Esencialidades

Empezamos a entender el significado de una curiosa expresión que han enfatizado, en los últimos meses, responsables gubernamentales de CC y el PP: pese a los frankestenianos recortes presupuestarios “se mantendrán los servicios públicos esenciales”. En materia sanitaria significa, esencialmente, que el Ejecutivo se ha comprometido en no derribar con una pala mecánica ningún hospital ni centro de salud a lo largo del próximo año. Todo lo demás es, digamos, negociable. ¿Negociable con organizaciones colegiales, los sindicatos o la oposición parlamentaria? No, claro que no, no sea usted tan pusilánime. Negociable por el Gobierno regional consigo mismo. Empezarán con el gasto farmacéutico durante la hospitalización de los enfermos y continuarán con la paralización de nuevas contratación de médicos y enfermeros por el Servicio Canario de Salud, pese a que Canarias es la comunidad autónoma con la ratio más baja de enfermeros por habitante del Estado español y sufre un déficit aterrador tanto de médicos de familia como de especialistas. Entre medias, pues se le echa menos de comer a los enfermos: menos verdura en los potajes, que aguachentos entran mejor, y pollo, mucho pollo, que la ternera es un vicio de mileruistas que viven por encima de sus posibilidades, y los yogures, un antojo infantil. Yo le recomendaría al consejero Bañolas -¿no necesitaría un posoperatorio para perder doce o catorce kilos?- que leyese o releyese El Buscón de Quevedo y tomase nota de los métodos culinarios del dómine Cabra. El maestro Cabra metía un trocito de tocino en una cajita metálica agujereada que depositaba en el fondo de una olla de agua durante unos diez minutos. Así preparaba la sopa para sus pupilos, Meses le duraba el fisco de tocino hasta su desintegración. Un auténtico visionario.

Los médicos ya han empezado a señalar las obvias consecuencias: mayor deterioro de la calidad médica y asistencial, máxima sobrecarga de las plantillas, estampida generalizada hacia los servicios de urgencia, riesgos inminentes de colapso en el sistema. Tonterías. No entienden que el Servicio Canario de Salud está implantando una versión autóctona del copago: el ciudadano para con sus impuestos por lo que le dan y paga con su salud lo que le retiran a fin de no destruir el Estado de Bienestar. Es una forma de pedagogía social que ni siquiera excluye el papel higiénico, porque a corto plazo tendrás que traértelo de casa, con una sábana y el pijama. Ellos no pondrán nada, excepto la mierda.

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Tres perlas

«Coalición Canaria ha querido pactar con dios y con el diablo». Supongo que para el teólogo en cuestión, Miguel Cabrera Pérez-Camacho, dios es el Partido Popular y el diablo, por supuesto, el PSOE, encarnado en las enjutas carnes de José Luis Rodríguez Zapatero, ah mísero, ah infelice. Inseminar la política con relatos o metáforas religiosas suele tener ingratos resultados. La religión no admite el diálogo. Una vez constatado el lugar donde se sitúa a cada uno -entre los justos o entre los pecadores- se acaba con cualquier reducto de debate. Por otra parte la declaración del señor Cabrera Pérez-Camacho desvela una dimensión espiritual en el pacto entre coalicioneros y conservadores que permanecía inédita hasta este pleno. Porque en el dichoso o desdichado pacto no existía ninguna estipulación que condicionara la posición política en las Cortes de los firmantes. La pedestre y a la vez angelical metáfora del ex portavoz parlamentario del PP, expulsado en su día de las proximidades del Trono de Soria Padre, Hijo y Espíritu Santo, tiene, sin embargo, su utilidad: eludir una explicación adulta de los motivos del PP de romper el acuerdo con CC en vísperas de la aprobación de los presupuestos de la Comunidad para 2011.

“Este es un gobierno de mini minoría y a usted le espera el futuro de Robespierre”. Francisco Hernández Spínola.  La acuñación del concepto de mini minoría es una aportación a la ciencia política que ya hubiera querido para sí Norberto Bobbio.  El señor Hernández-Spínola sabe perfectamente que CC dispondrá de un tortuoso o cantinflesco apoyo del PP, tanto en la aprobación del proyecto presupuestario como en los próximos seis meses. Frente a los gobiernos microminoritarios se suelen emplear un mecanismo que se llama moción de censura. Y eso de comparar a Paulino Rivero con Roberpierre. Me imagino que es una forma de llamarle incorruptible, aunque Robespierre solo hizo footing camino de la guillotina. La derecha mezcla la religión con la política. La izquierda combina y legitima la política con imaginarias sanciones históricas.

“Les pido que no quemen las naves ni destruyan los puentes de entendimiento recordando la cita del próximo mayo”. José Miguel Ruano. A la Religión y la Historia se le une el tercer agente que obstruye la acción política democrática, que  no es otro que el Mercado. En este caso, concretamente, el mercado electoral. Y Ruano se lo recuerda amablemente a los dos socios.  Les recuerda, por si hace falta, que son necesario dos para mantener la compañía Nosotros, S. A.

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Estiércol

Aquí abajo los pibes siguen jugando a su obsceno juego en el templo de democracia: sesteante patio de Monopodio con mobiliario mental de guardería.

Coalición enseña su trancredismo presupuestario, como si dispusiera de mayoría absoluta; el Partido Popular afirma que apoyará el proyecto legislativo, siempre que le expliquen sus imaginarias distorsiones presupuestarias -a ver cómo le explicas y justificas a un farsante sus propias mentiras- y el PSC-PSOE presenta una enmienda a la totalidad sin soltar una palabra sobre su propuesta alternativa: le basta el formidable descubrimiento de que la mayoría parlamentaria es de derecha o centro derecha, o mejor, es la derechona, palabra con la que José Miguel Pérez pretende ganar dos centímetros de estatura semántica. Mientras sus señorías persisten en el juego que se venden como política y ni siquiera es politiquería, en la puta calle siguen cerrando empresas y establecimientos comerciales, los  desempleados aumentan, incluso en el mesiánico sector turístico, los servicios públicos educativos y sanitarios se asfixian, los cabildos rugen y amenazan con devolver competencias, los grandes ayuntamientos le ven los colmillos a la ruina y que les voy a contar. Lo que se ve todos los días. Lo que todo el mundo ve excepto los padrastros y madrastras de la patria.

Y por allá arriba arrecian los rumores de un evidente rescate financiero a Irlanda y Portugal por la Unión Europea. Irlanda le debe a España unos 20.000 millones de euros y Portugal aproximadamente unos 110.000 millones, sumando la deuda pública y la privada. La exposición financiera de España a Portugal es la más amplia de toda la UE. En el caso de default en Portugal, el impacto sobre España será muy apreciable, sencillamente, porque los inversores y prestamistas solo podrán recuperar parte de su dinero. La restructuración de la deuda es un paso inevitable y los mercados están apretando de nuevo sus feroces clavijas. Ayer el Tesoro español pudo colocar menos letras y debió venderlas un 32% más caras de lo inicialmente previsto para darles salida. Es impresentable que, en esta situación, se insista en hablar de recuperación económica, activación del empleo, brotes verdes o bubangos colorados. El infarto sufrido por el sistema financiero mundial en 2008, fruto de la avaricia y la desregularización, puede repetirse masivamente en los próximos meses. Y los pibes aquí, en el templo, tirándose unos a otros bolitas de estiércol, en un concurso para ver quién parece más guarro. Van a ganar todos.

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Austrohúngaro

Lo que contó, básicamente, es cómo somos derrotados, al principio por los demás, después por nosotros mismos. Como era español lo hizo entre grandes voces, con un énfasis centrado más en lo ridículo que en lo patético, persiguiendo a los personajes con la cámara como un cotilla más, para no perder un detalle de la incomprensible turbamulta en la que nos sentimos protegidos e infelices. El hambre y la injusticia convertida en espectáculo que no disgusta ni a los hambrientos, la ingenua estupidez de todo un pueblo soñando un maná de panes y longanizas, la brutalidad de los engranajes sociales que construimos con nuestra propia debilidad, con sonrisas cobardes,  con nuestra tierna villanía. Un hombre quiere casarse y tener un piso, un hombre vulgar y corriente, un hombre de cafelito y paseos por el parque y novia de toda la vida, y para conseguirlo se convierte en verdugo. Oh, por supuesto, se resiste, temblando de miedo y asco, pero termina afrontando el curro, lo llevan a rastras y entre lágrimas hasta el garrote vil, y una vez que ha asesinado, exhausto, se lo dice a su suegro:
-No lo volveré a hacer jamás.
-Ah, eso mismo dije yo la primera vez.
En su cine puede haber ternura, no lo niego, pero no se salva nadie. Nadie alcanza una mísera techumbre de dignidad donde guarecerse más de cinco minutos. A veces, por supuesto, hay fogonazos de amor, gestos de cariño, un esbozo de generosidad, comprensión o piedad, pero se disuelven como un humo tenue en la atmósfera de lo grotesco. Quizás su última buena película fue La escopeta nacional, una descarnada sátira de la corrupción en el tardofranquismo, una galería de villanos e imbéciles que no dejan de parlotear todo el rato en una cacería donde todos son cazadores y todos piezas a cazar. Después la libertad destruyó ese sutil y brutal entramado que durante más de veinte años mantuvo entre un realismo costumbrista, un destructivo y ecuménico humor del absurdo y la alusión como instrumento más apropiado para el retrato moral de una sociedad. Cada vez fue más explícito, es decir, menos interesante. En La vaquilla soldados republicanos y soldados franquistas terminan, por puro accidente, bañándose desnudos en un riachuelo, donde ríen y juegan, despojados de uniformes e insignias, una imagen poderosa, y repentina y desgraciadamente un personaje le dice a su superior:
-Fíjese, teniente, aquí en pelotas todos somos iguales.
Fue el último austrohúngaro y el primer director de cine español.

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El caso del enano (palmero) desaparecido

Estaba comiéndome un plato de chosuey  el chino de la avenida Anaga, antes de que las obras de la Vía Litoral obliguen a cerrar el restaurante o a incluir la pala mecánica agridulce en el menú, cuando lo ví entrar, alto, quebradizamente delgado y con esa palidez propia de un monje que se supiera de memoria toda la teología de Santo Tomás de Aquino, incluidos los pecados que nunca osó cometer. Nuestras miradas se cruzaron durante varios segundos hasta que me reconoció y se acercó a mi mesa arrugando cada vez más los besos. Ya a mi altura musitó:
–Buenas noches. ¿Puedo sentarme?
–Supongo que puede hacerlo. Pero, ¿debe hacerlo usted?
–Necesito hablar con usted unos minutos. ¿Sabe quien soy?
–Recuerdo haberlo visto por la tele. Pero está usted demasiado pálido para ser concursante de La isla de los famosos…
— Mi nombre es José Miguel Ruano y soy consejero de Presidencia y Justicia del Gobierno de Canarias.
–Ya veo que tiene usted su propia isla.
— ¿Es una alusión a mi condición nacionalista?
— Ah, ¿es usted nacionalista? Las ideologías ya no se distinguen a la vista. Ni siquiera al tacto. ¿Ve usted a ese gordo de la esquina con corbata gucci que está atragantándose con pato lacado? Pues es un liberado de la UGT.
–Ya. ¿Puedo sentarme o no?
–Como quiera. Pero yo no tomo postre.
–Es usted detective privado.
No era una pregunta, sino una afirmación. Me serví un poco más de sake.
–¿Y?
–Necesitamos contratar sus servicios. Es un caso de extremada urgencia. Se me ha encargado localizar y contratar a un profesional, al mejor profesional disponible, y de los cinco detectives privados que operan en Santa Cruz, uno tiene una hernia, otro se acaba de jubilar, otro no terminó el graduado escolar y, aun peor, es de Getafe, y el cuarto, en fin, solo trabaja en las novelas de Jaime Mir. Nos queda usted.
Lancé un largo suspiro de fastidio infinito.
— ¿Y qué tripa se le ha roto?
Ruano miró cuidadosamente a ambos lados de la mesa. Se inclinó hacia mí y musitó con el mínimo volumen de voz para resultar audible a un metro de distancia:
–Han secuestrado a uno de los enanos de la Bajada de la Virgen de las Nieves.
Durante un instante contemplé al tal Ruano en silencio. Pero no pude resistirlo. Primero me temblaron las mandíbulas, y acto seguido, comencé a convulsionarme entre carcajadas que alarmaron incluso al cocinero ecuatoriano del restaurante chino, quien asomó la cabeza por una esquina. El consejero de Presidencia masculló algunas palabras con gesto avinagrado. Después de varios minutos logré calmarme y Ruano me pasó un pañuelo impoluto para secarme las lágrimas.
–¿Ya ha terminado? – me preguntó despectivamente –. Me habían dicho que era usted un tipo serio.
— ¿Están seguro que era un enano? – empecé a reírme de nuevo –. Y el enano está amenazando al Gobierno de Canarias… Están ustedes jodidos…Desaparece un enano y tiembla el Gobierno… ¿Qué ocurría si desapareciera Alberto Génova?
–¡Escuche! – la orden de Ruano sonó como un latigazo-. No comprende usted nada. Le pondré en antecedentes. Acabamos de crear la policía autonómica…
–Felicidades…
–… Y uno de los primeros cometidos asignados al nuevo cuerpo de seguridad es la protección de la Bajada de la Virgen y, por supuesto, de actos tan relevantes en el programa de las fiestas lustrales como la Danza de los Enanos…
— No siga, por favor, que me vuelve a dar…Ay, ay, coño…
–Maldita sea, cállese de una vez.
–Pero las fiestas son en verano… ¿Qué tienen que ver ustedes…?
–Ese es el problema. Para preparar el operativo estábamos realizando ejercicios de simulación en los ensayos. Algo muy discreto, por supuesto. Pero hace tres días, en uno de los ensayos, y en presencia de seis de nuestros agentes, desapareció uno de los enanos…Imagine el impacto sobre el prestigio de la policía autonómica en sus comienzos si este desgraciado suceso trascendiera a la opinión pública… Queremos que usted se haga cargo de la investigación. Mutismo absoluto. Apelamos a su patriotismo.
–Yo apelo a la pela. Son 300 euros diarios, gastos aparte.
–¿Trescientos diarios? ¿Qué dice? Yo no cobro tanto…
–Pero usted tiene compensaciones espirituales. Es un patriota.
–De acuerdo, de acuerdo. Vámonos.
–¿Ahora mismo?
–Sí. No hay tiempo que perder. Nos espera un avión en Los Rodeos.
Por supuesto, dejé que Ruano pagara la cuenta. No dejó propina. No todo el mundo entiende la dramática complejidad de la crisis económica: el camarero nos miró muy atravesado.
En un principio me extrañó que no fuera un avión, sino una avioneta, y que a sus mandos no encontrara a un piloto, sino a un individuo de barba canosa que Ruano me presentó como Martín Marrero, viceconsejero de Comunicación o algo por el estilo. Le pregunté, un tanto alarmado, sobre su experiencia en vuelo. Me contestó con una sonrisa mofletuda:
–Bueno, llevo tres días estudiando un manual que me dejó un piloto jubilado de Binter. Creo que ya estoy preparado para despegar…
— ¿Y para aterrizar?
–Imagino que será lo mismo, pero al revés. Son las restricciones presupuestarias. Soria exige que pilotemos aviones de alquiler reducido nosotros mismos, como paso previo a la supresión de los vuelos aéreos de los altos cargos…
–¿Y cómo van a desplazarse después?
–El vicepresidente ha presentado un informe según el cual, con buena voluntad y adecuada preparación física y psicológica, los consejeros y viceconsejeros podrían aprender a volar, con un ahorro de 380.000 euros anuales. Los directores generales, en cambio, solo podrían optar a planear en trayectos cortos…
— Marrero, despeguemos de una vez –gruño Ruano.
Unos cuarenta minutos más tarde nos estrellábamos en un campo de trigo abandonado en Breña Alta. Ruano y yo salimos más o menos ilesos, pero a Martín Marrero se le achicharró una pierna. Cojeando se sentó en una penca sin dejar de hablar por el móvil.
–¿Manolo? Sí, sí, lo acabo de ver en el ordenador. Otro parado con sus monsergas en el blog del presidente…Mándale un buen sopapo, para que dejen de importunar con boberías…Como si no hubiera más parados en el mundo, hombre, hombre, un poco de seriedad…
Era cerca de medianoche cuando llegamos a Santa Cruz. Ruano se quejaba de sus zapatos rotos y yo empezaba a maldecir la estúpida idea de aceptar un caso como la desaparición de un enano que no era un enano y que ponía en peligro a un Gobierno que debía contratar a un detective para salvar a su propia policía. Todo se estaba volviendo demasiado chestertoniano. Al fin llegamos a una casa en la avenida del Puente y Ruano dio tres golpes en la puerta:
— Contraseña – se oyó una voz ronca en el interior.
Ruano cogió aire y entonó con un exhausto resto de galanura:
Y dicen/y dicen/y dicen/ que sabes coser/ y dicen/y dicen/y dicen/ que sabes bordar/me hiciste/me hiciste/me hiciste unos calzoncillos/ con lo de adelante pa tras…
La puerta se abrió violentamente, y un hombre uniformado, con galones de sargento, se cuadró para dejarnos pasar:
Achit guanoth mencey reste Paulino. A sus órdenes, consejero…
— Sargento, recuérdeme que cambiemos las puñeteras contraseñas… Estoy asfixiado…
–A sus órdenes. La situación no ha variado. No ha entrado ni salido nadie del local.
El panorama era poco estimulante. Un grupo de enanos estaba sentado viendo un partido del Mundial de Fútbol de Sudáfrica en un pequeño aparato de televisión. Cuando uno de los equipos marcaba un gol los enanos, ataviados perfectamente con sus sombreros y sus fachendosos trajes dieciochescos, se ponían a bailar la polca, estremecidos por el entusiasmo. El sargento y los cinco números los observaban con un odio creciente, indisimulable. Uno de los policías no pudo más:
–¡Esténse quietos de una jodida vez! ¿Por qué los enanos palmeros tienen que ponerse a bailar cuando Ghana mete un gol?
–¿Cuántos enanos son?
–Eran quince, antes de la desaparición de uno de ellos ayer tarde – respondió el sargento –. Dados los acuerdos suscritos, no podemos conocer sus identidades ni exigirles que se deshagan de los trajes. Tampoco sueltan una palabra, por supuesto.
–¿Seis agentes para quince enanos?
–Ya ve usted –respondió Ruano-. Y después dicen que Madrid no sigue mandando, cuando nos regatea dinero hasta para nuestra seguridad. Pero un día, se lo aseguro, y será más temprano que tarde, desplegaremos una docena de agentes para cada enano. Como mínimo.
–Pero si esto se arregla enseguida –dije –. ¡A ver! El que me de una pista sobre dónde se metió su compañero recibirá unos zapatos de aguja de Manolo Blahnik…
Gracias a los agentes de la policía autonómica no fui despedazado por los enanos, que se abalanzaron en tromba sobre mí. Uno de ellos me pasó nerviosamente, con su manita enguantada, un folleto del Chipi-chipi. Me volví hacia Ruano:
–Ya lo tenemos. Al Chipi-chipi, sin perder un segundo.
Llegamos en apenas un cuarto de hora. Al fondo del establecimiento, en un reservado, encontramos al diputado Manuel Marcos, presidente del grupo parlamentario del PSC-PSOE, sirviendo cariñosamente cucharadas de sopa de pan y yerbahuerto a un enano que parecía en éxtasis.
–¡Qué canallada! – exclamó Ruano, furibundo –. ¡El PSOE no se para en nada para boicotear la policía autonómica!
–Pe…pero qué dices, José Miguel – Manuel Marcos se levantó tartamudeando de la mesa –. No tengo idea de lo que hablas…
–¿Cómo que no? Pero si le estabas dando la sopa al enano de tu propia cuchara…
–¿Un enano? Anda, es verdad…Mira, no me había fijado en el. Claro, es tan pequeñito…tan… — el diputado socialista se derrumbó –. Ha sido idea de Julio Cruz…Te juro que Julio Cruz me ha obligado, bajo amenaza de ponerme a trabajar en el grupo…Ya lo conoces… No tiene entrañas…
Al día siguiente tomé el primer avión a Tenerife. En el aeropuerto  un agente del Patronato de Turismo intentó venderme la figurita de un enano como souvenir. No sé si habrá podido tragársela.

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