PSOE

Sin prisas ni vergüenza

Como sin duda soy un irresponsable  creo que la presencia físico-química del consejo Julio Pérez y la telemática del letrado José Miguel Ruano en las reuniones técnicas preparatorias de las cumbrecitas entre España y Marruecos con el objetivo de delimitar las aguas territoriales dentro de un par de siglos no sirve absolutamente para nada. Y esa patente insignificancia pone en solfa una aseveración repetida incesantemente desde la aprobación del Estatuto de Autonomía de 2018: un salto cualitativo  de autogobierno que supone la nueva norma y que el profesor (y eurodiputado) Juan Fernando López Aguilar definió en un artículo académico como “un enérgico avance en materia de cantidad e intensidad para el autogobierno canario”. Lo cierto es que esta legislatura se ha decidido ignorar prácticamente todas las nuevas oportunidades competenciales que ofrece el EAC del 2018. Contra la insistente y ya cansina propaganda de los psocialistas isleños, la coincidencia de un mismo partido en los gabinetes de España y Canarias no garantiza en absoluto un mejor entendimiento político, ni siquiera cierto respeto institucional como demuestra el eterno atasco del convenio de carreteras, el retraso burlesco de la transferencia de las competencias en costas o la decisión del Parlamento de llevar al Tribunal Constitucional mezquinas y estúpidas agresiones al Régimen Económico y Fiscal.

Todo esto es un pantomima indigesta en la que resulta penoso ver participar a  Julio Pérez por sentido de partido y a José Miguel Ruano por sentido del deber. Canarias no participa en las negociaciones – como desvergonzadamente ha llegado afirmar Ángel Víctor Torres – sino que asiste como oyente en una reunión de preparación de las mismas. Por supuesto, cabe añadir que reuniones como en la que ha participado Pérez se han celebrado otras, pero ahí estaba el consejero de Administraciones Públicas, que sirve para una portavocía, para un barrido de oposiciones o para un fregado de hipocresía supurante. Es que resulta imposible no imaginarse la situación con Pérez tomando asiento en la mesa y sonriendo  todo el mundo.

–¿Y ese?

–Es canario.

–Coño. Igual nos consigue un apartamento en Fuerteventura para agosto, que ya no encuentro nada. Hola, hola. Encantado.  A mí me gusta el mojo. Mojo picón. La rica salsa canaria se llama mo-jo pi-cón…

–Buenos días, Julio, Julio.

–El apartamento no lo quiero para julio, sino para agosto…

–Déjalo ya. No te escucha. El ministro le pidió que se pusiera tapones en los oídos.

–¿Y se los puso?

–Antes de que el ministro terminara de pedírselo.

–Que listo es la mosquita muerta. El apartamento en Fuerteventura, para él…

Para terminar de sincerarnos, es altamente improbable que Marruecos tenga una voluntad negociadora clara, pero si dispone de un objetivo cristalino: sacar todo lo posible, alternados putadas infectas con gestos amistosos, mientras se desarrolla una negociación sempiterna, inconclusa, palabrera. Ahora que el Gobierno socialista ha externalizado la vigilancia de las fronteras de Ceuta y Melilla en manos de una gendarmería implicada, como varios ministerios marroquíes, en el tráfico de seres humanos hambrientos y aterrorizados, una gendarmería que resuelve bien las cosas matando, hiriendo y torturando, Rabat no tiene ninguna prisa por negociar nada. Ni Julio Pérez en dejar de sonreír. Ni Pedro Sánchez o Ángel Víctor Torres en condenar una matanza.     

 

Publicado el por Alfonso González Jerez en Retiro lo escrito ¿Qué opinas?

Las manos que mueven la cuna

Va a ser difícil parar la voraz agresión que para el puertito de Adeje y zonas aledañas supondrá el proyecto de inversores belgas que pretende erigir villas residenciales, un hotel de lujo, piscinas naturales, restaurantes macrobióticos, clubes exclusivos donde te sirven las bebidas con cubitos de hielo tallados con tu nombre y apellidos, babilónicas zonas verdes y un spa como fuente de eterna juventud. Han bautizado este paraíso para ricos y ricachos como Cuna del Alma porque la cursilería y la guarrería siempre están abrazadas. Lo cierto es que todo esto empezó a moverse hace siete u ocho años bajo la complaciente y muy activa tutela del ayuntamiento de Adeje y hace pocas semanas fue presentado en una ceremonia muy chill out, con la patriarcal presencia de José Miguel Rodríguez Fraga, quien con su habitual humildad se negó a poner la primera piedra, traspasando el honor a Berta Pérez, vicepresidenta del Cabildo de Tenerife, política sobrevenida que no se entera absolutamente de nada: ni falta que le hace. Seguro que todo el proceso está basado en expedientes impolutos y en informes técnicos irreprochables, y si existe algún reproche ya se encargará de subsanarlo una legión de abogados de mil euros la hora por corbata a plena satisfacción de las partes.

Esto va a costar mucho pararlo porque Rodríguez Fraga es una pieza singularmente relevante en el ecosistema del PSOE canario, más allá de su actual condición (casi simbólica) de presidente del partido.  En los últimos cuarenta años los alcaldes socialistas, en España y en Canarias, han participado activamente en la feroz explotación turística de las costas, frangollando un urbanismo tramposo, dislocador, gentrificador e invivible, un urbanismo cuatrero y al dictado, consagrando el cemento, los campos de golf y las piscinas como signos de prosperidad, y en no pocos casos, protagonizando o tolerando una corrupción galopante. Que el PSOE ahora proclame un corazón verde que te quiero verde, como si no tuviera responsabilidades directas en la turistificación destructiva de las costas canarias es de un cinismo apabullante. Rodríguez Fraga es la mano que mueve la cuna y va a emplearse a fondo para que no sea interrumpida una inversión de 350 millones de euros sobre 437.000 metros cuadrados. Moverá sus influencias en la dirección del PSOE canario, en la dirección nacional del PSOE, en el propio Gobierno autónomo y en el grupo parlamentario. Y pedirá apoyo de organizaciones empresariales y del comercio local. Por el momento nadie ha escuchado una palabra crítica o simplemente interesada del presidente Ángel Víctor Torres. Evitará pronunciarse todo el tiempo que pueda. Hasta que se le ocurra algo. O no.

Esto va a costar mucho pararlo porque los promotores e inversores de esa dulce salvajada no están dispuestos a perder unas plusvalías previsiblemente fabulosas. Disponen de suficientes recursos y de unas administraciones públicas muy colaboradoras y de dinero contante y sonante para sumarse a los esfuerzos propagandísticos (ya en marcha) del ayuntamiento adejero.

Esto va a costar mucho pararlo porque incluye intereses de gente de tronío. Para empezar los de una decena de arquitectos con sede en Tenerife, algunos muy conocidos, pero también porque entre los socios minoritarios del proyecto figura el grupo Compañía de las Islas Occidentales, compañía de capital canario controlada por la familia Zamorano, una organización solvente y exitosa que goza, igualmente, de excelentes relaciones en todas las esferas políticas, empresariales y administrativas de la isla de Tenerife.

Esto –no sé si lo he dicho antes — va a costar mucho pararlo.

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La sagrada familia

Recuerdo a los argonautas de la reforma electoral canaria insistir hasta la náusea en que un sistema electoral justo – sea eso lo que sea – promueve no solo una mayor igualdad política, sino también un mayor bienestar colectivo y una cohesión social más robusta. Es una aseveración al menos discutible pero recuerdo muy bien el desprecio hacia la basurita periodística de algún flamante doctor en Ciencias Políticas desde su altar académico. El aumento del bienestar y la construcción del Estado de Bienestar en el Reino Unido en los años cincuenta, sesenta y primeros setenta no tiene ninguna relación causal con un sistema electoral uninominal, sino con políticas públicas impulsadas por los laboristas y asumidas o toleradas por los conservadores hasta Margaret Thatcher.  Canarias necesita de otros cambios normativos y reglamentarios mucho más urgentes para adecentar su insuficiente democracia. Entre ellos la limitación del número de mandatos. Sería muy conveniente a nivel autonómico, pero sobre todo en los cabildos y en los ayuntamientos.

José Miguel Rodríguez Fraga lleva 35 años como alcalde de Adeje. Casi los mismos que gobernó Franco toda España. Por supuesto ha sido elegido democráticamente una y otra vez por sus conciudadanos, obteniendo sucesivas mayorías absolutas. Pero las urnas no son suficientes y es imposible que un lapso de tiempo tan largo no terminé generando efectos políticos perversos. Rodríguez Fraga se ha acostumbrado a que sus deseos se conviertan en ley. Ha rodriguezfragueteado el ayuntamiento adejero para solaz de sus compinches y desolación de una oposición impotente. En realidad no sería impreciso sostener que la impotencia se extiende a la mayoría de los residenciados en Adeje. En las elecciones municipales de 2019 la abstención llegó al 59,31% del censo. Votaron 10.368 personas con derecho al sufragio y se abstuvieron más de 15.000. Una resignación plúmbea, cansada, harta de sí misma. El alcalde entiende, entre otras premisas, que lo mejor es rodearse de la familia. Su hermana, Carmen Nieves Rodríguez Fraga, entró en el gobierno municipal y después intentó una carrera regional, cuando su hermano convenció a su protegida Patricia Hernández, entonces vicepresidenta del Gobierno autónomo, para que la nombrara viceconsejera de Administraciones Públicas. La dicha fue breve y debió volver al ayuntamiento en 2017 como personal eventual. Más asuntos familiares. Un yerno que consiguió una plaza de funcionario. Un sobrino, Daniel Melo Rodríguez, hijo de doña Carmen Nieves, que no sale elegido concejal en 2019, pero que inmediatamente es designado “coordinador de Juventud”, un eventual con 38.000 euros anuales, hasta que la oportuna dimisión del compañero que le antecede en la lista le permite sustituirlo.

Existen otras enigmáticas costumbres alrededor del alcalde más aficionado a los santos, las vírgenes y las capillas de las Canarias Occidentales . Por ejemplo, que no se lleve en el transcurso de quince plenos ni un solo expediente urbanístico, pero en cuanto el secretario accidental sustituye al titular, se presenten 38 expedientes y recursos de urgencia. El diario Público acaba de dar a conocer que la hermanísima del alcalde tiene construido sobre terreno rústico y de protección natural un suntuoso chalet con jardín  y piscina. Justo al lado de donde vive el propio Rodríguez Fraga. Esta circunstancia levemente hedionda, sumado al proyecto constructivo junto (sobre) el puertito de Adeje puede que por fin atraigan el interés informativo sobre la larguísima y faraónica gestión de Rodríguez Fraga y su astucia embilletada para sustraerse sustraerse de un control democrático efectivo. Representa inmejorablemente el desarrollismo económico, el amor al cemento y a la familia, el aplastamiento de la disidencia y la liviandad ideológica de la inmensa mayoría de los alcaldes del PSOE, ese partido del que Rodríguez Fraga es presidente como otros se honran en pertenecer a un club de golf,  una sociedad gastronómica o un grupo de filatélicos.  

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Hosanna, Pestanna

A servidor le parece perfecto que las direcciones del PSOE  — la federal y la canaria – hayan maniobrado lo indecible para que Anselmo Pestana, que no ganó las elecciones para la secretaria general de la organización insular en marzo, revalide ahora su cargo. Allá ellos. Si los socialistas palmeros están dispuestos a tragar este enorme y viscoso sapo es asunto estomacal suyo. Pestana, un político singularmente torpe, progresivamente ensoberbecido y al que quedaría grande un uniforme de boy scout, se dedicó a afiliar  irregularmente a decenas de gentes simpáticas e incluso así solo consiguió empatar con Francisco Paz, alcalde de San Andrés y Sauces. Para la “segunda vuelta” contó con todo el apoyo de Madrid y Las Palmas de Gran Canaria para apretar tuercas, formular promesas, gritar ajijides, sacar a abstencionistas y asqueados de sus casas…y aun así solo ha logrado ganar a Paz por un mezquino puñado de votos.

Obviamente ha debido pagar un alto precio para que la nueva comisión ejecutiva insular saliera adelante. Entre las cuatro (4) vicesecretarias generales está, por supuesto, Francisco Paz, ahora número dos del partido. Como Ángel Víctor Torres no se fía – y hace bien – de la habilidad política de Pestana ha colocado como vicesecretaria general segunda a Alicia Vanoostende, su consejera de Agricultura y Pesca, y como secretario de Organización a Manuel Abrante Brito, discreto y cumplidor diputado regional, con amplia experiencia previa en el ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma. Ha quedado suficientemente claro. Anselmo Pestana, delegado del Gobierno en Canarias, fiel ejecutor y custodio de la vergonzosa gestión de la migración de origen africano que han recibido las islas, debía ser el secretario general del PSOE palmero como sea. Porque Pestana –además – es torrecista leal y cabal y le tienen prometido el número uno en la lista al Parlamento el próximo año. Su destino electoral debería ser el Cabildo, pero según las encuestas la gente lo mastica, pero no lo traga. No es demasiado improbable –por así decirlo — que el alcalde Paz sea presentado a la corporación insular. Aunque está por ver que le volviera a conceder la Presidencia del Cabildo de La Palma al PP.

Por supuesto, Ángel Víctor Torres estuvo presente en la clausura del PSOE de La Palma para repartir sus mantras, lo que hace como las azafatas reparten las chocolatinas en los vuelos de Binter: con prisas, sonrisas mecánicas y agradecimientos dudosamente emocionantes. A saber, que Canarias está mejor, mucho mejor, que en julio 2019, y que si no lo está es por culpa de la pandemia, de la crisis económica que provocó el virus, de la inflación, de la quiebra de Thomas Cook, de los incendios forestales, de las erupciones volcánicas en La Palma, de la guerra en Ucrania. Si todos estos desdichados acontecimientos no se hubieran producido, Canarias sería, actualmente, la Finlandia del Norte de África. Que molesta es la Historia y esa manía suya de que ocurran cosas y más cosas. El presidente del Gobierno dejó lo mejor para el final: el anuncia de más “inversiones millonarias” de la administración del Estado para La Palma. O sobre La Palma. O con La Palma.  O todo a la vez. Uno sospecha que a los alcaldes, concejales y diputados presentes se les torció el gesto con un fisco de nerviosismo. Más millones. A ver cómo le explico a mis vecinos (a mis electores) que lleguen más millones a la isla cuando todavía cientos de palmeros viven en soluciones habitacionales de emergencia. Porque lo que para Torres es combustible retórico (esos millones y millones que anuncia heroicamente desde hace meses) para sus compañeros en La Palma son un lastre, un motivo de más preguntas irritadas, más protestas iracundas, más desconfianza y hartazgo por los miles de damnificados y sus familiares. A veces parece que Torres, simplemente, no sabe lo que hace. Por ejemplo, cuando va a La Palma, cuando piensa en La Palma, cuando improvisa en La Palma.     

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Recuerdo que en 1999, cuando Mohamed VI subió al trono, muchos observadores y analistas presagiaron que se produciría una mayor apertura política y que las reformas del nuevo monarca se encaminarían hacia una aceptable democracia parlamentaria, más o menos homologable y basada en un respeto irrestricto a los derechos humanos. Mohamed VI tomó algunas decisiones iniciales realmente esperanzadoras, entre las cuáles no fue la menor destituir al ministro de Interior y mano derecha de su padre Hassan II, el temible Driss Basri, bien conocido, por cierto, por los saharauis: mató a muchos cientos y torturó a varios miles. Bari era simultáneamente un chacal sanguinario y un referente de la infinita corrupción del reino alauita como cabeza visible del Majzén. Intervenía, bajo la jurisdicción del Rey de los Creyentes, en el reparto de canonjías y mordidas y licencias de importación. Todo el mundo aplaudió a Mohamed VI en el país y en el extranjero. Los años más oscuros tocaban a su fin. A lo largo del lustro posterior una cadena de cambios políticas, jurídicos y normativos parecieron dar la razón a los más optimistas. Aumentó el pluralismo –dentro de ciertos límites –en los medios de comunicación y en la institución universitaria. Pero poco a poco el luminoso esfuerzo reformista fue perdiendo fuelle y terminó por detenerse.

El mismo Mohamed VI, muy activo al principio de su reinado, fue afectando una indiferencia creciente no ya a una agenda reformista muerta, sino al propio gobierno cotidiano. Pasó y sigue pasando largas estancias, a veces de varios meses, en París y en los Alpes suizos; con menos frecuencia, en Londres y Nueva York. En todas esas ciudades dispone de viviendas de esplendor palaciego y de importantes inversiones inmobiliarias. Porque ese es el secreto – si merece tal nombre – del fracaso de las reformas después del fallecimiento de Hassan II. Reformar el país democráticamente, emprender una vía para una política social amplia, eficaz y eficiente, significaría necesariamente el sacrificio del Majzén, esa oligarquía que, a la sombra de Palacio, maneja y amplía fortunas inmensas relacionadas con el turismo, la hostelería, las licencias de importación, las infraestructuras, la compra de material militar, la minería o la producción agrícola. Y la primera fortuna –con intervención directa e indirecta en las empresas públicas marroquíes – es la del rey. Es imposible una plena democratización de Marruecos si la corrupción estructural del reino – que articula y fiscaliza toda la iniciativa económica y empresarial — no es destruida de raíz. Por decirlo con la máxima sencillez: más allá de algunos aspectos valiosos, pero muy insuficientes, el Reino de Marruecos resulta política y socialmente irreformable.

De ahí se deriva, por supuesto, otra obviedad: el gobierno marroquí no está en condiciones ni anhela ni podría permitir en absoluto un Sáhara dotado de un estatuto de autonomía política. Ninguna región marroquí dispone de tal artefacto político. Solo puede pensarse — y necesitaría de una reforma constitucional — en una limitada y siempre suspicaz autonomía administrativa, que probablemente terminaría desapareciendo en muy poco tiempo. La marroquinidad del Sáhara ha sido, precisamente, una de los límites en el espacio público del reino. Ninguno de los grandes partidos políticos de Marruecos (de izquierdas o de derechas, laico o islamista) pone en cuestión que la excolonia española debe integrarse sin más en su territorio. O  más exactamente: todos los partidos políticos, cn o sin representación parlamentaria,  respaldan sin fisuras que el Sáhara es propiedad de Marruecos. Cuando uno escucha a altos cargos de los gobiernos de España y de Canarias las cínicas y repeinadas insensateces de los últimos días no sabe dónde meterse para que lo asfixie la vergüenza ajena.   

Publicado el por Alfonso González Jerez en General ¿Qué opinas?