejemplo, es franquismo, porque – recordó el secretario general de Podemos – fue fundado por un grupo de exministros de Franco encabezados por Manuel Fraga. Eso es apenas una mentira: lo que fundaron los llamados siete magníficos en 1976 fue Alianza Popular, una federación de partidos diminutos. Que a la derecha española le queden asignaturas importantes para homologarse con la CDU alemana o el RPR francés no justifica comparar el actual PP – que es fruto de una evolución y un conjunto de sumas y compromisos de más de treinta años – con la Alianza Popular fraguista. Estas tonterías son propias de un pequeño tahúr. Si para el PP todo es ETA, para el discurso heroico de Iglesias todos es franquismo, tiene origen franquista o está contaminado por un franquismo inmortal y omnipresente, desde la Constitución hasta la tortilla de papas. Fue una intervención tan mísera y a ratos miserable, tan de chocolatera universitaria, que me dejó estupefacto. “Los poderosos no le han dejado llegar a un acuerdo con nosotros”, le espetó Iglesias al candidato Pedro Sánchez. Pues vete tú a saber. Los poderosos franceses permitieron sin pestañear un gobierno entre socialistas y comunistas en Francia en 1981. Los poderosos portugueses, al parecer, fueron incapaces de evitar un gobierno socialista con apoyos comunistas y ecologistas que Podemos mismo pone como ejemplo. No hablemos de la cal viva que mancha a Felipe González y que no puede compararse con los ternos oscuros de ese constructor de paz y concordia que es Arnoldo Otegui. Y suma y sigue.
Dudo mucho que Iglesias sea tan imbécil como para identificarse con sus propias palabras. A lo largo del último año se había disfrazado de socialdemócrata danés de lunes a sábado –los domingos ponía cara de finlandés– y ahora el profesor irrumpe con el vocabulario y los eslóganes del redactor más obtuso de Mundo Obrero.  Iglesias, por supuesto, había puesto a su izquierdismo a sobreactuar para, desde el rojo pasión, denunciar la derechización del PSOE de Sánchez. Porque, como es obvio, si Podemos apuesta por retirar el aforamiento a diputados y senadores se trata de una medida de izquierda, y es sano, emocionante y progresista, pero si lo hace Ciudadanos es insignificante, rechazable, derechista, puaj. La bondad de propuestas y medidas no dependen de sí mismas, sino de quien las defienda, lo cual constituye la primera y última razón de la dirección Iglesias y sus cuates para no permitir un Gobierno entre PSOE Y Ciudadanos. Lo realmente intranquilizador de Podemos es precisamente esa combinación mentirosa y milagrera entre oportunismo camaleónico y complaciente y moralismo inquisitorial y revanchista. Lo importante son las elecciones. Y ganarlas. Y conseguir el poder. Ni reformismo ni revolución. Para Iglesias y los suyos la democracia parlamentaria es el vagón del tren desde la chocolatera universitaria hasta la estación de Finlandia.

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Opciones abiertas

Todos negocian con todos. Se llama democracia parlamentaria aunque casi se nos había olvidado, en especial, durante los últimos e interminables cuatro años. La situación incluye y subsume tres planos: el PP ganó las elecciones aunque fuera pírricamente; el PSOE es en realidad quien decide si se producen pactos; Podemos es quien determina si existe pacto entre las izquierdas. Por los cielos de la villa y Corte vuelan brujas negociadoras – María Dolores de Cospedal ha sido vista a bordo de una escoba por las azoteas de varios hoteles – y por sus calles se tropiezan y pisotean varios cientos de negociadores, delegados y culichichis que se reúnen en baretos con suelos cubiertos de gambas prehistóricas y en reservados de cinco tenedores. Pero bueno. Más o menos todo el mundo sabe cuáles son las opciones. Básicamente dos si se excluye una nueva convocatoria de elecciones. A saber:
a) Un pacto entre el Partido Popular y Ciudadanos – que se abstendría de entrar en el Gobierno –. Dos o tres años de legislatura dotada con una agenda de reformas de regeneración democrática – que Albert Rivera se apuntaría como un tanto propio – y de política económica, fiscal y educativa. El principal escollo es Mariano Rajoy. El producto es absolutamente invendible si Rajoy continúa al frente del Gobierno: una evidencia que muy lentamente está entrando en la masa encefálica de destacados dirigentes y altos cargos conservadores. Hay que sacrificar al registrador de la propiedad y encontrar urgentemente una Cristina Cifuentes para sustituirlo. A ser posible que no sea más guapa que Rivera, obviamente. Al pacto de legislatura se podrían sumar algunas fuerzas nacionalistas y regionalistas, para disolver la imagen de centralismo carpetovetónico del PP y neoespañolismo juramentado de Ciudadanos. ¿Y los socialistas? No quieren, acaso no pueden montar una troika. Están convencidos de que cavarían su tumba político-electoral y no andan desencaminados.
b) Un pacto de legislatura entre PSOE, Podemos, Izquierda Unida y Ezquerra Republicana, al que se podrían sumar otras fuerzas nacionalistas y regionalistas, para diluir la imagen de un concentrado de fuerzas proindependentista y filosecesionistas. Es mucho más complejo, difícil y previsiblemente inestable. Caben dudas razonables sobre la capacidad de Pablo Iglesias para mantener la unidad de acción y las buenas relaciones internas entre Podemos y sus socios territoriales. Imagínese sostener los compromisos, equilibrios y tragaderas que exige un pacto de legislatura. Podemos está fuertemente incentivado hacia  la espectacularización de una ruptura de relaciones con el PSOE y la celebración de elecciones anticipadas, donde está convencido que aumentaría sus apoyos electorales. Por eso lleva advirtiendo hace semanas que un referéndum vinculante en Cataluña deviene condición imprescindible para llegar a un acuerdo con los socialistas.

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El bipartidismo se hunde por la izquierda

Sí, se ha acabado con el bipartidismo. Sobre todo para la izquierda. Para la derecha el declive del bipartidismo – que siempre fue imperfecto–  ha sido bastante más soportable que para la izquierda, que es por donde se hunde el sistema de dos grandes partidos copando el 80% de los votos. Por supuesto, no era turnismo canovista, como insisten en repetir Iglesias y sus feligreses. El sistema político-electoral de la Restauración no era democrático. El turnismo, en definitiva, consistía en un apaño, en una ficción, en un teatrillo  –como lo llamó Galdós – en el que el sufragio universal masculino no se aprueba hasta 1890 y es comprado y vendido como una sortija, un porrón o una huerta.  Pero a los coletistas les da igual. Sus metáforas y símiles no tienen que competir con la realidad. Con los resultados electorales del pasado domingo – si alguien me los puede argumentar como un éxito de las izquierdas se lo agradecería mucho —  lo más probable es que se disuelvan las Cámaras el próximo febrero  o que gobierne el Partido Popular en minoría.
Pedro Sánchez debe estar sufriendo unas presiones indescriptibles –dentro y fuera del país — para que deje gobernar al PP o cometa el suicidio de una gran coalición entre conservadores y socialdemócratas. Pero lo realmente determinante, en una posible alternativa de izquierdas, es la posición de Podemos, e Iglesias ha dejado muy claro, desde la misma noche electoral, por donde pasa su estrategia. Para el secretario general de Podemos el PSOE tiene que comprometerse inmediatamente en la convocatoria de un referéndum en Cataluña y en un proceso de reformas constitucionales. Y si complicado es lo primero lo segundo resulta imposible. Según el título X de la Constitución los proyectos de reforma deben ser aprobados por una mayoría de tres quintos del Congreso de los Diputados y del Senado. Para debatir y aprobar una nueva constitución es imprescindible una mayoría de dos tercios en ambas cámaras. El PP dispone de más de un tercio de los diputados y de mayoría absoluta en el Senado. Sin los conservadores liderados (todavía) por Rajoy es imposible iniciar siquiera una reforma constitucional, no se diga abrir un proceso constituyente. No parecen muy dispuestos a hacerlo. Sobre todo si son desplazados del poder.
Se me antoja realmente improbable que el doctor Pablo Iglesias, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Complutense, ignore tan obvias circunstancias. Pero seguirá insistiendo al respecto, ya lo verán. Iglesias y los suyos podrían exigir derogaciones legislativas, establecimiento de programas de inversión, modificaciones presupuestarias. Pero no. Pedirán, precisamente, lo imposible, para obstaculizar cualquier pacto de izquierdas, y acusar de inmediato al PSOE de no querer un pacto de izquierdas. Si los socialistas apoyan activa o pasivamente a Rajoy, estupendo; si se va de nuevo elecciones, aun mejor, porque los dirigentes de Podemos están convencidos de que los socialistas se hundirán todavía más y el coletismo se convertirá por fin en la primera fuerza de la izquierda española.

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