PSOE

Es brutal

Me ocurre con Patricia Hernández, vicepresidenta y consejera de Empleo y Políticas Sociales del Gobierno autonómico, que cada vez la entiendo menos. No la culpo. Cuando solo era senadora (primero) y diputada (después) de su simpática jerigonza siempre se podía extraer un tono crítico. Uno sabía, siquiera intuitivamente, por donde iba su propósito expresivo: apuntillar la maldad intrínseca de la derecha, fuera sólida, líquida o gaseosa. Ahora, obviamente, no puede criticar al Gobierno del que forma parte, aunque está en perfectas condiciones retóricas para hacerlo.
–Y dice la vicepresidenta y consejera de Empleo y Políticas Sociales que la lista de dependencia en Canarias “es brutal”. ¿No se le ocurre otra cosa, señora consejera?  ¿Y el desempleo? ¿Cómo califica usted un desempleo que sigue sin bajar de un 29% de la población activa? Brutal, verdaderamente brutal, es la impotencia que demuestra usted desde el pináculo de la Vicepresidencia…
Me la imagino sosteniendo un discurso como ese, más o menos. Pero desde el pasado julio no. Desde el pasado julio a Patricia Hernández, en el Gobierno, se la entiende mucho menos, y su voz cabalga angustiada sobre los dubitativos eeeeeeeeeeeehhh… del que no se opone indignada o jacarandosamente, sino que debe gobernar una ingrata realidad. Es muy enojoso. La mayor contribución que hasta la fecha ha aportado la señora Hernández al Ejecutivo es de carácter semántico y consiste en introducir pequeñas dosis cachanchánicas en el discurso público. Por ejemplo, por supuesto, lo de brutal:
— El desempleo desciende muy lentamente en Canarias.
–Es brutal, sigue siendo brutal. Y la calidad no es buena. Me refiero, eeeeeeeeeeeehhh, a la calidad del empleo, que no es buena, es decir, que podría ser mejor y trabajamos porque sea mejor…
–¿Y la vivienda pública?
–Resumidamente: brutal. La situación es brutal, aunque detectamos un cambio de tendencia…
Líbrenme los dioses socialdemócratas de pretender meterme en las complejas sutilezas del buen gobierno, pero, simplemente, y como mera sugerencia, expongo aquí algunas locuciones que estimo que se adaptan a las necesidades de la Vicepresidencia y pueden servir como recursos para una comprensión más cabal de lo que se está haciendo en beneficio de la ciudadanía:
–La política social que desarrollamos está guay, aunque puede mejorarse a tope.
–Mi equipo de técnicos es del copón parriba.
–Nuestros programas asistenciales molan mazo.
–El parque de vivienda pública será de alucine en 2017.
–Soy una vicepresidenta responsable, pero molona.
–La situación de la dependencia en Canarias será flipante o no será.
–Los presupuestos de mi área son siempre insuficientes, pero están debuten.
–Yo sería una secretaria general de lujo, pero que decidan los militantes…
— Dentro de tres años las ayudas a la reinserción social no serán cojonudas, sino lo siguiente.

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La chocolatera

Y se levantó Pablo Iglesias, la camisa blanca ligeramente arrugada y los hombros estrechos subrayando dramáticamente sus frases, y a los tres minutos, quizás antes, ya estaba servidor en la chocolatera de la Universidad de La Laguna, principios de los ochenta y finales de una izquierda intramuros agónica pero irredenta, porque me descubrí escuchando, por boca de un diputado de 2016, toda esa estúpida y degradada retórica perfectamente vacua, grandilocuente, bocachancla. El capital,  la oligarquía, la banca, la lucha de clases, los traidores a los trabajadores. Se puso hablar del franquismo. Explicar la realidad política de la España actual a través del régimen franquista es incurrir en un miserable fracaso intelectual, pero  Iglesias jugó a hacerlo. El PP, por ejemplo, es franquismo, porque – recordó el secretario general de Podemos – fue fundado por un grupo de exministros de Franco encabezados por Manuel Fraga. Eso es apenas una mentira: lo que fundaron los llamados siete magníficos en 1976 fue Alianza Popular, una federación de partidos diminutos. Que a la derecha española le queden asignaturas importantes para homologarse con la CDU alemana o el RPR francés no justifica comparar el actual PP – que es fruto de una evolución y un conjunto de sumas y compromisos de más de treinta años – con la Alianza Popular fraguista. Estas tonterías son propias de un pequeño tahúr. Si para el PP todo es ETA, para el discurso heroico de Iglesias todos es franquismo, tiene origen franquista o está contaminado por un franquismo inmortal y omnipresente, desde la Constitución hasta la tortilla de papas. Fue una intervención tan mísera y a ratos miserable, tan de chocolatera universitaria, que me dejó estupefacto. “Los poderosos no le han dejado llegar a un acuerdo con nosotros”, le espetó Iglesias al candidato Pedro Sánchez. Pues vete tú a saber. Los poderosos franceses permitieron sin pestañear un gobierno entre socialistas y comunistas en Francia en 1981. Los poderosos portugueses, al parecer, fueron incapaces de evitar un gobierno socialista con apoyos comunistas y ecologistas que Podemos mismo pone como ejemplo. No hablemos de la cal viva que mancha a Felipe González y que no puede compararse con los ternos oscuros de ese constructor de paz y concordia que es Arnoldo Otegui. Y suma y sigue.
Dudo mucho que Iglesias sea tan imbécil como para identificarse con sus propias palabras. A lo largo del último año se había disfrazado de socialdemócrata danés de lunes a sábado –los domingos ponía cara de finlandés– y ahora el profesor irrumpe con el vocabulario y los eslóganes del redactor más obtuso de Mundo Obrero.  Iglesias, por supuesto, había puesto a su izquierdismo a sobreactuar para, desde el rojo pasión, denunciar la derechización del PSOE de Sánchez. Porque, como es obvio, si Podemos apuesta por retirar el aforamiento a diputados y senadores se trata de una medida de izquierda, y es sano, emocionante y progresista, pero si lo hace Ciudadanos es insignificante, rechazable, derechista, puaj. La bondad de propuestas y medidas no dependen de sí mismas, sino de quien las defienda, lo cual constituye la primera y última razón de la dirección Iglesias y sus cuates para no permitir un Gobierno entre PSOE Y Ciudadanos. Lo realmente intranquilizador de Podemos es precisamente esa combinación mentirosa y milagrera entre oportunismo camaleónico y complaciente y moralismo inquisitorial y revanchista. Lo importante son las elecciones. Y ganarlas. Y conseguir el poder. Ni reformismo ni revolución. Para Iglesias y los suyos la democracia parlamentaria es el vagón del tren desde la chocolatera universitaria hasta la estación de Finlandia.

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Opciones abiertas

Todos negocian con todos. Se llama democracia parlamentaria aunque casi se nos había olvidado, en especial, durante los últimos e interminables cuatro años. La situación incluye y subsume tres planos: el PP ganó las elecciones aunque fuera pírricamente; el PSOE es en realidad quien decide si se producen pactos; Podemos es quien determina si existe pacto entre las izquierdas. Por los cielos de la villa y Corte vuelan brujas negociadoras – María Dolores de Cospedal ha sido vista a bordo de una escoba por las azoteas de varios hoteles – y por sus calles se tropiezan y pisotean varios cientos de negociadores, delegados y culichichis que se reúnen en baretos con suelos cubiertos de gambas prehistóricas y en reservados de cinco tenedores. Pero bueno. Más o menos todo el mundo sabe cuáles son las opciones. Básicamente dos si se excluye una nueva convocatoria de elecciones. A saber:
a) Un pacto entre el Partido Popular y Ciudadanos – que se abstendría de entrar en el Gobierno –. Dos o tres años de legislatura dotada con una agenda de reformas de regeneración democrática – que Albert Rivera se apuntaría como un tanto propio – y de política económica, fiscal y educativa. El principal escollo es Mariano Rajoy. El producto es absolutamente invendible si Rajoy continúa al frente del Gobierno: una evidencia que muy lentamente está entrando en la masa encefálica de destacados dirigentes y altos cargos conservadores. Hay que sacrificar al registrador de la propiedad y encontrar urgentemente una Cristina Cifuentes para sustituirlo. A ser posible que no sea más guapa que Rivera, obviamente. Al pacto de legislatura se podrían sumar algunas fuerzas nacionalistas y regionalistas, para disolver la imagen de centralismo carpetovetónico del PP y neoespañolismo juramentado de Ciudadanos. ¿Y los socialistas? No quieren, acaso no pueden montar una troika. Están convencidos de que cavarían su tumba político-electoral y no andan desencaminados.
b) Un pacto de legislatura entre PSOE, Podemos, Izquierda Unida y Ezquerra Republicana, al que se podrían sumar otras fuerzas nacionalistas y regionalistas, para diluir la imagen de un concentrado de fuerzas proindependentista y filosecesionistas. Es mucho más complejo, difícil y previsiblemente inestable. Caben dudas razonables sobre la capacidad de Pablo Iglesias para mantener la unidad de acción y las buenas relaciones internas entre Podemos y sus socios territoriales. Imagínese sostener los compromisos, equilibrios y tragaderas que exige un pacto de legislatura. Podemos está fuertemente incentivado hacia  la espectacularización de una ruptura de relaciones con el PSOE y la celebración de elecciones anticipadas, donde está convencido que aumentaría sus apoyos electorales. Por eso lleva advirtiendo hace semanas que un referéndum vinculante en Cataluña deviene condición imprescindible para llegar a un acuerdo con los socialistas.

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El bipartidismo se hunde por la izquierda

Sí, se ha acabado con el bipartidismo. Sobre todo para la izquierda. Para la derecha el declive del bipartidismo – que siempre fue imperfecto–  ha sido bastante más soportable que para la izquierda, que es por donde se hunde el sistema de dos grandes partidos copando el 80% de los votos. Por supuesto, no era turnismo canovista, como insisten en repetir Iglesias y sus feligreses. El sistema político-electoral de la Restauración no era democrático. El turnismo, en definitiva, consistía en un apaño, en una ficción, en un teatrillo  –como lo llamó Galdós – en el que el sufragio universal masculino no se aprueba hasta 1890 y es comprado y vendido como una sortija, un porrón o una huerta.  Pero a los coletistas les da igual. Sus metáforas y símiles no tienen que competir con la realidad. Con los resultados electorales del pasado domingo – si alguien me los puede argumentar como un éxito de las izquierdas se lo agradecería mucho —  lo más probable es que se disuelvan las Cámaras el próximo febrero  o que gobierne el Partido Popular en minoría.
Pedro Sánchez debe estar sufriendo unas presiones indescriptibles –dentro y fuera del país — para que deje gobernar al PP o cometa el suicidio de una gran coalición entre conservadores y socialdemócratas. Pero lo realmente determinante, en una posible alternativa de izquierdas, es la posición de Podemos, e Iglesias ha dejado muy claro, desde la misma noche electoral, por donde pasa su estrategia. Para el secretario general de Podemos el PSOE tiene que comprometerse inmediatamente en la convocatoria de un referéndum en Cataluña y en un proceso de reformas constitucionales. Y si complicado es lo primero lo segundo resulta imposible. Según el título X de la Constitución los proyectos de reforma deben ser aprobados por una mayoría de tres quintos del Congreso de los Diputados y del Senado. Para debatir y aprobar una nueva constitución es imprescindible una mayoría de dos tercios en ambas cámaras. El PP dispone de más de un tercio de los diputados y de mayoría absoluta en el Senado. Sin los conservadores liderados (todavía) por Rajoy es imposible iniciar siquiera una reforma constitucional, no se diga abrir un proceso constituyente. No parecen muy dispuestos a hacerlo. Sobre todo si son desplazados del poder.
Se me antoja realmente improbable que el doctor Pablo Iglesias, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Complutense, ignore tan obvias circunstancias. Pero seguirá insistiendo al respecto, ya lo verán. Iglesias y los suyos podrían exigir derogaciones legislativas, establecimiento de programas de inversión, modificaciones presupuestarias. Pero no. Pedirán, precisamente, lo imposible, para obstaculizar cualquier pacto de izquierdas, y acusar de inmediato al PSOE de no querer un pacto de izquierdas. Si los socialistas apoyan activa o pasivamente a Rajoy, estupendo; si se va de nuevo elecciones, aun mejor, porque los dirigentes de Podemos están convencidos de que los socialistas se hundirán todavía más y el coletismo se convertirá por fin en la primera fuerza de la izquierda española.

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El infierno es el otro

(Un despacho en el ayuntamiento de La Laguna amueblado y decorado con sencillez casi espartana. Una mesa de madera en el centro. Una botella de agua en medio de la mesa. Sillas a cada lado. Una luz tenue ilumina la habitación y crece lentamente en intensidad cuando entra en escena Javier Abreu. Se sienta en la silla del lado derecho).
Javier Abreu: Vaya, todavía no ha llegado el tipo este. ¿Me dejará colgado? No, no se atreverá. Soy el secretario general del PSC-PSOE de La Laguna. Recuérdalo. Oh, ahí viene el pringao. Preparado, Javi. Es tuyo.
(Javier Abreu se levanta, cruza el escenario y se sienta en la silla situada en el lado opuesto. Sonríe encantadoramente con un ojo en el vacío que tiene enfrente y el otro mirando a El Bailadero).
Javier Abreu: Buenos días. Estoy convencido que podemos solucionar este conflicto a satisfacción de ambos. En realidad no creo que existan verdaderas diferencias y si usted…
(Abreu pega un brinco y cruza de nuevo el escenario hacia la otra silla. Toma asiento y gruñe).
JA: Yo no he firmado ningún pacto contigo. Yo no tengo contraído ningún compromiso contigo. La única vez en la que estuvimos de acuerdo fue hace 28 años, cuando juramos que no trabajaríamos en la vida. Nada más.
(Javier Abreu cruza más raudamente aun el escenario hasta el otro extremo)
JA: ¿Y no nos ha ido mal, no? ¿Has trabajado alguna vez por culpa mía? Pero tienes que reconocer que tú y yo estamos en un pacto. Si tú no habías suscrito un pacto, ¿cómo eras concejal de Aguas y como sigues siendo teniente de alcalde? ¿Te lo sacaste en una rifa?
(Javier Abreu cruza de nuevo el escenario con grandes zancadas. Se sienta y mira con odio a la nada de enfrente).
JA: Subimos tres puntos porcentuales respecto a 2011. Sacamos un concejal más. Ahora mismo, en La Laguna, encuentras socialistas hasta en Casa Peter, y todos comen perros calientes. Si me conformo con ser teniente de alcalde es por simple modestia. Sabes perfectamente que podría ser alcalde mañana. Si no lo hago es para no darle la razón a Santiago Pérez y para no romper el pacto en Canarias y Patri, a la que quiero mucho aunque vista como una maniquí de Las Tres Muñecas, se ahorre el ortodoncista y, sobre todo, para que Pedro Sánchez gobierne en España.
(Con las manos en la cabeza Javier Abreu se levanta y regresa a la otra silla a pequeños saltitos).
JA: Tengo que decirte algo doloroso: a Pedro Sánchez le importas un bledo, la mitad de tus concejales no te harán caso y ni siquiera yo estoy de acuerdo contigo. Te has quedado atrás, Javi. No eres Francis Underwood,  ni siquiera eres Olivia Pope. Y por si no lo sabes Las Tres Muñecas ya han cerrado.
JA: No.
JA: Sí.
JA: Te digo que no.
JA: ¿Qué fue lo último que compraste ahí?
JA: La Secretaría General del PSOE de La Laguna. Juan Carlos Alemán me llevó de la mano.
JA: Hay que reconocer que es lo único que te ha quedado bien.
JA: No te creas. No sabes cómo me tira en los sobacos a veces…

(Fundido. En negro)

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